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𝘁𝘄𝗼. lavender haze

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CAPÍTULO DOS
Bruma de lavanda
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La primera vez que Cirilla ve a su sobrino se queda prendada de su piel sonrosada, los mechones plateados de su cabeza y los preciosos ojos lavanda que posee. Recuerda que le sostenía la cabeza con las manos y le hurgaba en las mejillas hasta que él le gorjeaba. Sus deditos se enroscan en uno de los suyos, y ella siente un calor que le recorre el pecho, un vínculo que se forma al instante.

—Es perfecto, Alicent—susurra Cirilla, sin apartar los ojos de la cara del bebé.

Alicent, observando a su hermana con su hijo, sonríe suavemente. —Lo es, ¿verdad? —responde con una mezcla de orgullo y alivio en la voz. —Le he puesto Aegon.

Cirilla levanta la vista, con los ojos desorbitados. —Aegon—repite, saboreando el nombre en su lengua. —Es precioso.

El bebé gorjea de nuevo y Cirilla suelta una risita, olvidando momentáneamente sus preocupaciones y temores. Se maravilla ante la pequeña vida que tiene en sus brazos y siente una abrumadora sensación de responsabilidad y amor.

Lo lleva consigo a todas partes, siempre detrás de Alicent. Sin embargo, su hermana parece perpleja cuando ve a Aegon en sus brazos, casi parece como si no le gustara, cosa que Cirilla no entiende. Es el bebé más maravilloso que ha visto en su vida, aunque no ha visto muchos bebés aparte de él.

Otra persona a la que no parece gustarle en absoluto es la princesa, hermana de Aegon, y Cirilla se pregunta a menudo si Aegon sólo le cae bien a ella.

Una tarde, mientras Cirilla está sentada en el jardín con Aegon jugando sobre una manta, la princesa, Rhaenyra, se acerca. Cirilla levanta la vista, con una sonrisa cortés en la cara, pero la expresión de Rhaenyra es indiferente mientras mira a su hermanito.

—Es tan pequeño—comenta Rhaenyra, su tono carece de calidez. —¿Llora mucho?

Cirilla niega con la cabeza, un poco a la defensiva. —La verdad es que no. Es un buen bebé. Siempre está sonriendo y riendo.

Rhaenyra se limita a asentir, y sus ojos se detienen en Aegon con una curiosidad distante. —Supongo que eso es bueno. Los bebés pueden ser muy difíciles.

Cirilla intenta encontrar un terreno común, con la esperanza de salvar la distancia. —¿Te gustaría sostenerlo, Rhaenyra? Es muy dulce.

Los ojos de Rhaenyra se abren ligeramente y da un paso atrás. —No, gracias. No soy muy buena con los bebés.

Cirilla siente una punzada de decepción, pero asiente en señal de comprensión. —No pasa nada. Es feliz estando aquí.

Rhaenyra esboza una breve sonrisa antes de excusarse, dejando a Cirilla con una sensación de tristeza. Observa a la princesa alejarse, con el corazón encogido al darse cuenta de que Aegon parece ser un paria incluso dentro de su propia familia. No muy diferente a ella, Gwayne es el único que la ha amado de verdad desde el principio. Alicent ha llegado a quererla, pero sólo porque la princesa la desprecia... y su padre... bueno, a Cirilla no le gusta pensar en él.

Aegon empieza a llorar, y Cirilla entra en pánico, lo revisa pero no encuentra nada raro. Lo acuna suavemente, meciéndolo de un lado a otro y susurrándole palabras tranquilizadoras. A pesar de sus esfuerzos, su llanto se hace más fuerte y resuena por todo el jardín.

Sólo se calma cuando ella le ofrece un mechón de su pelo. Los pequeños dedos de Aegon se enredan en las hebras cobrizas y se calma, sus ojos llenos de lágrimas miran a Cirilla con una sensación de asombro. Ella exhala un suspiro de alivio, sintiendo que la tensión de sus hombros se alivia.

Le sonríe y le besa ambas mejillas hasta que él también le sonríe con su boca sonrosada. Casi demasiado rápido para que ella se dé cuenta, él empieza a acariciarle la nariz, luego las mejillas y finalmente la boca. A ella le hace gracia, así que le hace cosquillas en los costados hasta que él chilla de placer.

Su risa es contagiosa y Cirilla no tarda en reírse con él. No recuerda la última vez que sintió tanta alegría. Es un momento de felicidad sencilla y despreocupada, una rareza en su complicado mundo.

Sabe que muy pronto su hermana la nombrará dama de compañía, un gran honor, según su padre, pero ella prefiere esto: cuidar de Aegon.

—¡Cirilla! —La llamada de Alicent la hace correr hacia ella con Aegon en brazos. —Ven a dormir conmigo.

Cirilla la sonríe.

Se ha convertido en una especie de tradición; Gwayne solía hacerlo con ella cuando eran más jóvenes y ahora Alicent lo ha adoptado como propio. Ambas, junto con Aegon, se dirigen a los aposentos de Alicent y, una vez que los tres se tumban en la cama, una sensación de paz y seguridad los envuelve. Aegon, acurrucado entre su tía y su madre, las mira con ojos lavanda muy abiertos y curiosos antes de quedarse dormido, con la respiración suave y constante.

Cirilla se acurruca más cerca de Alicent, sintiendo el calor de la presencia de su hermana. —Te quiero—susurra, con voz apenas audible en la silenciosa habitación.

Alicent sonríe y acaricia suavemente el pelo de Cirilla. —Yo también te quiero—responde en voz baja.

Cirilla asiente, con los ojos cada vez más pesados por el sueño. —Gracias por dejarme dormir contigo—murmura. —Significa todo para mí.

El corazón de Alicent se hincha de afecto mientras le besa la frente.

Allí tumbados en la penumbra, con los sonidos del castillo apagados a su alrededor, Cirilla encuentra el sueño. No interrumpe el sueño hasta que Aegon empieza a gimotear en su oído. Cuando abre los ojos, su hermana no está a la vista, lo que la deja sola con su sobrino. Se pregunta si el Rey ha vuelto a llamar a su hermana. Espera que no. Alicent siempre se vuelve sospechosamente silenciosa después de que eso sucede.

Cirilla tranquiliza a Aegon, tarareando suavemente mientras lo mece en sus brazos.

Cuando Aegon se tranquiliza, Cirilla vuelve a sentarse en la cama y deja que Aegon patalee y se arrulle en su regazo. Todo está en silencio fuera, pero su sobrino, tirándole de un mechón de pelo, vuelve a atraer su atención hacia él.

Le ofrece una sonrisa pegajosa. —Mamá—balbucea.

El corazón de Cirilla se derrite al oír el balbuceo de Aegon. Le aparta suavemente el pelo plateado de la frente y le sonríe. —No, pequeño, no soy mamá—susurra en voz baja, aunque el apelativo la llena de una profunda alegría. —Soy la tía Cirilla.

Aegon suelta una risita y acerca sus manitas a la cara de Cirilla. Cirilla se inclina y deja que le acaricie las mejillas y le tire suavemente del pelo. Cada caricia, cada balbuceo, refuerza el vínculo entre ellos, un vínculo que ella atesora profundamente.

—¿Quieres jugar, Aegon? —pregunta Cirilla, con voz ligera y alegre. Lo coloca a su lado, lo apoya con almohadas y coge un pequeño juguete dorado que tiene cerca. Lo agita suavemente, haciéndolo sonar, y los ojos de Aegon se abren fascinados.

Alarga el brazo, coge el juguete con ambas manos y lo examina con intensa curiosidad. Cirilla lo observa, con el corazón hinchado de amor.

Trata de no pensar en Alicent así que se centra en Aegon, deleitándose con su juego inocente. Le hace muecas, provocando más risitas, y le canta una suave canción de cuna que Gwayne solía cantarle.

Los párpados de Aegon comienzan a caer, su juego se ralentiza mientras sucumbe al sueño. Cirilla lo levanta con cuidado, lo acuna y lo mece hasta que su respiración se estabiliza. Lo coloca de nuevo en la cama, arropándolo con cuidado.

Con Aegon ya instalado, Cirilla vuelve a tumbarse en la cama y cierra los ojos.

Poco después, Alicent le dice que está embarazada de nuevo.

BREN'S NOTE: en un par de capítulos más, aegon por fin va a convertirse en narrador. mientras tanto, ¿cómo ven a cirilla?

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