Capítulo 16 "Huir a casa"
"Huir a casa"
–¿Dormiste bien?– la voz de mi mejor amiga me obliga parpadear.
–Si… sacando la parte en la que mi pesadilla volvió– murmuro mirando mis uñas.
–No te sentí moverte… lo siento, debí estar más atenta– se disculpa sentándose a mi lado.
–No te preocupes– sonrío.
–De verdad, lo lamento. Es el cambio de horario, me vuelve loca– hace una mueca y río.
–Por lo menos tu dormiste bien. ¿Me acompañas a comprar el boleto?– asiente– Tengo que decirle mamá que me iré temprano.
– Llámala– se pone de pie– Iré a bañarme.
Asiento. Tomo mi teléfono y marcó el número de mamá. Al tercer tono, contesta.
–Hola, nena– saluda.
–Hola, ma. Llamaba para decirte que iré a comprar el boleto, tengo que irme temprano.
–¿Y eso porque?– pregunta confusa.
–Tengo un cliente que quiere verme mañana temprano y la única manera es irme ahora.
–Pero llegarás a las cuatro de la mañana– dice preocupada.
–Es la única forma de llegar a tiempo.
–¿Y si le dices que el martes?.
–Es trabajo, Mamá… no puedo dejarlo.
–Ya, no te preocupes. Tendremos más días para que vuelvas– mientras no esté el monstruo, volveré.
–Si, me encantó verte, mami.
–A mí Igual, nena– el amor maternal es palpable en su voz– A tu tío Adam también le encantó verte.
Escalofrío. Mi cuerpo tembló.
–Que bueno– susurro– Nos vemos, Mami. Te amo.
– Y yo a ti, mi niña. Nos vemos.
Cuelgo y me pongo de pie.
Después de vestirme con jeans negros y la sudadera de negra que le robe a William, salgo con mi amiga en dirección al aeropuerto. Quiero volver a mi casa y no volver a este lugar hasta que ese malnacido desaparezca.
–Buenos días, ¿En qué puedo ayudarle?– la encargada de la caja me atiende con una sonrisa.
–Necesito un boleto a Múnich– ella teclea en su computadora.
–¿Clase turista o alta?.
–Turista– digo y saco mi identificación.
–El vuelo a Múnich en clase turista sale a las tres de la tarde– informa y observo mi reloj. Son las diez de la mañana, ya quiero salir de aquí.
–¿No hay posibilidad de que haya un vuelo antes de la tres?– vuelve su vista al computador.
–Hay un vuelo que sale en dos horas, a las doce. Pero solo hay boletos para clase alta– mierda. Parece amiga de William. “Clase alta, clase alta”. Me mofo mentalmente.
–Bueno, quiero ese– le doy mi identificación y mi pasaporte.
–Un boleto para el vuelo 209 a Múnich, sala de abordaje número 7. Que tenga un excelente vuelvo– sonríe. – Gracias.
Me encamino a Barbara que está en una de las sillas de espera. Esta hablando por teléfono y luce molesta.
–Esta bien, estaré ahí en diez minutos– cuelga y me observa.
–¿Todo bien?– cuestiono.
–Si, solo mi suegra que quiere ir a una tienda y quiere que la acompañe. ¿Conseguiste boleto?.
–Si, a los doce estaré en un avión– murmuro.
–Ay, amiga. Me encantaría estar contigo pero mi suegra me tiene de cabeza. Tengo que verla en veinte minutos.
–¿No dijiste diez?– cuestiono y ella sonríe.
–La haré esperar un poco– se encoge de hombros haciendo me reír.
–Eres única– le digo– Ve tranquila, no te preocupes.
–Te extrañaré– me abraza fuerte– Fue bueno verte, te quiero.
–Y yo a ti– la suelto y beso su mejilla.
–Me avisas cuando llegues a tu casa. Nos vemos.
–Adiós– me despido con la mano y la veo alejarse.
No sé cuánto tiempo pasará para volverla a ver.
Me siento en la silla y llevo mi cabeza hacia atrás, atrayendo aire a mi pulmones.
Ya quiero estar en mi casa, con Zeus. Con William.
Son las once. Me levanto y voy por algo de comer para el vuelo. Entro a una pequeña tienta que hay en el aeropuerto y me dispongo a buscar unos paquetes de galletas.
Antes de llegar a la caja, observo en uno de los estante un juguete de plástico en forma de teléfono y sonrío. A Zeus le gustará.
Pago y salgo de la tienda. Voy al baño y me encuentro con que está vacío. Me doy cuenta de que quiero hacer pis y entro a un cubículo.
Me lavo las manos y cuando levanto la vista hacia el espejo mis músculos se tensan.
–Hola, muñequita– ay, no.
–¿Qué haces aquí?– me doy la vuelta y me pegó al lavamanos.
–Solo quería despedirme– se acerca y yo trato de pegarme más al lavamanos– ¿Estás huyendo, muñequita?.
–¿De que?– cuestiono sintiéndome valiente de repente– ¿De un infeliz como tú?– niego– Eres una basura y de las basuras no se huye. Solo de deshacen.
–¡Vaya! Qué fuerte– se lleva una mano al pecho fingiendo estar dolido– Pensé que ya me habías perdonado.
Se pega a mi y mis manos empiezan a temblar.
–Suéltame– digo fuerte, pero él no se aleja– Suéltame o grito.
–No lo harás– toma mi mandíbula apretándola– Aún me sigues teniendo miedo.
–¡Suéltame!– pongo mis manos en su pecho y lo empujo. No mucho pero gano unos centímetros de distancia– ¡Déjame en paz!, ¿No te bastó con hacerme daño?– digo sintiendo las lágrimas llenar mis ojos– Por qué no simplemente desapareces, ¿Eh?. ¡Aléjate de mi familia!.
–Soy parte de tu familia– dice sarcástico.
–Para mí eres solo un maldito monstruo– escupo con rabia– Solo aléjate de mi.
Tomo mi bolso del lavamanos y salgo disparada del baño. Camino lo más rápido que mis pies me lo permiten y me pierdo entre todas las personas que se encuentra aquí.
Mi respiración es un desastre. Llevo una mano a mi pecho y trato de tranquilizarme, cuando lo logro seco mis lágrimas.
Escucho llamar a las personas del vuelo con destino a Múnich en los altavoces. Inhalo y me encamino a la zona de abordaje. Paso por seguridad, me revisan y también al bolso.
Antes de entregar el boleto en la entrada saco mi teléfono y le envío un mensaje a William.
*Estoy por abordar el avión. Llegaré a las cuatro de mañana. No te preocupes, cuando llegue te explico. Te amo*.
Guardo el teléfono y entro al túnel que lleva al avión.
Una vez situada en mi cabina, me dejo caer en el asiento y suspiro.
Me abrocho el cinturón y me aferro a los brazos del asiento cuando el avión despega.
Enciendo mi teléfono y un mensaje de William aparece en la pantalla. Es de hace una hora, después de que yo le envié uno.
*¿Tan temprano?. Pensé que saldrías en la noche, te hubiera enviado el jet. Te estaré esperando en el aeropuerto. También te amo, caramelo*.
Sonrío. Me encantaría estar en clase turista para poder decirle eso y que me mire como si estuviera loca, él y su manía de “viajar bien, no tiene precio”. Claro, como él puede mantener a un continente entero.
Mi familia tiene dinero. Demasiado, a decir verdad, pero repartido.
Mi abuelo le dejo a mi padre la empresa principal. Y al malnacido de Adam la segunda.
Si. Adam es hermano de mi padre.
Bueno, la cosa es que mi padre se independizó, hizo sus propias sucursales y sus propios aliados. Mientras que Adam se quedó con los de mi abuelo.
Después de Klausen Corporation, la empresa más grande de Alemania y gran parte de Europa es Ackermann industries. Por eso William se alió con mi padre, para que su empresa creciera más.
No me quejo, William es responsable respecto a su empresa y eso lo hace ver más serio.
Río, se ve sexy cuando se pone en plan dueño de uno de los imperios más grandes de Alemania.
Me acomodo mejor en el asiento y trato de dormir. Trato de olvidar.
–Si no te mueves, te va a gustar– murmura en mi oído. Comienzo a llorar.
¡No quiero! ¡Basta!
Empuja dentro y fuera.
¡Me duele!.
¡Ya no quiero!.
¡Ya no quiero que me duela!.
Me despierto.
–Fue una pesadilla, fue una pesadilla– me repito respirando erráticamente– Solo fue una pesadilla.
Apoyo mi espalda en el asiento y cierro los ojos.
¿Por qué volvieron?. ¡Malditas pesadillas!.
Ahora el miedo me invade.
¿Qué voy hacer si tengo una cuando esté en casa?. William no tiene enterarse de esto. No tiene por qué saberlo. No puede.
Si lo sabe, tal vez y me mire diferente. Con lastima. Con asco.
No quiero que me mire así. Él me ama. Quiero que me mire con amor y solo eso.
Paso las manos por mi cara y me levanto para ir al baño.
Lavo mi cara y suspiro.
Miro mi teléfono, son las tres treinta. Faltan treinta minutos para llegar a casa.
Siento el vacío en mi estómago por causa del aterrizaje del avión. Acomodo mi cabello en una coleta alta y me coloco mi camisa roja de tirantes con una chaqueta roja de gamuza.
Me miró en el mini espejo que siempre llevo conmigo y lo compruebo. Si, ya no parezco loca.
Me aplicó un poquito de perfume y listo.
Bajo del avión y me coloco de puntillas para buscar a William.
Sonrío cuando lo veo. Tiene sus jeans azules y una sudadera negra, lleva unos lentes oscuros negros. Sé que es para que no vea su cara de sueño.
Comienzo a caminar en su dirección y cuando estoy a pocos metros de él, me observa y me regala una preciosa sonrisa. Me acerco a él y me lanzo a sus brazos.
Él me rodea con sus brazos y yo lo aprieto contra mí. Lo extrañé. Extrañé tenerlo así. Extrañé la seguridad que me trae estar entre sus fuertes brazos.
–Hola, caramelo– susurra en mi oído.
No respondo, solo me escondo en su pecho. Siento las lágrimas bajar por mis mejillas, y mi respiración entrecortarse. Él se separa de mi y sujeta mi rostro entre sus manos.
–Oye, ¿Qué sucede?– cuestiona confundido por las lágrimas en mi cara.
–Nada… solo… te extrañé– susurro y él seca mis lágrimas para después besar mis labios.
–No llores– susurra– Yo también te extrañé, caramelo– Sonríe y vuelve abrazarme– Te extrañé mucho.
–Yo también– Aspiro su aroma– Quería abrazarte y no podía.
–Yo también quería hacer lo mismo– ríe y vuelve a besarme– Vamos a casa.
¡Otro capítulo!.
Ya no me odian, ¿Cierto?.
Espero les guste, a mi por lo general me encanta que nuestro William ame con locura a su caramelo.
¿Que opinan?.
¡Voten y comenten mucho!
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