Capítulo 2. Princeso.
Mientras más pasaban los días, más se fortalecía nuestra amistad. Los días de academia eran divertidos debido a mis entrañables amigos. "La pandilla" se hacía cada vez más grande, las vivencias y recuerdos aumentaban más.
Bastó un par de veces en las que Morelia la chica de cabello corto, se sentara junto a nosotras para volvernos buenas amigas. Ya no me caía mal como al inicio, incluso descubrimos que teníamos muchas cosas en común como la lectura y "La Oreja de Van Gogh".
La verdad es que en los cursos que no nos gustaban, la pasábamos de vagos, haciendo bromas y riendo, menos prestando atención a la clase. Creo que todo el salón me conocía por lo escandalosa que era. Di un cambio descomunal, ya no era estudiosa ni reservada, ahora era amigable y más extrovertida, más yo.
Esa tarde de geometría plana mis amigas más cercanas como Natalia y Morelia se sentaron a un extremo, yo estaba sentada junto a Daniela, una chica que acababa de conocer. Le gustaba ver K-dramas como a mí. Nuestro principal tema de conversación era referido a eso.
Me encontraba tan concentrada en bromear con ella, cuando él pasó... Un chico bastante alto, y espalda muy ancha... Me atrajo al instante, sin ver su cara sentí algo que me enganchó a él, un no sé qué.
—¿Viste a ese chico? —le pregunté a Dani.
Recuerdo incluso el pantalón jean y polo celeste que él usó ese día, cuando lo conocí. Era la primera vez que lo veía, pero era evidente que era mi compañero. ¿Cómo es que nunca reparé en su presencia?
—Solo vimos su espalda... Una muy bonita, por cierto.
—¡Sí! —Alargué la última vocal a tiempo que solté un suspiro. Tal vez me llamó la atención su porte, pero en definitiva ese chico tenía algo interesante.
—Ya lo había visto antes, y me gustó su espalda.
—Te doy la razón.
Lo que restó de clase la pasamos intentando verle el cacharro. Lo que pude notar es que, de su alargado rostro lo que más resaltaba era su nariz.
En cuanto terminó la clase guardamos nuestras cosas, pero no salimos de nuestros asientos hasta que el chico que había llamado mi atención, saliese primero. Entonces logramos verlo... Su pecho también era bastante amplio. Su cabello era ondeado, y daba la sensación de ser suave. Utilizaba lentes; cada vez que sonreía se dibujaban dos hoyuelos en ambas mejillas.
El chico pasó junto a nosotras, ajeno a nuestras indiscretas miradas.
—¿Por qué no salen? —Nos sorprendió Nati. Nunca dejaba de peinarse su extremadamente enorme moño tomate. Parecía un fósforo, ella blanca con su moño gigante azabache.
—Estábamos viendo a ese chico —dije señalándole, pero él ya había salido así que no lo alcanzó a ver.
—Bah, no lo vi —respondió.
—Ya mañana les enseño.
Esa segunda vez que lo vi, estaba sentada junto a Natalia, entonces pude señalarle quién era. Ella parecía observarlo con detenimiento.
—Ese chico se me hace conocido —anunció—. ¡Ya sé quién es!
—¿Quién?
—El hijo de mi profesor de CTA del cole.
—¿Si?
—Sí —aseguró—. Creo que se llama... No recuerdo su nombre, pero su apellido debe ser Salazar.
—Se ve muy lindo —dije cuando me fijé que fue amable con una compañera.
—Sí, creo que sí. A mí también me gusta. Todas mis compañeras querían con él. Su papá hablaba muy bien de él también.
—¿Sabes? —La miré—. Me hace recordar al chico del dorama ese... ¡Goong! Educando a la princesa.
—¿Al protagonista?
—No, al otro príncipe súper lindo. Al que era bien tierno.
—¡Ah! Ya sé quién. —Asintió con la cabeza.
—Le pondré "príncipe" para que no sepa que hablamos de él.
—Muy... —No encontraba palabra—. Principito mejor.
Me reí por su sugerencia. De pronto a mí se me ocurrió algo mejor.
—¡Princeso! —sugerí eufórica.
Ella asintió completamente de acuerdo.
—Princeso, queda.
Les conté a mis amigas de mi nuevo gusto, al parecer a Grecia también le parecía atractivo. Y de pronto todos terminamos llamándolo "princeso" porque no sabíamos su nombre.
Nos dimos cuenta que princeso se hablaba con nuestro amigo Barry. El se había unido a nuestro grupo de amigos en el último mes, así que se me ocurrió una espléndida idea. Claro que antes le pregunté su nombre; Barry me lo dijo, no sin antes preguntarme si princeso me gustaba.
—¡Chicas! —Las reuní en el recreo—. ¿Recuerdan que anoté el cumpleaños de todos? El de Barry se acerca, ¿qué les parece si lo celebramos? Que sea solo un compartir. ¿Han visto que mi princeso se habla con él?
—¿Mi princeso? —Natalia bromeó estar enfadada—. Es mi, princeso.
—No chicas —intervino Grecia haciendo una mueca con su mano—. Es mi princeso. —Se ajustó el brasier por encima de la blusa. No pudimos evitar mirar sus grandes pechos. Ella estaba bien dotada por delante y por detrás.
—Nel, yo lo vi primero —continuó Daniela.
El resto de chicas empezó a reír. Flavio nos miraba divertido. Flavio también se había unido recién, era bastante tímido; se había templado de nuestra amiga Brandy. Cuando se juntaban parecían dos hermanos estudiosos porque ambos usaban lentes y tenían el cabello crespo.
—Yo no sé qué le ven al tal princeso —prosiguió Morelia.
Claro, no le parecía lindo porque estaba templadísima de Gaspar. Yo lo sabía por cómo era con él y porque me lo había contado.
—Me gusta su talla —dijo la dulce Josephine.
—Sólo me gusta su pecho —aclaró Celeste.
—A mi nada —terminó diciendo Brandy—. Aunque sí, lo inteligente que es.
Princeso solía ocupar los primeros puestos en los exámenes semanales. Aunque Barry nos había contado que él ya tenía dieciocho, y que había llevado un año de academia.
—Bueno, bueno —continué—. Lo importante es que haremos un compartir, y le pediremos a princeso que también vaya porque es su amigo.
—¿Crees que vaya, Yaya? —preguntó Grecia.
"Yaya" es como me decían ellos haciendo referencia a mi segundo nombre, aunque empieza también con "J". Pero esa es otra historia.
—Claro. Daremos una colaboración de tres soles, a él le pediremos primero, y si da, es porque si irá, y si no da ya no hacemos nada y le devolvemos.
—¿Y quién le va a pedir, Jeimy? —señaló Nati.
Todas miramos a Grecia. Obviamente ella era la indicada.
—¿Yo? ¡No! —exclamó eufórica—. Yaya, tienes que hacerlo tú.
Y luego todas aclamaron mi nombre. ¡No, qué roche! Es verdad que era muy amigable, pero no con el chico que me gustaba... O sea, podía ser amiga de todos, pero seguía siendo altamente tímida con el chico que me gustaba.
Acepté porque nadie más iba a hacerlo.
—De acuerdo, yo lo haré.
Mientras me acercaba, iba repasando todo mentalmente... Todo lo que habíamos acordado. Cuando estuve a un paso de princesito, me senté en la carpeta frente a él.
—Hola —saludé intentando sonar lo más fresca posible.
El chico levantó su mirada y ¡oh no! ¡Tenía una mirada muy linda! Me derretí como helado en esa madera. Sus pestañas eran largas, mucho más que las mías.
—Hola...
—Eh... Lo que pasa es que... —Rayos estaba muy nerviosa—. Eres el amigo de Barry, ¿no?
—¿Mmm? Bueno lo he conocido hace poco.
—¿Ah sí? Lo que pasa es que... el viernes es su cumpleaños.
—No lo sabía.
—Bueno queremos hacerle un compartir, daremos tres soles para comprar unas cositas. ¿Quieres participar?
El pareció pensarlo unos segundos.
—Claro, pero... ¿Te parece si mañana te doy el dinero?
—¡Sí! —Me emocioné—. No hay problema. ¿Cuál es tu nombre?
—Marco.
Marco... Barry me dijo que se llamaba Gian.
Me despedí de él con una sonrisa y volví junto a las chicas, que me atacaron con preguntas.
—¿Cómo se llama? —preguntó Dani.
—Me digo que se llama Marco.
—Así se llama su papá —aseguró Nati.
—¿Me mintió? Barry dijo que se llamaba Gian.
—O Barry te mintió, Yaya —prosiguió Grecia.
—¿Por qué le mentiría? —cuestionó Josephine.
—No tontitas —intervino Brandy—, se llama Gian Marco.
Todas terminamos por reír. Marcia que acababa de llegar del kiosko se unió a nosotras. Ella era la más pequeña de todas las chicas, yo también era pequeña, pero ella lo era más. Sus ojitos enormes y redondos la hacían ver como una niña.
—No sabes lo que se le ha ocurrido a Jeimy —soltó Celeste—. Y ya le habló a su princeso.
—De verdad? —Al sorprenderse sus grandes ojos se hicieron más enormes.
Le contamos todo para luego contárselo a los chicos; obviamente iban a participar si había comida de por medio. Los dos Victorinos aceptaron. Como eran tocayos y, para no confundirlos, al más alto y gordito lo llamábamos osito Yogui, y al más pequeño y flacucho, osito Teddy.
En cuanto llegó el recreo del día viernes, nos preparamos para alistar la fiestecilla. Preparamos la azotea, los bocaditos y el pastel.
—Mira Yaya —me habló osito Yogui mostrándome su cámara.
—Está perfecta. No te olvides de tomar fotos a princeso.
—Si, sí. —Asintió divertido.
Todos ya habían subido, menos princeso. Las chicas nos preocupamos, aunque la fiesta era para Barry, la razón principal era la asistencia de Gian Marco.
Barry subió y lo felicitamos a medias; él se alegró por la sorpresa, teníamos que sentirnos culpables, pero estábamos más interesadas en la llegada del chico que nos gustaba.
—¿Y princeso? —le preguntamos al unísono.
—¿Él va a venir? —Arrugó las cejas.
Las chicas nos miramos desilusionadas. Se suponía que princeso iba llevar a Barry.
—¿Y cómo subiste a la azotea? —le pregunté.
—Ah, es que él dijo que viniera acá.
Diablos. Es decir, lo mandó, pero él no iba a subir. Todas pusimos caras largas.
Pasó un par de minutos, cuando lo vimos subiendo las escaleras, tan afable como siempre.
Mi sonrisa se extendió de oreja a oreja. Mi corazón se iba a salir del cuerpo si seguía latiendo de esa manera. Princeso si había ido...
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