Kenny. Ese es su nombre. No era basquetbolista, de hecho, casi no jugaba a nada. Se pasaba las tardes leyendo y coleccionando dinosaurios. Le gustaban mucho los dinosaurios. Había cientos de ellos en su habitación. Repisas enteras, de esquina a esquina, contaban con la presencia de esas criaturas. En otra vida, seguramente fue uno de ellos. Uno de esos que tenían alas y volaban, y que atravesaban el mundo.

Él solía decir que, si su papá no hubiera sido llamado a Afganistán, las cosas serían diferentes. Quizá los dinosaurios seguirían en las repisas en lugar de haber sido sustituidos por libros y revistas políticas. A lo mejor Kenny ahora sería uno de esas personas que trabajan en los museos contándote la vida de los animales extintos. En lugar de eso, trabaja con un senador. No sé con cuál. No sé distinguirlos. Lo que sí sé fue que intentó pagar una cantidad considerable para que yo acudiera a su habitación tras conocer el resultado de las elecciones. Alegó que si ya era parte de las celebridades que apoyaban abiertamente su campaña, nada me costaría estar en su celebración privada.

Desconozco si él lo supo. Si lo sabe y aún sigue trabajando con él, entonces definitivamente no es la persona que pensé que era, ni la que tanto se ha esforzado por ser. No le reprocho eso. Al fin y al cabo, todos fallamos al tratar de encontrar nuestro lugar en el mundo. Lo cual es gracioso, porque si consideramos que el mundo es un lugar tan grande, uno asumiría que hay espacio para todos, pero no es así. Existen personas que no se conforman con lo que les toca y quieren más y más, al grado de tener demasiado para sí mismos y sólo dejan migajas para el resto.

Kenny no era así. A pesar de todas esas aspiraciones y sueños idealistas y que lo considerara Nueva York, Kenny no era así. Él es soñador, inteligente, amable. O al menos ese es el recuerdo suyo que conservo. No siempre es posible ser fiel a uno mismo. Yo lo descubrí hace poco.

Resulta que no soy la persona que pensé que era ni tampoco esa en la que soñé convertirme. La verdadera razón por la que estoy aquí, por la que soy quien soy, es porque creí que eso serviría para hacer que Kenny se fijara en mí.

Yo no soy lo que ustedes creen que soy. No me gusta sonreír en las fotografías. Odio la ropa que me ponen en los desfiles. No terminé la escuela. Ni siquiera sé si existo en los registros estudiantiles. No sé nada de geografía ni política. La primera vez que me dieron un teléfono no sabía qué hacer con él. Yo nunca había tenido uno propio y mucho menos tuve millones de personas pendientes de lo que hiciera. Todo lo que había tenido hasta entonces, era al chico de los dinosaurios que bajaba del autobús escolar antes de su parada para que pudiéramos caminar juntos por un tiempo.

Si hubieran podido verlo de la manera en que yo lo veo, quizá también habrían hecho todo lo que he hecho.