Capítulo 175
Hace dos años, cuando el ataque de Robotnik y All for One sumió a Japón en el caos, Izuku se encontró en una situación desesperada dentro del domo que se cerró sobre ellos. Con las singularidades bloqueadas y habiendo perdido su brazo en la batalla, Izuku tuvo que adaptarse rápidamente a una nueva realidad.
Desde el momento en que el domo se cerró, el entorno se transformó en una trampa mortal. Los drones de Robotnik patrullaban sin descanso, cazando a cualquier ser vivo que encontraran. Sin poder recurrir a sus habilidades, Izuku estaba en clara desventaja. Su brazo perdido no solo era una herida física, sino un recordatorio constante de lo frágil que era en esa situación. Cada movimiento debía ser calculado; cada decisión, crucial.
Izuku se movía de un lugar a otro, buscando refugio y esquivando a los drones lo mejor que podía. Sin su singularidad y con su armadura deteriorada, cada paso se hacía más pesado. El dolor de la pérdida de su brazo le recordaba que no podía bajar la guardia. No podía permitirse detenerse ni un momento. Sabía que, en cualquier instante, podría ser descubierto y eliminado.
Pero lo que más pesaba sobre Izuku no era el peligro físico, sino la carga emocional. Mientras huía, su mente se llenaba de pensamientos oscuros, de la responsabilidad que sentía por aquellos que estaban atrapados dentro del domo. Había fallado en protegerlos, y ahora se encontraba solo, con el peso de todas esas vidas sobre sus hombros. La impotencia lo corroía, y aunque sabía que debía seguir adelante, cada paso se hacía más difícil.
A pesar de todo, Izuku no podía dejar de pensar en su promesa de ser un héroe. Aunque había perdido tanto, aunque el dolor era insoportable, sabía que no podía rendirse. Tenía que encontrar la manera de sobrevivir, no solo por él, sino por todos aquellos que aún dependían de él. La determinación en su corazón seguía siendo fuerte, y aunque las probabilidades estaban en su contra, Izuku se prometió a sí mismo que seguiría luchando hasta su último aliento.
Mientras Izuku seguía moviéndose a través del domo, evadiendo los drones de Robotnik y buscando un refugio seguro, el dolor de la pérdida de su brazo se hacía cada vez más insoportable. El muñón, apenas cubierto por un vendaje improvisado, latía con una intensidad que lo hacía difícil de ignorar. En cada pausa forzada por el cansancio, trataba de manejar el dolor, usando lo poco que tenía a su disposición para desinfectar y cubrir la herida. Sin embargo, sin el equipo médico adecuado, sus intentos eran apenas suficientes para mantener la infección a raya.
En esos momentos, la imagen de Eri cruzó por su mente. Su singularidad, tan poderosa y tan temida por algunos, habría sido invaluable en esa situación. Con solo un toque, Eri podría haber revertido el daño, restaurando su brazo y aliviando el dolor que lo atormentaba. Pero al mismo tiempo, Izuku sintió un alivio extraño al recordar que su familia no estaba atrapada con él en ese lugar infernal. Si bien la presencia de Eri podría haber hecho la diferencia, la idea de que ella o cualquier otro de sus seres queridos estuvieran ahí, enfrentando ese peligro, era un pensamiento insoportable.
Estaba agradecido de que, al menos, ellos estuvieran a salvo, fuera del domo, lejos de las garras de All for One y Robotnik. Aunque la soledad era su única compañera en ese momento, prefería mil veces cargar con ese peso solo, a saber que su familia estaba en riesgo. Su sacrificio, su sufrimiento, era un precio que estaba dispuesto a pagar si eso significaba proteger a los que amaba.
Izuku apretó los dientes, tratando de ahogar el dolor con su determinación. Cada vez que la desesperación amenazaba con consumirlo, recordaba por qué estaba luchando. No solo por su supervivencia, sino por un futuro donde su familia y todos los demás pudieran vivir en paz, sin el temor de villanos como All for One y Robotnik. La pérdida de su brazo era un recordatorio constante de lo que estaba en juego, pero también era una motivación para seguir adelante, para encontrar una salida, para seguir siendo un héroe, a pesar de las adversidades.
Los primeros meses de Izuku dentro del domo fueron una prueba constante de resistencia física y emocional. Desde el momento en que el escudo se cerró, se encontró en un entorno donde cada día era una lucha por la supervivencia, tanto para él como para los pocos que habían quedado atrapados junto a él.
En los primeros días, Izuku recorrió las calles en busca de sobrevivientes, utilizando su conocimiento y entrenamiento para ayudarlos como pudiera. Los drones de Eggman patrullaban el área sin descanso, atacando sin piedad a cualquiera que encontraran. Izuku, con su experiencia como héroe, se convirtió rápidamente en el faro de esperanza para aquellos que habían logrado escapar de los ataques iniciales. Usando su brazo prostético improvisado y lo que quedaba de su traje destrozado, brindaba primeros auxilios, ayudaba a evacuar a los heridos y los ocultaba en lugares seguros.
A pesar de sus esfuerzos, no siempre podía salvar a todos. Hubo momentos desgarradores en los que se encontró demasiado tarde o simplemente no fue lo suficientemente rápido. La culpa lo consumía, cada vida perdida se sumaba a la carga que ya llevaba sobre sus hombros. En las noches más oscuras, cuando todo estaba en silencio excepto por el zumbido lejano de los drones, se encontraba solo con sus pensamientos. Sentado cerca del borde del domo, donde la estructura curva se encontraba con el suelo, miraba al cielo a través de la barrera invisible que lo separaba del mundo exterior.
Imaginaba estar reunido nuevamente con su familia, reviviendo recuerdos de momentos felices y proyectando futuros que temía nunca llegarían. Veía las caras de sus hijos, su sonrisa, sus risas, y se aferraba a esos pensamientos como un náufrago se aferra a un pedazo de madera en medio del océano. Se imaginaba abrazando a Izumi y Toshi, viéndolos crecer y convertirse en los héroes que estaban destinados a ser. Recordaba el calor de su hogar, las charlas casuales durante la cena, las bromas compartidas, y se sentía destrozado al pensar que esos momentos podrían haberse esfumado para siempre.
Los días eran difíciles, pero las noches lo eran aún más. El domo, con sus frías paredes de metal, no le daba ninguna tregua. Sin embargo, Izuku no podía permitirse el lujo de rendirse. Sabía que, de alguna manera, tenía que salir de allí. No solo por su propia supervivencia, sino por la promesa que había hecho a sí mismo de volver a ver a su familia, de protegerlos y de asegurarse de que este sacrificio no fuera en vano.
A medida que los meses pasaban, esa determinación se transformaba en una fuerza inquebrantable dentro de él. Cada día que sobrevivía, cada persona que lograba salvar, era un paso más hacia la posibilidad de un reencuentro. Aunque el dolor y la culpa nunca desaparecían, Izuku encontraba fuerzas en sus recuerdos y en su amor por su familia. A pesar de estar atrapado en ese infierno, nunca dejó de creer que algún día, de alguna manera, encontraría una salida y regresaría a casa.
En uno de esos días en los que la desesperación y el cansancio amenazaban con abrumarlo, Izuku encontró una oportunidad inesperada. Tras un enfrentamiento con un grupo de drones de Eggman, uno de ellos quedó destrozado, pero no completamente inutilizado. Al acercarse con cautela, notó que el robot tenía un brazo mecánico aún funcional. La idea surgió en su mente, y con la determinación que siempre lo había caracterizado, decidió aprovechar lo que tenía frente a él.
Con paciencia y habilidad, Izuku desmontó el brazo robótico, utilizando herramientas improvisadas que había encontrado durante sus exploraciones. Tardó días en adaptar las piezas para crear una prótesis que pudiera reemplazar su brazo perdido. No era perfecta, pero era lo mejor que podía hacer en esas circunstancias. Una vez terminado, sintió una nueva chispa de esperanza. Con la prótesis robótica acoplada a su cuerpo, volvió a sentir que tenía algo de control en medio de la adversidad.
Los meses siguientes fueron duros, pero ese nuevo brazo le dio un impulso renovado. Izuku sabía que, aunque estuviera atrapado, no estaba completamente derrotado. Con su prótesis robótica, comenzó a recuperar parte de su capacidad de lucha, enfrentándose a los drones con más eficacia y rescatando a más personas. Cada batalla era una victoria pequeña, pero significativa.
Durante ese tiempo, Izuku no solo sobrevivió, sino que también comenzó a construir una resistencia. Los sobrevivientes que había salvado empezaron a reunirse a su alrededor, viéndolo como un líder y símbolo de esperanza en medio del caos. Juntos, comenzaron a recolectar partes de los drones destruidos, aprendiendo a fabricar sus propias armas y herramientas con los restos que encontraban. Izuku, con su mente estratégica y conocimiento técnico, se convirtió en el arquitecto de su pequeña pero creciente rebelión.
La resistencia fue tomando forma, y aunque estaban en desventaja en términos de recursos y tecnología, su determinación era inquebrantable. Izuku entrenaba a los nuevos miembros, enseñándoles a defenderse, a construir y a sobrevivir en ese entorno hostil. Con cada día que pasaba, la resistencia se fortalecía un poco más, y aunque los drones de Eggman seguían siendo una amenaza constante, ahora tenían la capacidad de luchar y protegerse.
Sin embargo, las cosas no se hicieron más fáciles con el tiempo. La guerra de desgaste continuó, y cada batalla dejaba cicatrices, tanto físicas como emocionales. Izuku cargaba con la responsabilidad de mantener la moral alta, de liderar y tomar decisiones difíciles. Pero en su interior, seguía firme en su convicción de que algún día encontrarían una forma de salir de ese infierno. Mientras tanto, seguía adaptando y mejorando su prótesis, perfeccionando sus armas, y liderando a la resistencia con una voluntad de hierro.
El tiempo seguía avanzando, y aunque el camino estaba lleno de obstáculos, Izuku no se permitió caer en la desesperación. Con su brazo robótico como símbolo de su adaptación y resistencia, continuó luchando, manteniendo la esperanza viva no solo en él, sino en todos aquellos que dependían de su liderazgo.
Habían pasado dos años desde que el domo se cerró, atrapando a Izuku y a tantos otros en ese lugar infernal. Dos años de lucha constante, de sobrevivir a los ataques incesantes de los drones de Robotnik, de enfrentar la soledad y la desesperación que amenazaban con consumirlo. Izuku ya no era el mismo hombre que había sido cuando todo comenzó. La chispa de juventud y optimismo que alguna vez había caracterizado su mirada se había apagado, reemplazada por una seriedad y determinación que solo venían con la experiencia amarga.
Cada día que pasaba dentro del domo era un recordatorio de todo lo que había perdido. Su brazo, su libertad, y lo más doloroso de todo, la cercanía de su familia. Aun así, a pesar de todo lo que había cambiado, Izuku nunca perdió la esperanza de reencontrarse con ellos. Esa esperanza era lo único que mantenía su corazón latiendo en medio de la oscuridad. Se aferraba a los recuerdos de su esposa, de sus hijos, de los días en los que aún tenía la oportunidad de abrazarlos. Esos recuerdos eran su ancla en un mundo que parecía haberse vuelto loco.
Pero esa esperanza, aunque persistente, se había ido erosionando con el tiempo. Había noches en las que Izuku se sentaba cerca del borde del domo, mirando hacia el cielo cerrado, preguntándose si alguna vez volvería a ver la luz del día. Las caras de su familia se desvanecían lentamente en su mente, y aunque luchaba por mantenerlas vivas, el paso del tiempo hacía que esa tarea fuera cada vez más difícil.
Entonces, un día, ocurrió lo impensable. El domo, que había sido una prisión impenetrable durante tanto tiempo, comenzó a mostrar signos de debilitamiento. Las grietas se formaron en su superficie, y la luz empezó a filtrarse a través de ellas. Izuku, junto con la resistencia que había formado, se preparó para lo que estaba por venir. Había esperado este momento durante dos años, pero cuando finalmente llegó, lo tomó por sorpresa.
La ruptura del domo fue caótica, y mientras los escombros caían y el aire fresco entraba por primera vez en mucho tiempo, Izuku sintió un torrente de emociones. Era la oportunidad que había estado esperando, pero también el momento que temía.
En medio de la confusión por el ataque de los drones, mientras los miembros de la resistencia luchaban por abrirse camino hacia la libertad, Izuku vio algo que lo hizo detenerse en seco. Algunos de los drones se apartaban de los demás por lo que decidió seguirlos hasta descubrir que lo habían guiado a su casa encontrándose con Izaya.
Cuando finalmente estuvieron cara a cara, Izuku no pudo contener las lágrimas. Su hijo estaba frente a él, vivo y sano, y de alguna manera, después de todo lo que había pasado, aún lo reconocía como su padre. Izaya también lloraba, incapaz de creer que después de tanto tiempo, finalmente estaba de nuevo con su padre.
Izuku quería abrazarlo con todas sus fuerzas, temiendo que todo desaparecería. En ese momento, todo el dolor, la angustia, y la desesperación de los últimos dos años se desvanecieron. No importaba cuánto tiempo había pasado, no importaba lo difícil que había sido, lo que importaba era que estaban juntos de nuevo.
La esperanza que había mantenido viva durante tanto tiempo, finalmente se había cumplido. Y aunque la batalla aún no había terminado, en ese momento, nada más importaba. Tenía la oportunidad de que todos en su familia estuvieran juntos de nuevo, y eso le daba la fuerza para seguir adelante.
La batalla entre All for One e Izuku había alcanzado su clímax, un enfrentamiento que parecía decidido desde el principio, pero que aún contenía giros inesperados. Ambos combatientes, exhaustos y heridos, se lanzaron el uno hacia el otro, dispuestos a dar el golpe final. En un destello de movimiento, Izuku consiguió impactar su puño potenciado por el propulsor directamente en el estómago de All for One, mientras el villano, con su brazo reforzado por múltiples singularidades, asestó un golpe brutal al corazón de Izuku.
El dolor fue inmediato y paralizante para ambos. Izuku sintió como si su corazón hubiera sido atravesado por una lanza incandescente, su visión se nubló y su cuerpo fue lanzado hacia atrás, chocando violentamente contra los escombros que lo rodeaban. A duras penas podía mantenerse consciente, el latido de su corazón disminuyendo con cada segundo que pasaba. Sabía que este podría ser el final, pero aún así, una pequeña sonrisa apareció en su rostro, consciente de que había logrado algo más.
Por otro lado, All for One permaneció de pie, con una sonrisa de satisfacción en su rostro desfigurado. Había sentido el golpe de Izuku, pero estaba seguro de su victoria. Su hijo, aquel que había desafiado su poder durante tanto tiempo, yacía herido de muerte. Estaba listo para pronunciar las palabras de triunfo, cuando algo inesperado sucedió.
Mirando hacia abajo, All for One notó algo extraño en su abdomen. Allí, incrustada profundamente en su carne, estaba la prótesis robótica de Izuku. La sorpresa y la confusión apenas tuvieron tiempo de registrarse en su mente antes de que la prótesis comenzara a emitir un brillo intenso. Un instante después, la prótesis explotó con una fuerza devastadora, enviando una onda de choque que recorrió todo el cuerpo del villano.
El orgullo que All for One había sentido se transformó en un grito de dolor y furia mientras la explosión destrozaba su abdomen, dejando una herida masiva y humeante. La energía de la explosión recorrió su cuerpo, forzando sus capacidades regenerativas al límite. La fuerza del impacto lo hizo tambalearse, y por primera vez en mucho tiempo, el invencible All for One sintió algo que no había experimentado en años: el miedo.
Izuku, tumbado entre los escombros, respiraba con dificultad, cada aliento era un recordatorio del dolor en su pecho. Pero aún así, vio lo que había causado su último ataque. Aunque su visión era borrosa y su cuerpo se debilitaba, la satisfacción de haber asestado ese golpe crucial le dio un último impulso de determinación. Había arriesgado todo en esa maniobra, y ahora, solo podía esperar que fuera suficiente para cambiar el rumbo de esta batalla desesperada.
All for One, tambaleándose, trató de recomponerse, pero la gravedad de la explosión y la persistente herida en su estómago estaban más allá de su capacidad inmediata para regenerarse. Su cuerpo, una vez una muestra de poder y dominación, ahora estaba gravemente dañado, su energía menguante y su espíritu tambaleante. La balanza de la batalla, que hasta ese momento había parecido inclinarse a su favor, comenzó a vacilar peligrosamente.
Izuku, respirando con dificultad, sintió que el mundo a su alrededor comenzaba a desvanecerse. Cada aliento era un recordatorio punzante del dolor en su pecho, y la energía que le quedaba se estaba agotando rápidamente. A pesar de esto, una parte de él se aferraba desesperadamente a la idea de no rendirse. No podía permitirse caer ahora, no después de haber llegado tan lejos, no con tanto en juego. Sus pensamientos giraban en un torbellino de determinación y desesperación, luchando por mantenerse enfocado en la batalla que aún no había terminado.
De repente, en medio de su angustia, una voz suave y familiar comenzó a resonar en su mente. Una voz que no había escuchado en años, pero que siempre había estado presente en lo más profundo de su corazón. La voz de su madre, Inko.
Inko: Todo estará bien, Izuku.
Al levantar la vista, Izuku la vio, o al menos, una imagen de ella. Inko estaba de pie frente a él, con una sonrisa suave y amorosa en su rostro. Sabía que no podía ser real, que era solo una ilusión producto de su mente agotada, pero aun así, la visión de su madre le trajo una oleada de emociones que lo abrumaron.
Izuku: Madre...
Aun sabiendo que no era real, no podía evitar sentir una profunda conexión con esa figura que tenía enfrente.
Inko: Está bien, Izuku, está bien si ya no puedes seguir peleando. Has hecho tanto... más de lo que cualquiera podría haber esperado. Está bien descansar ahora.
Las palabras de Inko golpearon a Izuku con una mezcla de alivio y tristeza. Parte de él quería rendirse, dejar de luchar y permitir que el dolor se desvaneciera. La imagen de su madre, que siempre había sido su refugio, le ofrecía una salida, una manera de soltar todo el peso que había estado cargando durante tanto tiempo.
Pero otra parte de él, la que había heredado la inquebrantable voluntad de su madre y el legado de aquellos que habían luchado antes que él, se resistía a aceptar esas palabras. Aunque estaba al borde de sus límites, algo en su interior se negaba a rendirse.
Izuku: Madre... yo...
La imagen de Inko se acercó más, acariciando suavemente su rostro con una mano.
Inko: No tienes que hacer más, Izuku, ya has hecho suficiente. Siempre estaré orgullosa de ti, sin importar lo que pase.
Antes de que pudiera decir algo más, otra voz se unió a la de su madre, una voz profunda y poderosa que había guiado su camino durante tanto tiempo.
- Tu madre tiene razón, joven Midoriya. Ya has hecho suficiente.
Al girar su mirada, pudo ver a All Might, su mentor, y detrás de él, los demás portadores de One for All, todos con expresiones serenas, mirándolo con orgullo. Izuku sintió que su corazón se encogía mientras escuchaba las palabras de aquellos que lo habían precedido.
All Might: Esa batalla ya ha terminado para ti, hijo.
Izuku: ¿Fui un buen hijo?
Su mirada se dirigió nuevamente hacia su madre, buscando desesperadamente su aprobación. Inko, con los ojos llenos de amor, respondió sin dudarlo.
Inko: No podría estar más orgullosa de ti, Izuku. Has sido el mejor hijo que cualquier madre podría desear.
Izuku cerró los ojos, dejando que esas palabras lo reconfortaran por un instante antes de abrirlos de nuevo y dirigir su pregunta hacia All Might.
Izuku: ¿Fui un gran héroe?"
All Might: Fuiste el mejor de todos, jóven Midoriya. Superaste todas las expectativas y demostraste lo que significa ser un verdadero héroe.
Finalmente, con la voz quebrada, Izuku hizo su última pregunta, la más dolorosa de todas.
Izuku: ¿Fui un buen padre?
Inko: Eso tendrá que verse, Izuku, pero sé que siempre lo diste todo por aquellos que amabas.
Izuku sintió una paz indescriptible al escuchar esas palabras. Inko le extendió su mano, su expresión llena de ternura y aceptación. Con un último suspiro, Izuku tomó la mano de su madre, sintiendo el calor de su toque mientras el mundo a su alrededor comenzaba a desvanecerse por completo.
Mientras caminaba con ella, sintiendo cómo el dolor y el cansancio desaparecían, su cuerpo en la realidad comenzó a dejar de respirar. La batalla había terminado, y finalmente, Izuku Midoriya había dejado este mundo.
Fin del Capítulo 175.
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