Capítulo 3 "Una buena invitación"
Una buena invitación.
Mi pulso se incrementó a un millón por segundo, sus palabras calaron hasta lo más profundo de mí y no creo que lo olvide con facilidad.
– ¿Sabes?, He vivido desde siempre observando el matrimonio de mis padres, que a pesar de que es arreglado, es un matrimonio amoroso. No sé si desde siempre, mis expectativas son sobresalientes debido a eso. Luego está el matrimonio de mi hermana, que es la unión más hermosa que he podido presenciar, llevan tres años de casados y pareciera que se conocieran de toda una vida.
Lo miro fijamente, sumergiendo mi mirada en sus ojos azules.
– No sé qué prepare el destino para nosotros, pero por mi parte, yo quiero ser feliz.
– Lo sé, tus ojos marrones piden y al mismo tiempo regalan felicidad a quien los mira y si tus lindos ojos me regalan felicidad todos los días, te prometo que haré todo lo que esté en mis manos por hacerte feliz el resto de tu vida.
Santo Dios, este sujeto me va a generar un ataque cardíaco un día de estos.
– No deberías decir eso en la primera cita– susurro.
– Serás mía en menos de dos semanas, creo que vale todo lo que hagamos– me guiña un ojo y me sonríe. Si, él genera orgasmos instantáneos.
El resto de la cena, William se la pasa haciéndome sonrojar cada cinco segundos y creo que le gusta, porque cada que lo hago él sonríe como un niño pequeño, cuando le dan un dulce.
Cuando nos ponemos en marcha en dirección a mi casa, me pongo a pensar en todo lo que me genera el hombre a mi lado, con unas simples palabras, causa en mi lo que ninguno de los pretendientes que tuve causaron. Me da miedo enamorarme de él y que él no lo haga de mí, sería deprimente. Pero quiero ser positiva y darle el beneficio de la duda.
William abre la puerta del auto para que yo baje.
– Sana y salva– dice.
– Gracias, la pasé muy bien hoy. Me gustó mucho pasar tiempo contigo.
– Eso es bueno saberlo– se acerca a mí y me acorrala contra el auto– Porque pasaras el resto de tu vida conmigo. Y también me gustó pasar tiempo contigo.
Sus ojos están fijos en los míos, mi corazón comienza a palpitar más rápido. Bajo la mirada a sus labios y creo que mi cerebro se apagó. Él me observa como si fuera oro y eso hace que me sonroje, su rostro se acerca al mío y yo cierro los ojos cuando siento su aliento mentolado mezclarse con el mío. Sus labios tocan los míos y el mundo se detiene. Sus manos acunan mi rostro y presiona aún más sus labios contra los míos. Salgo de mi ensoñación y llevo mis manos a sus muñecas y me sostengo ahí. El beso es un simple roce, un roce que envía descargas eléctricas a todo mi cuerpo. Poco a poco el aire hace falta y con un pequeño pico, nos separamos.
– Tus labios son adictivos, caramelo– su voz ronca me eriza la piel.
– Creo... que... los tuyos también lo son– susurro y siento sus labios en mi mejilla.
– Debes entrar, antes de que te meta a mi auto, te secuestre y te lleve conmigo– murmura, pasando las puntas de sus dedos por mi rostro.
Me separo de él y lo observo desde mi altura. Soy muy bajita delante de él. Me gusta que sea tan alto.
– Buenas noches, William– me despido y hago mi camino hasta mi casa.
Escucho el auto arrancar a mis espaldas y cuando cierro la puerta me apoyo sobre ella. ¡Dios!, Este hombre será mi perdición, lo sé. Todo en él indica que caeré antes de lo previsto.
– Christel, tu madre quieres que bajes– la voz de Miriam me saca de mis cavilaciones. Miriam es la ama de llaves de la casa, es como una Nana para mí. Es muy especial.
– Está bien, bajo en un momento– la veo salir de mi habitación y cerrar la puerta tras de sí.
Me levanto de un salto de la cama y recojo mi cabello en una coleta alta. Salgo al pasillo y bajo las escaleras de dos en dos. Mi madre y una mujer rubia se encuentran sentadas tomando el té. Son las tres de la tarde, mi madre siempre toma el té a la misma hora.
– Nenita, ya estás aquí. Ven, te quiero presentar a alguien– mi madre hace señas con su mano, indicándome que me acerque. Así lo hago– Cariño, ella es Evelyn, la tía de Liam.
– Mucho gusto, hermosa. Eres mucho más linda de lo que creí– estrecho su mano. Se ve amable. – Mi sobrino está muy entusiasmado contigo, y ya veo por qué. Eres divina.
Sonrío y me sonrojo. Me estoy sonrojando mucho últimamente.
– Evelyn y yo nos encargaremos de la boda– informa mi madre– Sé que es poco tiempo, pero si la planeamos con amor, será la boda más hermosa.
– Opino igual, Carola– sonríe Evelyn– Y tú linda, ¿Cómo quieres que sea tu boda?, Eres la novia después de todo.
– Pues... quiero algo sencillo pero lindo al mismo tiempo– digo– Me gustaría un tema más romántico, que sea amoroso y familiar.
– Me encanta, sería lindo. Si, lo que tú quieras, preciosa– la tía de William me agrada– La fiesta de compromiso la realizaremos en la casa que tiene Liam aquí en Núremberg– ¿Por qué todos le llaman Liam?
– Si, estarán invitados algunos socios de la empresa y la familia– dice mamá– Buscaremos tu vestido de novia el próximo lunes.
– Esta bien, no hay problema– el teléfono suena en mi bolsillo y me asusta en el proceso. El nombre de William se marca en la pantalla– ¿Me disculpan?, es importante.
– Claro, nena– mi mamá me autoriza y corro en dirección al jardín trasero.
Con el teléfono aún sonando me dejo caer en el césped. Contesto.
– ¿Ya te están volviendo loca? – su voz me hace sonreír.
– ¿Quién me está volviendo loca?
– Mi tía me dijo esta mañana que se reuniría con tu madre hoy, y supongo que ya está en tu casa.
– Supones bien– río– ¿Dónde estás?
– En mi casa. La reunión que tenía hoy se canceló, por lo que ya estoy aquí– comenta– ¿Quieres venir?
– ¿A tu casa? – tartamudeo un poco y el ríe.
– Si, ¿Por qué?, ¿Te da miedo?
– No, es solo que... no se...
– Tranquila, te envío la dirección por mensaje, ¿Esta bien?
– Si, solo tengo que cambiarme, en una hora estaré allí.
– Te estaré esperando, caramelo.
– Nos vemos.
Cuelgo. Me coloco de pie y vuelo– literalmente– a mi habitación y me visto con una falda corta de gamuza blanca y una camisa negra. Me coloco mis Vans y tomo mi teléfono y un poco de dinero para el taxi. Me aplico brillo labial y decido quedarme con el cabello recogido. Me baño en perfume y listo.
Bajo nuevamente y le digo a mi madre que tengo que resolver unos asuntos. Me disculpo con Evelyn, quien con una cálida sonrisa se despide de mí.
Apenas cruzo la seguridad de la mansión, tomo un taxi y le doy la dirección al chófer. En menos de veinte minutos estoy frente a una gran casa. Nunca había visto tanto vidrio junto. No es tan grande como la de mi familia, pero es realmente hermosa.
Me acerco a las grandes rejas negras y luego a la cabina de seguridad.
– ¿Puedo ayudarla en algo? – cuestiona un sujeto como de unos treinta y tantos años.
– Hola, si eh... estoy buscando a William. Soy Christel Klausen.
– Por supuesto, señorita Klausen. El señor avisó acerca de su visita.
Él presiona un botón y luego la puerta de la reja se abre. Entro y me doy cuenta de que esto es divinamente, hermoso. Estamos a principio de noviembre y la poca nieve que hay, hace que la casa se vea hermosa.
Avanzo hacia la entrada de la casa y una vez frente a este toco la puerta. Unos segundos más tarde un William Ackermann sin camisa y con unos shorts deportivos, se encuentra frente a mí.
Creo que estoy babeando.
– Hola, caramelo– me saluda sonriendo.
– Hola– susurro embobada por la vista.
– Pasa, hace frío. Te ves hermosa hoy.
– Siempre me dices lo mismo. Un día de estoy voy a creer que es mentira y solo lo dices por ser amable.
Entro a la casa y es más linda por dentro. William cierra la puerta, luego tira de mi mano y hace que mi cuerpo choque contra el suyo. Ahogo un grito de sorpresa y me sostengo de sus musculosos brazos.
– Tú siempre te ves hermosa, no creo que mienta nunca con eso– su mano sube a mi mejilla y la acaricia con gentileza. Luego posa su mano en mi nuca y une nuestros labios en un beso rudo.
Sus labios se mueven de manera salvaje sobre los míos. Llevo mis manos a su rostro y luego a su cabello, hundo mis dedos en él y me dedico a seguirle el beso. Su lengua pide entrada en mi boca y yo le doy pase libre. Su otra mano está en mi espalda baja y con delicadeza me presiona contra él. Siento su dureza en mi vientre y eso hace que suelte un gemido en su boca. Sonríe en el beso y eso me hace jadear. El aire falta. Maldita sea. Nos separamos lentamente y él junta su frente con la mía. Mi respiración es errática y la suya es pesada.
– Creo que no debí invitarte a mi casa– susurra con voz ronca. Río bajito.
– Si mi madre supiera donde estoy– digo jadeando. Él junta sus manos en mi espalda y yo rodeo su cuello con mis brazos.
– Es mejor que no se entere.
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