C A P I T U L O 8
EDITADO
CAPITULO 8:
Terminé de recoger la cocina, estaba ansiosa esperando la respuesta de mi madre, desde que la mencioné lo del vestido de la graduación no ha articulado ni una sola palabra. Fui al salón para encontrarme con mi madre y me la encontré llorando a moco tendido.
-Mamá, ¿Qué te pasa?
-Nada hija.
-No enserio mamá, dime lo que pasa, ¿es por el vestido?, si es por eso no me lo compraré pero por favor deja de llorar.
-No Alexandra, no es solo el vestido, mi hija que hace nada había nacido se hace mayor, me quedan pocos momentos que disfrutar contigo y eso me hace ver todo el tiempo que he perdido.- Dijo entre sollozos y lágrimas.
-Mamá, no te preocupes, eres y serás la mejor madre del mundo, has hecho todo lo que has podido por mi hermano y por mí, todo con tal que fuéramos felices. Ojalá en el futuro pueda igualarte como madre.
Mientras que soltaba mi discurso algunas lágrimas se dispararon cuando recuerdos fugaces de mi infancia se pasaban por mi cabeza.
Mi madre y yo nos abrazamos, no era un abrazo suave y con delicadeza, era uno necesitado. Ambas necesitábamos un abrazo como ese, uno que nos permitiera saber que todo andaba bien entre nosotras.
Mi madre me soltó para erguirse y decir unas palabras.
-Por cierto, si te doy permiso para ir con tu nueva amiga a comprar tu vestido de graduación.
-Muchas gracias mamá, iré a prepararme.
Abrí la puerta de mi armario con más euforia que de costumbre. Cogí unos vaqueros ajustados que me regalo mi madre para navidad, y la blusa que más le gusta a mi hermano, mi hermanastro no, si no mi hermano de sangre. Adoro a mi hermano, aunque a veces es un tanto pesado, pero yo a su edad era igual o peor. Por último cogí mi hucha con forma de cerdito y tomé todo lo que había ahorrado hasta el momento, no había mucho mi madre tiene razón cuando dice que soy una
Manos rotas. Cuando iba a salir por la puerta de casa, mi madre me dio un beso en la mejilla y me advirtió de que tuviera cuidado.
Fui a la parada del autobús y se encontraba mi autobusera favorita, siempre coincidía con ella y nos poníamos a hablar durante el trayecto. Tenía que tomar demasiados autobuses debido a que yo vivo a las afueras, y el hospital, instituto y comercios se encuentran en el centro de la pequeña ciudad de Fairhope que se encuentra en Alabama . Pasé delante de la casa de Dani, y no pude evitar echar un vistazo al jardín exterior aun lleno de vasos y latas de cerveza tirados alrededor.
Mierda, no pude evitar recordar el beso, ese beso que deseaba pero que a la vez nunca podría haber sido posible. Es hora de poner en regla todos mis sentimientos y saber que es Dani para mí. Tengo miedo a perderle, he perdido muchas cosas en mi corta vida, y no quiero perderle a él. También recordé la traición por parte de mi queridísimo hermanastro.
No sé porque le doy tantas vueltas si nada de esto me importa. Aunque en el fondo sé que me miento a mí misma.
No quiero volver a consumirme como una vela, lenta y dolorosamente. Para mí a veces es casi imposible cumplir la promesa que hice a mi abuela en sus últimos momentos de vida. Le prometí que sería fuerte. Se lo prometí. No rompería mi promesa, aunque me costaba mucho mantenerla.
Eran las seis cuando bajaba del autobús, y no veía a Lucía por ningún lado. Fue entonces cuando decidí llamarla.
Un tono...
Dos tonos...
Tres tonos...
La persona a la que llama no se encuentra disponible en este momento...- Me saltó el buzón de voz, por desgracia ya estaba harta de escucharlo.
La esperé un rato más
Esperé y esperé pero ni rastro de Lucía. Me di por vencida, se estaba haciendo tarde y aún tenía que mirar vestidos para la graduación.
Me adentré en el enorme centro comercial. No cabe ni una mísera aguja. Pasé por una de mis tiendas preferidas, pero no tenía tiempo de echar un vistazo. Estaba andando a todas direcciones desesperada por encontrar una tienda de vestidos que se ajustara a mi gusto y presupuesto. Al fin vi una pequeña tienda con vestidos de eventos, nada más entrar una mujer de edad media me saludó con una esplendida sonrisa. Ella me ayudó con el vestido diciéndome que para mi forma de cuerpo me vendrían bien algunos modelos que trajeron hace poco a la tienda. Estaba en el probador con una docena de vestidos que probarme. Me puse todos y cada uno de ellos, pero no terminaban de convencerme. Después de estar buscando vi un vestido que para mí es perfecto. La parte superior estaba repleta de piedrecitas brillantes y el resto del vestido es una falda lisa de color azul marino. Por último pero no menos importante es que entra en mi presupuesto. Me lo probé con la esperanza de que me quedara aceptable, y afortunadamente me queda como un guante.
-Ese vestido lo han hecho para ti.- Dijo la amable dependienta, parecía más entusiasmada que yo.
-Sí, creo que he encontrado mi vestido de graduación.
Después de todo lo sucedido en estos días por fin ocurría algo bueno, ya tengo el vestido de la graduación.
Salí de la tienda con el vestido entre mis brazos, no se lo enseñaría a nadie hasta el día de la graduación, quiero que sea una sorpresa.
Pasé por el enorme pasillo para dirigirme a la salida del enorme centro comercial, una avalancha de gente salía y entraba al mismo compás que yo, me pareció ver una cara conocida. Me encontré con la última persona a la que quería ver: Dajan.
Estaba mirando su móvil, seguro que estaba esperando a alguien, no pareció darse cuenta de mi presencia.
Pasé delante de sus narices y el esta vez estaba mirando a su alrededor.
Anduve hacia la salida, pero algo se cruzó en mi camino, mejor dicho alguien. Tenía a Dajan enfrente de mis narices mientras él me sujetaba por los hombros para que no pudiera dar ningún paso más.
-Ale, lo siento, de veras que lo siento, soy un idiota.
-No, basta con tus tonterías. En lo que eres idiota no te falta razón.
-Ale, por favor, déjame explicarte.- Me medio suplicó. Parecía que lo sentía de verdad. En ese preciso momento, las palabras no salían de mi boca, no sabía que decir.
En el fondo se que no lo hacía aposta. Espera, ¿Cómo fiarme?
No sé qué sentimiento se está apoderando de mí, me incentiva a darle una oportunidad.
El continuaba mirándome a los ojos, parecía estar intentando leerme la mente. A la vez su mirada seguía llena de culpabilidad, de desesperación. Seré muchas cosas.
Pero no voy a ser la persona que hace sufrir a los demás hasta ese punto. Y eso no te hace tener menos orgullo, sino tener más empatía.
-Quita esa cara de póker.
Alzó la vista, que varios segundos antes había apartado para observar cada mínimo detalle de sus zapatillas.
-No hay nada que perdonar.
-¿Enserio?
Enseguida se le cambió la cara y puso la sonrisa más bonita que he visto en mi vida. Solo de pensar que eso lo han provocado mis palabras me dan ganas de abrazarle. Pero antes de que yo pudiera él se lanzó a mis brazos, haciendo que la bolsa con mí vestido callera el suelo.
-Muchas Gracias- murmuró a mi oído, haciendo que todos y cada uno de los vellos de mi cuerpo se erizase.
-Venga, te invito a un helado
Para el también es difícil asimilar todo lo que está pasando. Lo noto en el, algo le preocupa. Tiene muchos fantasmas merodeándole, al igual que a Dani y a mí.
Todavía no le he contado a Dani que Dajan es mi hermanastro, no sé cómo se lo tomará, intentaré decírselo en el momento idóneo.
Dani a pesar de su comportamiento y es un chico muy complicado. Ha sufrido mucho también. Hay pocas personas de su alrededor que le comprendan. Y me alegro de ser una de ellas.
Dajan finalizó el abrazo agarrándome de la mano y arrastrándome a la tienda de helados. Pasamos por el centro comercial corriendo agarrados de la mano.
Me asombró que aún nuestras manos siguieran entrelazadas. Él se dio cuenta y soltó su mano lentamente.
Entramos a la tienda, no hay mucha gente, tomé asiento al lado de la ventana, y el enfrente de mí. Miramos la carta un instante, hay tantas cosas que no se que pedirme.
-¿De qué quieres el helado?
-De chocolate con galletas. Definitivamente es el mejor sabor en el mundo.
-El mejor es el de vainilla y no se discute más- Dijo el contraatacando a mi respuesta
Empezábamos a llevarnos otra vez mejor, y algo en mi interior hace que esté feliz.
Me gusta hacer amigos y conocer a gente nueva, aunque dado a mi carácter a veces me cueste.
Pero el es la excepción, no es mi amigo, es mi hermanastro, aunque acabo de conocerlo mi padre y su madre están casados. Y eso de una forma u otra hace que tengamos un vinculo familiar de por medio. A veces Amistad-Familia no se llevan muy bien, nos va a costar llegar a "Algo solido" si así puede llamarse.
Dajan se puso en la caja, no tuvo que esperar ya que no había nadie en la tienda. Apareció con dos enormes copas de helado entre sus manos.
-Aquí estoy- Dijo mientras me daba mi delicioso helado de chocolate con galletas.
-Gracias, oooh que hermosura ¿Ves como es mejor el mío?
-Eso habrá que verlo- Cogió la cuchara sumergida en mi helado y la retiró suavemente. Acto seguido se la metió en la boca. Todo esto con un toque sensual habiendo miradas insinuantes. Eso provocó que me riera como si de una foca se tratara.
Tomé la cuchara de su helado y repetí sus pasos. La verdad es que está bastante bueno, pero jamás lo admitiré.
El mientras soltaba la cuchara en mi helado, pero antes paró para hacer una cosa.
Efectivamente. El maldito roba helados me mancho la nariz.
-Nooo, que haces, me has manchado.
Tenía que tomar venganza, y no tardé en coger la cuchara y manchándole yo esta vez la nariz.
Comenzamos a reírnos y el cogió una servilleta, sutilmente la pasó por mi nariz, retirándome los restos de helado que quedaba en ella.
-Tienes razón, está más bueno tu helado.
-Te lo dije.
Pasamos un rato hablando, lo pasamos muy bien. Miré el reloj y se me hacia tarde, el último autobús saldría en poco menos de media hora.
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