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Capítulo 21 "El segundo al mando"

"El segundo al mando"


Caminamos por un pasillo de cemento y salimos a lo que parece un estacionamiento, el castaño hace que suba a un camioneta negra y él se sitúa junto a mí.

Antes de que la camioneta arranque, el castaño se gira en mi dirección y saca una navaja de su abrigo.

¿Qué va hacer con eso?.

– Tu esposo me dijo que no te quiera ver con ningún rasguño– pasa la navaja por mi mejilla– Pero creo que los que te hice no fueron suficientes.

Me obliga a pegar mi espalda al asiento y con lentitud levanta mi camisa. Pasa la navaja a lo largo de mi abdomen y se detiene debajo de sujetador, justo en mi costado, en donde se encuentran mis costillas.

Siento el filo de la navaja traspasar mi piel y un grito se arranca de lo más profundo de mi garganta. No sé si la herida es profunda o si es grande, lo único que puedo saber es que, arde como los mil demonios.

– Creo que con eso bastara– dice abriendo la ventana y lanzando la navaja al suelo– Andando.

El auto se pone en marcha y yo solo puedo llorar.

Me duele todo, es demasiado. 
Ya no puedo.

– Tranquila– dice el castaño y saca un arma de su cinturón– Ya falta poco para que te vayas a tu casa. Esperemos y tu esposo no tenga alguna sorpresa, porque de lo contrario– sacude el arma con su mano– Me veré obligado a usar esto y créeme, eres muy bonita para morir tan joven.

La sangre baja por mi abdomen y mancha mis jeans. 

Mis manos están unidas y de estás también brota sangre, mi cuerpo se siente pesado. Pero no quiero cerrar los ojos.

Unos minutos después, el auto se detiene. El castaño abre la puerta y me baja bruscamente, una punzada en mi costado me saca un quejido. ¡Mierda!. El auto desaparece y nos quedamos en lo que parece, un terreno vacío.

Hay arena por todas partes, caminamos a lo que creo, es un galpón. Entramos y si, es un galpón.

Es enorme y está hecho de metal. El olor a óxido hace que mi estómago se revuelva y sienta náuseas.

Inhalo fuerte y luego exhalo por la boca, ahuyentando las ganas de vomitar.

El castaño me sienta sobre una llanta vieja y yo agacho la cabeza, me siento aturdida.
Mi corazón bombea lento, pero aún así, lo siento tras mis orejas.

Cierro los ojos fuertemente y suspiro.

Un teléfono suena y dirijo mi vista al castaño, este saca su teléfono y lo coloca en alta voz.

– Señor, Ackermann– saluda– ¿Está listo para ver a su querida esposa?.

– ¿Dónde están?– cuestiona la voz potente de William.

– En el galpón– el castaño sonríe– Espero y estés solo.

– Lo estoy. Yo espero que no le hayas hecho nada.

– Ella está perfecta– me observa– Entra y compruébalo por ti mismo.

La llamada se cuelga y unos segundos después la gran puerta del galpón se abre.

La imagen de William se filtra en mi visión y yo siento que puedo respirar de nuevo.

William con unos jeans negros, una sudadera negra y un gran maletín de cuero está de pie frente a nosotros.

– Veo que si cumpliste– la voz del castaño resuena y yo tiemblo.

– Pero veo que tú no– espeta William con voz ronca, trata de acercarse pero el castaño lo apunta con su arma.

– No te muevas, le disparo a ella y a ti en el proceso– amenaza.

– Aquí está el dinero, solo déjala ir a ella y después te largas– el castaño ríe.

– Eres mandón, no fue tan complicado conseguir el dinero secuestrando a tu mujer– se encoge de hombros– Pero creo que es más práctico sacarlo de las cuentas.

– ¿Fuiste tú?– pregunta William.

– Uno de mis talentos– sonríe, William me mira, yo apenas y puedo mantener los ojos abiertos.

– ¿Por qué está así?– cuestiona.

– Oh, si. No la quería efusiva, así que está un poco dormida– explica– Pero tranquilo, en unas horas se le pasará.

– Maldito– William avanza pero el castaño lo apunta.

– Hasta ahí– me mira y se acerca a mi, me toma del brazo y me coloca de pie. Cierro los ojos por el dolor en mi costado– Cuando te diga que te acerques, lo haces– le dice a William, este asiente– Camina– William lo hace y cuando está a tres metros de nosotros, el castaño lo detiene– Detente, baja el dinero y retrocede– William lo hace, deja el dinero en el suelo y luego retrocede– Fue un gusto conocerte, Christel. Camina hacia él y los quiero fuera.

Me suelta el brazo y yo hago lo que dice.

Camino lentamente hacia William, mis piernas tiemblan y mi cuerpo quiere desplomarse. 

Trato de caminar con paso firme, pero mis piernas adormecidas no me lo permiten. Mis manos tiemblan y las lágrimas bajan por mis mejillas cuando estoy a unos cuantos pasos de mi William.

Falta tan poco, y lo veo tan lejos. El dolor en mi costado hace que me queje bajito.

Cuando estoy lo suficientemente cerca de él, me desplomo.

Sus fuertes brazos me rodean y yo siento la paz invadir mi cuerpo en un instante.

Te tengo, amor– William me abraza y me pega fuertemente contra su pecho– te tengo.

William me levanta en sus brazos y nos saca del galpón, la Toyota está estacionada frente a nosotros y veo a Jonh bajar del asiento del piloto.

¿No estaba solo?.

Jonh nos abre la puerta trasera y William son adentra a ella.

– Al hospital ahora, Jonh– ordena y saca su teléfono– Ya la tengo… si, se fue por la puerta trasera del galpón… no debe estar muy lejos. Está bien… voy de camino al hospital. Nos vemos.

William me trae hacia sus brazos cuando me aprieta contra él, un quejido demasiado fuerte sale de mis labios. William me aparta y sube mi camisa.

– ¡Mierda!– exclama y cierra los ojos con fuerza– ¿Qué más de hizo?.

Le tiendo mi brazo izquierdo y él observa las heridas que me ocasionó la pinza, y luego le muestro mi mano izquierda, en donde ahora, solo tengo cuatro uñas.

– Maldito desgraciado– William aparta el cabello de mi rostro y besa mi frente– Todo va estar bien– cierro los ojos y siento el cansancio llenarme– No te duermas, caramelo. Por favor, ¿Si?.

– Tengo… sueño– susurro bajito y con la voz demasiado ronca– Quiero… dormir.

– Cuando lleguemos al hospital podrás descansar, ¿Si?. Solo no te duermas– me dice con voz calmada– Jonh, ¿Puedes ir más rápido?.

Siento el auto acelerar, pero después vuelvo a cerrar los ojos.

Me despierto de golpe y me siento en cama.

¿Dónde estoy?.

El olor a limón llega a mis fosas nasales y me hace arrugar el rostro.

Un fuerte dolor en mi costado hace que me queje.

¿Cuándo llegamos al hospital?.

– Oye, oye– la voz de William llega a mis oídos y lo observo para encontrarlo sentado junto a mí en la camilla– Está bien, todo está bien.

– ¿Cuándo llegamos?– pregunto con la garganta en llamas.

– Hace tres horas– me observa– ¿Quieres agua?.

– Si– me acerca un vaso de agua y lo bebo de un solo trago. ¡Dios! Tenia mucha sed.

– ¿Está mejor?– pregunta y asiento.

Bajo la mirada y observo mis brazos.

Una venda cubre todo mi antebrazo derecho y mi dedo anular está vendado en su totalidad.

– ¿Y mis anillos?– miro a William.

– Los tengo yo– los saca del bolsillo de sus jeans y toma mi mano derecha y los coloca en mi dedo anular– Se quedarán allí, hasta que puedas ponerlos en el otro dedo.

William me observa como si fuera un ángel o algo por el estilo. Veo la preocupación en sus ojos y eso no me gusta.
No me gusta verlo preocupado
.
– Estoy bien– susurro.

– Eso lo se– pasa su mano por mi cabello y acaricia mejilla– Pensé lo peor cuando me enteré de que estabas secuestrada.

– ¿Cómo lo supiste?– cuestiono.

– Después de que me enviaste el mensaje, ¿Lo recuerdas?– asiento– Intenté llamarte y no me contestabas, creí que tú teléfono había muerto o algo así. Luego a eso de las cinco, antes de irme a casa, un paquete llegó a la empresa. Una caja que tenia tu teléfono y las llaves de tu auto, una nota “la tenemos” eso decía. Te busque por todas partes pero no lograba encontrarte.

– Estoy bien y estamos juntos, eso es lo que importa– él me sonríe y me inclino a besar sus labios, cuando trato de pasar mis brazos por su cuello, el dolor en mi costado se intensifica.

– No te muevas tanto– me dice– Tienes una herida de cinco puntos.

– ¿Qué?.

– Si, una herida. Ese imbécil te cortó– aprieta la mandíbula y yo paso mis dedos por ella– También tienes tres en el brazo derecho, ¿Con que te las hizo?.

– Una pinza– digo.

– Bueno, esas no tienen puntos. Tu uña, supongo que también la arrancó con pinza– asiento– También te drogó.

– Lo supuse– digo y me recuesto– ¿Con que exactamente?.

– Mezcló varios sedantes y calmantes, te administró una clase de depresor. Por eso estabas tan ida cuando nos encontramos.

– Ya entendí– suspiro– ¿Dónde está él?.

– La policía lo está buscando.

– ¿Y papá?– pregunto.

– Está Núremberg, quería viajar aquí pero le dije que era mejor que se quedará allá por si él obtenía alguna noticia tuya. No sabíamos dónde estabas, caramelo. Era como si te hubiera tragado la tierra.

– ¿A dónde me llevó?– tomo su mano y la entrelazo con la mía.

– A una casa que estaba afueras de la ciudad, a una hora de aquí. Luego al galpón, pero ese estaba más cerca.

– Entonces, él fue quien sacó todo el dinero de las cuentas– asiente– ¿Cómo era su nombre?.

– Su nombre real era Marlon Frei– lo miro confundida– Lo investigamos cuando me hizo la llamada, sabía que su nombre me sonaba hasta que recordé que era el sujeto que te había llamado la otra noche.

Siempre fue él.

¡Chan, chan, CHAN!.
¿Que les parece esto?.
3/3.
Espero les haya gustado este mini maratón.
Puede que este fin de semana tengamos otros, (con más capítulos).
¡Voten y comenten mucho!

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