Comienza la venganza
Había anochecido y una hermosa hechicera con su hija en brazos, ingresaba a la posada del pueblo, en busca del padre de la pequeña.
-Hola señor, Leonard ¿Cómo se encuentra el pequeño Anthony?- el posadero la miró alegre.
-Buenas noches, maestra Dea. Él se encuentra muy bien, por suerte, ¿Qué puedo hacer por usted y su pequeña?-
Preguntó, maravillado ante el aspecto de la joven. Era una mujer muy atractiva, pero muy respetada en el pueblo.
-De hecho, si. Estamos buscando a un hechicero negro, llamado Lai Row, ¿Él se hospeda aquí?-
Cuestionó, bajando a su hija al suelo.
-Si, se encuentra en la habitación 22, ¿Desea que vaya a buscarlo?- preguntó amable.
-No, señor Leonard. Si a usted no le molesta, iré por él. Prometió cuidar a Eyra esta noche, mientras yo tenía una cita-
-¿Se puede saber quién es el afortunado, Señorita Dea?-
-No diría que es un afortunado. No sabe lo que le espera- murmuró acercándose a él -Con su permiso Señor Leonard, voy a buscar a Lai. Que tenga una buena noche-
Sonrió, caminando al pasillo de la habitación.
-Gracias, maestra Dea. Usted también-
La muchacha, rió ruidosamente en el pasillo. A unos cuantos metros de la recepción, se encontraba la habitación 22 en donde se hospedaba el vidente. Golpeó la puerta y él la abrió, inmediatamente. Tenía el cabello mojado, evidentemente, se había duchado. Pero la imagen que vió al abrir la puerta, lo dejó perplejo.
Ella estaba radiante, llevaba un vestido negro entallado, el pelo suelto hasta la cintura y botas hasta las rodillas. En una palabra, hermosa, con su hija a su lado tomadas de la mano.
La niña estaba preciosa, llevaba un pequeño vestido lila claro con flores y zapatitos negros, peinada su cabecita con dos simples coletas.
-Pasen, las estaba esperando- sonrió, dándoles paso -Están hermosas-
-Gracias- contestó entrando a la habitación y observando todo a su alrededor -Vaya, Lai. Tú nunca cambias. Tu habitación sigue igual de ordenada e impoluta, como siempre- él rió.
-Los hábitos nunca cambian, preciosa- había vuelto a llamarla así de nuevo, desde el día que se enteró que Eyra era su hija -Ahora, ¿No te parece que vas muy bien arreglada para una cita con ese idiota?-
Preguntó un poco incómodo, evitando mirarla más de la cuenta y levantando a su hija en brazos.
-Créeme, me puse lo peor que encontré, no pienso impresionarlo. Papá me advirtió que no lo haga y además, que pateé su amestrisano trasero- contestó riendo, acercándose a su hija y a él -Ahora, Eyra. Voy a dejarte con papá por unos...treinta minutos, más o menos- explicó, mirando su reloj -Por otro lado, Lai. Si tardó más que eso, no se preocupen, es que pasé a comprar unos dulces para ella, ¿Sí? Adiós, pórtense bien- besó a ambos y se fue.
Cuando cerró la puerta tras de sí, él se acercó apresurado a la ventana de la habitación para verla salir de la posada.
-Muy bien, Eyra. No vamos a espiar a mami- explicó apresurado, acomodando a su hija en brazos y buscando las llaves de la habitación -Tan sólo, vamos a darle una sorpresa después de que le de una lección al mecánico- la niña sonrió por las palabras de su padre. Él la miró mientras salían de la habitación -Tu madre siempre fue tan única y especial. Sólo con ingresar a una habitación sonriendo, robaba las almas de todos en ese sitio. La amaban en la Torre, pero sólo algunos pocos tenían el privilegio de acercarse a ella- contó la historia a su pequeña, saliendo de la posada -Yo era una de esas personas y por esa razón, me enamoré de ella. La amé, desde el primer momento en que la ví, pero como era apenas una niña, tuve que esperar muchos años a que creciera- sonrió a su hija, que lo escuchaba y observaba con los mismos ojos que él -Bien, aquí es. Ahora, calladita y a portarse muy bien, mientras esperamos a mami- susurró, observando por la ventana del restaurante.
Dentro del lugar, la hechicera, miraba fastidiada a un rubio frente a ella. Él la observaba como siempre, con admiración y descaro.
-Te ves hermosa esta noche-
La halago sonriendo y ella lo miró irónica, apoyando su rostro en su mano.
-Cállate y terminemos con esto- la sonrisa en él, desapareció -¡CAMARERO!- gritó y un joven se acercó a la mesa -Yo quiero una cazuela de carbonada y jugo de naranja, ¿Tú que quieres?- preguntó brusca, al mecánico. Él abrió su boca para responder, pero lo interrumpió -¿Sabés qué? No me interesa. Sirvele un plato de pasta y una cerveza al hombre de aquí. Vamos, rápido-
Aplaudió para que acatará la orden. El muchacho se marchó, asintiendo y un poco asustado.
-Tranquilízate. Tenemos toda la noche para estar aquí y disfrutar de la velada-
Sonrió, falsamente, para disimular su enfado por la altanería de ella.
-Puedo asegurarte que, no estoy disfrutándolo en lo más mínimo. No sé si lo olvidaste, pero me chantajeaste con lastimar a mi hija para venir aquí-
Comentó ácida, mirándolo con odio y desprecio. Él rió, exageradamente.
-Puedo asegurarte que, tu hija, no corría ningún riesgo conmigo. Pero debo admitir que, era la única manera de acercarme a ti- contestó, cínico -Aunque debo confesarte, que me encantaría ser el padre de esa niña-
La mirada de él cambio de cínica a triste, en un segundo.
-Ella ya tiene un padre y con él es más que suficiente. Gracias- contestó cortante.
-Ni lo menciones. Ese estúpido hechicero tuvo suerte de tenerte, aunque sea un tiempo. Lo desprecio- confesó -En cambio yo, mírame, estoy loco por ti y tengo que chantajearte para tenerte cerca...Es patético- mencionó con su orgullo herido.
-¡Lai no es estúpido!- respondió en el mismo tomó anterior. Era lo único que había escuchado de todo lo mencionado por él -Es un gran hombre y además, un excelente padre. Adora a Eyra-
-¿Sabes qué? No me interesa escuchar nada que salga de tu boca, sobre ese maldito hechicero- se levantó de la mesa -Voy al baño, enseguida vuelvo- se dirigió enfadado al baño.
Él se fue y apareció el camarero con la orden.
-Aquí está su orden, señorita Dea. Una cazuela de carbonada y un plato de pasta para el señor. Junto con sus bebidas- habló amable.
-Muchas gracias, Jaime. Puedes retirarte. Has hecho un buen trabajo-
Sonrió al joven que asentía con la cabeza y se retiraba.
Era el momento de actuar. Extrajo de su bolso un pequeño frasco con diminutas semillas negras. Lo abrió y vertió un poco del contenido en el tarro de cerveza frente a ella. Era belladona, un potente somnifero proveniente de una planta. El mecánico volvió un momento después de, su gran hazaña o fechoría, más bien.
-Estoy hambriento-
Se acercó a la mesa frotando sus manos, al sentarse. Estaba apuntó de probar bocado, pero ella, lo interrumpió.
-Dylan, ¿Qué te parece un brindis?-
El cambio de actitud, lo sorprendió un poco, pero sonrió.
-¡Me parece perfecto!- exclamó, emocionado -Deja que pida algo más decente para la ocasión-
Levantó su mano para llamar al camarero, pero lo detuvo.
-Con esto está bien. Yo no bebo alcohol y además, es una manera de conocernos, ¿No creés?-
Le guiñó un ojo, sonriendo coqueta. El hombre frente a ella, era un estúpido, se creía cualquier cosa que saliera de su boca.
-Tienes razón- respondió radiante -Por ti-
Chocó su tarro con el trago de la chica y bebió hasta el fondo, al igual que ella.
Sonrió al haber cumplido con su objetivo y comenzó a comer su cena en silencio. El mecánico frente a ella, cenaba, pero sus movimientos eran cada vez más torpes y lentos. La belladona estaba haciendo efecto.
Un golpe seco se sintió en el recinto. Dylan había caído inconsciente encima de su plato de pasta, manchandosé en el proceso. Ella sonrió complacida por el resultado.
-Señorita Dea, ¿Qué pasó aquí?- preguntó preocupado el camarero.
-No te preocupes, Jaime. Sólo bebió de más- respondió, tranquilamente, poniéndose de pie -En media hora despertará- aseguró -Toma...aquí está el dinero de mi cena y una propina por tu atención. Adiós-
Se despidió de él, dejando al mecánico en la mesa y dirigiéndose con una sonrisa triunfal hacia la puerta. Una voz le habló al salir.
-Eres buena- rió Lai con su hija en brazos -Realmente, me quito el sombrero ante ti- Ella le sonrió orgullosa.
-¿Qué hacen ustedes dos aquí?- tomó a su hija de los brazos de su padre -Acaso, ¿Estaban espiandome?- besó a su pequeña en la mejilla.
-Claro que no, preciosa. Sólo veníamos a buscarte para ir a tomar un helado contigo, ¿Quieras?- sonrió como nunca antes.
-¿Escuchaste eso, Eyra? Papi nos va a invitar un helado, es algo que no podemos rechazar, ¿No creés?- la niña sonrió a su padre.
Ella abrazó a su hija, juntando sus mejillas y mirandolo sonriente con esos exóticos ojos que tenía. Esa mirada, perdía locamente al hechicero.
-Por favor, no me mires así- lo miró, extrañada.
-¿Por qué?- cuestionó.
-Porque si lo haces, no podré evitar enamorarme cada vez más de ti, otra vez- confesó sin darse cuenta de lo que decía.
-Lo siento- respondió emprendiendo su marcha -Prometo que no volverá a pasar-
-No te preocupes... Todavía estoy enamorado de ti- aseguró sinceró, abrazándola por sus hombros -Creo que nunca voy a dejar de estarlo-
La besó en la coronilla y ella lo escuchaba en silencio con su hija en sus brazos.
Un confundido mecánico de automail, caminaba por las calles de la ciudad al haber despertado en el restaurante y sin tener rastro de su acompañante. No sabía ni como ni porque había perdido la conciencia esa noche. Al pasar por la heladería, no pudo evitar mirar en su interior y lo que vió, le hirvió la sangre.
Dentro, se encontraban su cita, con su hija y el vidente, disfrutando de un repugnante momento familiar. La imagen le causó indignación y rabia. Ella reía con cada cosa que el sujeto decía o hacia, con respecto a su hija.
Megan tenía razón, esa niña, los unía cada vez más. Esa niña tenía que desaparecer, para que él pudiera ser feliz con la mujer que anhelaba, sin que el vidente se interpusiera entre ellos. La niña, de ahora en más, sería su objetivo y el fin de todos sus males.
Un mes había pasado desde el nacimiento de la pequeña Ivette y la vida de su madre, no podía ser más feliz. Su matrimonio había mejorado a pasos agigantados y lo mejor de todo, había vuelto a sus rondas de trabajo que tanto amaba.
Caminaba distraída, pensando en su próximo paciente que estaba a una calles de llegar, pero alguien, la saludo en su camino.
-Hola, Gaia ¿Cómo has estado?-
Saludó, saliendo de la tienda del boticario donde trabajaba hace un mes.
-Muy bien, Lai. Como puedes ver, he vuelto al trabajo- respondió, entusiasmada -Extrañaba a mis pacientes. Son tan lindos-
-Me imagino, ¿Ivi cómo ha estado?-
-Muy bien, gracias por preguntar. Ahora está con sus abuelos, mientras hago mis rondas- comentó alegre -Bueno Lai, fue un placer verte, pero tengo que seguir trabajando- sonrió y siguió su camino.
-Dile a Keilot que esta tarde iré a visitarlo. Todavía me debe una partida de ajedrez-
-¡Le diré! ¡Adiós!- gritó en respuesta.
La tarde había pasado y todavía tenía energía para un paciente más. Lo malo de esta visita, era que el pequeño animalito vivía al otro lado de la ciudad, pero igual iría hacia allí.
Sin darse cuenta, estaba a unas pocas calles de distancia de la escuela de su hermana, ya que iba muy distraída pensando en su paciente. Pero una silueta se interpuso en su camino, evitando que continuara. Era Megan.
-¿Miren a quién tenemos aquí? Si es la alquimista Santa patrona de los animales a quién todos aman, ¿Cómo has estado, Gaia?- habló irónica.
-Antes de verte, puedo decir que estaba bien, Megan. La verdad, que no es un placer verte- respondió, en el mismo tono -Por cierto, veo que te recuperaste muy bien después del ataque de mi hermana-
La cazadora, rió, sarcástica.
-Si, es una hechicera muy fuerte. Pero la próxima vez que se enfrente a mi, no le tendré piedad-
-Lo dudo, mi hermana es la mejor hechicera que conozco- respondió orgullosa -Si ella hubiera querido, seguramente, te habría matado por haberte metido conmigo-
Negaba ante lo dicho por ella.
-Ooohhh...Ternurita...- hizo un mohin con sus labios -No necesitas a tu hermana para acabar con tus problemas. Tú sabés defenderte mejor que ella. Creo que, tú y yo, estamos en el mismo nivel para enfrentarnos dignamente-
No quería escucharla. No le agradaba en lo absoluto, pero tampoco tenía deseos de enfrentarse a ella. Simplemente, no quería hacerlo.
-¿Qué es lo que quieres, Megan? Yo no he hecho nada para que me provoques y quieras enfrentarte a mi. No estoy interesada en pelear contigo y además, en este momento, un paciente me está esperando-
Mencionó, queriendo continuar con su camino, pero ella, volvió a interponerse.
-¡Tú sabés bien que es lo que quiero! ¡No te hagas la estúpida!-
Exclamó irritada, tomándola del brazo y evitando que siguiera su camino.
-¡SUELTAME!- gritó molesta, quitando su brazo. Estaba empezando a perder la paciencia -¿¡No sé de que rayos estás hablando!? ¡Yo no tengo nada que te pertenezca! ¡Estás loca!- dijo en el mismo tono anterior.
-Si, lo sabés, tú tienes a Keilot. Él fue mío, antes que tuyo y lo quiero de vuelta-
La miró en shock. Esa mujer estaba loca.
-Megan..entiende, él es mi esposo y tenemos una hija ahora. Por nada del mundo nos abandonaría para irse contigo y volver a su vida anterior- explicó paciente, para que le entiendiera -Él nos ama, comprende-
Ella sonrió, malévola.
-¿Estás segura de eso?- preguntó con veneno en su voz.
-Por supuesto, la noche que salimos del hospital, él me juró que nunca nos abandonaría. Yo creo en él-
Rió irónicamente, una vez más y ella, no entendía nada.
-No puedo creer que seas una alquimista y que además, seas tan estúpida- acotó, riéndose, todavía más -Lamento informarte querida, que esa noche, tu amado y fiel esposo, estuvo conmigo-
Habló en doble sentido, para que comprendiera. Estaba impactada, no podía ser cierto.
-¡MIENTES!- gritó, señalándola con los ojos empañados -El nunca me engañaría-
Murmuró, pensando en la horrible pelea que habían tenido el día anterior a esa noche.
-Claro que lo hizo, cielo- aseguró con malicia -Si no, ¿De dónde creés que sacaría esto?-
Arrojó a sus pies un puñado de botones de madera que ella conocía bien.
-No puede ser...- susurró, hincándose a recoger un botón -Él no...-
Levantó la mirada a la cazadora que sonreía triunfal.
-Oh si y créeme, fue la mejor noche que hubiera pasado nunca...El reencuentro fue tan...-
No pudo terminar, ella la había abofeteado tan fuerte, que su cabeza giró a un lado.
-¡CÁLLATE! ¡MALDITA!- gritó histérica -¡PUEDES QUEDARTELO, SI QUIERES!-
Se alejó corriendo, mientras la observaba triunfante al haber logrado lo que tanto había planeado. Pero aún así, su plan, seguía incompleto.
No sabía a donde ir, hasta que reaccionó, estaba frente a la puerta de la escuela de su hermana e ingresó en ella.
-¡Dea! ¿Dónde estás?-
Pensó en voz alta, caminando apresurada por los pasillos del lugar. Como si su hermana la hubiera escuchado, una puerta se abrió a unos metros y ella salió de allí, observando alrededor buscando algo y encontrándose, con su rostro bañado en lágrimas.
-¡Gaia! ¿Qué está pasando? ¿Por qué lloras? Sentía que algo estaba pasando contigo- llegó a ella y la abrazó.
-¡Él me engaño!- contestó llorando.
-¿Qué?- cuestionó en shock.
-Keilot me engaño, Dea- dijo de nuevo, alejándose del abrazo -La noche que salí del hospital, él fue a un bar y estuvo con ella, con Megan- lloró aún más, al contar los hechos.
-Gaia, ¿Cómo estás tan segura de eso? Seguramente, esa maldita, está mintiendote para que te alejes de él-
Explicó, tranquilamente, limpiándole las lágrimas.
-Lo sé, estoy segura. Ella me dió esto- sacó de su bolsillo un pequeño botón de madera -Es de la camisa de Keilot que tenía puesta ese día- suspiró fuerte, para tratar de calmarse -Cuando regresó a casa por la noche, su camisa estaba hecha pedazos y le faltaban todos los botones-
Tapó su boca con sus manos temblorosas, para ahogar los sollozos que deseaban salir.
-¡Suficiente! ¡Vámonos de aquí!- Estaba furiosa. Tomó a su hermana de la muñeca y la dirigió al salón de música -¡CRISTIÁN!- gritó al entrar. El nombrado, apareció enseguida -Surgió una crisis familiar y tengo que irme a casa. Podrías encargarte de mis niños y prestarme tu auto- explicó, rápidamente.
-Claro, cariño- afirmó, entregando las llaves -Mucha suerte, linda. Todo estará bien-
Se dirigió a su hermana que sólo asintió con lágrimas en sus mejillas.
Ambas salieron rápidamente de la escuela y se dirigieron a un auto que abordaron, inmediatamente. La hechicera tras el volante, aceleró.
-Dea, ¿A dónde vamos?-
Preguntó a su hermana que manejaba concentrada.
-A tu casa, empacaras lo necesario y te irás de ese maldito lugar-
Respondió indignada por la infidelidad de su cuñado.
-¿Pero a dónde? No tengo a donde ir. Sabés que nuestros padres no tienen lugar para Ivi y para mí en su casa-
Respondió con miedo, ante la idea de no tener un paradero seguro.
-No te preocupes, yo ya me encargué de eso- respondió tomando su mano -Ahora, lo principal, es alejarte de él- apretó su agarre para darle valor.
-No puedo creer que me haya engañado, Dea. Pensé que me amaba y éramos felices- pronunció con dolor, mirando por la ventanilla y con lágrimas en sus mejillas que caían de sus ojos sin control -Todo estaba tan bien. De hecho, nos llevábamos mejor y nos divertimos mucho los tres- suspiró, descansando su cabeza en el vidrio -¿Qué voy a hacer ahora?- preguntó en voz alta a nadie en general.
-Vivir y criar a tu hija sola, como yo lo hago. Si yo pude hacerlo, tú también puedes, ¿Entiendes? No estás sola y no eres una inútil- la regañó.
-Tienes razón- la miró secando sus lágrimas y sonriendo triste -Yo también puedo hacerlo. Gracias, hermanita-
Su hermana le sonrió, mientras estacionaba el auto.
-De nada. Ahora, baja y apresuremonos antes de que él llegue. No quiero que nos lo crucemos, podrías arrepentirte y yo, podría matarlo- explicó, rápidamente, entrando a la casa.
Metieron tres maletas de viaje en el baúl del auto. Pero aún, faltaba el bolso de la bebé que estaba en el interior de la casa. Fueron a buscarlo, pero cuando estaban por salir, la voz de dos hombres se escucho en el exterior.
-Es Keilot, ¿Qué haré?- susurró, preocupada -Además, creo que Lai está con él- volvió a susurrar.
-Tranquila- la tomó de los brazos y la miró a los ojos -Yo me encargo, tú tranquila-
Quedó, por un momento, aturdida. Una vez que las palabras habían entrado a su sistema, asintió.
-De acuerdo, entonces... Ya he tomado una decisión. No hay vuelta atrás- su hermana sonrió, triste.
-Ya verás, Gaia. Todo va estar bien-
Ambas mujeres voltearon hacía la puerta que estaba siendo abierta.
-Estoy famélico, ¿Tienes hambre, Lai?-
Él sacudió su cabeza en negativa. Antes de caminar a la cocina, se detuvieron al verlas allí.
-Hola chicas, ¿Cómo están?-
Lai podía apreciar que algo pasaba. En cambio, su amigo, lo ignoraba.
-Pero que sorpresa. No pensé que las encontraría aquí- exclamó, acercándose a su esposa -Hola amor, ¿Quieren comer algo?- ella no respondíó, estaba petrificada.
-Gracias, Keilot. Pero tengo que devolver el auto a Cristián. Quizás más tarde, después de recoger a las niñas de la casa de nuestros padres-
Respondió tranquila, tomando la muñeca de su hermana y sacándola de la casa, apresuradamente.
-¿Gaia?- preguntó su esposo, desde la puerta de su casa, notando la seriedad en la expresión de ella -¿Qué está pasando?- se acercó corriendo al auto.
Rascó su cabeza, nerviosa y sonrió, tratando de obtener algo de tiempo para pensar en una excusa.
-Estoy llevando cosas de Ivi a lo de mis padres. Ellos necesitan más mudas de ropa y pañales para ella. La cantidad ridícula que les dejé, no alcanzó ni para un día- Él frunció el ceño.
-¿Ibas a irte sin despedirte de mí?-
Miró a su hermana y luego a él, esforzándose por formular una mentira más creíble.
-Va a volver. Eres tan paranoico, Keilot ¿No creerás que está abandonandote o si?-
Dijo con la misma sonrisa desdeñosa que había usado para engañar al maestro Hartia, tantas veces.
-¡Oh!- dijo, todavía inseguro -¿Vas a quedarte a cenar allí esta noche?-
Preguntó, pellizcando la tela del bolso de su hija, que la hechicera le quitó a su herman y le entregó al vidente.
-No sé...Supongo que depende si ellos me invitan o no- él sonrió, acercándose al rostro de ella.
-Llámame para saber que harás, ¿Si?- besó los labios de su esposa -Si no regresan a cenar. Iré con Lai, al bar a comer algo, ¿Está bien?- ella asintió ante la pregunta de su esposo.
Dea se encontró con los ojos de su hermana bañados en preocupación.
-Bueno, mejor ya vámonos, Gaia. Nuestras hijas deben estar volviendo loco a su abuelo-
La nombrada asintió y él se inclinó para besarla. Está lo acercó más, sabiendo que sería la última vez que sentiría sus labios contra los suyos.
-Las veo más tarde- aseguró sonriendo -Te amo- susurró.
Lai metió el bolso de la bebé en el baúl, que previamente le habían pasado y la conductora, se deslizó en el asiento al lado de su hermana. Keilot dobló sus brazos sobre su pecho, charlando con su amigo, mientras el encendido del auto daba marcha.
-No puedes quedarte en lo de nuestros padres esta noche, Gaia. Va a ir directamente allí cuando lo averigüe-
Aseguró su hermana mientras lentamente retrocedía del estacionamiento. Las lágrimas llenaron los ojos de ella y se derramaron, cayendo sobre sus mejillas.
-Lo sé-
La expresión alegre del cazador cambió, cuando vió la mirada de dolor de su esposa. No perdió tiempo en correr a la ventana del coche.
-¿Qué está mal, Gaia?- preguntó, golpeando ligeramente el vidrio.
-Vamos, Dea-
Mencionó, limpiando sus ojos. Se centro en el camino adelante, mientras él, corría junto al auto.
-¿Gaia? ¡Dea! ¡Detén el maldito auto!- Gritó, golpeando su palma contra el vidrio -¡Gaia, no hagas esto!-
Dijo, con miedo distorsionando su expresión. Su hermana giró hacia la calle principal y presionó el acelerador.
-Nunca voy a escuchar el final de eso, de sus palabras, así como tú- mencionó, mirando el camino -Mentiroso- agregó con rencor.
-Lo siento tanto, Dea. Lamento involucrarte en todo esto-
Ella miró hacia el espejo retrovisor y empujó su pie en el suelo.
-Por toda la magia del mundo, Keilot-
Murmuró por lo bajo. Su hermana volteó, para verlo correr a toda velocidad detrás de ellas, desapareciendo y reapareciendo entre las luces y sombras de las lámparas de la calle. Después alcanzó el final de la cuadra, se giró en dirección opuesta, corriendo hacia su casa.
-Va a volver por un taxi. Nos va a seguir a lo de nuestros padres y causar una gran escena- su hermana cerró sus ojos.
-Simplemente... apresúrate. Quiero llegar antes que él, para recoger a Ivi y luego dormiré en una posada- explicó triste a la conductora.
-De ninguna manera- sentenció -Hace un mes, me otorgaron un crédito en el banco. Con el dinero que me dieron, compré una pequeña casa a las afueras de la ciudad, para Eyra y para mí. Te llevaré allí, hasta que Keilot se calme y deje de buscarte- la miró sorprendía.
-Dea no, es tu casa. Yo no puedo usarla-
-Silencio, Gaia. Eres mi hermana y no tienes a donde ir- indicó sin derecho a réplica -Dentro de unos días, iré a vivir allí con Eyra, para que no se sientan solas. Además, lo mío es tuyo. No tienes porque rechazarlo- lloró en agradecimiento.
-Muchas gracias, hermanita. Otra vez, no sé que haría sin ti-
Tomó la mano de ella y la apretó con fuerza.
-Absolutamente nada. Ya no llores. Todo estará bien- sonrió triste, enfocada en el camino.
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