Dos años después
Dos años habían pasado desde el enfrentamiento con el demonio Golum y sus vidas, habían cambiando mucho desde entonces. Una semana después de que la alquimista llegara a casa desde Ciudad del Este, su hermana, viajó a Amestris para vivir con ella y sus padres.
Cabe decir que, ellos se sorprendieron mucho por la noticia de que hubiera otra persona como su hija en el mundo, pero amaron tanto a esa hermosa hechicera, desde un principio, que les fue imposible dejarla ir. En especial su padre, que estaba feliz de tener a tres hermosas mujeres en su vida. Bueno, cuatro, si contaban a Eyra.
Gaia y Keilot se casaron y ella se especializó en hilar vidas. Prácticamente, era la veterinaria de la ciudad de Dublith y eso, le encantaba.
Por otro lado, su hermana Dea había cumplido su sueño. Se convirtió en una de las maestras de la escuela primaria de la ciudad y ella, la ayudaba en las clases de ciencias. Eran realmente felices, tenían todo y no necesitan nada más.
Los amigos de ambas, iban a visitarlas de vez en cuando. De hecho, en unos días estarían por Dublith, ya que la pequeña Ivette estaba por nacer. La alquimista, estaba transcurriendo sus ultimas semanas de embarazo. Ella estaba segura de que era una niña, aunque su esposo, dijera lo contrario.
-¡Gaia! ¿Cuántas veces te he dicho que no levantes cajas tu sola? ¿Quieres hacerte daño a ti o al bebé?-
Exclamó su esposo, quitándole una pequeña caja de las manos. Estában reacomodando la habitación de su pequeña.
-Keilot, no seas paranoico, es una pequeña caja con ropas de bebés que Winry me envió. No seas sobreprotector ¿Quieres?- estás ultimas semanas, se había convertido en un tirano. No quería que hiciera nada por su cuenta -Estoy embarazada, no enferma y es una niña- tocó su vientre -No quiero volver a decirlo-
-Solo quiero cuidarte- refutó molesto -Además, ¿Cómo sabés que no es un fuerte niño como su padre?-
-Porque Eyra me lo dijo y sabes que ella no miente. Amo a esa niña-
Habló emocionada, recordando a su hermosa sobrina.
-Yo también. Es tan igual a él. Es una pena que Dea no quiere que conozca a su padre- negaba con la cabeza, acomodando cajas -Todavía me parece increíble, que tu hermana, se haya convertido en madre al poco tiempo de llegar aquí-
-Si, es increíble. Hizo muy felices a mis padres, aman a esa niña, tanto como a ella. Realmente, somos una pequeña gran familia-
-Si que lo somos. Ahora, vete a nuestro cuarto y acuestate. Yo terminaré aquí-
-Bien, estoy cansada-
Besó su mejilla y se fue de ahí. Ese día, llegarían su madre y Eyra a visitarla, quería recibirlas bien.
Las clases habían terminado y la maestra de cuarto grado, estaba reacomodando el salón de clases. Amaba su trabajo, amaba estar con sus niños, aunque a veces, era un trabajo muy extenuante. Un golpe en la puerta detuvo su actividad.
-Pasen, está abierto-
Mencionó, dentro del aula. A esa hora llegaba Izumi, su madre adoptiva, a traer a su pequeña Eyra. Siempre iban al parque después de su siesta y pasaban a saludarla unos instantes.
-¡Hola, cariño! ¿Estás ocupada?-
Indagó, ingresando con la pequeña de ojos tan verdes como su padre en brazos.
-No, mamá. Ya casi termino ¿Cómo te estás portando, mi niña?-
Preguntó a su hija, que tiraba sus gordos bracitos hacia ella.
-Se ha portado muy bien, jugó con su abuelo hasta la hora de su siesta- entregó la bebé a su madre -Hoy dió sus primeros pasitos-
Comentó, emocionada, orgullosa de su bellísima nieta.
-¿De verdad? Eso es maravilloso, hija. Estoy muy orgullosa de ti, pero no crezcas tan rápido- besó su regordeta mejilla, mientras la abrazaba -Mamá, ¿Has visto a Gaia? Tenía deseos de ir a visitarla después de salir de aquí y al terminar de corregir unos exámenes-
Mencionó, devolviéndole a Eyra.
-De hecho, pensaba ir a visitarla después de pasar a saludarte a ti. Si quieres, podemos esperarte allí-
-Me parece bien, termino con esto y nos encontramos ahí. Pero si se hace muy tarde, regresen a casa-
-Perfecto, cariño. Dile adiós a mami, Eyra-
Su hija, levantó una manito y ella la besó.
-Adiós, hija. Portate bien y adiós, mamá. Vayan con cuidado-
-Adiós, cariño-
Se despidió de ella saliendo de salón de clase con la pequeña y cerrando la puerta tras de sí.
La vida de esa hermosa muchacha, cambió totalmente al llegar Amestris. Los señores Curtís, la aceptaron inmediatamente en sus vidas y no fue difícil para ella llamarlos padres. La amaban tanto como a Gaia y cuando se enteraron que iban a ser abuelos, fueron las personas más felices del mundo. Amaban a su nieta con todo el corazón y ella, a sus abuelos. Eran muy felices.
Cuando se entero que Eyra iba a llegar a su vida, fue el momento más aterrador que había vivido jamás. No sabía como iba a cuidar de alguien que dependiera totalmente de ella. Pero cuando nació y la sostuvo entre sus brazos, se sintió tan fuerte y tan capaz de todo, que supo que podría lograrlo. Decidió, por el bien de las dos, que Lai nunca sabría de su existencia. Así sería, hasta el día en el que ella quisiera conocer a su padre.
Un golpe en la puerta le hizo levantar la vista de los exámenes que estaba corrigiendo. Seguramente, su madre, olvidó decirle algo. Se levantó del escritorio y se dirigió a abrirla.
-¿Se te olvido algo, mamá?- preguntó antes de abrir. Cuando lo hizo, quedó sin aliento -Lai-
Susurró con sus ojos desorbitados por el impacto de volver a verlo.
-Hola- saludó serio y con una rosa azul en sus manos -Así que, viniste a Amestris a cumplir tu sueño de convertirte en maestra-
Menciono sarcástico y entregándole la rosa en forma brusca. Sus ojos reflejaban rencor puro. Ella seguía en shock, pero aún así, intentó hablar con él de la manera menos nerviosa posible.
-Lai, ¿Qué estás haciendo aquí?- cuestionó, invitándolo a entran y ella se dirigía al escritorio, para comenzar a recoger los exámenes con las manos temblorosas -Creí que nunca más volvería a verte, ¿Cuánto ha pasado? ¿Dos o tres años después de que me fui de la torre?-
Comentó, haciéndose la tonta, como sino lo supiera.
-Dos años, después de que me abandonaste en la torre, querrás decir- su rencor era tan grande, que sus palabras la hicieron estremecerse -Y contestando a tu pregunta, los antiguos rastrearon a un nuevo vidente aquí en Amestris. Me enviaron a buscarlo-
Los exámenes cayeron de sus manos. Habían encontrado a Eyra, su pesadilla, se había hecho realidad. Esa pequeña, había heredado el mismo don que su padre y ahora querían alejarla de ella. No iba a permitirlo.
Se agachó a levantar los exámenes, nerviosa y apresurada. Él la ayudó a recogerlos.
-¿De verdad? No sabía que un nuevo vidente había nacido. Eso es algo que sucede muy rara vez entre los hechiceros-
Indicó, incorporándose y haciéndose la tonta, dejando los exámenes en el escritorio.
-Es cierto- articuló con la misma actitud de antes, pasándole los exámenes que tenía en sus manos -Pero cuando llegué a Dublith, no pude rastrearlo más-
Eso la tranquilizó y sin poder evitarlo, sonrío. Él no podía encontrarla, podía respirar tranquila, por ahora.
La miraba intensamente, mientras ella sonreí y algo en sus ojos, cambió.
-¡Dioses! ¡Extrañe tanto esa sonrisa!- exclamó, estirando su mano hasta la mejilla de ella, para acariciarla con su pulgar -En estos dos últimos años, he intentado odiarte y no pude. No sé que clase de hechizo tienes- confesó -Aunque rompiste mi corazón al marcharte esa noche, no puedo odiarte-
Finalizó con tanto dolor, que una lágrima escapó del ojo de la muchacha frente a él.
-Lo siento, Lai. Tenía que irme, Gaia es lo único que me queda en este mundo- limpió la lágrima con su pulgar -Además, sin pensarlo, una nueva vida me esperaba aquí, en Amestris...Como puedes ver-
Era cierto, no podía mentirle. Ya lo había hecho una vez y no iba a hacerlo de nuevo.
- Lástima que en esa nueva vida, no estaba yo- suspiró triste, alejando su mano de ella -Me alegró verte bien, Dea- se removió, incómodo -Tengo que irme, todavía no terminó mi trabajo aquí-
No podía dejarlo marcharse así, sin saber la verdad. Él tenía que saber que Eyra era su hija. Tenía y quería diezmar su dolor de alguna u otra manera.
-Espera, Lai- detuvo su marcha -Voy a ir a visitar a Gaia, ¿Quieres venir conmigo? Hay alguien a quién quiero presentarte luego de salir de allí-
Ya era muy tarde, seguro que su madre y Eyra, ya no estarían allí.
-Esta bien, vamos. Quiero ver a Keilot y a la loca de tu hermana-
Rió. Él siempre la hacía reír con su extraño sentido del humor.
-Bien, vamos-
Mencionó, tomando su bolso y cerrando el salón de clases.
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