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Capítulo 161

Desde la tragedia en Kamino, el mundo ha cambiado irrevocablemente. Han pasado dos años desde aquel fatídico día en que el escudo de energía de Robotnik se cerró, sellando el destino de innumerables vidas y dejando una marca imborrable en la sociedad. Japón, una vez un bastión de esperanza y valentía, ahora se encuentra en ruinas, sumida en el caos y la desesperanza.

Las noticias de la caída de Kamino se extendieron rápidamente por todo el mundo, pero el impacto de la tragedia fue aún más devastador por la falta de apoyo internacional. Los héroes de todo el mundo, sorprendidos y temerosos de enfrentar la amenaza que había destruido una de las principales naciones heroicas, se mantuvieron al margen. Japón quedó aislado, enfrentando sus problemas sin la ayuda de sus aliados tradicionales.

El vacío dejado por la caída de Kamino y la desaparición de su mayor defensor, Izuku Midoriya, ha dejado a los ciudadanos de Japón en un estado de desesperanza. La sociedad de héroes, que antes era un faro de justicia y esperanza, ha caído en la desorganización. La falta de liderazgo y el creciente número de villanos han llevado a un aumento alarmante de crímenes y desorden. Los héroes que aún permanecen están desbordados, luchando para mantener el orden en un país que parece haberse desmoronado.

Las ciudades, una vez vibrantes y llenas de vida, ahora son sombras de lo que solían ser. Las calles están desiertas, los edificios están en ruinas y la desconfianza se ha apoderado de la población. La presencia de villanos y grupos extremistas ha aumentado, aprovechando la debilidad del gobierno y el descontento generalizado. La esperanza parece haber desaparecido, reemplazada por el miedo y la incertidumbre.

En medio de este desolado paisaje, la familia Midoriya se encuentra en una situación igualmente difícil. Izumi, con el peso de la pérdida de su padre y las cicatrices físicas y emocionales que ha soportado, lucha por encontrar un propósito en un mundo que parece haber perdido toda dirección. Su dolor por la pérdida de Izuku y la culpa que siente por no haber podido salvarlo son sus compañeros constantes. La heroína lucha por reconciliarse con el hecho de que el sacrificio de su padre no fue en vano, pero la realidad de la situación actual desafía constantemente esa creencia.

En el corazón de esta crisis, el gobierno japonés ha intentado reponerse. Han establecido zonas de seguridad y han intentado revitalizar las instituciones heroicas, pero la falta de recursos y la creciente amenaza de los villanos han hecho que estos esfuerzos sean en gran medida infructuosos. La reconstrucción es lenta y difícil, y las promesas de ayuda internacional se han evaporado en el aire.

El futuro de Japón es incierto. La esperanza de un renacer, de una reconstrucción sólida y de una nueva era de héroes, parece un sueño lejano. Sin embargo, en medio de esta oscuridad, hay quienes aún creen en el poder de la justicia y la determinación. Aquellos que luchan por mantener viva la llama de la esperanza, buscando un camino hacia adelante en un mundo que se ha sumido en la desesperanza.

Entre los héroes, la familia Midoriya era un pilar fundamental en la lucha por la recuperación.

Eri Midoriya, aunque no compartía la misma sangre con Izuku, siempre lo había considerado su verdadero padre. Desde que él la rescató hace años, Eri encontró en Izuku un guía y protector. Sin embargo, desde la batalla en Kamino, la ausencia de Izuku dejó un vacío inmenso en su corazón.

Desde aquel fatídico día, Eri se dedicó a usar su poder para ayudar a los afectados por el ataque. La joven pasó incontables horas en hospitales y refugios, rebobinando el tiempo en los cuerpos de aquellos que habían sido heridos, sanando sus heridas y devolviéndoles la esperanza. Sin embargo, cada vez que utilizaba su poder, una parte de ella deseaba poder rebobinar el tiempo hasta el momento en que Izuku fue atrapado, para salvarlo y evitar la tragedia.

Las noches eran las más difíciles para Eri. Soñaba con la imagen de su padre, luchando y sacrificándose por los demás. La culpa y el dolor se apoderaban de ella, preguntándose si habría podido hacer algo más. Intentó encontrar confort en su esposo y su hija, quienes la apoyaban y le ofrecían consuelo. Aunque sus abrazos y palabras de aliento le brindaban cierta paz, el vacío en su corazón seguía presente. Sin embargo, en su corazón, sabía que Izuku siempre había creído en ella, y eso le daba fuerzas para seguir adelante.

Toshinori Midoriya, el hijo mayor de Izuku y Nejire, llevaba el peso del legado de su padre sobre sus hombros. Siempre había admirado a su padre y quería ser como él. Sin embargo, la ausencia de Izuku dejó una marca profunda en su corazón. Aunque intentaba mostrar una actitud fuerte y serena, el dolor y la rabia lo consumían por dentro.

Con su padre ahora ausente, Toshi sabía que debía tomar su manto como el héroe número uno, tal como su padre hubiera querido. Esta responsabilidad no solo era una carga, sino también una forma de honrar la memoria de Izuku. Toshi se convirtió en un protector silencioso, cuidando de su familia y de los jóvenes héroes que lo veían como un modelo a seguir. En cada misión, buscaba la manera de honrar la memoria de su padre, luchando con valentía y determinación.

Pero, en sus momentos de soledad, el joven héroe derramaba lágrimas de tristeza, anhelando una vez más sentir el abrazo y escuchar las palabras de sabiduría de su padre. La presión de ser el número uno y el dolor de la pérdida se entrelazaban, pero la determinación de seguir el camino de su padre le daba la fuerza necesaria para seguir adelante.

Nana Midoriya, la hermana gemela de Toshi, enfrentaba el duelo de manera diferente. Mientras Toshi asumía la responsabilidad de seguir el legado de su padre, Nana luchaba con un torbellino de emociones internas. La muerte de Izuku había dejado un vacío profundo en su vida, uno que no sabía cómo llenar.

Desde lo sucedido, Nana se sentía perdida. Siempre había sentido una conexión especial con su padre, una comprensión mutua que trascendía las palabras. La ausencia de esa presencia paternal la sumergió en una tristeza que parecía no tener fin. Se esforzaba por mantenerse fuerte por el bien de su familia, pero por dentro, la angustia y la confusión la abrumaban.

Nana buscaba refugio en sus recuerdos, recordando los momentos de entrenamiento y las lecciones de vida que Izuku le había impartido. Sin embargo, estos recuerdos también traían consigo una ola de dolor. A pesar de esto, decidió continuar con sus estudios y entrenamiento como heroína, sabiendo que su padre habría querido que ella siguiera persiguiendo sus sueños.

En medio de la tormenta emocional, Nana encontraba consuelo en su hermano Toshi. Juntos, compartían su dolor y sus esperanzas, apoyándose mutuamente en la difícil tarea de seguir adelante. Aunque la carga era pesada, Nana estaba determinada a honrar el legado de su padre, no solo como heroína, sino también como la persona compasiva y valiente que él siempre había visto en ella.

Sonic, el segundo hijo adoptivo de Izuku y Nejire, enfrentaba el dolor de la pérdida de una manera única. A pesar de ser de una especie diferente y haber tenido un trasfondo distinto, Izuku siempre lo había tratado como a uno de los suyos. La partida de su padre dejó una herida profunda en su corazón, una que ni su velocidad ni su agilidad podían sanar.

Desde lo sucedido, Sonic se sentía desorientado. Había compartido con Izuku momentos que pocos podían comprender, aprendiendo lecciones de vida que iban más allá de las diferencias físicas y culturales. Izuku le había enseñado el valor de la aceptación y la importancia de luchar por lo que es correcto, independientemente de las circunstancias.

Aunque Sonic era conocido por su energía inagotable y su espíritu indomable, el dolor de la pérdida lo hizo más introspectivo. Pasaba largas horas corriendo, no solo para entrenar, sino también para encontrar un escape temporal del vacío que sentía. En esos momentos de soledad, recordaba las palabras de su padre y trataba de encontrar consuelo en ellas.

A pesar de las diferencias que alguna vez pudo haber sentido, Sonic sabía que Izuku lo había amado y aceptado incondicionalmente. Ese amor y aceptación eran ahora su ancla en tiempos de tormenta. Decidió honrar la memoria de su padre adoptivo siendo un héroe a su manera, ayudando a aquellos que más lo necesitaban y defendiendo los ideales que Izuku había inculcado en él.

Izumi Midoriya, por su parte, se sentía atrapada en un torbellino de emociones. La culpa por la desaparición de su padre la consumía. Había sido testigo del sacrificio de Izuku, y esa imagen la perseguía día y noche. Como la sucesora de su padre, la décima portadora de One for All, Izumi sentía un peso aún mayor sobre sus hombros. Determinada a honrar su legado, entrenaba incansablemente, buscando la manera de volverse más fuerte y proteger a los que amaba.

En las misiones, Izumi era implacable. Su poder había crecido, y su determinación la hacía destacarse entre los héroes. Pero detrás de esa fachada de fuerza, se encontraba una joven que anhelaba la guía y el amor de su padre. Se prometió a sí misma que haría todo lo posible por encontrarlo y traerlo de vuelta, sin importar el costo.

Izumi sabía que su responsabilidad iba más allá de ser una heroína; debía ser un faro de esperanza para los demás, tal como su padre lo había sido. Con cada batalla, se esforzaba por demostrar que era digna de One for All y del sacrificio que Izuku había hecho por ella y por todos los demás.

Izaya Midoriya, el más joven de la familia, solo tenía cinco años cuando su padre desapareció. A su corta edad, no entendía completamente lo que había sucedido, pero sentía la ausencia de su padre de una manera profunda y dolorosa. La casa que una vez estuvo llena de risas y juegos con su padre ahora se sentía vacía y silenciosa.

Izaya solía correr hacia la puerta cada vez que escuchaba un ruido, con la esperanza de que su padre regresara. Preguntaba constantemente a su madre y a sus hermanos cuándo volvería, y aunque intentaban consolarlo, las respuestas nunca lograban llenar el vacío en su pequeño corazón.

A pesar de su corta edad, Izaya mostraba una valentía impresionante. Trataba de imitar a sus hermanos mayores, especialmente a Izumi, y jugaba a ser un héroe como su padre. Pero en sus momentos de soledad, abrazaba el peluche favorito que su padre le había regalado, susurrándole promesas de ser fuerte y valiente hasta que pudiera verlo de nuevo.

El joven héroe en ciernes soñaba con el día en que pudiera entender mejor el sacrificio de su padre y, al igual que sus hermanos, juró en su pequeño corazón que honraría su legado, manteniendo viva la esperanza y la valentía que Izuku le había inculcado, incluso en tan pocos años.

Nejire Hado Midoriya, la esposa de Izuku, estaba profundamente devastada. Había conocido a Izuku desde sus días en la preparatoria U.A., y su amor había florecido y crecido con los años, hasta convertirse en una unión inquebrantable. Jamás imaginó que después de tantos años de relación y de compartir sus vidas, lo perdería de una manera tan trágica.

La pérdida de su alma gemela cambió a Nejire de una forma que nadie podría haber anticipado. Su actitud animada y optimista, que siempre había sido un faro de luz para todos a su alrededor, se había desvanecido. En su lugar, una sombra de dolor y tristeza la envolvía. La chispa en sus ojos se apagó, y su sonrisa contagiosa se convirtió en un recuerdo lejano.

Nejire encontraba consuelo en los recuerdos de Izuku, pero también en esos recuerdos se escondía un dolor profundo. Pasaba noches en vela, revisando fotos y cartas, tratando de aferrarse a los momentos felices que compartieron. La culpa y el vacío la consumían, y se preguntaba constantemente si podría haber hecho algo para cambiar el destino.

Sus hijos la preocupaban, y aunque trataba de ser fuerte para ellos, la pena era un peso que a menudo la dejaba sin fuerzas. Su mundo se había oscurecido, y aunque intentaba mantener su rol como madre y heroína, la ausencia de Izuku la dejaba desorientada y rota.

Nejire también se había vuelto más reservada, alejándose de amigos y colegas que alguna vez fueron su apoyo. El dolor de hablar sobre Izuku era demasiado, y se encerraba en sí misma, luchando con la pérdida de su otra mitad. En su corazón, sin embargo, guardaba una pequeña esperanza, la esperanza de que algún día, de alguna manera, volvería a sentir el abrazo cálido de su amado Izuku y encontraría la manera de sanar su herido espíritu.

El domo de Robotnik se había transformado en una zona de caos absoluto. Antaño una fortaleza de imponente tecnología y seguridad, ahora se erguía como un símbolo de destrucción y desesperanza. Las paredes de acero, una vez pulidas y brillantes, estaban cubiertas de grietas y escombros. Las luces parpadeaban intermitentemente, proyectando sombras que daban al lugar un aire aún más siniestro.

Un grupo de supervivientes se movía sigilosamente por los rincones oscuros del domo, evitando a los drones de vigilancia y las trampas que aún estaban activas. Cada paso era cauteloso, cada susurro medido, mientras avanzaban con la esperanza de encontrar una salida o algún recurso útil para su lucha continua.

Entre ellos, destacaba una figura en particular. Un hombre con una armadura robusta y desgastada, cuyas placas reflejaban los vestigios de numerosas batallas. Sus movimientos eran decididos, pero su mirada revelaba una mezcla de nostalgia y tristeza. Desde una posición elevada, observaba el domo, recordando tiempos mejores.

La armadura que llevaba no solo era una protección física, sino también un recuerdo de su pasado. Había sido un héroe, alguien que había luchado valientemente contra las fuerzas de Robotnik. Pero ahora, el domo, que una vez había sido un campo de batalla glorioso, se había convertido en un cementerio de sueños rotos y esperanzas perdidas.

Mientras contemplaba el paisaje devastado, los recuerdos de las batallas pasadas y los amigos caídos inundaban su mente. La nostalgia lo envolvía, recordándole por qué seguía luchando. Aunque la situación parecía desesperada, no podía permitirse rendirse. Cada superviviente que veía, cada paso que daba en este domo infernal, era una razón más para seguir adelante.

El hombre en la armadura apretó los puños, sintiendo el frío metal contra su piel. Con una última mirada al domo, se giró hacia sus compañeros, decidido a liderarlos hacia un nuevo amanecer, donde la sombra de Robotnik no podría alcanzarlos. En su corazón, sabía que la lucha por la libertad aún no había terminado, y que su papel en esta guerra era más crucial que nunca.

Fin del Capítulo 161.
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¡He vuelto! Después de mucho tiempo de haber dejado esta historia en pausa por fin ha vuelto para que así pueda tener el final que se merece, ya que dejé la historia en un momento de suspenso que de seguro algunos se estuvieron preguntando lo que pasaría después.

Y si que tardé en volver a escribirla, pero las tareas de la universidad en serio me tuvieron muy ocupado, además de que he tenido que hacer otra que tal vez no les importe pero...¡me comprometí! Así es, digamos que soy Izuku y me uniré en matrimonio con mi Nejire.

Espero que algunos de mis más antiguos lectores sigan disfrutando de mis historias, tal vez otros se debieron de haber ido, y muchas cosas han cambiado como las reglas de Wattpad, los mensajes eliminados, etc., hay más por decir pero eso está en el siguiente capítulo.

Nos vemos después.

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