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Capítulo 29 "Confusión y sorpresa"

"Confusión y sorpresa"


– ¿Por qué no podemos hablar en la habitación?– cuestiono sentándome en el sofá de la sala.

– Por qué precisamente venimos hablar sobre la habitación– dice sentándose frente a mí.

– ¿Qué con la habitación?– cuestiono confundida.

– Que no has salido de ahí desde que volvimos de Núremberg y eso no es bueno– habla seriamente.

– William… tal vez suene egoísta o mimado de mi parte pero, esto no es fácil– murmuro– Mi padre murió y me duele.

– Lo se… 

– No, William– lo interrumpo y las lágrimas salen– Esto no es un simple dolor que pasa de la noche a la mañana, es mi padre quien ya no esta. Es a mi a quien le duele.

– Se lo que se siente, Christel. Lo sé– me observa fijamente– Mi madre murió cuando yo tenía veinte y lo que sentí ese día fue lo peor que he podido sentir en mi vida– su mirada está llena de nostalgia– Wendy tenía quince y a ella le dolía, y yo lo sabía. Pero de alguna manera yo pensaba que a mí me dolía más, Wendy se la pasaba todo el día encerrada en su habitación y no quería hablar con nadie, yo también lo hice por un tiempo, dos meses si no fue menos– junta sus manos en su regazo– Pero antes de que mamá muriera, ella un día me dijo que si algún día ella o papá faltaran, yo tenía que cuidar de Wen. Cuando recordé eso, me cuestione que estaba haciendo, salí de mi habitación y arrastré a mi hermana al cine. Trate de distraerla lo más que puede y creo que logré que el dolor pasará– me mira– Se perfectamente lo que estás sintiendo en estos momentos, pero no te duele solo a ti, tu hermana también siente lo mismo y tú madre también lo hace– se levanta, se acerca y se agacha frente a mi– Caramelo, no puedes quedarte toda la vida estancada en tu dolor y lo sabes– toma mis manos y las besa– Tal vez el dolor no pase hoy y mucho menos mañana, pero si te encierras en tu burbuja no solo te haces daño a ti, si no a todos los que te rodean– sus ojos azules me miran atentos– Se lo que duele perder a alguien a quien amas, pero no me voy a quedar de brazos cruzados viendo cómo te pierdo a ti y a mi hijo en el proceso.

Tiene razón.

Esto me duele, más de lo que admitiría.

Pero si no lo supero, me perderé a mi y a mi hijo.

De mis ojos no pueden salir más lágrimas y un sollozo se escapa de mi boca haciendo que William se levante, se siente junto a mí y me rodee con sus brazos.

Me pego a su cuerpo y dejo que todas las lágrimas y el dolor que he contenido, salgan y así pueda superarlo.

Amo y siempre amaré a mi padre.

Pero el dolor no le hace bien a nadie.

Sé que a él no le gustaría verme así. Así que por él y por mi familia, voy a superarlo.




– William– lo llamo.

– ¿Si?– cuestiona acariciando mi cabello.

– ¿Por qué no te gusta que te llamen William?– la curiosidad me invade.

Llevamos más de tres horas acostados en el sofá, desde que paré de llorar William no me ha soltado y tampoco quiero que lo haga.

– La última persona que me llamo William fue mi madre– responde después de unos minutos en silencio– Supongo que después de su muerte no deje que nadie más lo hiciera.

– ¿No te molesta que yo te llame así?– pregunto juntando nuestras manos.

– No– hace que incline mi cabeza y así poder observar mi rostro– La primera vez que me llamaste así, me sentí raro, pero bien al mismo tiempo– me sonríe– Eso te da cierto poder sobre mí.

– Eso es bueno– murmuro– Tu eres el único que me llama caramelo.

– Creo que ese apodo me pertenece– dice riendo– Ese es mi poder sobre ti.

– Lo sé– me inclino sobre él y beso sus labios– Tienes mucho poder sobre mí, William. No lo olvides.

– Jamás, caramelo– recuesto mi cabeza en su pecho– Si es contigo, jamás.



No sé en qué momento me dormí y mucho menos como llegué a la cama, me levanto desganada y voy al baño.

Después de colocarme mi vestido corto de jeans, baje a la cocina por algo de comer.

Escucho la voz de William proveniente del estudio, se escucha molesto pero no quiero interrumpirlo ahora. Tengo mucha hambre.

Me preparo un sándwich de pollo y me subo un jugo de naranja. Me siento en el taburete y me dispongo a comer.

No he comido mucho estos día y no creo que eso sea bueno. Mi bebé necesita crecer sano y fuerte. Creo que mi tiempo de depresión terminó.

Observo a William salir de su estudio con su rostro molesto y se acerca a mi. Se roba lo que queda de mi sándwich y lo devora.

– ¿Estas bien?– cuestiono y él niega.

– No, no lo sé en realidad– dice confundido– Tu padre me dejó la mitad de sus empresas.

Me atragantado con el jugo de naranja y empiezo a toser. Cuando me calmo, miro a William.

– ¿Cómo?– mis ojos están abiertos a tope.

– No lo sé, a Erick le dejó la otra mitad– dice– En su testamento explico que sus empresas estarían en las mejores manos.

– Dios– susurro y luego recuerdo algo– ¿Eso no le correspondía a Adam?.

– Se supone– arruga el entrecejo– Pero tu padre lo estipuló así, y no sé por qué.

– ¿No quieres hacerte cargo de esas empresas?.

– No lo sé, Chris– pasa las manos por su rostro– No pensé que él nos dejaría todo su imperio. Erick está igual de confundido que yo, no es que no queramos hacernos cargo, pero es difícil de creer que Christopher Klausen le dejara todo su imperio a sus yernos.

Es verdad.

Según con “las normas del imperio Klausen” si alguno de los hermanos Klausen llegará a faltar, él que siguiera dispuesto, sería el encargado de dirigir todas las empresas madre.

– ¿Papá dejó eso por escrito?– cuestiono.

– Si, pregunté si eso era legal y me dijeron que Christopher antes de morir dejó todo el papeleo listo y que ante todo los nuevos dueños de Klausen Corporation, éramos Erick y yo.

¡Cielos!.

¿Por qué papá no lo dejó con su hermano?.

Luego recuerdo que antes de su muerte, él había ido a Italia para resolver asuntos con Adam.

Me giro y observo William.

– ¿Sabes por qué papá fue a ver a Adam?– pregunto y él me observa.

– Asuntos personales– dice– Fue todo lo que me dijo.

– ¿Solo eso?– pregunto y él traga duro. ¿Qué está pasando?.

– Solo eso– se levanta y besa mi frente para luego subir las escaleras.

¿Qué clase de asuntos personales?.

La curiosidad incrementa su intensidad en mi sistema y en una rapidez sorprendente busco mi teléfono y marco el número de mamá.

– ¿Nenita?– habla al otro lado de la línea.

– Mamá, necesito saber cuáles fueron los asuntos que resolvió papá con el tío Adam– digo firme– ¿Tu sabes algo?.

– Eh… nena creo que deberías venir a casa– ¿Qué?.

– ¿Por qué?– pregunto confundida.

– Porque es hora que sepas algunas cosas.


¡Llegué!.
Y con un capítulo nuevo.
¿Estará esto por explotar?
Yo espero que sí.
1/4
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