Para cuando regresamos de Europa yo estaba decidida a renegociar el noviazgo con Todd. Lo nuestro sólo fue un arreglo al que gente que no conocía había llegado. A mí no me preguntaron nada ni me pidieron mi opinión. Yo sólo hice lo que me dijeron. Me tomé las fotos que pidieron. Y, aunque al principio sí que me gustaba, con el tiempo me di cuenta que él a mí no me amaba. Me quería, me respetaba y me trataba bien, pero no me amaba. No veía en mí nada más allá de un contrato que cumplir.

Para Graham, en cambio, era la mujer de sus sueños. Él era mi protector y yo era la luz de su mundo. Lo era todo para él. Al menos de eso me convenció durante las noches que me hacía el amor o las tardes de paseos furtivos por alguna calle desierta. Me amaba con tanta desesperación que se arriesgaba a que Irisa lo despidiera y nos separara para siempre. Ya me habían separado de alguien una vez, así que no dejaría que sucediera de nuevo. No me quitarían a la segunda persona que quería.

Aquí está la verdad: yo tampoco lo amaba. No de verdad ni con la intensidad que pensaba que lo quería. Yo sólo quería compañía, sentirme querida y valorada. No sólo quería ser el rostro de Golden Female, quería ser yo otra vez. Quería no ser vista y correr hacia un ferri para ver la Estatua de la libertad, aunque en realidad estuviera viendo al chico de gafas que me explicaba cómo funcionaban las incursiones en algún pueblo diminuto y lejano del mundo. Anhelaba volver a sentir eso de nuevo y me conformé con lo poco que Graham me dio porque sabía que jamás volvería aquel lugar turístico de la Gran Manzana acompañada de mi mejor amigo.

— Le diré a Irisa que no quiero seguir la relación —le aseguré a mi guardaespaldas mientras aún estaba en sus brazos.

Él me miró, sonrió, me abrazó con fuerza y negó lentamente con la cabeza.

— Tú le perteneces a Wright, no a mí —masculló, hiriendo mis ya lastimados sentimientos—. Eres de alguien más, Silver. No me perteneces y tal vez nunca lo hagas. Puedo sentirlo.

Aquello fue lo más sensato que le he escuchado decir.

— Pero...

— Shhh —me interrumpió—. Le perteneces a él fuera de esta habitación, pero aquí eres mía. Sólo mía.

Y entonces pasó lo que ustedes saben por ese video filtrado.

El primero de muchos que se han divulgado en las últimas cuarenta y ocho horas.

Yo no sabía que me estaba grabando. Jamás pasó por mi mente que hubiese aprovechado mi ausencia vespertina para colocar cámaras ni que tomaría los fragmentos que más le beneficiaran.

Graham estaba jugando su juego e iba ganando mientras que yo seguía pensando que me amaba y que finalmente había alguien dispuesto a pelear por mí. Sin embargo, aunque Graham Phill se plantara frente a Irisa y Angie por mí, por defender lo nuestro, jamás sería lo que yo deseaba. Ellas no eran Theodosia y nunca nadie pelearía por mí porque nadie me quería de verdad. Yo sólo era un juego, primero de niños y después de dinero. Un juego. Un simple juego.