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Desaparecer

Tres semanas habían transcurrido desde que Gaia y su hija, habían desaparecido de la faz de la tierra. Su esposo, no entendía que había pasado. No comprendía porque se había ido de su vida sin decir nada.

Todos los días, visitaba la casa de sus suegros en busca de ella o de alguna razón de su partida. Pero ellos se negaban a revelarle su paradero o algún indicio de eso.

Ahora, se encontraba como todas las noches desde hacía tres semanas, en el bar del pueblo, tomando sin parar. Pero, era una de esas noches en las que no tenía ganas de hacerlo. Solamente, sostenía sus manos alrededor de un vaso, pensando, en donde estarán los amores de su vida.

-¿Otra vez tan solo, Keilot? ¿Deseas que te haga compañía?- preguntó, sentándose junto a él.

-No- contestó seco, tomando un trago de su vaso -Déjame en paz, Megan-

-Por favor, Keilot. Necesitas consuelo. Déjame ayudarte-

Se acercó sugerente, pero una vibración por todo el lugar, detuvo toda acción en su interior.

En la puerta del bar, una alquimista, se acercaba furiosa y a paso lento a la cazadora, mientras el suelo se movía bajo sus pies. Dejando a todos en silencio y algunos huyendo de su mirada cambiante.

-Gaia-

Murmuró él, acercándose, pero se detuvo de golpe, al observar como a su esposa le cambiaban los ojos. Algo estaba pasando y él, lo sabía.

Ella pasó a su lado y ni siquiera lo miró. No volteó ni un instante en su dirección. Estaba enfocada en su objetivo que se encontraba detrás de él.

-¡Tú!- exclamó, señalando a la cazadora que retrocedía a su paso -¿Tú lo hiciste? ¿Verdad?- juntó sus manos lista para transmutar -Quiero que me la devuelvas, ahora. A menos que quieras sentir la furia de una alquimista- habló, lentamente -No soy cualquier alquimista, soy la alquimista heredera del poder sol y créeme, no voy a parar hasta destruirte-

Levantó sus manos y las paredes del bar, desaparecieron en escombros. Las personas huyeron horrorizadas por su poder.

-No sé de que hablas-

Dijo titubeante y quitando una de las dagas de su cinturón.

-Si, sabés de lo que estoy hablando. No te hagas la estúpida- aseguró en el mismo tono anterior -Quedate con Keilot, si quieres, él ya no me interesa- mencionó con veneno en su voz -Pero quiero a mi hija. Ella es mía y la quiero de vuelta-

Juntó sus manos otra vez, justo cuando le lanzó la daga. Un muro apareció entre ellas y desapareció, al instante.

-Yo no tengo a tu hija, alquimista ¿De qué estás hablando?-

Temblaba ante la fría mirada que se acercaba a ella, amenazante. Era, realmente, poderosa.

-¡CÁLLATE!- le lanzó un golpe tan duro, que la arrojó al suelo -¡DEVUÉLVEMELA!- la tomó del cuello, estrangulándola -¡DEVUÉLVEME A IVI Y TAMBIÉN A EYRA! ¡YO SÉ QUE TÚ LAS TIENES!- gritó histérica, zamarreandola entre sus manos y golpeando su cabeza contra el suelo -¡SON DOS NIÑAS PEQUEÑAS! ¡DOS BEBÉS! ¡NO TIENEN NADA QUE VER EN ESTO! ¡DEVUÉLVEMELAS! ¡MALDITA!-

La mujer entre sus manos, se estaba poniéndose azul, no podía respirar aunque lo intentara. Una fuerza descomunal, la alejó de ella, antes de que la matará.

-¡SUÉLTAME, KEILOT! ¡JURO QUE VOY A MATARLA!- gritó al hombre que la sostenía con todas sus fuerzas entre sus brazos -¡QUIERO A MI HIJA, MALDITA! ¡QUIERO A MI HIJA!- gritaba una y otra vez, rompiendo en llanto -Por favor, quiero a mi hija- Se aferró a los brazos de él y dejó de luchar. Estaba agotada, el dolor que sentía, era más grande que cualquier cosa -Por favor- susurró con lágrimas en sus mejillas y se desmayó.

-¡GAIA!- gritó desesperado, volteándola en sus brazos. La observó bien, estaba más delgada, demacrada y había estado llorando por mucho tiempo -¿Qué está pasando?- susurró, acomodándole el cabello y besando su frente -Por favor, bonita, despierta. No puedo verte así-

Volvió a besarla en la mejilla, por un largo tiempo y ella, se removió incomoda.

-¿Keilot?-

Preguntó en un susurro, abriendo los ojos, lentamente.

-Hola, amor ¿Qué está pasando? Por favor, dime-

Habló dulcemente y le acarició el rostro como si fuera a romperse. Ella lo miró con ojos brillosos y con su labio inferior temblando.

-Ivi...- respondió entre lágrimas -Ivi, se la llevaron- dijo, temblando -No sé donde está...Hoy en la tarde en el parque...Alguien me golpeó por detrás, dejándome inconsciente y llevándose a Ivi- lloró, abrazándolo -No conforme con eso, se llevó a Eyra también- lloró aún más -¿Quién puede odiarnos tanto para hacernos esto?- preguntó a su esposo que seguía en shock. Ella tomó el rostro de él entre sus manos de manera desesperada -Por favor, Keilot...Yo sé que lo nuestro término pero, por favor... Ayúdame a encontrar a Ivi- la miró expectante, en iguales condiciones -Después, si quieras, marchate con Megan. Pero es tu hija ¡Ayúdame!- rogó con el alma en la mano.

-¿Megan? ¿De qué estás hablando, Gaia?-

Preguntó perdido y confundido. Entré él y esa mujer, no había nada.

-No te hagas el desentendido, Keilot. Ella me confesó que, ustedes son amantes desde el día en el que Ivi y yo, regresamos a casa del hospital-

Él la miró comprendiendolo todo. Megan había arruinado su vida.

-¡ESA MALDITA CAZADORA DE QUINTA!- gritó. Soltó con cuidado a su esposa, se levantó en dirección a su esbelto objetivo, pero ella, ya no estaba. Volvió, aferrandola del rostro -Gaia... Mi amor, mi vida, mi bien, yo jamás te engañaría- confesó, mirándola a los ojos - Está bien, la besé cuando estaba ebrio y casi estuve con ella. Pero al pronunciar tu nombre, todo volvió en sí. La dejé en esa habitación y corrí hacia ti para buscarte. Por favor, créeme - la besó con añoranza -Prometo que encontraremos a nuestra hija. Daré mi vida para encontrarla, si es necesario. Lo juro- la abrazó con todas sus fuerzas, temblando de desesperación -Pero, por favor, créeme. Entre Megan y yo, no hay nada-

-Keilot, yo no...no sé que pensar ahora, sólo quiero encontrar a Ivi-

Una lágrima cayó de su ojo y él la limpio con su pulgar. Una explosión se sintió al otro lado de la ciudad, junto con un destello rojo

-¡Dea!- exclamó.

Juntó sus manos y transmutó el bar por completo. Estaba por lanzarse a la carrera, pero él la cargo en su espalda y como años atrás, corrió en dirección al caos.

Una iracunda hechicera, lanzaba hechizos destructivos a un asustado mecánico de automail que corría por su vida. Luego de salir expulsado por una de las ventanas de su taller, consecuencia de un hechizo que lo atrapó desprevenido y lo lanzó, atravesando paredes.

-¡DEJA DE CORRER, MALDITO! ¡TE METISTE CON LA PERSONA EQUIVOCADA!- gritó al sujeto que intentaba salvarse de la destrucción de ella -¡ENTIENDO QUE TE SIENTAS HUMILLADO POR TODAS LAS VECES QUE TE RECHACÉ Y POR HABERTE DEJADO SOLO, ESA NOCHE EN EL RESTAURANTE, DORMIDO! ¡PERO QUIERO A MI HIJA Y LA QUIERO AHORA!-

Pronunció un hechizo y un haz de luz roja, salió de sus manos.

-¡Déjame en paz, bruja maldita! ¡Yo no tengo a tu hija!- gritó, esquivando el ataque. Pero llegó a un callejón sin salida, una pared bloqueaba su camino -¡Seguro que está con su padre y tú me culpas a mi!-

Temblaba como una hoja, mientras ella se acercaba, lentamente.

-Lai no la tiene, estúpido- dijo fríamente, mirándolo con desprecio -Él está buscándola e intentando rastrear a Ivi- explicó, juntando energía con sus manos -Te voy a dar tres segundos para que me digas donde están mi hija y mi sobrina. Te aseguró que, voy a matarte en este mismo momento, sino lo haces-

Él la miraba aterrado. Nunca había visto tanta maldad junta en una mirada.

-¡Está bien! ¡Está bien! ¡Te lo diré!- exclamó, exasperado, levantando los brazos -Dejé que la estúpida cazadora que está obsesionada con tu cuñado, me convenciera de deshacernos de las niñas, para que ella esté con él y yo contigo- explicó titubeante -Si hubiera sabido que me matarías, nunca lo hubiera hecho-

Lo miró colérica, con los ojos llenos de lágrimas y temblando.

-Ambos son una escoria humana, no tienen escrúpulos. Alejar a dos niñas pequeñas de sus madres, es lo peor que podrían haber hecho- lágrimas de rabia caían por sus ojos -¿Qué hicieron con ellas?- preguntó fría.

-Megan se las iba a entregar a su amo. Las mandaría con un grupo de gitanos por barco a Keisalhima. No sé quién es ese sujeto- mencionó en el mismo estado anterior -Por favor, no me mates. No es personal, yo estoy enamorado de ti- suplicó a la nada.

-Para sí si lo fue. Te metiste con mi hija, mi hermana y mi sobrina. Fue personal y espero que esto, te haga olvidarme...Que caiga el rayo- un rayo muy poderoso y de color rojo, cayó sobre él, electrocutándolo y dejándolo inconsciente -Estúpido-

Volteó secándo sus lágrimas y regresando a la calle, para dirigirse a su casa o a donde la llevaran sus pies.

La tarde de ese día, fue la peor que ha experimento en toda su vida. Nunca había sentido tanto miedo y desesperación, como en ese momento. Su hermana y ella, estaban viviendo una pesadilla despiertas, de la cual, no podían salir.

-¡LEVÁNTATE DE ESA MALDITA CAMA, GAIA!- gritó a su hermana que estaba bajo kilos de sabanas y frazadas, dentro de la cama -¡LLEVÁS DÍAS EN ESA MISMA POSICIÓN! ¡NO COMES Y NO TE BAÑAS! ¡MAMÁ Y PAPÁ ESTÁN PREOCUPADOS POR TÍ! ¡LEVANTATE, AHORA!-

Tiró del montón de mantas y la destapó, íntegra.

-¡Dejame en paz!- refutó con poca energía en sus palabras -Quiero morirme y secarme por dentro, hasta que pueda curar mi dolor y que no quede nada-

Terminó su respuesta tapándose de nuevo.

-¿Sabés lo que eres? ¡Eres una cobarde, que se está dejando vencer por una maldita cazadora destructora de hogares! ¿Tú quieres eso? ¿Quieres que ella te vea deshecha? ¡Pensé que eras mas fuerte, Gaia!-

Lloró por su hermana, por darse por vencida. Ella se estremeció. Odiaba verla llorar y que lo haya provocado, era aún peor.

-Dea, ¿Estás llorando?- se destapó, salió de la cama y se acercó a su hermana. La cual, al llegar a ella, la abofeteó -¿Por qué fue eso?- preguntó en un murmullo.

-¡Por dejar de luchar! ¡Yo también tuve miedo cuando me alejé de Lai y me enteré que estaba embarazada! ¡También tuve miedo cuando Eyra nació! ¡Lloré, grité y maldije por mi mala suerte! ¡Pero nunca me di por vencida! ¡No aquí, no en esta vida, no ahora! ¿Entiendes?- la sacudió por los brazos -¡No eres una fracasada, no eres una inútil y no te darás por vencida!- tiró de ella y ambas se abrazaron. Juntas eran fuertes. Juntas eran inseparables -Ahora, te bañarás, comerás algo desente e iremos a buscar a nuestras hijas a la casa de nuestros padres, para ir al parque, ¿Entendido?- ordenó, separándose de ella.

-Si, hermanita. Gracias- la abrazó. Luego se dirigió al baño, pero se detuvo -¡Oye! Esto no te recuerda a aquella vez, ¿Cuándo nos enfrentamos a Golum por primera vez y tú, luego de eso, te encerraste en tu cuarto a llorar y no querer ver a nadie?- río por el recuerdo -Yo hice lo mismo que tú. Hasta te abofeteé y todo-

Ambas rieron por la similitud de las circunstancias.

-¡Callate! Esperé dos años para devolverte el favor y la bofetada- se dirigió a su hermana y la abrazó -Lo siento, tenía que hacerlo- murmuró, culpable.

-Lo sé, yo hice lo mismo- se separaron, sonriendo -Voy a bañarme, ¿Podrías buscarme algo de ropa?- asintió abriendo el closet.

-Gaia, tu ropa es horrible. Tendrías que cambiar tu estilo- cuestionó la infinidad de camisas, pantalones de mezclilla y botas de combate que poseía su hermana -Parece el closet de un hombre-

Ella río. Eso era cierto.

-Hermanita...Uno tiene que vestirse como representa su alma y la mía, es lo que ves-

Respondió, feliz. Su hermana y ella, eran totalmente diferentes al vestir. Eso les encantaba.

-Si, tienes razón. No volveré a criticar tu alma- cerró el closet con un conjunto de ropa ideal para ella -Ve a bañarte. Yo preparé algo para ti y vamos por las niñas- salió de la habitación y se dirigió a la cocina.

La alquimista, estaba bajo la ducha llorando y limpiando su dolor. Esa sería la última vez que lloraría por Keilot. Haría todo lo posible por olvidarlo y sacarlo de su vida, para empezar otra, pero sin él.

Su madre estaba feliz de ver a su hija de nuevo. Estaba preocupada por lo delgada que se encontraba, pero se recuperaría. La besó y abrazó tanto, que su padre tuvo que abrazar a las dos porque su esposa no quería soltarla. Lo mismo paso con la hechicera cuando la incluyeron en el abrazo e hizo el intento de huir a escondidas para evitar el momento.

-Bueno jovencitas, sus hijas ya están aseadas y alimentadas. Espero que tengan una linda tarde en el parque- besó a sus hijas y a sus nietas -Si necesitan algo, estamos en la carnicería con su padre. Cuidense- se despidió e ingresó al local.

-Bien, llegó el momento de salir al mundo, otra vez- suspiró resignada, empujando la carriola de su bebé -¿Creés que lo cruce en algún lugar?-

-No lo creo- contestó, tirando del carro rojo donde iba su hija sentada -Él está trabajando a esta hora los sábados. No tienes que preocuparte por eso- respondió con indiferente.

-¿Y ella? Seguramente se burlara de mí, como la última vez- su hermana, la miró pensativa unos instantes.

-No te preocupes, sabrás que hacer- sonrió y asintió, dándole la razón -Tengo que contarte algo- comentó, llegando al parque.

-Dime- contestó alegre, observando a unos perros jugar.

La banca a donde se dirigían, estaba un poco apartada de las personas y los animales. Eligieron esa por seguridad.

-Lai me contó que, desde que te fuiste, Keilot va todas las noches al bar a emborracharse hasta perder la conciencia. Él lo ha tenido que llevar muchas veces a su casa. Cuando llegan allí, lo único que hace es llorar por ti y por Ivi- contó, mientras sacaba a su pequeña del carro para que jugara con su pelota -¿Tú creés que si fueran amantes con esa tal Megan, estaría tan desesperado por encontrarte y la despreciaría cada vez que ella se le acerca?-

Se sentó en la banca observando a su hija y después a su hermana.

-No lo sé, Dea- contestó mirando la carriola -No sé que pensar. Ella tenía las pruebas suficientes para afirmarme que son amantes- dijo segura.

-Tendrías que escucharlo, Gaia. En toda historia siempre hay dos versiones-

Mencionó, observando a su hija a unos metros de ellas.

-Si, pero no ahora. No estoy lista para hablar, todavía. Estoy esperando que duela menos para evitar llorar, cuando esté frente a él- afirmó, mirando a su sobrina jugar -Ahora, hablando de Lai, ¿Hay alguna novedad de la torre con respecto a Eyra?-

Miró a su hermana y ella le devolvió la mirada, preocupada.

-Si, respondieron que no están de acuerdo con nuestra decisión. Ya que al ser ambos hechiceros de la torre, tenemos que acatar la orden que se nos ha impuesto- comentó frustrada -En unos días, llegaran maestros hechiceros para hablar con nosotros acerca de la situación. Es posible que, si no acatamos la orden, tanto Lai como yo, seremos declarados traidores y se lleven a Eyra por la fuerza-

Explicó frustrada, ante la posible lucha que tendría que enfrentar.

-¿Y que harán?- preguntó, preocupada.

-Pelear hasta el último alimento. Ninguno de los dos queremos que se lleven a Eyra- finalizó, buscando a su hija, pero no la encontró -Otra vez se alejó...Voy a buscarla- se levantó y dirigió a donde se había ido su pequeña.

-¿Te ayudo a buscarla?- cuestionó su hermana poniéndose de pie.

-¡No, no! ¡Está bien, enseguida volvemos!- exclamó a unos metros de ella.

-Bien- contestó.

Ella se acercó a despertar a su pequeña, era la hora de alimentarla. Se inclinó en la carriola y una sombra apareció por detrás. Pensando que era su hermana, no volteó.

-Volvieron rápido. Ahora voy a alimentar a Iv...-

No pudo terminar, cayó desmayada al suelo. La persona a sus espaldas, la había golpeado fuerte en la cabeza dejándola inconsciente.

Megan la observaba triunfal con un garrote entre sus manos. Se acercó a la carriola y sacó rápidamente a la bebé que dormía dentro, despertándola. Está lloró, pero se alejó de allí, corriendo a toda velocidad.

En otro lugar del parque, no muy lejos, su hermana buscaba a su hija pequeña por todas partes y no podía encontrarla. Observó detrás de unos arbustos y su corazón, dejó de latir. En ese lugar, se encontraba la pelota de la niña y un zapatito. Los tomó con la manos temblorosas, presa del pánico y el terror. Allí mismo, se encontraba un pañuelo blanco el cual levantó y olió. No podía reconocer el producto, pero era fuerte y causaba nauseas. Su desesperación fue mayor. Alguien se había llevado a su hija.

-¡EYRA!-

Gritó con todas sus fuerzas, observando a varias direcciones, pero no vió a nadie con su pequeña.

Corrió con toda su voluntad hacía donde se encontraba su hermana y cuando llego a ella, sus nervios aumentaron mucho más. Gaia estaba desmayada, boca abajo y en el suelo.

-¡GAIA! ¡GAIA! ¡DESPIERTA!- la zamarreó histérica, para que despertara -¡Por favor, despierta! ¡Alguien se llevó a Eyra!- mencionó con pánico y ella se removió, tocando su cabeza -Despierta-

-¿Dea?- preguntó confundida -Alguien me golpeó - explicó ante la mirada preocupada y de pánico de su hermana -¿Qué paso? ¿Qué sucede? ¿Por qué me miras así?-

Indagó, poniéndose de pie aún tocando su cabeza. Los ojos de su hermana, se llenaron de lágrimas.

-Alguien se llevó a Eyra- explicó, llevándose el zapatito y la pelota de su hija al pecho -Tan sólo encontré esto y ella no estaba- le mostró el pañuelo blanco y lloró desesperada -¡Alguien se llevó a mi niña!-

Cayó de rodillas llorando, mientras su hermana la abrazaba. Pero se separó y volteó hacia la carriola de su bebé.

-¡IVI!- gritó, aterrorizada. Su bebé no estaba. Lo único que quedaba, era su osito. Lo tomó entre sus manos en shock -Ivi no está- habló titubeante con sus ojos ardiendo en lágrimas -También se la llevaron-

La hechicera, se limpió los ojos con rabia, se acercó a su hermana y la abrazó fuerte.

-Voy con Lai. Seguro que la Torre vino por ella y la llevaron con él- murmuró -Haré que rastree a Ivi. Ve con nuestros padres y que llamen a la policía- se separó de su hermana y secó sus lágrimas -Las encontraremos. Lo juro-

-Las vamos a encontrar sanas y salvas- se consolaban una la otra -Van a pagar por hacernos esto- asintío, enérgica.

-Si, estaré con Lai- se separó unos metros de ella -Bailo en ti, castillo del cielo- desapareció en el aire.

Por otro lado, ella corrió las pocas calles que separaban el paque de la casa de sus padres.

Se había transportado a la puerta del boticario. Ingresó a toda velocidad al local, buscando a Lai de manera desesperada. Lo encontró en unas estanterías lejos de ella.

-¡LAI!- gritó. El nombrado se volteó al escucharla y ella se acerco a él -Por favor...Dime que la torre vino por Eyra y la trajeron aquí contigo- suplicó con los ojos llenos de lágrimas -Por favor, dime que está aquí- él la miró sin comprender.

-Dea, ¿De qué estás hablando?- preguntó confundido -Eyra iba a estar contigo hasta que yo saliera del trabajo. No sé de que me hablas- se sintió mareada al escucharlo y se sostuvo de uno de los estantes, para no caer. Él la sostuvo de los brazos cuando se tambaleo -¿Qué sucede?- preguntó preocupado.

-Se la llevaron- murmuró con la mirada vacía -Se llevaron a Eyra. Hoy en la tarde, en el parque, se la llevaron y dejaron esto-

Le tendió el pañuelo. Estaba en shock frente a ella. Él lo tomó y lo olió.

-Cloroformo- aseguró después de olerlo -Ven conmigo- la guió a una puerta detrás de la botica, que salía a una pequeña habitación. La sentó en una silla cerca de una ventana -¿Quién pudo haberse llevado a nuestra hija?- preguntó con rabia, apretando el pañuelo.

-No lo sé, Lai. No lo sé- lloró mirándo por la ventana -También se llevaron a Ivi- lloraba como nunca antes -No entiendo porque nos hicieron esto- limpió sus ojos con rabia -Son dos pequeñas indefensas. No lo entiendo-

Lo miró con cara de loca y él se acercó a ella, arrodillándose.

-¡No llores! ¡Por favor, no llores!- tomó su rostro entre sus manos temblorosos -Juro que las encontraré- secó sus lágrimas -Tú no mereces esto, tú no- la miró con adoración y desesperación -Juro que encontraré a nuestra hija. Te lo juro- ella lo abrazó con fuerza.

-Gracias...- separó su abrazó -Eres un buen hombre. Nunca voy arrepentirme de decirlo- él acarició su rostro -Gracias. Yo te herí de todas las maneras posibles que pueden existir en este mundo e igualmente, quieres ayudarme. Tú eres el padre de Eyra, pero aún así ¿No entiendo?- la miraba en silencio -Se supone que deberías odiarme y no lo hacés, ¿Por qué?-

-Porque te amo. Esa es la explicación. Las amo a las dos y haría cualquier cosa por ustedes- confesó sin imutarse -Nunca voy a renunciar a ti. Lo siento, preciosa-

-Lai, yo...- él la beso en un instante y la abrazó.

-No quiero que digas nada- suplicó, abrazandola -Sólo quiero estar cerca de ti y de Eyra. Es todo lo que quiero- se separó, mirándola, intensamente -Permíteme estar con ustedes, por favor- le rogó de rodillas como estaba ante ella.

-Si, Lai. Así será- se limpió una pequeña lágrima que salía de su ojo -Quédate todo lo que quieras- contesto.

Lo besó en los labios con los ojos cerrados. Pero un recuerdo fugaz, llegó a su mente.

-Puedo asegurarte que, tu hija, no corría ningún riesgo conmigo. Pero debo admitir que, era la única manera de acercarme a ti- contestó cínico -Aunque debo confesarte, que me encantaría ser el padre de esa niña- La mirada de él, cambio de cínica a triste, en un segundo.

-¡DYLAN!- exclamó iluminada. Él la miro extrañado -Dylan tiene a Eyra- se incorporó de golpe y lo abrazó -Lai, rastrea a Ivi. Yo voy a buscar a ese maldito. Juro que lo mataré-

Salió a toda prisa de la botica, sin despedirse de nadie. Corrió, directamente, al taller del mecánico.

En otra parte de la ciudad, precisamente, en la carnicería Curtis, una joven alquimista abrazada por su madre, estaba siendo interrogada por el jefe de la policía.

Por otro lado, el padre de las jovenes, estaba organizando una búsqueda exhaustiva por todo el pueblo con otros hombres, para encontrar a sus nietas.

-Muy bien, señora Gaia ¿Puede decirme que pasó?-

Preguntó serio y amable, el oficial.

-Hoy en la tarde, fuimos con mi hermana Dea y nuestras hijas al parque. Mi sobrina Eyra, jugaba con su pelota cerca de nosotras y en un momento, se alejó. Mi hermana fue a buscarla- sus ojos se llenaron de lágrimas al recordarlo -Yo me ofrecí acompañarles, pero ella se negó y me acerqué a la carriola de mi bebé para despertarla. Era la hora de su leche, sabe...- unas lágrimas cayeron por sus ojos y su madre, la abrazó -Cuando estaba inclinada sobre ella, una sombra apareció detrás de mí. Pensando que era mi hermana, no volteé y esa persona, me golpeó, me golpeó con fuerza, dejándome inconsciente- lloró de rabia por no haber actuado antes.

-¿Qué pasó después?- preguntó el jefe, tomando nota del suceso.

-Mi hermana Dea me encontró y me despertó. Estaba histérica, alguien se había llevado a su hija. Lo único que encontró de ella fue su pelota, un pequeño zapato y un pañuelo que olía extraño- se limpio la nariz -Luego yo me acerque a mi hija y ella no estaba. Se habían llevado también a mi bebé-

Su labio tembló y abrazó a su madre que también lloraba.

-¿Hay algo que puedan hacer, oficial?- cuestionó la madre de la joven -Son niñas muy pequeñas y necesitan de sus madres. Eyra tiene casi un año y medio, mientras que Ivette...Ivi para nosotros, tiene casi dos meses-

Explicó, abrazando a su hija y secando sus lágrimas. El Jefe asintió.

-Haremos todo lo posible para encontrarlas, señora Izumi- contestó en tono profesional -Ahora, señora Gaia ¿Sospecha de alguien que quiera lastimarla a usted o a su hija?-

Negó a la pregunta del oficial, pero algo llegó a su mente, un recuerdo de hace unos meses.

-¡Escúchame bien estúpida!- Habló la voz de Megan en susurros detrás de ella, colocando un cuchillo en su garganta y tirando de su cabello -La próxima vez que me humilles delante de Keilot, juro que te mataré. No tendré piedad de ti o de la maldita bastarda que está por nacer. No te metas en mi camino. Siempre consigo lo que quiero- soltó violentamente a la alquimista y desapareció en las sombras.

Se paró como una bala y salió de la casa sin mirar a nadie. Tenía que encontrar a la cazadora y ya sabía donde podría estar.

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