Capítulo 3
Cuanto más intentas hacer las cosas bien, peor te salen. Mica tenía sobrada experiencia en ello. Viajar a universos paralelos no era tarea fácil, y las cuatro últimas veces que lo logró apareció diseminada en zonas muy distintas. No podía estar segura de si los mundos que visitó, eran ligeramente distintos los unos de los otros, o si se trataba del mismo. Lo único que sabía con certeza, era que su hermana, esta vez, había venido con ella.
Con tan solo diez años, y queriendo sacarme un dinerillo para gominolas, dado que mis padres casi nunca me dejaban probarlas, siempre fastidiándome con lo de la caries, fabriqué mi propia línea de cigarrillos. Se los vendía a los alumnos de los cursos superiores por cuatro duros en la parte trasera del colegio. Hasta que la vigilante posó sus ojos en mí, y mis padres se enteraron.
Mi curiosidad innata me llevó a hacer auténticas locuras, veía a alguien encender una cerilla y un minuto después tenía que estar pegada a un ordenador buscando la causa de dicha reacción química.
Un día vi una película en la que unos chicos de instituto preparaban un volcán como proyecto de ciencias, y como yo nunca hice uno, naturalmente tenía que saber hacerlo. Otro ejemplo de ello fue cuando mis padres pensaron remodelar el salón y hablaron de lo caro que sería contratar al arquitecto que mi madre quería; así que me dije: ¿qué tanto puede costar derribar un par de paredes? Me entró el gusanillo y con trece años creé una bomba casera. Ahora todo está en internet. Pero menos mal que se me dio por probarla en la caseta del perro primero, porque al terminar no encontré ningún resto.
Llegados a ese punto, me dije, Mica, o empiezas a centrarte,o alguna mafia terminará por querer reclutarte.
Y aquí estaba, medio perdida en una realidad alternativa en la que los seres humanos "convencionales" habían dejado de existir llegando a ser sustituidos por otros con algunas peculiaridades tan extrañas que nada tenían que envidiar a los x-men. Sola.
Mis únicas guías eran una mochila, una brújula, el mapa en relieve delas zonas por las que había pasado, un paraguas extensible, un termo que hacía las veces de cantimplora, una pistola de bengalas y la indispensable navaja multiusos. A lo mejor sí debería haber hecho carrera como gánster....
Tenía frío, los hombros y pies doloridos, y no es que hubiera ingerido mucha proteína últimamente, pero algo tenía muy claro, traería a su gemela de vuelta. No sabía cuánto tardaría ni las penurias que le deparaban, pero no se rendiría. Palabra de chiflada.
La casa de Húndero era una jaula transparente, con excepción de las cuatro paredes exteriores de sólido cemento. Cada habitáculo se diferenciaba por una fina pared de cristal que ni escondía ni ocultaba, prácticamente todo en su interior era un conglomerado de piezas de cristal. No existía la intimidad, incluso ahora que la había dejado sola en el dormitorio de invitados, podía verlo en el salón, a sus espaldas, sentado en un puf mientras tecleaba algo en un escritorio de vidrio. Luces parpadeaban y su reflejo creaba sombras en el techo abovedado, tuvo un escalofrío.
No sabía muy bien como sentirse, ahora que por fin había podido ducharse y comer algo, ahora que estaba cobijada del frío y se podía permitir pensar....¡Dios, su hermana hubiera sabido qué hacer!, era la valiente de la familia, la aventurera, de encontrase en su misma situación hasta se hubiese emocionado, y en cambio ella estaba aquí, más perdida que un pato fuera del agua, con una angustia que no sabía cómo manejar y miedo por lo que le depararía el mañana.
Echó un vistazo a su alrededor, a esa enorme cama redonda tamaño orgía con sábanas de satén negras, a la preciosa escultura de cristal que tenía por perchero, a los candelabros de plata en sus ordenadas mesitas, la elegante alfombra gris ceniza que calentaba sus pies desnudos,...todo era magnífico, como su habitante, pero nada la hacía sentirse cómoda.
Cogió uno de los almohadones de plumón y atravesó la casa hasta donde se encontraba él, aun concentrado en su trabajo.
-¿Te importa si me tumbo en el sofá?
-Estarás mejor en la cama.
-Pero no quiero estar sola.
Húndero levantó la cabeza del escritorio, cesando de teclear.
-Lo siento, he sido un insensible. Por supuesto que querrías estar con alguien después de esa peligrosa experiencia jugándote la vida con un tomavista.
-¿Te burlas de mí? Porque si es así...mira que yo... ¡Borra ya esa sonrisa de tu cara chaval! –le golpeó el hombro con el cojín cuando no le hizo caso. Lo cual, solo sirvió para que se riera con más ganas.- ¡Déjalo ya! ¡En serio, basta!
-Vale, vale –levantó las manos en gesto de paz.- Me rindo.
De algún modo, quedó medio rodeada por sus alas, creando una intimidad que no buscaba. Húndero tenía los ojos de un hermoso verde iridiscente, como gemas relucientes. Daba igual desde qué ángulo lo mirase, la belleza de este hombre era única y auténtica. Casi sobrenatural. Si fuese una mujer sexualmente impresionable, a estas alturas estaría tendida a sus pies, rogándole que la poseyera. Era una suerte que no lo fuese.
-Me pondré allí- señaló el sofá. –Puedes seguir con lo que hacías. No me molestará.
-De acuerdo.
Se hizo un ovillo de espaldas a él, para evitar que las raspaduras de sus rodillas rozasen la tela del mueble. En todo momento sintió sus ojos fijos en ella como una cálida manta. Pese a lo cansada que estaba, esa noche apenas durmió.
Continuará...
Esta historia se la dedico a mi hermana, que siempre me está chinchando para que escriba algo de temática más juvenil. Así que Ana, va por ti.
Y a mis demás lectores, espero que os esté gustando. Sé que ha habido mucha narración, pero me parecía importante que supierais cómo era ese mundo al que las hermanas habían ido a parar así como matizar las personalidades de cada una, porque llegará el momento en que ambos personajes se junten y no quiero que haya confusión durante los diálogos.
Sin más, espero vuestras opiniones sinceras.
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