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El peligro asecha

Estaban furiosos después de su encuentro con ese maldito cazador que se autoproclamaba alfa.

-Tendríamos que haberlo matado, justo en ese momento, Keilot- negó con la cabeza -Titubeamos, ahora no volverá a presentarse otra oportunidad así- mencionó, frustrado.

-Si, lo sé. Pero no podíamos hacerlo delante del patriarca- respondió su amigo con el mismo tono que él -Además, ¿Cómo se atreve llamarse a si mismo cazador alfa? ¡Me siento insultado!-

-Trató de intimidarnos. Es por todos conocido que, ningún cazador, se proclamaría como alfa sin serlo- apretó un hombro de él - Tú nunca nos dijiste que lo eras, lo supimos, porque Cleo nos lo dijo, ¿Por qué?-

-No lo sé, sólo deseaba ser un simple cazador para ustedes y para Gaia. No quería que me trataran diferente-

-Kei... Perdón, Björn- le costaba horrores llamarlo así -Nadie te iba a tratar diferente. Todos sabemos que eres un idiota- bromeó, como siempre.

-¡Cállate, estúpido!- lo golpeó en la nuca -¡Siempre tratando de reconfortarme!- exclamó irónico -¿Tú te haces llamar mi amigo?-

-No, yo me hago llamar tu hermano-

Se empujaron uno al otro en broma, pero el grito de una joven mujer, los interrumpió. Provino de la carpa en donde estaban las chicas a unos metros de ellos.

-¡NO POR FAVOR! ¡SUÉLTAME!-

-Dea- murmuró.

Se dirigieron a toda velocidad hasta su destino y lo que vieron al entrar allí, los dejó perplejos. Gaia, se encontraba arriba de su hermana, intentando lamerle el rostro, junto con las pequeñas de ambas que las observaban riendo. Dea los miraba, agradecida.

-¡Chicos! ¡Ayúdenme! ¡Están atacándome!-

-Ni se les ocurra- interrumpió la otra joven, sin mirarlos -Por fin pude someterla, ahora vera ¡Discúlpate!- le exigió.

-¡Nunca! ¡Prefiero morir antes que disculparme!-

-Perfecto, si eso es lo que quieres- mencionó, tetricamente -Eyra, dale esa almohada a la tía- la bebé obedeció y le tendió la almohada -Gracias, hermosa-

-Hasta mi propia hija me traiciona- mencionó dolida -El mundo esta lleno de traidores ¡Gaia, no!-

-¡Discúlpate! ¡Maldita hechicera! ¿¡Cómo te atreves a decirme que tengo que ser más femenina!? ¿Qué creés que soy? ¿Un marinero?-

La golpeó sin piedad con la almohada. Ella la empujó y la hizo caer al suelo. Se estaban divirtiendo como nunca antes.

-¡Ahora veras, alquimista!-

Tomó otra almohada y empezaron a golpearse y corretearse una a la otra, sin tregua. Ellos admiraban el espectáculo divertidos, hacía mucho tiempo que no las veían ser tan felices.

-Suficiente... Me rindo- dijo y tiró la almohada lejos -Estoy cansada-

Se sentó en el piso con sus piernas cruzadas, olvidando que llevaba falda.

-¡Ven lo que digo!- su hermana la señaló con ambas manos -Keilot, ¿Estás seguro que ella es mujer?- él sonrió.

-Puedo asegurarte que si- caminó hasta su esposa y se sentó con ella entre sus piernas, abrazándola -Rohan quiere a las niñas cueste lo que cueste- ella se tenso, pero no dijo nada.

-Me lo imaginé, maldito- aseguró la otra muchacha que se sentó en la cama y se dejó caer hacia atrás, tapando sus ojos, frustrada -¿Qué haremos?-

-Matarlo cuando tengamos la oportunidad- Lai se sentó a su lado y le acarició el estomago. Ella rió por las cosquillas - Cúbrete un poco, quieres- murmuró por lo bajo -No puedo evitar tocarte cuando estás así vestida-

-No puedo hacerlo, Lai. Las gitanas visten así, lo siento- contestó en el mismo tono -Gaia, necesito tomar un baño y las niñas también. El maestro Hartia me permitió entrar a la Torre cuando yo quisiera, ¿Me acompañas?-

-Claro, yo también deseo ducharme. No se tú, pero aún huelo a vino- olió su ropa con disgusto.

-No, no irán. Tendrán que ducharse aquí. Hablaré con el patriarca para saber donde pueden hacerlo-

Indicó su esposo que se incorporó y se dirigió a la salida, pero ella, lo detuvo.

-Keilot, no seas paranoico. Podemos atacarlo si él intenta algo- refutó.

-No es conveniente, intenten no alejarse del campamento y mucho menos, andar solas con las niñas-

-¡Por favor!- exclamó irritada, la madre de su hija -No nos traten como si fuéramos unos carmelitas descalzas que no saben defenderse-

-Eso lo sabemos, pero no queremos correr el riesgo- contestó su cuñado.

-Por favor, Keilot. Ivi se merece tener un buen baño con agua caliente. Por favor-

Hizo los mismo ojos tiernos que usaba siempre, contra todos, para conseguir lo que quería y él, cubrió los suyos para no verla.

-Dije que no, Gaia. Entiendelo-

Volteó y salió de allí, sin decir nada.

-Lai, por favor, dejen que vayamos a la torre-

Quiso acercarse a él, pero la detuvo. Si lo tocaba, podría ceder ante ella y sus ojos hechiceros.

-No. Obedezcan por una vez en su vida. Es por su bien-

Salió detrás de su amigo para hablar con el patriarca. Las hermanas, corrieron hasta la salida y miraron hacía afuera, todavía podían verlas si intentaban huir.

-Gaia, ve hasta tu carpa, arma un bolso de aseo y en diez minutos, nos vemos aquí-

-Si, les vamos a demostrar a esos dos que podemos cuidarnos solas- levantó a su hija en brazos -Ya vuelvo- se fue de la carpa.

Al otro lado del campamento, dos hombres bastante molestos, buscaban al patriarca.

-¿Por qué son tan testarudas? ¡Dímelo!- reclamó el vidente.

-¿Testarudas? ¡Ojalá! A mí me preocupa más que sean tan manipuladoras- respondió su amigo.

-Si, tienes razón ¡Patriarca!- gritó al hombre que cargaba un vehículo con telas -Perdón que lo molestemos, patriarca...- lo ayudó a subir un rollo de telas al vehículo -Pero queremos saber, ¿Dónde se toman baños aquí?-

-Si claro, Lai. En el rió que está a un kilometro- respondió.

-¿No hay otra opción?- preguntó su amigo, arriba de la caja acomodando vueltos de tela -Me refiero a algún lugar donde las niñas puedan tomar un baño caliente-

-Lo siento, muchachos. Es lo que puedo ofrecerles- detuvo su trabajo y los observó -¿Quieren venir conmigo? Voy al pueblo a vender telas, serían de gran ayuda allí-

-¿Qué dices, Björn?-

Cuestionó. Deseaba despejar un poco su mente de tantos problemas.

-No lo sé, Lai. No quiero dejar sola a Gaia-

-Muchacho, proteges mucho a tu esposa. Aquí no corre peligro. Estará bien- Lo pensó unos segundos y asintió.

-Esta bien, vamos. Me servirá para distraerme un poco-

-Perfecto, le avisaré a Dea y vuelvo-

La hermosa hechicera se encontraba "ordenando" la carpa, por si su querido vidente se dignaba a aparecer de imprevisto. Ella lo conocía bien, sabía que siempre andaba rondando a su alrededor.

-Dea, vamos a ir con el patriarca a ayudarle a vender telas con Keilot, ¿Podrías avisarle a Gaia?-

No lo miró al entrar, si lo hacía, podría descubrir que pretendían irse con su hermana a la torre.

-Si, si, está bien- respondió sin voltear, tendiendo la cama -Dile adiós a papi, Eyra-

Él se acercó a ella. Odiaba, profundamente, que lo tratará con indiferencia. Siempre hacía eso cuando se enfadada con él.

-No estés enojada- mencionó, abrazándola por detrás -Estamos haciendo todo esto por ustedes... Para protegerlas- le besó el cabello.

-No estoy enojada, Lai- respondió sin cambiar de actitud -Anda, ve con Keilot, yo me quedaré aquí-

No le creyó una sola palabra. Estaba molesta con él.

- Está bien- la besó una vez más -Cuídense... Adiós, hija- acarició su cabecita y salió de allí.

Ella suspiró fuerte, detestaba hacer eso con él, pero necesitaba hacerlo. Se inclinó hacia su pequeña en la cama.

-No estoy mintiéndole a papi, Eyra- la miró a los ojos tan iguales a los de él -Pero nosotras sabemos cuidarnos bien-

Mientras tanto, en la carpa de su hermana, las cosas tampoco estaban tan bien como tendrían que estar.

-Gaia, me voy con el patriarca y Lai al centro-

Habló desde la entrada y ella, ordenaba cosas sin sentido, moviéndose de un lugar a otro, sin mirarlo. Ella sí estaba molesta, la había dejado con la palabra en la boca hace unos instantes.

-Bien- contestó, cortante.

-¿No vas a voltear a verme?- pidió él.

-No-

-Perfecto- mencionó enfadado -Adiós-

Se despidió, cerrando la carpa, violentamente.

-Adiós- contestó en el mismo tono anterior y giró a ver a su hija -Esperó que tú no seas como él- señaló en dirección al hombre que acababa de irse -Bien, hija. Nos vamos-

La tomó en brazos, colocó un pequeño bolso en su hombro, se asomó por la entrada, miró a ambos lados y salió de allí, hacía la carpa de su hermana.

Caminaba en dirección a la camioneta donde estaba su amigo, esperándolo. Esa alquimista a la que llamaba su esposa, lo había hecho de nuevo. Lo había puesto furioso, tratándolo como si fuera el malo de la historia.

-Vámonos-

Habló con cara de pocos amigos, sentándose a su lado en la caja del vehículo. Lai golpeó el techo y se pusieron en marcha.

-Dea me ignoró... Otra vez- frotó su cara, agobiado -¿Por qué siempre hace lo mismo?-

-No lo sé- contestó, mirado a la nada -A veces creo que, uno de sus pasatiempos, es hacerme enfurecer-

Tocó el colgante en forma de colmillo en su cuello. Era su espada Tokijin. Al ser tocada por Gaia cuando la empuñó para conocerla, se había convertido en un dije colgante.

-Deja eso, podrías sacarte un ojo si se activa-

-Si, tienes razón-

Estaba a punto de llegar a la carpa de su hermana, pero un hombre alto, moreno y de ojos azules, pretendía entrar en ella. Apuró el paso y lo apartó de la entrada.

-¿¡QUÉ CREÉ QUE ESTÁ HACIENDO!?-

Exclamó furiosa. Ella no le tenía miedo a pesar de ser un hombre. Él la miraba, consternado, dentro de los ojos de esa chica, parecía haber un millón de soles encendidos, capaces de destruir el mundo entero.

Su hermana, escuchó la exclamación de ella y salió afuera para ver que pasaba. Al abrir la carpa, pudo comprobar que, se enfrentaba a un hombre que la miraba extraño.

-Gaia, ¿Qué sucede?-

Preguntó a sus espaldas, mirando al sujeto peor que ella. Él la miró y quedó petrificado. A diferencia de la otra muchacha, los ojos de ella eran tan brillantes como la luna, se podía apreciar un gran poder detrás de ellos.

-Este señor- lo señaló - Pretendía entrar a tu carpa, Dea-

-¿Si? ¿Qué es lo que quería?- preguntó al sujeto.

-Lo siento, me confundí de carpa- contestó con su voz grave, haciéndose el inocente -No quería asustarlas, señoritas-

Se excusó de manera hipócrita, mirando a las dos niñas que tenían en brazos. Ellas no le creyeron ni una sola palabra, ya sabían de quién se trataba, Rohan.

-Vámonos, Dea-

Tomó de un brazo a su hermana y la sacó de allí, mientras miraban al hombre con la peor cara que podían tener en ese momento.

-Gaia, no lo escuché cuando se acercó a la carpa-

-Me lo imaginé, es un cazador, no puedes verlo u oírlo hasta que te ataca- respiró profundo -Hermanita, tenemos que tragarnos nuestro orgullo e ir con los chicos. Aquí no estamos seguras-

-Si lo sé, pero ¿Cómo?- preguntó mirando al rededor -Ellos hace más de quince minutos que se fueron y no puedo transportarnos, Ivi es una cazadora- miró más allá y encontró la respuesta -¡Jonás!- gritó a su amigo que estaba acomodando telas en un auto.

-Hola, chicas- las saludó feliz -
Que alegría me da verlas-

-Jonás... Tienes que llevarnos con Lai y Keilot, ahora- habló murmurando -
Rohan estuvo a punto de atacar a Dea en su carpa-

Su amigo apresuró su trabajo y abrió la puerta del auto, alarmado.

-¡Suban! ¡Rápido!-

Ellas obedecieron y él, aceleró el auto a fondo. Tenían que llegar con sus compañeros, rápido.

-Muchas gracias por su compra, señorita-

Agradeció a una joven muchacha que lo miraba coqueta, él no pudo evitar ponerse nervioso. Le entregó el dinero al patriarca y se acercó a una gran pila de telas cerca de donde estaba su amigo atendiendo a otra muchacha con la misma actitud que la anterior, pero hacia él.

-Perdón, señorita. Eran tres metros, ¿Verdad?-

Ella asintió eclipsada por la verde mirada de ese amable y apuesto hombre que la atendía. El cazador, no pudo suprimir una risa, habían estado toda la tarde atendiendo a un montón de señoritas que requerían su atención.

-Disculpe señor, ¿Cuánto cuesta esta tela?-

Preguntó su esposa a su lado, levantándo una hermosa tela azul con estampados y él, la miró, consternado.

-Gaia, ¿Qué hacés aquí? ¿Estás bien? ¿Dónde está Ivi?-

Su mirada le decía que algo había pasado.

-Ven conmigo-

La siguió a donde ella le indicó.

Agradeció la compra que hizo la muchacha de hace unos momentos y suspiró cansado, había atendido a una docena de chicas y se encontraba agotado.

-Disculpe, necesitó su opinion...- tocó su hombro y él volteó al reconocer su voz -¿Este color se verá bien en mi?-

Apoyó una tela color granate oscuro en ella. Él sonrió, definitivamente, ese era su color.

-Te quedará hermoso, ¿Cuánto quieres?- desarmó el paño, pero ella detuvo sus manos.

-Lai, espera. Tenemos que hablar-

Lo tomó de una mano y lo guió a otro sitio.

-¿¡Qué hizo qué!?- preguntó él, furioso.

Los cuatro, se encontraban en un parque cercano. Habían dejado a sus hijas al cuidado de Jonás, ya que necesitaban hablar tranquilos.

-Lo que escuchaste, Lai- afirmó -Si yo no hubiera llegado justo a tiempo, seguramente, Dea ahora estaría muerta y él, tendría a Eyra-

Su esposo, se encontraba sentado con sus codos apoyadas en sus rodillas y sonteniendo su barbilla.

-Ustedes ya no están seguras allí- mencionó con la voz llena amargura -Lai- se incorporó, firme como un soldado -Esto se termina hoy-

Miró a su amigo dándole una orden en silencio y él asintió, con los ojos más sombríos que habían visto jamás.

-¿Qué piensan hacer?- preguntó con pánico, la hechicera -¿No irán a enfrentarse ustedes solos a él o si?-

Ellos no contestaron. Estaban debatiéndose el si era correcto o no, hacer lo que habían planeado en el camino desde el campamento, hasta el lugar donde vendían telas.

-¡Contesten! ¡No nos excluyan de esto! ¿Que piensan hacer? ¿Keilot?-

Él se acerco a ella para abrazarla con fuerza. No querían involucrarlas en esto.

- Sabés que Ivi y tu son mi vida, ¿Verdad?- dijo y ella no contestó, estaba atónita -Yo daría todo por ustedes... Son los amores de mi vida- se separó y la besó -Me enamoré de ti desde el primer momento en que te ví, Gaia- acarició su rostro.

-Keilot, ¿Por qué estás diciendo todo eso? ¿Qué piensan hac...-

No pudo terminar de hablar, cayó dormida en sus brazos.

-Gracias, Lai- dijo, cargándola.

-No hay porque, vamos a la torre-

Él llevaba a la hechicera dormida en su espalda. Los minutos anteriores habían sido difíciles y aún, hacían eco en su mente.

-¡Contestame, Lai!- exigió saber -¿¡Qué tienen pensado hacer!? ¿¡Y por qué no quieren incluirnos!?-

La aferró de la nuca y la besó. La besó con tanto anhelo, que no quería separarse nunca de ella.

-Siempre te ame y siempre te amaré, en esta vida y en la otra. Gracias por hacerme tan feliz... Gracias por darme a Eyra...Te amo- la besó una vez más.

-Lai, ¿Qué está pasando?-

-Sueño- susurró y ella durmió en su abrazo.

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