Capítulo 4 "Un adelanto"
Un adelanto.
Su pecho vibra a causa de su risa. Se ve muy bonito así. Tiene una sonrisa hermosa.
– ¿Y a que te dedicas, caramelo? – pregunta pasando sus dedos por mi cabello.
– Estudié arquitectura. Me gradué hace tres meses.
– Impresionante– dice.
– Estar en la universidad a los quince fue un reto. Todos eran mayores de edad y yo pues... era una niña. – relato juntando nuestras manos– Pero me gustaba ser inteligente. Ser menor y aun así saber cosas que otros no. Me gustaba llevar la delantera.
– Me imagino. ¿Tienes hambre?
– Algo.
Me siento y él se pone de pie. Me ofrece su mano y gustosa la tomo. Me guía a la cocina y tomo asiento en el taburete que está junto a la barra.
– ¿Sabes cocinar?
– Se defenderme– se encoge de hombros– Nunca he quemado la cocina y nunca nadie se ha quejado de mi comida, así que soy todo un chef.
– Que bien. Cuando nos casemos no pienso cocinar, todo lo harás tú– bromeó y él sonríe. Le da la vuelta a la barra y se posa entre mis piernas. Sentada así, casi estoy a su altura.
Sus manos se pasean por mis muslos y yo llevo las mías a su pecho. Tiene una camisa negra puesta y ese color resalta el tono de su piel. Miro sus ojos y me deleito en ellos. Son tan azules.
– Por mí no hay problema, puedo cocinar todo lo que quieras– dice al tiempo que sus labios rozan los míos. Sumerjo mis dedos en su dorado cabello y beso sus labios delicadamente.
Su barba hace cosquillas en la punta de mis dedos y eso me gusta. Él me gusta. Separo mi boca de la suya y lo miro.
– ¿Es normal que me gustes tanto? – pregunto bajito.
– No lo sé, pero yo me pregunto lo mismo– esconde su rostro en mi cuello y deja un beso debajo de mi oreja. Un beso que me hace agua la sangre– Hueles delicioso– su nariz pasa a lo largo de mi mandíbula y yo me estremezco. Él sonríe– Tu cuerpo reacciona muy bien a mi.
– ¿Eso es malo? – cuestiono con los ojos cerrados.
– Todo lo contrario. Es increíble– besa castamente mis labios y luego se separa de mi, dejándome aturdida– Voy hacer pasta, ¿Quieres?
Asiento. Me siento acalorada. Este hombre es caliente. Aliso mi cabello hacia atrás y siento la curiosidad entrar en mi sistema.
– William.
– ¿Sí?
– ¿Por qué todos te dicen Liam? – él detiene sus movimientos y me paralizo. ¿Se molestó?
– No me gusta que me llamen por mi nombre completo– espeta de una manera, un tanto brusca.
– ¿No te gusta que yo te llame así?
– No, contigo es... diferente– se da la vuelta y me observa– Me siento cómodo con que tú me llames así.
Asiento. Vaya, es una caja de sorpresas.
– ¿Tienes hermanos? – le pregunto, queriendo cambiar el tema.
– Si, una hermana. Su nombre es Wendy, tiene veintitrés y está demente. Pero es muy agradable después de conocerla.
– Se nota que la quieres mucho.
– Esa loca es mi vida– dice sonriendo– Le vas a encantar.
– Eso espero.
Al parecer, William es un tipo serio. Pero su actitud conmigo es distinta, no sé si es porque me casaré con él o por el simple hecho de que quiere que esté cómoda.
Tiene una buena mano para la cocina, es muy divertido y amable. Creo que puedo acostumbrarme a él.
– ¿Quieres que te lleve a casa? – pregunta después de un rato.
– No, está bien. Puedo tomar un taxi.
– No. Yo te llevo– afirma y se coloca de pie. Sube las escaleras y me deja de pie en la sala. Unos minutos más tarde baja con unos jeans puestos– Vamos.
Lo sigo a la salida y nos dirigimos al auto. El camino es silencioso, pero es un silencio que va más allá de lo cómodo. En algún momento del camino, su mano se entrelazó con la mía y fue la mejor sensación del mundo.
Cuando estaciona en la acera de mi casa, me giro a observarlo.
– Gracias por traerme– sonrío.
– No es nada. ¿Nos vemos el viernes? Tengo que volver a Múnich mañana a cerrar unos tratos y llegaré el viernes por la mañana.
– Si, el viernes estaría bien. La fiesta es el sábado.
– Mi tía me informó. También tengo que traer a Wendy conmigo el viernes, mi padre llegará el mismo sábado.
Asiento, me acerco a él y le doy un casto beso en los labios. Él sonríe y presiona más nuestras bocas. Me separo sonrojada.
– Nos vemos el viernes, caramelo.
– Adiós– salgo del auto y camino hacia mi casa.
Mi corazón palpita rápidamente. Es demasiado intenso estar con él. Cierro la puerta de mi habitación y me dejo caer en la cama, suspiro.
Santo cielo. ¡Ayúdenme!
– Mamá, ¿Puedo escoger mi vestido para mañana? – cuestiono, sentada a su lado.
– Claro, nenita. ¿De qué color lo quieres?
– Azul marino. Lo quiero corto y con lentejuelas.
– Si, podemos comprarlo.
– No, yo tengo uno así. Es nuevo, no lo he usado y también tengo unos tacones que combinan– informo y ella asiente observando los papeles en sus manos– ¿Qué son esos?
– La lista de invitados, son ciento cincuenta personas en total y es la misma cantidad para la fiesta de compromiso y para la boda.
– Oh, ¿Tantas personas? – cuestiono atónita.
– Si, son algunos socios de tu padre y de otros de Liam. También está nuestra familia y la de Liam. Tu boda será por todo lo alto, cariño. Aunque sea algo sencillo, será grande. No te preocupes, Evelyn y yo nos encargaremos de todo.
– Gracias, mamá– la abrazo y ella besa mi frente– Te amo mucho.
– Yo te amo más, mi nenita.
Mamá fue a tomar el té con Evelyn en un centro comercial y terminar los últimos detalles para la fiesta de mañana. Estoy tan aburrida, me levanto de la cama y tomo mis pliegos de papel, mis lápices y reglas. Bajo trotando las escaleras y coloco todo en la mesa del comedor de la cocina. El timbre suena.
Camino hacia la puerta y me encuentro con mi prometido al otro lado de esta.
– Debería venir más seguido si vas a recibirme así– me observa de arriba abajo. Solo llevo un short de tela, que apenas y cubre mi trasero, y una camisa roja de tirantes. Me sonrojo.
– ¿Qué haces aquí?
– Vine a visitar a mi futura esposa– sonríe– ¿Puedo pasar?
Asiento, me hago a un lado y lo dejo pasar. Lo observo, viste una camisa blanca y sus pantalones de vestir. Hasta así se ve lindo.
– ¿Y tu madre?
– Se reunió con Evelyn en el centro comercial, papá está en la oficina y Miriam tiene el día libre.
– Estás sola– afirma, asiento– ¿Qué estabas haciendo?
– Eh... haciendo unos planos para un socio de papá, él quiere una mansión gigante y yo la estoy diseñando– comento mientras caminamos hacia la cocina.
– Vaya, eres buena en esto– dice viendo los planos, sonrío tímida– Ahora veo porque te graduaste tan joven. ¿Por qué no haces los planos digitales directamente?
– Me gusta hacerlos a mano primero, si me gustan los hago digitales y luego los imprimo. Lleva más tiempo, pero me gusta trabajar.
– Interesante– se gira hacia mí y me observa.
Se acerca a mí y pone sus manos en mi cintura, tira de mi hacia su cuerpo haciendo que coloqué mis manos en su pecho. Su nariz acaricia mi mejilla de arriba abajo y mi cuerpo se calienta, cierro los ojos y siento su boca rozar la mía. Suelto un suspiro cuando comenzamos a besarnos, su sabor a menta me estremece y su lengua acaricia la mía. Llevo mis manos a su cabello y lo acerco más a mi, santo cielo. Esto es increíble. No sé en qué momento llegue a estar sentada en la mesa de la cocina, y con sus manos acariciando mi abdomen.
Me separo de él porque no puedo respirar. Miro su rostro y me gusta cada vez más.
– Extrañé mucho tu boca, caramelo– murmura con voz ronca y rozando sus labios hinchados con los míos. Siento sus manos apretar mi cadera haciéndome gemir y cuando sus dedos suben por mi estómago, la alarma se activa.
– William, yo...
– Tranquila, está bien– susurra en mi cuello.
– No, yo... no soy... virgen– digo y él saca su rostro de mi cuello y me observa. No se separa, solo me mira– Creí que... querrías saberlo– bajo la mirada al no sentir la valentía para verlo a los ojos. Sus dedos se apoderan de mi barbilla y levanta mi rostro para que lo observe.
– ¿Te lastimaron? – yo no sé qué decir. Ese es un tema delicado del cual no me agrada hablar.
– No, solo... no me gusta hablar de eso– vuelvo a bajar el rostro escondiendo mi mirada de la suya, la que es intensa.
Siento como presiona un húmedo beso en mis labios y otro en mi mejilla. Suspiro, eso me desconcentra.
– No importa, después de todo en una semana serás mía completamente– dice en mi oído– A menos que, quieras adelantar el proceso.
Lo miro, mis cuerdas vocales se desconectaron de mi cerebro y mi mente está en blanco, lo único que sé es que, quiero hacer de todo con él. Una de mis manos de desplaza por su pecho y la subo hasta su nuca, lo acerco a mi rostro y beso su boca. Él me sonríe y me come la boca– literalmente– el salvajismo se hace presente cuando me levanta y hace que enrolle mis piernas en su cadera.
– ¿Tú habitación? – cuestiona besando y mordiendo mi cuello.
– La última... puerta... a la izquierda– jadeo cada vez que chupa mi piel.
Sube las escaleras y recorre el pasillo. Entra a mi habitación y cierra la puerta detrás de nosotros. Escucho el sonido del pestillo y sé que no hay marcha atrás.
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