Capítulo 4
Ya no quedaba a la vista ningún sendero de tierra, y el arroyo del que se servía para beber y refrescarse hacía quilómetros que quedó atrás. Lo único que rodeaba a Mica eran las malas hierbas, y alguna flor valiente que se atrevía a crecer en este páramo perdido de la mano de dios. En algún punto debió de tomar un mal giro, porque iba en sentido ascendente, entre pistas plagadas de baches y de gravilla que se le colaba constantemente dentro de los zapatos.
Decidió sentarse un par de minutos y hacer recuento de víveres.
Casi no le quedaba agua...ni moras....
Miró al horizonte y pensó en el tipo de animales que podrían pastar allí. Lo único que le vino a la mente fueron las cabras, pero si hubiese algún poblado cercano ya lo habría visto, ¿no? Y además,no podía ser tan fácil. Su segunda alternativa, mucho más factible, eran los reptiles, pero cómo demonios se caza a una serpiente. ¿Y a una lagartija? Por lo que sabía, hasta podía ser ella la cazada.
Recogió yesca seca y decidió hacer una pequeña hoguera, estaba oscureciendo y no quería desnucarse a media noche por tropezar con un hoyo. Con suerte, igual se le acercaba alguna polilla que podía churruscar al fuego. Nunca las había probado pero igual sabían a pollo. Y cuando el hambre llama....
Extendió su paraguas plegable y enterró el mango, que junto a unos tojos, la protegerían del viento y de quedar expuesta a la intemperie. Una cueva improvisada.
Se desperezó y sacudió el polvo del cuerpo, todavía no era tan tarde y la luz de la hoguera la guiaría de vuelta. Como venía siendo habitual en ella, no pudo resistir la tentación, esa picazón de curiosidad que la instaba a explorar. A pesar de lo cansada que estaba, siguió caminando, y cuando por fin consiguió llegar a la cima de la cuesta y miró al abismo, lo que vio la dejó anonadada.
La huella del cráter de un volcán inactivo bordeaba todo un golfo, entre alguna de sus grietas se colaba agua de mar, y el olor de las algas al sol, y de las charcas estancadas putrificaba el aire. Mas allá, un océano de azul cobalto extendía sus brazos hacia el infinito, y bajo la ladera del gigante dormido, un acantilado repleto de árboles que mudan de hoja, tan vertical que supondría un reto bajar. Pero era un mal necesario, puesto que al otro lado del volcán, sí parecía existir civilización.
Contuvo la respiración. No era una mujer indecisa, no obstante le sobrevino un momento de incertidumbre. ¿Debería apagar la luz de la hoguera?¿Qué pasaría si se presentaba de la nada en sus tierras? Porque éstas debían de ser sus tierras....Parecían primitivos, a juzgar por el lamentable estado de las chabolas que avistaba desde su privilegiada posición.
Era improbable que consiguieran llegar hasta ella en un día, y ese es justo el tiempo que necesitaría para bajar la colina. O para emprender un camino alternativo lejos de todo posible peligro.
Volvió a su improvisada morada, llegaba la noche.
Amaneció cansada, no porque el sofá no fuese cómodo, sino porque no estaba en su casa, en su cama, ni siquiera llevaba ya su propia ropa. Lisbet se había pasado a primera hora del día para ver como iba todo, se quedó a desayunar y le entregó un par de atavíos. Estaba terminando de arreglarse cuando su salvador particular hizo acto de presencia.
-¿Sabes?, limpia cambias bastante.
-¿No lo hacemos todos? Por cierto...-se giró en el taburete.- Voy a aceptar la oferta de Lisbet.
Pensó que le alegraría librarse de ella, así que se sorprendió un poco cuando lo vio fruncir el ceño.
-¿Estas segura?
-Sí, te agradezco todo lo que has hecho por mí, pero no quiero ser una molestia. Lo mejor es que me mude a la atalaya.
-Como quieras, pero hoy deberás venir conmigo. He de vigilar el perímetro de la fiesta y no voy a dejarte sola. Creo que te gustará, es la más esperada de todo el año.
El mero hecho de tener que pasar más tiempo con él la hizo agitarse. Todavía no tenía muy claro si era su invitada o su prisionera, pero lo que estaba claro es que en cierta forma la afectaba. Poseía una mirada penetrante y concisa, y cuando esa atención se volcaba en ella, sentía el urgente impulso de querer arrancarle la ropa, algo que sus puritanos principios le impedían.
-¿Y eso? ¿Qué tiene de especial?
-Es el festival del amor.-se acercó hasta quedar a no más de un palmo. Y le anudó un trozo de tela azul entorno a la muñeca. En realidad era bonita, como una pulsera- Tiene escrita la dirección, por si te pierdes.
-No me perderé. Y no me has contestado. ¿Qué tiene de especial?
-¡Oh, creí que las gereidas sabíais más sobre nuestra cultura!
No era la primera vez que la llamaba gereida, no sabía a qué aludía pero por el momento no iba a sacarlo de su error.
-Aquí en Cidonia tenemos un grave problema demográfico, por un lado, nacen muchos más hombres que mujeres, y por otro, vivimos una recesión. Se alumbran menos niños que angélicos fallecen, lo que hace que este festival sea especial. Vienen hombres y mujeres de todo el mundo para encontrar compañera.
-¿Y tú? ¿Tienes pareja o vas a participar? - Se sonrojó al preguntarlo pero no pudo evitarlo. Las palabras abandonaron su boca antes de darse cuenta de lo que hacía.
-No. Y no.
Sintió un escalofrío fruto del aleteo suave de sus alas al rozar sus hombros.
-Normalmente por estas fechas trabajo, pero aunque no lo hiciera, he de cuidar de ti. Nunca se sabe cuando otro tomavista pudiera atacarte.
-¡Vale ya!- Le golpeó el hombro.- Te lo digo en serio, esa cosa venía a por mí. ¡Solo me defendía!- Lo señaló con el dedo indice, justo bajo su nariz, e iba a proseguir con la diatriba cuando su cuerpo perdió el equilibrio. Todo a su alrededor fue un borrón y antes de darse cuenta de lo que sucedía, se encontró rodeada por unos brazos muy masculinos que la sostenían como a un tesoro. Fue ahí cuando lo supo, la miró y estuvo perdida. Iba a besarla.
-¡Intruso!, ¡Enemigo en el perímetro!-La forma de un relámpago rojo apareció sobre la pared adyacente, giraba y parpadeaba advirtiendo peligro.-Se requiere de las unidades cercanas para su neutralización. Denegado el protocolo ORBAT.
-¿De dónde proviene esa voz?
-Es la alarma. -La ayudó a enderezarse, pero todo rastro de rubor desapareció de su semblante. Nada como una invasión para dar al traste con el ambiente.
-¿Qué significa ORBAT?
-Orden de batalla. No es tan malo como pinta.
Se puso pálida.
-Ya...
Húndero se acercó al dibujo parpadeante, encendió las luces y ante él se desplegaron una serie de comandos informáticos que yo no tenía idea de por dónde agarrar, pero asentía con la cabeza como si supiera.
-El problema de estos chismes es que se han quedado obsoletos, pero al mismo tiempo no podemos cambiarlos porque son de lo mejor del mercado.- Se abrieron ventanillas de videocámaras sobre la superficie acristalada y empezó a mover las manos dibujando formas geométricas. Quién hubiera imaginado que una escena que parecía sacada de Minority Report pudiese ser real...- Así que cada vez que detectan que un angélico corre peligro físicamente, salta la alarma.
Era curioso que se refirieran a ellos mismos como angélicos, pero sus respuestas, lejos de resolver sus dudas, si cabe las duplicaba. ¿Porqué era necesario tener un ORBAT? ¿Las escaramuzas eran tan habituales como para que los sistemas tuvieran que especificar si se requerían o no de las fuerzas de combate? Y si todo lo que sucedía en la ciudad se grababa, ¿qué pasaría si intentaba abandonarla? Si las ciudades o incluso países vecinos disponían de los mismos sistemas de seguridad, ¿serían capaces de rastrearla y ver dónde había estado tres lunas atrás, o quizás, al igual que este dispositivo, solo tenía en cuenta a los de su clase? Si estaba viviendo un sueño o se encontraba en coma, nada de esto importaría, pero si era real...bueno, en las películas siempre les sucedían cosas horribles a las personas que se encontraban en los lugares incorrectos en los momentos más inoportunos.
-En este caso... -señaló una escena en la pared. Dos angélicos se golpeaban entre sí, uno tenía el ala torcida y el otro sangraba por la nariz y entre los dientes- Por desgracia es muy común por estas fechas. A veces uno está tan desesperado por encontrar pareja que cuando cree tenerla, ante el más mínimo avance de otro alado, su reacción instintiva es tratarlo como a un rival. En días normales esto no es así. Puede darse algún que otro caso, pero es raro. Sin embargo, ante la aglomeración de mujeres en un espacio limitado destilando feromonas...ve tu misma el resultado.
-¿Por eso no participas en el festival?
-En parte. - La miró. Y sintió como se instalaba entre ellos un pesado silencio ¿Estaría recordando su casi beso?
La alarma volvió a sonar, esta vez se trataba de un par de extranjeros que golpeaban a un ángel. Eran más altos que la media, llevaban capuchas negras y estaban de espaldas a la cámara. Los vídeos no tenían audio pero podía imaginarse toda la sarta de improperios que estarían saliendo ahora mismo de su boca.
-¿No deberíamos ir y pararlos?
-Na...Tágonas vive más cerca del cuadrante en el que ocurren los incidentes.
-¿Y no vamos a ayudarlo?
-No hace falta, créeme.
Continuará.....
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