Capítulo 22 "El miedo siempre llega"
"El miedo siempre llega"
– Estoy bien, mamá– le digo.
– Lo se, estaba muy preocupada por ti– veo su lágrimas a través de la pantalla de mi teléfono– Todos lo estamos, tu padre y Christa te mandan muchos saludos y besos. ¿Segura estás bien?.
– Si, mamá. No te preocupes– sonrío.
– Oh, mi nenita. Bueno, te dejo descansar. Te amo, mi niña. – También te amo, mamá– me despido y cuelgo la llamada.
Apenas mi mamá se enteró de que está bien y en el hospital me llamó y no paraba de llorar.
Mi mami sentimental.
William está un poco más tranquilo y eso se debe a qué atraparon a Marlon.
Estaba por tomar un avión a Italia y eso me revolvió el estómago.
En Italia vive el monstruo de Adam.
En fin, Marlon no ha querido hablar. Pero ya está en la cárcel y eso es bueno.
Es un avance al menos, tener a quien vaciaba las cuentas. Ahora solo falta descubrir quién está detrás de todo esto.
La puerta de la habitación se abre y William entra con el doctor que me atendió ayer en la noche.
– ¿Cómo se encuentra, señora Ackermann?– cuestiona el doctor.
– Bien, y por favor, llámeme Christel– él sonríe y asiente.
– Bueno, Christel. Todo está bien, respecto a tu salud interna y en cuanto las heridas de tu cuerpo, el viernes debes venir a qué te retiren los puntos de la herida– asiento– Y tu uña, debes ir a un dermatólogo para que te recete un tratamiento para el crecimiento. Sin más, voy a firmar tu orden de salida y podrás irte a casa.
– Gracias, doctor– William estrecha su mano con la del doctor y este último se retira dejándome sola con mi esposo.
– ¿Te han dicho algo sobre Marlon?– niega.
– No te preocupes por eso, ¿Está bien?– se acerca a mi y me ayuda a levantarme– ¿Puedes vestirte sola?.
– Si– tomo el bolso que William me tiende y camino en dirección al baño.
Me coloco unos pantalones ajustados de algodón grises y una sudadera igual. Me recojo el cabello en una coleta alta y me lavo la cara.
Salgo del baño y William está concentrado en su teléfono. Me acerco a él y le rodeo el cuello con los brazos, levanta la mirada y me observa a los ojos. Guarda su teléfono y con cuidado me rodea con sus brazos.
Una de sus manos sube a mi nuca y baja mi boca a la suya, me besa despacio.
Sus labios se mueven suavemente sobre los míos y mi corazón se acelera. Hundo mis dedos en su cabello y me derrito en sus labios.
– No quiero usar la silla de ruedas– me quejo, William me mira mal.
– Es solo política del hospital– me dice, niego con la cabeza.
¡Por Dios!.
Solo estoy herida, no invalida.
– ¿Quieres que te cargue?– pregunta.
– Puedo caminar, William– ruedo los ojos.
– La silla o te cargo, tu decides– me mira fijamente.
– Tienes que parar de darme tus estúpidos ultimátum– me cruzo de brazos.
– Decide.
– Caminaré– digo empezando a caminar a la salida, lo escucho gruñir pero luego lo tengo sujetando mi mano con firmeza.
– Hablando de ultimátum– murmura– Jonh será tu guardaespaldas personal.
– ¿Qué?– lo miro confundida cuando abre la puerta del copiloto para mi– ¿Cómo que guardaespaldas?.
– Así como lo escuchas– pone el auto en marcha– ¿Creías que te dejaría salir sola después de esto?– bufa y ríe– Estás loca.
– William…
– William nada– me interrumpe– O sales con Jonh o no sales.
– No puedes hacer esto– le reprocho.
– Ya lo hice– sonríe de lado– No voy a perderte de vista, mucho menos ahora que se que hay más personas detrás de esto.
Lo que me faltaba.
Ahora no podré salir sin tener a Jonh pisando mis talones.
– No te enojes, ¿Si?– lo miro de reojo y entrelazo mi mano con la que él coloco en mi muslo.
En cierto modo, no podía enojarme con él. Sé que solo trata de protegerme.
William abre la puerta de la casa y Zeus sale disparado a recibirme.
– ¡Hola, hermoso!– me inclino un poco para acaricia su cabeza– ¿Me extrañaste?.
– Creo que el te extrañó más que todos– ruedo los ojos– En serio, estaba triste.
– Yo también te extrañé, precioso– digo con voz mimosa– Necesito hacer pis.
Subo las escaleras y entro al baño de la habitación.
Me apoyo sobre el lavamanos y todos los acontecimientos de los últimos días me golpean con fuerza.
No puedo creer que estuve secuestrada.
Una lágrima baja por mi mejilla y un sollozo sale de mis labios.
Estuve a punto de morir en manos de algún enfermo que ni siquiera sabía su nombre. Tal vez ya no vería más a mi familia.
No puede ser.
Más lágrimas bajan y cierro los ojos fuertemente.
Estoy herida y tal vez puede morir.
Unos fuertes brazos me rodean y me doy la vuelta para enrollar mis brazos en su cuello.
Me deshago en lágrimas y sollozos de lamentos.
El miedo que no sentí estando en ese cuarto de cemento, lo estoy sintiendo ahora.
– Tengo miedo– susurro con voz ahogada.
– Está bien– William me aprieta más a él– Estás bien, estás conmigo. No dejaré que nada malo te pase.
Siento sus dedos jugar con mi cabello y también lo siento besar mi frente varias veces. No sé cuánto tiempo llevamos así, acostados sin movernos y sin hablar. Pero me gusta, me gusta estar así con él.
Sintiendo los latidos tranquilos de su corazón mezclarse con mi respiración calmada.
No quiero moverme.
Dejé de llorar hace un buen rato, pero no me animo a decir nada.
– ¿Qué sucedió con el dinero?– cuestiono de repente.
– Cuando la policía capturó a Frei, él aún llevaba el maletín. Quisieron ver si podían revisar su teléfono pero de alguna manera se deshizo de él.
– ¿Y en la casa donde me llevó?.
– No encontraron nada, a excepción de un fotocopia falsa de la identificación de tu padre.
– Oh– digo, sin saber en qué pensar– Tengo hambre.
– ¿De que?– pregunta.
– Pollo– apoyo mi barbilla en su pecho– Con papitas fritas.
– ¿Algo más?– se burla– ¿Una vaca también?.
– Una Coca-Cola y si encuentras la vaca, también– su risa me hace sonreír.
– Busquemos pollo para la señora– se levanta y lo miro mal.
– Cómo sigas con lo de señora, te golpeó en la entrepierna– lo apunto con el dedo y lo fulmino con la mirada.
– No puedes patearme– aclara– Estás herida.
– Tengo otros métodos para patear tu trasero– me encojo de hombros y me levanto con cuidado.
– ¿En serio?– se acerca a mi y besa mis labios por unos segundos.
– Si– asiento besándolo otra vez– Son muy sutiles, pero me permiten patearte.
– Luego discutimos sobre eso, ¿Si?– asiento y toma su mano para después bajar las escaleras.
Es increíble lo mucho que extrañé estar en esta casa.
Mientras no capturen al responsable de todos los acontecimientos, no saldré sola de esta casa.
Prefiero estar encerrada sin hacer nada, que secuestrada y drogada.
¡OTRO CAPITULILLO!.
PANDITAS DE MI CORAZÓN, LES CUENTO QUE, DECIDÍ SUBIR SOLO UN CAPÍTULO PORQUE LA HISTORIA NO ESTA MUY LEJOS DE SU FINAL.
ASI QUE, DEJARÉ EL MARATÓN PARA LOS ÚLTIMOS CAPÍTULOS.
SIN MÁS QUE DECIRLES... ¡Voten y comenten mucho!.
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