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Capítulo 6. Jeimy en plan cobarde.

Caminar junto a él por las calles colmadas de personas fue extraño pero agradable a la vez. Creo que nunca había estado tan nerviosa hasta ese momento.

Hablamos de todo un poco, del pasado del presente y de nuestros sueños del futuro. Me contó de su familia, de su hermana y de sus planes. Debí haber prestado más atención cuando me comentó sobre su plan "B" de si no ingresaba en el examen de septiembre. Claro que en ese momento no lo vi importante. Toda mi atención se centró en el colosal ridículo que había hecho. Es que tenía que pasar, porque de otro modo no sería yo, porque de otro modo no tendría sentido la frase que Mori había inventado para mí: "Lo que nunca te ha pasado en la vida, ten por seguro que con Jeimy te pasará". Y es tan cierto, es que nunca he conocido a alguien que haya pasado tantas cosas como yo.

La cuestión es que en ese momento mágico donde me hallaba conversando con él, mi sandalia de taco decidió hundirse. No sé si tengo problemas al caminar, si tengo problemas en los pies, o si es debido a los zapatos, pero es muy muy raro que no me tropiece o me doble el tobillo mientras emprendo una caminata. ¡¿Pero tenía que pasarme justo en ese momento?!

Estábamos a punto de cruzar la pista cuando me di un tremendo tropezón que me hizo perder el equilibrio y vacilar como gelatina. Me iba a mandar de cara si no es porque él rápidamente me sostuvo de la cintura. Me hubieran visto, me convertí en un tomate mutando a berenjena. ¡Qué vergüenza! Estoy segura que él se quería morir de risa, pero se limitó a sonreír para no avergonzarme más de lo que estaba. Y como buena actriz que me creía, fingí que no había pasado nada y seguí caminando con fingida elegancia. De cualquier modo, se hizo un momento romántico, al menos para mí, porque a él le habrá parecido cómico.

Al día siguiente en cuanto puse un pie en el edificio, las muchachas me asaltaron con preguntas. Ya toda la pandilla estaba enterada del "gran" suceso.

—¿Cómo supieron tan rápido? —increpé mirando a Mori, Celeste y Brandy.

Ellas elevaron los hombros.

—Ayer te vimos —intervino Josephine—. Gaspar, Víctor y yo. Víctor era el chico que le gustaba.

—¿Dónde?

—Al frente de la OR. Nosotros pasábamos en el micro cuando los vimos. ¡No lo podíamos creer! Yaya, hacen una pareja tan linda... El tan alto y tu tan chiquita. —Hizo ojitos tiernos, adorables.

Natalia me miraba con una cara de... ¿Es en serio? No salía de trance, no se lo podía creer.

—Ay, estoy tan emocionada. —Los ojos grandes de Marcia estaban a punto de llorar. Se empezó a echar aire con las manos.

Me sentí conmovida, ellas disfrutaban tan ilusionadas como yo, se sentían tan feliz como yo. Eran mis amigas, personas muy especiales para mí.

—Cuéntanos Jey, ¿qué pasó? —solicitó Mori.

Sonreí como el gato de Alicia en el país de las maravillas.

—Creo que dijo que le gustaba.

—¿En serio? —Los ojos de Natalia estaban emocionados como los de Marcia. Al cabo de un instante comenzó a llorar. Ella es una completa llorona, tierna, se emociona con facilidad y llora con facilidad. Tengo un fuerte de sentimiento de protección hacia ella porque es vulnerable.

Me habría gustado que Daniela y Grecia estuviesen ahí. Se habrían emocionado también.

—En realidad no estoy segura.

—¿Cómo así? —Mori frunció el ceño.

Nati se secaba las lágrimas con las mangas de la chompa beige que le gustaba usar.

—Es que hablaba tan despacio que me costaba escucharle con claridad, le pedía que me repita lo que decía. Me tenía que repetir como tres veces la misma cosa.

Rieron negando con la cabeza.

—Sí le gustas —aseguró Josephine—, es obvio. Esa vez que les diste tus panes con palta a Gaspar y Víctor, él se quedó mirándote cuando bromeabas con ellos y sonreía. ¿Por qué no escuchaste bien Yaya?

—Sorda de miércoles, habrá dicho princeso —bromeó Nati—. ¿Y qué más te ha dicho?

—Pues que quiere que nos conozcamos. Le conté como es que me fijé en él. Ay, pero no saben lo que me pasó.

Ellas esperaban expectantes.

—Casi me caigo.

—¡¿Qué?! —chillaron al unísono.

—Casi me caigo, él me cogió sino si me hubiese caído.

—Esta miércoles todo le tiene que pasar. —Nati no dejaba de reír al igual que las demás.

—¿No te dije, Brandy? —Mori se cubría la boca mientras reía.

—¿Qué les has dicho? —pregunté.

Celeste no era de reír mucho, pero esa vez escuché su risa contagiosa.

—Dijo que algo tenía que pasarte en tu primera cita con él, sino no eras Jeimy.

Más risas escandalosas.

—Nosotras estábamos bien nerviosas cuando te fuiste con él —continuó Brandy—. Sabíamos que algo te iba a pasar.

—Oe yara lo que me perdí por irme temprano. ¿Por qué no me has contado lo de carta miércoles?

—Te lo iba a contar Nati, pero te fuiste.

—Ahí está princeso —avisó Celeste.

Ni siquiera me tomé el tiempo de comprobarlo, me giré a la velocidad de la luz hacia la pizarra, porque además había llegado el profesor. Mi lado tímido salía a flote con él.

—¿Por qué no le saludas Jey? —preguntó Mori.

—Que me salude él.

—Ay Jey, él es bien tímido.

—Sí, pero yo ya hice suficiente.

Ella negó con la cabeza. Centramos nuestra atención en el profesor de química inorgánica que empezó a bromear conmigo. Me conocía porque una vez a la academia llevé una cajita recolectora de dinero para apoyar a ADRA (Agencia Adventista de desarrollo y recursos asistenciales). Las donaciones son una vez al año, puede ser monetariamente o con víveres, ropa en buen estado y frazadas. Esta asociación acude ante emergencias y desastres, friajes, etc. Y pues el profesor explicó esto a los muchachos, dado que él apoyaba también a la asociación. La cajita se llenó completamente, casi todos colaboraron.

El profesor Pérez me fastidiaba con un muchacho que siempre llevaba un gorro, jamás se lo sacaba. Era mi amigo siempre bromeaba con él, le puse de apodo "Chaca". Se prestaba para la chacota. Estaba sentado detrás de mí y no dejaba de fastidiarme.

—Sigue, sigue nomás —le advertía entre broma y broma.

Pero él dale y dale y no se callaba. Así que me puse de pie, cogí el borrador de Natalia y se lo tiré en la cara.

Todos empezaron a reír, más el profesor. Sin querer me fijé en princeso y también reía a todo pulmón.

—¿Dónde has tirado mi borrador, miércoles? —Natalia entre risas se puso a buscarlo.

Un chico de ojos rasgados al que apodaban "el chino", en medio de risas le alcanzó su borrador.

—No te enojes Jeimy —dijo el chico del gorro—. Me ha dolido.

Solo le sonreí. No me había molestado, solo que era demasiado desesperante.

—Ya muchachos, silencio —solicitó el profe Pérez dejando de reír—. Esta Sheimy, qué agresiva. Él nunca decía bien mi nombre solo para molestarme.

Todos rieron nuevamente.

El profesor tenía parecido al YouTube Germán Garmendia. Siempre se maleteaba con el profesor de biología. El último siempre decía que el profesor Pérez era gay o algo así, pero creo que solo lo fastidiaba, en realidad no estaba segura.

Le había tomado cariño al profesor Pérez. Una vez en hora de recreo hablamos sobre religiones; el me comentó que había sido de mi misma religión. Seguía siendo creyente, pero que había dejado de asistir por el trabajo.

En el recreo me crucé con princeso, nos saludamos con un hola y una sonrisa incómoda. Luego nos sentamos frente al salón. Las chicas nos miraban nada disimuladas.

—Aquí está —dijo sacando la carta de su bolsillo.

No sé por qué, pero el día anterior le pedí que me devolviese la carta que le había hecho. Sí sí estaba medio atolondrada. Échenle la culpa a la adolescencia. La cuestión es que no quería que se quedase con mis escritos. La guardé en mi billetera y de ahí no la saqué. ¿Se molestaría por mi petición? No lo sé. ¿Pensaría que estaba loca? Probablemente. Lo único que sé y que ahora recién me he dado cuenta, es que gracias a eso y a mi mentirilla, él pensaba que yo no la había escrito, que estaba jugando, haciendo alguna apuesta, cumpliendo algún castigo o algo así, porque le preguntó a Mori si yo había hecho la carta o si ellas lo habían hecho.

¿Es que no le bastó con que le haya dicho que me gustaba? ¿No se me notaba en la cara? ¿O fingía muy bien mi indiferencia?

Debo reconocer que cuando se trata del chico que me gusta, intento lo más que puedo hacerle creer todo lo contrario. No sé qué tipo de problema tengo, pero así soy yo. Siendo él una persona insegura quizás creyó que no me interesaba.

El tema es que, por la tarde, Mori pactó mi segunda cita con él en el recreo. Nuestra intermediaria predilecta. Pero no sé qué me pasó, la inseguridad, la timidez, la cobardía me habían poseído y me llevaron a esconderme en el baño de mujeres. Mori andaba hecha una fiera buscándome en toda la academia. Cuando me decidí, subí a la azotea mordiéndome los labios. Pero resulta que ahí estaban Natalia y Mori recostadas sobre el muro. La cara furiosa de Mori me decía todo. Había más chicos, y en un extremo estaba sentado princeso junto a Barry.

—¿Qué pasó? —pregunté suspicaz.

Mori ni me dirigía mirada.

—¿Dónde has estado miércoles? —Natalia me comprendía más. Ella era igual que yo.

—En el baño.

Por fin Morelia se dignó en mirarme.

—Te pasas Jeimy, el chico te ha estado esperando.

Miré en su dirección, pero él parecía estar entretenido en su conversación con Barry.

—Pero es que...

—Me haces hablar con él por las puras. El piensa que no te gusta, que no has hecho la carta. Ahora debe pensar que te estamos obligando a que hables con él.

—Es que... —Puse mi cara de disculpas—. Tengo miedo.

—¿Miedo de qué?

Ni idea.

No le respondí porque él se levantó de donde estaba e iba a pasar por nuestro lado, ya que estábamos cerca de las escaleras. Y así fue, ni bien pasó, a Natalia se le ocurrió la grandísima idea de empujarme contra él. Fui a parar justo a su pecho; mi cara quedó pegada a ese duro y adorable pecho. ¡No, qué roche señores qué roche! El me sostuvo de los brazos, y cuando me incorporé él sonreía con esa sonrisa que me derretía y me congelaba a la vez. ¿Cómo se atrevía a pensar que no me gustaba cuando me disolvía por él?

Prosiguió su camino con esa encantadora sonrisa. Entonces me volví a Natalia.

—Ya fuiste miércoles, qué roche. Te pasas.

Las dos reían a carcajadas. Al menos Mori ya no estaba tan furibunda. No pues y que más, Natalia habría fracasado como mejor amiga si no me empujaba hacia el chico que me gustaba.Caminar junto a él por las calles colmadas de personas fue extraño pero agradable a la vez. Creo que nunca había estado tan nerviosa hasta ese momento.

Hablamos de todo un poco, del pasado del presente y de nuestros sueños del futuro. Me contó de su familia, de su hermana y de sus planes. Debí haber prestado más atención cuando me comentó sobre su plan "B" de si no ingresaba en el examen de septiembre. Claro que en ese momento no lo vi importante. Toda mi atención se centró en el colosal ridículo que había hecho. Es que tenía que pasar, porque de otro modo no sería yo, porque de otro modo no tendría sentido la frase que Mori había inventado para mí: "Lo que nunca te ha pasado en la vida, ten por seguro que con Jeimy te pasará". Y es tan cierto, es que nunca he conocido a alguien que haya pasado tantas cosas como yo.

La cuestión es que en ese momento mágico donde me hallaba conversando con él, mi sandalia de taco decidió hundirse. No sé si tengo problemas al caminar, si tengo problemas en los pies, o si es debido a los zapatos, pero es muy muy raro que no me tropiece o me doble el tobillo mientras emprendo una caminata. ¡¿Pero tenía que pasarme justo en ese momento?!

Estábamos a punto de cruzar la pista cuando me di un tremendo tropezón que me hizo perder el equilibrio y vacilar como gelatina. Me iba a mandar de cara si no es porque él rápidamente me sostuvo de la cintura. Me hubieran visto, me convertí en un tomate mutando a berenjena. ¡Qué vergüenza! Estoy segura que él se quería morir de risa, pero se limitó a sonreír para no avergonzarme más de lo que estaba. Y como buena actriz que me creía, fingí que no había pasado nada y seguí caminando con fingida elegancia. De cualquier modo, se hizo un momento romántico, al menos para mí, porque a él le habrá parecido cómico.

Al día siguiente en cuanto puse un pie en el edificio, las muchachas me asaltaron con preguntas. Ya toda la pandilla estaba enterada del "gran" suceso.

—¿Cómo supieron tan rápido? —increpé mirando a Mori, Celeste y Brandy.

Ellas elevaron los hombros.

—Ayer te vimos —intervino Josephine—. Gaspar, Víctor y yo. Víctor era el chico que le gustaba.

—¿Dónde?

—Al frente de la OR. Nosotros pasábamos en el micro cuando los vimos. ¡No lo podíamos creer! Yaya, hacen una pareja tan linda... El tan alto y tu tan chiquita. —Hizo ojitos tiernos, adorables.

Natalia me miraba con una cara de... ¿Es en serio? No salía de trance, no se lo podía creer.

—Ay, estoy tan emocionada. —Los ojos grandes de Marcia estaban a punto de llorar. Se empezó a echar aire con las manos.

Me sentí conmovida, ellas disfrutaban tan ilusionadas como yo, se sentían tan feliz como yo. Eran mis amigas, personas muy especiales para mí.

—Cuéntanos Jey, ¿qué pasó? —solicitó Mori.

Sonreí como el gato de Alicia en el país de las maravillas.

—Creo que dijo que le gustaba.

—¿En serio? —Los ojos de Natalia estaban emocionados como los de Marcia. Al cabo de un instante comenzó a llorar. Ella es una completa llorona, tierna, se emociona con facilidad y llora con facilidad. Tengo un fuerte de sentimiento de protección hacia ella porque es vulnerable.

Me habría gustado que Daniela y Grecia estuviesen ahí. Se habrían emocionado también.

—En realidad no estoy segura.

—¿Cómo así? —Mori frunció el ceño.

Nati se secaba las lágrimas con las mangas de la chompa beige que le gustaba usar.

—Es que hablaba tan despacio que me costaba escucharle con claridad, le pedía que me repita lo que decía. Me tenía que repetir como tres veces la misma cosa.

Rieron negando con la cabeza.

—Sí le gustas —aseguró Josephine—, es obvio. Esa vez que les diste tus panes con palta a Gaspar y Víctor, él se quedó mirándote cuando bromeabas con ellos y sonreía. ¿Por qué no escuchaste bien Yaya?

—Sorda de miércoles, habrá dicho princeso —bromeó Nati—. ¿Y qué más te ha dicho?

—Pues que quiere que nos conozcamos. Le conté como es que me fijé en él. Ay, pero no saben lo que me pasó.

Ellas esperaban expectantes.

—Casi me caigo.

—¡¿Qué?! —chillaron al unísono.

—Casi me caigo, él me cogió sino si me hubiese caído.

—Esta miércoles todo le tiene que pasar. —Nati no dejaba de reír al igual que las demás.

—¿No te dije, Brandy? —Mori se cubría la boca mientras reía.

—¿Qué les has dicho? —pregunté.

Celeste no era de reír mucho, pero esa vez escuché su risa contagiosa.

—Dijo que algo tenía que pasarte en tu primera cita con él, sino no eras Jeimy.

Más risas escandalosas.

—Nosotras estábamos bien nerviosas cuando te fuiste con él —continuó Brandy—. Sabíamos que algo te iba a pasar.

—Oe yara lo que me perdí por irme temprano. ¿Por qué no me has contado lo de carta miércoles?

—Te lo iba a contar Nati, pero te fuiste.

—Ahí está princeso —avisó Celeste.

Ni siquiera me tomé el tiempo de comprobarlo, me giré a la velocidad de la luz hacia la pizarra, porque además había llegado el profesor. Mi lado tímido salía a flote con él.

—¿Por qué no le saludas Jey? —preguntó Mori.

—Que me salude él.

—Ay Jey, él es bien tímido.

—Sí, pero yo ya hice suficiente.

Ella negó con la cabeza. Centramos nuestra atención en el profesor de química inorgánica que empezó a bromear conmigo. Me conocía porque una vez a la academia llevé una cajita recolectora de dinero para apoyar a ADRA (Agencia Adventista de desarrollo y recursos asistenciales). Las donaciones son una vez al año, puede ser monetariamente o con víveres, ropa en buen estado y frazadas. Esta asociación acude ante emergencias y desastres, friajes, etc. Y pues el profesor explicó esto a los muchachos, dado que él apoyaba también a la asociación. La cajita se llenó completamente, casi todos colaboraron.

El profesor Pérez me fastidiaba con un muchacho que siempre llevaba un gorro, jamás se lo sacaba. Era mi amigo siempre bromeaba con él, le puse de apodo "Chaca". Se prestaba para la chacota. Estaba sentado detrás de mí y no dejaba de fastidiarme.

—Sigue, sigue nomás —le advertía entre broma y broma.

Pero él dale y dale y no se callaba. Así que me puse de pie, cogí el borrador de Natalia y se lo tiré en la cara.

Todos empezaron a reír, más el profesor. Sin querer me fijé en princeso y también reía a todo pulmón.

—¿Dónde has tirado mi borrador, miércoles? —Natalia entre risas se puso a buscarlo.

Un chico de ojos rasgados al que apodaban "el chino", en medio de risas le alcanzó su borrador.

—No te enojes Jeimy —dijo el chico del gorro—. Me ha dolido.

Solo le sonreí. No me había molestado, solo que era demasiado desesperante.

—Ya muchachos, silencio —solicitó el profe Pérez dejando de reír—. Esta Sheimy, qué agresiva. Él nunca decía bien mi nombre solo para molestarme.

Todos rieron nuevamente.

El profesor tenía parecido al YouTube Germán Garmendia. Siempre se maleteaba con el profesor de biología. El último siempre decía que el profesor Pérez era gay o algo así, pero creo que solo lo fastidiaba, en realidad no estaba segura.

Le había tomado cariño al profesor Pérez. Una vez en hora de recreo hablamos sobre religiones; el me comentó que había sido de mi misma religión. Seguía siendo creyente, pero que había dejado de asistir por el trabajo.

En el recreo me crucé con princeso, nos saludamos con un hola y una sonrisa incómoda. Luego nos sentamos frente al salón. Las chicas nos miraban nada disimuladas.

—Aquí está —dijo sacando la carta de su bolsillo.

No sé por qué, pero el día anterior le pedí que me devolviese la carta que le había hecho. Sí sí estaba medio atolondrada. Échenle la culpa a la adolescencia. La cuestión es que no quería que se quedase con mis escritos. La guardé en mi billetera y de ahí no la saqué. ¿Se molestaría por mi petición? No lo sé. ¿Pensaría que estaba loca? Probablemente. Lo único que sé y que ahora recién me he dado cuenta, es que gracias a eso y a mi mentirilla, él pensaba que yo no la había escrito, que estaba jugando, haciendo alguna apuesta, cumpliendo algún castigo o algo así, porque le preguntó a Mori si yo había hecho la carta o si ellas lo habían hecho.

¿Es que no le bastó con que le haya dicho que me gustaba? ¿No se me notaba en la cara? ¿O fingía muy bien mi indiferencia?

Debo reconocer que cuando se trata del chico que me gusta, intento lo más que puedo hacerle creer todo lo contrario. No sé qué tipo de problema tengo, pero así soy yo. Siendo él una persona insegura quizás creyó que no me interesaba.

El tema es que, por la tarde, Mori pactó mi segunda cita con él en el recreo. Nuestra intermediaria predilecta. Pero no sé qué me pasó, la inseguridad, la timidez, la cobardía me habían poseído y me llevaron a esconderme en el baño de mujeres. Mori andaba hecha una fiera buscándome en toda la academia. Cuando me decidí, subí a la azotea mordiéndome los labios. Pero resulta que ahí estaban Natalia y Mori recostadas sobre el muro. La cara furiosa de Mori me decía todo. Había más chicos, y en un extremo estaba sentado princeso junto a Barry.

—¿Qué pasó? —pregunté suspicaz.

Mori ni me dirigía mirada.

—¿Dónde has estado miércoles? —Natalia me comprendía más. Ella era igual que yo.

—En el baño.

Por fin Morelia se dignó en mirarme.

—Te pasas Jeimy, el chico te ha estado esperando.

Miré en su dirección, pero él parecía estar entretenido en su conversación con Barry.

—Pero es que...

—Me haces hablar con él por las puras. El piensa que no te gusta, que no has hecho la carta. Ahora debe pensar que te estamos obligando a que hables con él.

—Es que... —Puse mi cara de disculpas—. Tengo miedo.

—¿Miedo de qué?

Ni idea.

No le respondí porque él se levantó de donde estaba e iba a pasar por nuestro lado, ya que estábamos cerca de las escaleras. Y así fue, ni bien pasó, a Natalia se le ocurrió la grandísima idea de empujarme contra él. Fui a parar justo a su pecho; mi cara quedó pegada a ese duro y adorable pecho. ¡No, qué roche señores qué roche! El me sostuvo de los brazos, y cuando me incorporé él sonreía con esa sonrisa que me derretía y me congelaba a la vez. ¿Cómo se atrevía a pensar que no me gustaba cuando me disolvía por él?

Prosiguió su camino con esa encantadora sonrisa. Entonces me volví a Natalia.

—Ya fuiste miércoles, qué roche. Te pasas.

Las dos reían a carcajadas. Al menos Mori ya no estaba tan furibunda. No pues y que más, Natalia habría fracasado como mejor amiga si no me empujaba hacia el chico que me gustaba. 

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