Capítulo 20 "Ardiendo dolorosamente"
"Ardiendo dolorosamente"
Un olor metálico me despierta.
Trato de llevar una mano a mi rostro pero no puedo moverla y entonces recuerdo todo.
¡Mierda!. Abro los ojos de golpe y todo está obscuro, excepto por una pequeña bombilla que cuelga del techo a unos metros de mi rostro.
Bajo la mirada a mi cuerpo y estoy acostada en una camilla metálica, con mis manos esposadas a cada lado de mi cuerpo y mis pies están igual.
Trato de tirar de ellas pero mi piel arde en el proceso.
¿Por qué estoy aquí?.
Miro a mi alrededor y estoy en una habitación pequeña, las paredes son de cemento y tienen un color grisáceo que luce en mal estado. El olor a humedad hace que me pique la nariz.
Mi corazón comienza a palpitar.
¿Por qué me secuestraron?.
Dejo caer mi cabeza en el metal de la camilla y las lágrimas se acoplan en mis ojos.
¿William sabrá de esto? ¿Mi familia estará al tanto?.
¿Cuántos días he estado aquí?.
La puerta se abre y mi corazón bombea de forma desenfrenada. Levanto la mirada y un hombre vestido completamente de negro entra por la puerta. No consigo divisar bien su cara por lo empañado de mi ojos.
A la medida que se acerca mi miedo crece. Cuándo está de pie junto a mi veo que es un tanto alto, no logro reconocerlo, es castaño y sus ojos son marrones claros.
Tiene tres rasguños en su mejilla izquierda.
– Hola, Christel– me observa fijamente.
– ¿Quién eres?, ¿Qué hago aquí?– mi voz suena áspera y ronca.
– Por ahora solo tienes que saber que mientras estés aquí, tenemos a tu esposo y a tu padre en nuestras manos– ¿Nuestras?, ¿Hay más detrás de esto?.
– ¿Qué demonios quieres?– pregunto con rabia.
– Mientras, el dinero de tu familia– sonríe– No te preocupes, no te haremos daño. No mientras ellos hagan lo que les digamos.
– Ellos no harán nada, maldita bestia– escupo.
– Las niñas lindas no dicen malas palabras– del bolsillo de su abrigo saca una jeringa y la acera a mi brazo.
– ¡No me toques!– grito cuando siento la aguja traspasar mi piel.
¡Carajo!, Esto duele.
Mis ojos se cierra con pesadez y otra vez todo se vuelve obscuro.
Abro los ojos de golpe.
Inhalo y exhalo repetidas veces.
Miro a todas partes y veo que sigo esposada, en el mismo lugar.
– Despertaste– la misma voz de antes me hace levantar la mirada– Pensé que no lo harías.
– ¿Cuánto llevo aquí?– cuestiono observando como camina hacia mi.
– Dos días– abro los ojos a tope– Tu esposito te ha buscado por cielo y tierra. Y tu padre ni se diga.
– ¿Qué quieres de nosotros?.
– Ya te dije, por ahora su dinero. Ya después, tal vez sus empresas, ¿Quién sabe?– él muy desgraciado sonríe.
– Tú no eres el jefe– afirmo.
– No, pero soy el segundo al mando– saca su teléfono y marca algo en el– ¿Qué tal si llamamos a tu esposo?.
¡Dios! Va a llamar a William.
El teléfono suena y al segundo tono, contesta.
– Ackermann– ¡William! Su voz.
– Hola, señor Ackermann– saluda el castaño– Llamaba para informarle que, tengo a su esposa.
– Si es un juego, le juro que una demanda estará en la puerta de su casa a primera hora mañana.
– No creo que sea un juego– dice y acerca el teléfono con el altavoz a mi rostro– Háblale, Christel– niego él lleva su mano libre a mi brazo y lo aprieta con fuerza haciendo que suelte un quejido– Habla.
– William– susurro.
– ¿Chris?– cuestiona– ¿Caramelo?.
– William, por favor– murmuro con lágrimas en mis ojos.
– Amor ¿Estás bien?.
– Ella estará bien muestra tu hagas lo que te diga– responde el castaño.
– Maldito infeliz, como le toques un solo cabello te juro que…
– No estás en condiciones de amenazar, Ackermann. Por si olvidas, tengo a tu esposa– me mira– Pero acabas de darme una idea.
Deja el teléfono en una pequeña mesita metálica– que hasta ahora me doy cuenta de que estaba allí– que está a un lado de la camilla. Saca una pinza plateada de su saco y mi corazón se detiene. ¿Qué va hacer?.
– Que tal si nos divertimos un rato, ¿Eh?– acerca la pinza a mi brazo y luego me observa.
– No, déjame ¡No!– grito cuando la pinza se cierra con fuerza alrededor de la piel de mi antebrazo.
– ¿Escuchaste eso, Ackermann?– pregunta.
– ¡Déjala en paz! ¡Maldito enfermo!– siento la voz de William en mis oídos, pero el ardor de mi brazo me impide hacer otra cosa. El castaño cierra la pinza en otra parte de mi brazo.
– Tienes unas uñas muy largas, preciosa– murmura sonriendo– No debiste hacerme esto– señala su rostro– ¿Qué tal si las cortamos?.
Niego con la cabeza, y su mano toma mi dedo anular, justo donde están mis anillos.
– No, por favor– suplico– Por favor, por favor. ¡Basta!.
Siento como la pinza toma mi uña y tira de ella.
¡Esto duele!.
Grito sintiendo la uña desprenderse de mi dedo. Mis lágrimas salen sin control y mi cuerpo de retuerce del dolor.
– Bueno Ackermann, tu esposa y yo ya nos divertimos– ríe el castaño enfermo– Ahora nos divertiremos nosotros.
– ¿Qué quieres?– cuestiona William, con voz impotente y enojada.
– Setenta millones en efectivo– dice.
– ¿Cuándo y dónde?– pregunta William.
– Mañana, te enviaré un mensaje con la dirección.
– No le hagas nada más, por favor– pide.
– Eso no puedo prometerlo– se burla mientras que la pinza se cierra nuevamente sobre mi brazo haciéndome gritar.
– ¡Solo déjala!– exclama William– No le hagas nada. Mañana tendrás tu dinero y espero por tu bien que mi esposa no tenga ni un solo rasguño.
– Pues eso no se va a poder, ¿Cierto, preciosa?– aprieta mi brazo sobre la herida y me quejo fuerte.
– Voy a matarte, lo juro– la promesa en la voz de William me asusta y luego mi mente se nubla.
Mis ojos se cierran y otra vez quedo inconsciente.
Estoy despierta.
Lo se. Estoy despierta desde lo que parecen horas.
Mi mente está nublada, me siento débil. Mi corazón palpita despacio.
No puedo mantener los ojos abiertos mucho tiempo, después de escuchar la voz de William por teléfono, toda mi vista se volvió negra.
Siento mis brazos arder. Dónde antes estaba mi uña, sale sangre y siento mi mano dormida.
Hace unos minutos– no se realmente– entro el castaño y me inyectó con alguna sustancia azul– o eso creo– y desde entonces, me siento adormecida.
¿Me estará drogando?. Posiblemente.
Siento mi estómago revuelto y mi garganta doler, a causa de mis anteriores gritos.
¿Por cuánto tiempo estaré aquí?.
¿William vendrá por mi?.
¿Quién está detrás de todo esto?.
A pesar de que mi mente es un desastre, no he podido dejar de pensar en todo esto.
¿Por qué nos están haciendo esto a nosotros?.
Siento el cansancio llenar mi cuerpo nuevamente, para después dejarme en el vacío.
Abro los ojos otra vez.
¿Sigo aquí?.
Miro a mi alrededor y si, sigo aquí.
Siento la puerta abrirse y el castaño entra por ella.
– ¡Vaya! Estás despierta– dice y sonríe.
– ¿Por qué sigo aquí?– cuestiono con voz ronca.
– No te preocupes por eso– dice y saca otra jeringa con el mismo contenido azul– Vamos a ver a tu esposo.
– ¿Qué es eso?– le pregunto y él me mira, para luego de enterrar la aguja en mi piel y robándome un quejido.
– Esto es para que cuando veas a tu esposito, no te vuelvas loca– me sonríe– En cuanto haga efecto, vendré por ti.
Sale de la habitación y en los siguientes minutos mi cuerpo se vuelve débil, como hace unas horas.
Siento otra vez mis músculos dormirse y mi mente vagar por todas partes, siento mis latidos bajar su ritmo.
¿Por qué me siento así?.
Veo la puerta abrirse nuevamente y el castaño se acerca a mí.
Quita la esposa de mi mano izquierda y la esposa con la derecha. Quita las de mis pies y me ayuda a levantarme.
– Es hora– murmura y salimos de la habitación.
¡Esto está de pelos!.
¿Secuestraron a nuestro caramelo?, ¿Que opinan al respecto?.
2/3.
¡Esto sigue!.
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