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𝗼𝗻𝗲. blood is thicker

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CAPÍTULO UNO
La sangre es más espesa
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Cirilla observa con morboso interés cómo cada vez más se redondea el vientre de su hermana. Le entran ganas de pincharlo. Y lo hace. Su hermana se ríe nerviosamente, pero no aparta sus manos. El sol está justo detrás de ella, así que un halo naranja se forma alrededor de su cabeza, haciendo pensar a Cirilla que Alicent es la Doncella renacida.

—Toma—le dice su hermana, cogiéndole las manos entre las suyas y poniéndoselas en el estómago. —Siéntelo.

Cirilla siente el firme rumor de la vida bajo sus dedos, casi la alcanza, pero se retrae antes de poder pensarlo. Mira a su hermana, de luto por la chica de los vestidos azules que solía ser. Hoy en día, Alicent siempre va vestida de negro y rojo, lo que le parece extraño para alguien de pelo rojizo.

Los vestidos de Cirilla siguen siendo rosas y no cree que pueda elegir nunca otro color. Tener un marido y dar a luz a sus hijos es el deber de toda mujer, pero ella no se siente especialmente inclinada a casarse. Espera que su padre no se entere nunca.

—¿Tienes hambre? —Suena una nueva voz.

Cerilla aparta los ojos de su hermana y se encuentra con que la princesa la mira con una sonrisa amable que pronto se tuerce cuando Alicent pone una mano en el hombro de Cerilla, impidiéndole acercarse más a la princesa, lo cual es una lástima porque es etérea de una manera hermosa con su pelo plateado y sus ojos lilas.

—Por favor, Rhaenyra—la súplica de Alicent suena cansada incluso para los oídos de Cirilla. —Déjala en paz.

La sonrisa de Rhaenyra vacila ligeramente y sus ojos miran entre Alicent y Cirilla. Se endereza y recupera un poco de compostura regia. —Por supuesto, mi reina—responde con suavidad, aunque en su mirada persiste un atisbo de enfado. —Simplemente pensé que tendría hambre.

Cirilla, sintiendo la tensión, baja los ojos al suelo. No puede negar el encanto de la presencia de Rhaenyra, la forma en que su belleza y gracia parecen casi de otro mundo. Sin embargo, el agarre protector de su hermana la mantiene clavada en su sitio.

—Gracias, Rhaenyra—dice Alicent, ahora con voz más suave. —Pero estábamos a punto de entrar. Cirilla necesita descansar.

Rhaenyra asiente, su expresión es ilegible. —Muy bien—concede. —Cuídate, Cirilla. —Con una última y persistente mirada, se da la vuelta y se aleja, con sus cabellos plateados brillando a la luz del sol.

Mientras la observan alejarse, Cirilla siente una punzada de nostalgia. Alicent la agarra por el hombro y se vuelve hacia ella, con los ojos cansados.

—Lo siento, Cirilla—murmura Alicent. —Es por tu propio bien.

Cirilla la mira, curiosa. —¿La princesa es... mala?

La pregunta hace que Alicent se atragante y se toma un momento para serenarse. —No, Cirilla, no es mala—responde con voz suave. —Pero está enfadada conmigo.

Cirilla frunce el ceño, intentando comprender el peso de las palabras de su hermana. —¿Por qué?

Alicent suspira, mirando hacia el horizonte, donde Rhaenyra ha desaparecido. —Cree que la he traicionado.

Cirilla frunce el ceño, pensativa. —Pero parecía tan amable.

—Lo es—asiente Alicent, con ojos distantes. —Pero la ira nos hace hacer cosas terribles.

A Cirilla se le encoge el corazón. Sabe lo que quiere decir su hermana, lo ha visto en su padre.

Su hermana debe de ver que eso la ha entristecido, porque coge una flor amarilla de su lado y se la da, colocándola en su pelo cobrizo. Alicent siempre dice que cuando crezca su pelo se oscurecerá y se parecerá al suyo, sólo que un poco menos rizado.

Cirilla le sonríe y le coge la mano, contenta de estar a su lado. Alicent también sonríe y le acaricia el pelo con las manos, haciendo girar mechones con los dedos. Cirilla piensa que si la princesa es la razón por la que su hermana mayor ahora prefiere su compañía, entonces se alegra de la brecha que existe entre ellas. Se niega a sentirse culpable por sus pensamientos porque al menos ahora tiene a alguien que se preocupa por ella.

—¿Cómo llamarás al bebé? —pregunta mirando las pequeñas flores que cubren la hierba.

Alicent suspira y se da palmaditas en el vientre. No le gusta pensar en ello, ni siquiera le agrada el bebé que lleva dentro porque realmente no quiere ser madre.

—Aún no lo he decidido—admite Alicent, con una voz teñida de una mezcla de frustración y resignación. —Ponerle nombre al bebé me parece tan... definitivo. Padre quiere que lo llame Aegon.

Cirilla mira a su hermana, percibiendo la tristeza en sus palabras. —Pero aún puedes elegir un nombre que te guste —sugiere suavemente, tratando de ofrecer algo de consuelo. —Algo que te haga feliz.

Alicent sonríe débilmente, conmovida por la inocencia y amabilidad de Cirilla. —Tienes razón—dice, suavizando su tono. —Tal vez encuentre un nombre que me dé alegría.

Se sientan en silencio durante un rato, el peso de las cargas de Alicent palpable en el cálido aire de la tarde. Cirilla sigue cogiendo las flores, colocándolas en un pequeño ramo, y su mente divaga en pensamientos sobre el futuro.

—Alicent—comienza vacilante, —¿crees... crees que alguna vez tendré que casarme con un viejo como tú?

La mirada de Alicent se desplaza hacia su hermana, su expresión eternamente mortificada. —Espero que no, Cirilla—dice débilmente.

Cirilla asiente lentamente, asimilando las palabras de su hermana.

Sin embargo, pronto el sol comienza a ocultarse tras el horizonte y Alicent la conduce al interior del castillo.

Al entrar en los grandes salones, el aire se enfría y el aroma a piedra antigua y madera pulida les envuelve. La luz parpadeante de las antorchas proyecta sombras danzantes en las paredes, y la mano de Cirilla se estrecha alrededor de la de Alicent mientras recorren los laberínticos pasillos.

—Vamos a prepararte para ir a la cama—dice Alicent en voz baja, guiándola hacia sus aposentos. Cirilla asiente, sintiendo una mezcla de cansancio y bienestar en presencia de su hermana.

Dentro de su habitación, Alicent ayuda a Cirilla a ponerse el camisón, una rutina familiar y relajante. Cepilla el pelo de Cirilla con suaves caricias, tarareando una nana que solía cantarle su madre. La melodía envuelve a Cirilla como una manta cálida, haciendo que sus párpados se vuelvan pesados.

Cuando Cirilla se mete en la cama, Alicent le sube las mantas hasta la barbilla y se sienta a su lado, sin dejar de tararear suavemente. Cirilla piensa en la princesa, en el mundo fuera de su pequeño capullo.

—Alicent—murmura somnolienta, —quiero que tu bebé sea mi mejor amigo.

Alicent hace una pausa, sin soltar la mano del pelo de Cirilla. —Y lo será—dice al cabo de un momento. —Espero que sea como tú.

Cirilla asiente y cierra los ojos. —Me alegro de tenerte —susurra, con las palabras arrastradas por el sueño.

—Y yo a ti —responde Alicent, inclinándose para besarle la frente. —Duerme bien, hermanita.

Mientras Cirilla se duerme, Alicent permanece a su lado, con la mente llena de pensamientos y preocupaciones. Observa el rostro tranquilo de su hermana, sintiendo una mezcla de amor y protección.

Cuando está segura de que Cirilla está profundamente dormida, Alicent se levanta en silencio y sale de la habitación, cerrando suavemente la puerta tras de sí.

BREN'S NOTE: ¡hola! espero que se encuentren bien. como ven, aegon apenas está en la pancita de alicent, pero no desesperen. como dije, quiero analizarlo de inicio a fin.

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