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Capítulo 7. El innombrable

Mi pobre Mori seguía molesta, aún más porque Natalia y yo nos reíamos por su actitud, parecía ella la plantada. Y yo, yo estaba molesta con él y conmigo misma, es que... ¿Tan difícil era esperarme un poquito más? Pero Morelia insistía en que la culpable era yo, y obviamente tenía que defenderme, así que nos pusimos a discutir como muchas veces lo hemos hecho; según ella no hay nadie más terca que yo, pero yo también creo que ella tiene inclinaciones a la obstinación.

Natalia se mantenía al margen escuchando Zombie-The cranberries. Hasta imitaba los coros.

La última clase fue un martirio, no me gustaba estar disgustada con mi mejor amiga, no me gustaba que Mori me mostrara su cara de póker. Además, estaba molesta con princeso también. Yo había dado el primer paso, él tenía que hacer el resto, así que llegué a la conclusión de que no le interesaba como él me interesaba a mí.

Salí con expresión seria después de clases y pasé junto a él si dirigirle la mirada. Natalia venía tras de mí.

Qué pésimo día, el peor.

Caminamos juntas por la avenida España hacia el paradero donde nosotras lo habíamos declarado como nuestro mejor campo de chisme.

Ese día nuestra conversación no fue amena y entretenida como siempre porque yo me iba renegando todo el camino de princeso.

—Es que yo ya he hecho demasiado, ¿no crees?

—Es que él es tímido pues Jeimy.

—Pero igual yo ya he hecho mucho. Ya no voy a hacer nada, hasta aquí nada más.

—Ay, no digo. Esta terca de miércoles, y orgullosa encima.

—Es un idiota, ya no quiero saber nada, nada de él.

—Ay chinita chinita.

—Lo odio es un grandísimo idiota.

Nati se quedó petrificada y abrió enormemente sus ojos.

—Jeimy. —Me indicó con la mirada que mirara a la derecha.

Confundida le hice caso para que mi corazón empezara a latir desmesuradamente con la imagen que tenía frente a mí. Princeso caminaba pausadamente a mi lado, aminorando sus pasos para seguir el rito de los míos. No sé si puse la misma expresión que mi amiga, pero me quedé asombrada. ¿Habría escuchado todo lo que estaba rajando de él? ¿Desde cuándo estaba ahí?

—Hablemos —dijo con su calmada voz.

Natalia se detuvo exageradamente.

—Ahí viene mi micro. Chau Jeimy. —Retrocedió como si la hubiesen jalado.

Era de morirse de risa con su reacción. Le empecé a hacer muecas rogándole que no me dejara sola, pero ella hizo caso omiso a mis súplicas. Así que no tuve más remedio que seguir con él.

No sabía que decirle. ¿Se habría sentido plantado? No fue mi intención, pero mi lado tímido afloraba con él.

—¿Quieres hablar conmigo? —le pregunté.

—Te estaba esperando en la azotea.

—Ah sí... Discúlpame por llegar tarde, es que... —Le tenía que echar otra mentira—, es que el profesor Pérez me llamó.

Increíble mi habilidad para echar mentiras cuando me siento presionada.

—Ah, no te preocupes.

—Sí. Es buen profesor, ¿no crees?

Habíamos llegado al paradero. Nos detuvimos junto a una señal de tránsito. El aun no contestaba a mi pregunta, ni me dirigía la mirada. Pasó mi micro, pero yo aún no quería ir a casa.

—¿Pérez? —cuestionó con el ceño fruncido.

—Pérez pues. —Sonreí. Tenía que levantar bien la cabeza para verle. ¿Por qué era tan chiquita y el tan alto?

Imitó mi sonrisa y me desmoroné ahí mismo. Se acomodó los lentes para contestarme.

—Creo que sus ejercicios son demasiado básicos. Y no me gusta la confianza que se toma con las alumnas.

¡¿Qué?! ¿Acaso lo decía por mí? Ah no, con mi profe Pérez nadie se mete.

No sabía que contestarle, me cogió de sorpresa. Si soltaba todo lo que se me pasaba por la mente la iba a fregar, así que me contuve.

—Mmm. —Fingí mirar hacia los micros; sentí su mirada sobre mí, me era más fácil porque él tenía que mirar hacia abajo—. ¿Desde cuándo usas lentes? —Cambié de tema—. Son de verdad, ¿o de mentirita?

—¿De mentirita? —Sonrió extrañado.

—O sea si son de descanso o con medida.

—Con medida.

—¿No ves nada sin ellos?

Me preocupaba que nuestros futuros hijos salieran cortos de vista. Ja,ja,ja. Jeimy Jeimy... Ni se te ocurra decirlo en voz alta.

—No es que no vea nada, no tienen mucha medida, pero me duele la cabeza cuando no los utilizo.

—Ah ya. ¿Y desde cuando los utilizas?

—Desde los nueve.

Elevé las cejas.

—¿Y no te aburres?

—Naturalmente no —contestó sonriendo nuevamente, burlándose de mi pregunta.

Ay, pero esa sonrisa, esos hoyuelos, esos gestos. Estaba calada hasta los huesos.

Continuamos conversando de cosas superfluas hasta que vino el enésimo micro que pasaba y yo había dejado ir. Él se paró detrás de mí y me ayudó a cogerlo. Al despedirnos nos dimos un beso en la mejilla y su olor se impregnó en mí. Ese olor tan delicioso tan... tan propio de él. Ya dije que estaba calada hasta los huesos ¿no?

Por la ventana del autobús me despedí con la mano y él repitió mi acción; parecía que nunca más nos íbamos a ver, parecíamos que me despedía mientras yo viajaba a un lugar muy muy lejano.

Ay qué etapa tan bonita, tengo tantos... tantos recuerdos que no alcanzaría papel para escribirlos todos, tengo tantas cosas por contar qué pensarían que es parte de una historia ya contada, de una utopía de algo irreal y fantástico.

Creo que mi expresión del día siguiente era de esperarse. Morelia ya no seguía molesta conmigo porque Nati y yo le contamos el modo tan sorpresivo en que princeso apareció.

—Qué lindo princeso —decía Nati—. Yo me gané cuando él llego, o sea el venía caminando rápido y de pronto empezó a caminar más lento para acoplarse al paso de Jeimy.

—Oww. —Puse ojitos de gatito.

—Qué pues, Jeimy tiene que dar diez pasos para un solo paso de él.

Mori empezó reír por el comentario de Nati.

—¿Ya ves Jey? Por eso me molesté, porque el chico pone de su parte y tú te corres.

—Sí Mori. —Me recosté sobre su hombro.

Ya no faltaba casi nada para que acabe el ciclo y con ello se venía el examen de admisión de septiembre. En realidad, no faltaba nada, solo una semana, una semana que princeso no se había aparecido por la academia, desde aquella vez que habló conmigo, no iba a la academia, y la incertidumbre de saber que pasaba con él me carcomía. No había modo de comunicarme con él, nadie sabía su número, no tenía ninguna red social, nadie sabía que pasaba con él; realmente parecía que era sacado de mi imaginación, un sueño. Si no es porque las chicas sabían de su existencia, pensaría que me lo había imaginado.

—Pero ¿qué le pasa? —inquirí más colérica que triste.

Las chicas me miraban con zozobra.

—No sé Jeimy —musitaba Brandy—. Es que se viene el examen de admisión, a lo mejor él está estudiando en su casa para concentrarse.

—Si pe —continuó Nati—, tú lo distraes.

—Igual, ¿tan difícil fue despedirse de mí? ¿Decirme que ya no iba a venir más? Reitero lo que dije de él, es un idiota. Ya no es más princeso, ¿entienden? Ahora es el innombrable, eso es, ya nadie le diga princeso todos digámosle el innombrable.

Natalia negaba con la cabeza.

—Esta es una exagerada.

—Ay Jey —dijo Mori apesadumbrada.

Ella me comprendía, mi fiel consejera, a quien yo podía contarle todo y jamás me juzgaría, solo me apoyaría como siempre lo ha hecho.

Es increíble cuando nos conocimos y nos caímos mal, juzgamos mal una de la otra, pero al conocernos descubrimos la gran persona que se ocultaba dentro.

—Está bien, desde ahora es el innombrable —concluyó Brandy.

Esa semana fue la más triste porque varios chicos del grupo se iban a ir de la academia como Brandy, nos dijo que si no ingresaba en el examen de septiembre se pasaría a otra academia.

Casi todos iban a postular salvo Mori y yo. Pero grandes cosas pasaron también, por ejemplo, que un chico al que apodaban: bambucha, invitó a Nati a una cita; el ultimo día que iríamos a la academia pasaría a recogerla. Ella no estaba segura de ir porque el chico no le gustaba tanto, le llamaba la atención, pero no le atraía; de igual modo aceptó.

El día jueves por la tarde que teníamos clase de geometría, vi a princeso, ah no perdón, al innombrable, subir las escaleras del edificio de la academia; estaba de espaldas a mí, no se daba cuenta de mi presencia. Su chompita azul noche con franjas mostaza en los brazos, le hacía lucir muy bien. Tan lindo. Mi corazón empezó a latir a toda prisa y todo mi ser entero se alborotó con él. ¿Iba a despedirse de mí?

En todo el transcurso y tiempo que tomó subir las escaleras y llegar al salón, no se dio cuenta de mi presencia. Esperé a que entrara y ocupara un lugar en las últimas filas, y sin mirarlo fui hacia donde estaban las chicas.

—Jeimy, ha venido el innombrable —dijo Brandy mirándole.

—Ya lo sé —contesté mirando hacia la pizarra—. No quiero verlo.

—¿Por qué Jey? —inquirió Mori frunciendo el ceño.

—Porque me ha hecho sufrir.

Natalia puso expresión seria.

—Te está mirando —aseguró mirando en su dirección— y tú no lo miras; capaz ha venido para que hablen.

—Solo ha venido por su clase de geometría, me dijo que sentía inseguro hacia ese curso.

—Háblale Jey —continuó Mori. Negué con la cabeza—. Al menos míralo.

Negué sacando mi compendio. No quería mirarle porque si lo miraba yo...

—Esta terca de miércoles. No digo, por orgullosa lo vas a perder. —Natalia realmente se veía seria—. Ya si no lo quieres déjalo para mí.

Todas incluida yo, reímos por su comentario.

Me concentré en la clase toda la tarde, o bueno, intenté hacerlo. Las muchachas ya no me insistieron en que le hablara, salvo Natalia, a la hora de salida me jaló para que hablara con él. Princeso estaba caminando por la avenida y nosotros estábamos en la otra vereda del frente, viéndolo de lejos.

—Anda háblale Jeimy —decía—. Hazme caso.

Puse toda la resistencia que pude y me negué rotundamente a hacerlo. No sé si estaba haciendo mal o bien, pero ya no quería hacer nada más, ya no. No creía que sería mi última oportunidad de hablar con él. Creía que, si no ingresaba en el examen de septiembre, iría al siguiente ciclo que iniciaba en octubre y terminaba en marzo.

El mal genio se me pasó al día siguiente, el compartir de despedida que organizaron me animó. Peleaba con Natalia por un pan con pollo, hasta que ella me lo ganó. Pero me sentía muy relajada y, sobre todo entusiasmada con la cita que Nati tendría con el muchacho. Se veía muy linda, ya no llevaba ese moño exótico que acostumbraba. Su largo cabello oscuro le perfilaba el rostro acorazonado, sus ojos se veían más claros de lo normal y sus pecas se peleaban por resaltar; nunca la había visto tan bonita.

—¿A qué hora te va a recoger? —pregunté.

—Ha dicho que a la hora de salida.

—Te portas bien miércoles y le haces gastar.

Negó riendo.

Aún estaba comiendo su pan cuando el chico se apareció frente a las instalaciones.

—Ya llegó miércoles.

—Toma, cómetelo. —Metió lo que quedaba del pan en mi boca.

Josephine, Víctor y Gaspar se unieron a mí.

—¿Es él?

—Sí Jose —contesté—. Vamos, vamos de lejos para verlos.

Mientras caminábamos por la avenida, los mirábamos de lejos. Él también era bastante alto, tanto como princeso. Su cabello alborotado, esponjoso y rizado le hacía ver más alto, además de su porte robusto.

Josephine reía mientras los veía.

—Parecen un repollo y un nabo.

—Una lechuga y una yuca —determiné yo, riéndome también.

Nati era muy blanca, y el cabello de él se parecía a las hojas de una lechuga.

Ya no los seguimos más porque vino mi micro y me fui en él.

Las cortas vacaciones pasaron con rapidez, y en realidad yo estaba ansiosa por volver a la academia, por ver a las chicas y a.... él. Tenía la plena seguridad de que iba a estar en el siguiente ciclo.

Llegué tarde como de costumbre, vi a Morelia, a Natalia; me alegré enormemente por verlas ahí. Estaríamos juntas, aunque no el grupo completo.

Esperaba verlo llegar también, esperaba ver a princeso cruzar el umbral de la puerta, pero él nunca llegó, princeso no volvió a la academia...

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