Despedida
El grupo de cuatro personas, constituido por una alquimista, un cazador , una hechicera y un vidente. Se encontraban dentro de la oficina del Capitán Levi, para aclarar una situación reciente.
-Estoy muy decepcionado de ustedes cuatro-
Habló neutro a las personas presentes que, presentaban heridas y raspones en su cuerpo, al igual que él.
-¡Ahora llamará a nuestros padres y nos expulsarán!-
Exclamó la hechicera, sin darle importancia al asunto y como si se tratara de una situación escolar. Las hermanas estallaron en carcajadas y los dos hombres detrás de ellas, hicieron muecas para no reír. El capitán, las hizo callar con una fría mirada.
-¿Le parece gracioso, señorita Dea?- bajaron la mirada por sus palabras -A mí no me parece gracioso, que haya destruido media ciudad, herido a una centenar de cadetes, entre ellos a mí y por último, dejado inconsciente a nuestra única arma contra los titanes-
Señaló a Eren, que se encontraba sobre un catre con heridas, raspones y moretones en todo su cuerpo.
-Lo siento- murmuró ella -Pero los reclutas me lo...-
-Esperé, esperé, todavía no he terminado con mi sermón- la interrumpió -¿A usted le parece divertido, señorita Gaia? Provocar un sismo tan grande con su alquimia, que destruyó la otra mitad de la ciudad- se acercó a ella, mirándola a los ojos.
-No, señor- contestó seria -Mi alquimia, era lo único que podía detener el poder de mi hermana- excusó.
-Usted diga lo que quiera, pero la mitad de mi escuadrón salió expulsado por los aires, por su imprudencia- contestó frío -Si hubiera sabido que ambas eran tan destructivas, ante ninguna circunstancia, les hubiera permitido ingresar a la ciudad- respondió firme -Voy a tener que castigarlas-
-¿¡Castigarlas!?- preguntó a la defensiva, el cazador. El capitán, lo miró indiferente -¿Acaso usted perdió la cabeza?-
-Usted no puede castigarlas o enjuiciarlas, Capitán. Nosotros no somos oriundos de este lugar- respondió Lai, sin titubear -Al no ser ciudadanos de aquí, no puede hacer eso- él tenía razón.
-Usted tiene razón, vidente. Pero van a tener que pagar por lo que hicieron, de alguna u otra manera- respondió neutral -Tendrán que reparar la ciudad y además, sellar la entrada para posibles titanes- dijo en el mismo tono.
-¿Eso es todo?-
El Capitán asintió, mirando a la alquimista cuando habló.
-Si, es todo. A pesar de que destruyeron la ciudad, acabaron con todos los titanes, en cuestión de minutos-
Una leve sonrisa, casi imperceptible, apareció en el rostro del hombre. Provocando terror en los presentes que, se abrazaron entre ellos como acto reflejo.
-¿¡Qué es eso!?-
Preguntó la alquimista, aferrada a su hermana que la abrazaba.
-¡Es horrendo!- acotó ella y él, las miró ofendido.
-Así sonrio, señoritas. Pueden retirarse- el grupo se estaba por salir -Gaia, espera, tú vendrás conmigo- Ella miró a su esposo y este, asintió.
-¿Qué hacemos aquí, Capitán?- preguntó, mirando un gran hoyo en una parte de la muralla.
-Este será tu trabajo. Tendrás que sellar esta entrada con alquimia- Respondió como siempre.
-No puedo hacerlo, nuestro auto se encuentra del otro lado- miró al hombre junto a ella.
-Ya solucioné eso-
Un grupo de cuatro cadetes, ingresaba a la ciudad, tirando de un destrozado auto antes de que sellaran la entrada.
-Bien, gracias Capitán- juntó sus manos y la apoyó en la pared, rearmandola por completo -Con esto alcanzará-
Se tambaleó un poco y el Capitán, la sostuvo para que no cayera.
-¿Estás bien?-
Preguntó el capitán, limpiandole la nariz con un pañuelo que despedía sangre. Ella apartó su mano.
-Si...- respiró profundo -Eso se llama, principio de intercambio equivalente- explicó, sosteniendo su nariz -Prácticamente, acabo de transmutar a partir de la nada. Use mucha energía, para poca materia- mencionó, extrayendo el pañuelo que Armin le había dado esa tarde de su mochila -No se preocupe, estaré bien-
Se apartó y se acercó al automóvil.
-Aquí seguimos usando caballos- aseguro él, mirando el vehículo con cautela -¿Cómo funciona?- preguntó.
-Eso es fácil. Tiene un motor de combustión interna. Al quemarse combustible a través de unos pistones y una fuente de ignición, genera energía interna que, a su vez, se convierte en cinética para que el auto se mueva- abrió el capo del mismo.
-Eso es asombroso-
Dijo él en pocas palabras que se acercó a mirar dentro.
-¿Verdad que si?- lo miró sonriendo -Parece que todo está intacto, pero necesitamos de un experto para esto-
Colocó dos dedos a su boca, silbó al aire y se acomodó en el auto, esperando a esa persona.
-¿A quién acabas de llamar?- preguntó el Capitán.
-Esperé y verá-
A los pocos minutos, apareció Keilot frente a ellos un poco agitado por la carrida. El capitán Levi, lo miró, molesto. Ese hombre era excepcional, no parecía humano y eso, le molestaba.
-¿Me llamaste, bonita?-
Preguntó dulce y caballeroso, como siempre. Bueno, como siempre fue con su esposa y con el resto de las mujeres que rodeaban su vida. Ella rió, no importaba a cuantos kilómetros de distancia estuvieran, él la escuchaba.
-Si, mira lo que nos trajo el capitán- levantó el capo del auto para que él mirara -¿Cómo lo ves?- se acercó.
-El motor parece completo. Tendríamos que encenderlo para ver si funciona- ella asintió y se introdujo dentro -Ahora, Gaia- le dio marcha y el auto, encendió.
-¡Si!- golpeó feliz el volante -Ahora me toca a mí- salió de interior y se dirigió al otro hombre con ellos -Disculpe, Capitán ¿Podría conseguirme algo de metal o acero?-
Preguntó. Él miró a su alrededor y lo único que vió fue, su equipo y unos cañones sobre la muralla.
-¿Cuánto necesitas?- preguntó neutro -Allí arriba hay unos cañones, el problema sería bajarlos-
-Descuide, podemos bajarlos- aseguró -Ven, Keilot-
Se acercó a ella que transmuto una plataforma, hasta llegar a la cima de la muralla. Su esposo, sin dificultad, empujó en cañón sobre la plataforma y bajaron.
-¿Lista, bonita?-
Preguntó a su esposa, cargando el cañón y colocándolo sobre el auto.
-Nací lista-
Juntó sus manos una vez más y las colocó sobre el auto, dejándolo intacto y mucho más grande de lo que era.
En otra parte de la ciudad, una hechicera acompañada de un adolescente, que se convertía en titán, arreglaban los edificios menos destruidos.
-Curó las cicatrices del declive-
Pronunció con los ojos cerrados y el edificio, quedó intacto.
-No entiendo, ¿Cómo puedes hacer eso? Es asombroso- mencionó el joven titan -Lo mismo que tu amigo-
Señaló a Lai,ñ que estaba a unos metros de ellos.
-¿Quieres saberlo?- él, asintió -Los hechiceros, descendemos de la mezcla de diversas razas. Somos los híbridos entre los dragones antiguos y los humanos. Pero algunos de nosotros, descendemos de los seres celestiales- Miró, significativamente, al padre de su hija. Él no entendía nada, pero la escuchaba, atentamente -Así nacieron los maestros hechiceros. De ellos heredamos la habilidad de usar magia. Mientras más lejos llegue nuestra voz, más duradero será el hechizo- explicó -Excepto yo, que soy la Hechicera de la Luna y manejo la magia del silencio- movía sus manos produciendo chispas rojas -Eso se llama hechicería de las palabras, podemos manejar la energía que fluye en nuestro cuerpo y la del universo a través de eso, ¿Entiendes?-
-Si, entiendo ¿Tu hermana también maneja la energía?- preguntó.
-No, ella maneja la materia, la reconstruye y la descompone de manera constante. La alquimia es totalmente diferente a la hechicería- sonrió, ella y su hermana, eran únicas -Rayo de luz regeneradora- reconstruyó otro edificio.
-Eso es diferente- dijo el muchacho.
-Si. Un viejo amigo me dijo una vez, que el poder se concentra en saber elegir bien las palabras-
Explicó, nuevamente, mirando sus manos y sentándose en una ventana cercana.
-¿Estás bien?- preguntó, acercándose a ella y tomando un largo rizo de su cabello -Tu cabello es hermoso- susurró.
-Si, estoy bien. Es sólo que, es cansado- quitó su rizo de las manos de él y silbó en dirección al vidente, que se acercó -Lai, ¿Me curas?-
Preguntó, mirándolo. Ese hombre le encantaba y ahora, más que antes.
-Si, preciosa. Dame tus manos-
El joven con ellos lo miraba extraño. Según podía ver, ellos tenían algún tipo de relación
-Resurrección-
Pronunció y una luz blanca rodeó las manos de la hechicera.
-Muchas gracias-
-Por ti, mi vida...Lo que sea- la abrazó por los hombros -¿Quieres que cure tus heridas, Eren?- preguntó amable.
-No, gracias. Puedo regenerarme sólo. Es el poder del titán-
Aseguró, mirando a ambos con disimulo.
-A ti te inyectaron el suero, ¿No es así?- él asintió -Debiste haberte sentido muy confundido la primera vez que te paso, ¿Verdad?- tocó el rostro del joven como una madre.
-Si, pero Mikasa y Armin, me ayudaron mucho- respondió disfrutando de su tacto.
Un temblor se sintió bajo los pies de todos que se pusieron en guardia de inmediato para la batalla.
-¿Titán?- preguntó el vidente a sus compañeros.
-No, Gaia-
Aseguro ella. Al terminar de decir eso, todos los edificios volvieron a su estado original, en un instante.
-Vaya, es muy buena- el chico titán, estaba mas sorprendido que antes -Ahora gracias a ustedes, podremos regresar a repoblar esta ciudad- tomó las manos de la hechicera entre las suyas -Muchas gracias-
-Fue un placer-
Él levantó las manos de ella y las beso como todo un galán, pero la muchacha las apartó, lentamente.
-¿Pensaron en quedarse con nosotros?- preguntó ilusionado -Serían de gran ayuda-
-Ya lo hablamos- respondió Lai, más que serio -No nos quedaremos Eren y cuando recuperemos a nuestras hijas, volveremos a Amestris- finalizó.
-Bien- respondió igual que él -Estaremos aquí si cambian de opinión- se alejó de ellos.
El ruido de motor y bocinas, se sintió por todo el lugar. Eran Keilot y Gaia arriba del vehículo.
-Chicos, lo arreglamos- indicó está última desde la ventanilla -Ahora podremos continuar-
-Perfecto, hermanita ¿Cuándo partimos?-
Se acercó a ellos corriendo hasta el auto.
-Ahora mismo, si quieren- aseguró su cuñado, bajando.
-Me parece bien. Tendríamos que abastecernos de provisiones y conseguir un mapa- sugirió su amigo.
-Bien, separémonos. Nosotros conseguiremos provisiones y ustedes chicas, buscarán un mapa-
-Perfecto. Sube, Dea. Iremos al campamento- abrió la puerta del auto -Seguro que allí hay un mapa-
-En una hora nos vemos en el centro de la ciudad- subió al auto y los saludó dentro -Adiós, cuidense-
Las hermanas de la destrucción, como les decía el Capitán Levi, llegaron al campamento en cuestión de minutos. Los reclutas y cadetes les informaron que, el único que podría tener un mapa sería el capitán. Ahora, la alquimista, se encontraba esperándolo fuera de su barraca, mientras su hermana, se encaminó a despedirse del chico titán.
-Capitán...Capitán Levi- corrió hasta él cuando lo vió -Ya terminamos de reconstruir la ciudad y es el momento de seguir con nuestro viaje- él la observó serio -Quería saber, si usted, tendría un mapa para nosotros- preguntó, entusiasmada.
-Si- abrió la puerta de su barraca -Pasa-
Pasó de él, impregnando sus fosas nasales con su dulce olor a jazmines, quedando estático en su sitio. Nadie en esas tierra, poseía ese olor natural en la piel.
-Capitán, ¿Le ocurre algo?-
Él negó con la cabeza y caminó, tranquilamente, hacia unos estantes para buscar un mapa.
-Aquí tienes- le tendió un rollo -Fue un gusto conocerte, Gaia Curtis-
Ella sonrió como siempre, tomando el mapa entre sus manos.
-Lo mismo digo, Capitán Levi. Espero volver a verlo- dijo sincera -Que tenga una buena vida. Adios-
Se despidió, saliendo de la barraca, sin mirar atrás.
-Adiós... Algún día volveré a verte. Lo juro-
Lo único que quedó de ella, en ese lugar, fue su embriagante olor a jazmines.
-¿Quién soy?-
Tapó los ojos del muchacho que se encontraba junto a su hermana adoptiva, colgándose de él. Ella era pequeña y delgada, el comparación con Mikasa, que era alta y atlética.
-La única hechicera que conozco- apartó las manos de sus ojos y volteó a verla -¿A que se debe el honor de tu presencia?- Ella rió.
-¿Cuál honor?- volvió a reír, cuando sus pies tocaron el suelo, empujándolo -Sólo venía a despedirme de ustedes- el semblante del chico, cambió.
-¿Ya se van?- preguntó triste.
-Si, así es, ya nos vamos- se acercó a él y lo abrazó -Fue un enorme placer conocerte, chico titán. Te prometo que cuando todo esto acabe, te llevaré a conocer el océano- se separó de él y besó su mejilla.
-Espero que así sea, hechicera de la luna- tocó los rizos de ella, por última vez -Aquí estaré cuando regreses-
Se estremeció, incómoda. Esas palabras tenían un doble sentido.
-Fue un gusto conocerte, Mikasa. A ti también te llevaré a conocer el mar. No permitiré que me dejes sola con él- señaló al susodicho y ella asintió, convencida -Adiós, chicos. Cuídense-
Los saludó y se partió corriendo de allí, hacia el auto que conducía su hermana.
-Hasta pronto- él se alejó, sin querer verla partir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro