150M
Lo que dijo fue completamente inofensivo.
— La señora Blake la espera en el patio exterior.
Moví la cabeza todavía con las manos de Kenny sobre mi rostro. Por unos segundos todo fue silencio y confusión. De pronto la emoción por el beso se esfumó y lo único que deseé fue que nada de eso hubiese ocurrido.
La puerta volvió a cerrarse, dejándome a solas con el miedo que crecía en mi interior.
Graham nos había visto. Tenía que habernos visto y, aunque no lo hubiese hecho, Kenny tenía las manos en mi cara, se encontraba a una distancia casi nula y nuestras expresiones eran comprometedoras. Graham lo habría adivinado. Cualquiera lo habría adivinado.
— No debí hacerlo —murmuró Kenny, retomando la compostura de político—. ¿Podría...
— ¡Por favor! —lo interrumpí con tono pedante—. No sé cuántos imbéciles me beso a diario. No creas que eres importante —añadí mientras pretendía acomodar su corbata—. Además, eres demasiado aburrido.
No quise decirle eso.
Lo único que quería era abrazarlo y escapar con él, pero sabía que Graham no lo dejaría pasar. En su mente, yo le pertenecía y era una aberración absoluta que tuviese decisiones propias.
Me fui de esa habitación sin mirar atrás, siendo la arrogante e ingrata que Kristina dice que soy y sé que herí a Kenny.
Tal como Graham anunció, Irisa estaba esperándome. Al verme sonrió como una madre orgullosa, pero cuando entramos al vehículo me abofeteó. Normalmente eso bastaría para dejarme en paz. Una bofetada, sus reclamos contenidos y mi silencio era la combinación ideal. No obstante, esa mañana Irisa estaba más molesta que de costumbre.
— ¿Por qué rechazaste al Senador Thompson? —cuestionó, enfadada y tranquila a la vez—. Te acuestas con tu guardaespaldas, pero le dices que no a un hombre influyente. ¿Pensaste que no lo averiguaría? Eres una idiota, niña —sentenció, antes de sujetarme del cabello y estrellarme la cabeza en el asiento del copiloto. Graham Phill estaba en el asiento del conductor—. ¿Tienes idea de lo que has hecho, zorra? Angie no tardará en averiguarlo y, ¿entonces qué?
Si hay algo en lo que Kristina tiene razón, es que mi madre es una perra que corre detrás del dinero. Irisa. Mi madre. Ja. ¿Qué podría decirles de ella que la haga parecer buena?
He intentado rebuscar en mis memorias de los últimos años algo, lo que sea, que pueda ayudarme a blanquear, tal como dice ella, la imagen que tengo. Sin embargo, no he encontrado nada. Lo único que he descubierto es el signo de dinero que coloca junto a mi nombre.
¿Recuerdan la portada tan comentada de Playboy? ¿Esa que casi desnudó a Silver Blake antes de los veinte? Bueno, pues fue ella quien la negoció sin decir absolutamente nada a nadie. Para la hermosisima Silver solo era una sesión fotográfica normal. No tenía ni idea de lo que ocurriría al llegar y mucho menos sabía que Lance Hunter, como se hacía llamar el fotógrafo que la revista contrató, abusaría sexualmente de ella en la habitación contigua mientras su querida y abnegada madre revisaba que la transferencia bancaria fuese concretada. Apuesto a que eso no lo sabías, Kristina, ¿eh?
Irisa Lake estaba obsesionada con ganar todos los concursos de belleza que existían con tal de conseguir el premio en efectivo, relevancia y poco de fama. Un segundo o tercer lugar no servían de nada. Mucho menos las menciones honorificas. Está de más decir que fue un infierno. Maquillaje en lugar de juguetes, vestidos cortos y rojos en lugar de colores infantiles. Adultos y fotografías sustituyendo amigos y escuela. Miss Americana Infantil fue la cúspide de aquel esfuerzo, ¿o debería decir infierno?
¿Qué clase de madre expone a su hija a un mundo así?
La misma madre que sugiere que te conviertas en la puta de un senador.
En algún otro momento, quizás al inicio de esta nefasta aventura, habría intentado justificar a Irisa hasta el cansancio. Pero ya no. He de admitir que lo hice antes y el resultado no fue bueno.
Me decía constantemente que sus circunstancias la convirtieron en quién es ahora, que pasó cosas malas y que su ambición tenía sentido. ¿Saben lo irónico de ese pensamiento? Yo pasé cosas malas, mis circunstancias no fueron privilegiadas y, aun así, jamás manipulé ni maltraté a nadie. Las justificaciones, en ciertas ocasiones, no son correctas. Solo otra manera de manipular el ambiente a tu favor. Irisa lo sabe bien. Irisa hizo eso conmigo y no sé con cuántos más.
Y como la niña estúpida que necesitaba aprobación femenina, obedecí. No para hacerla feliz como ella se convenció, sino porque obedecerla me convertiría en una buena chica, con belleza y dinero, y si tenía eso, podría ser digna de Kenny. Podría haber tenido la aprobación de Theodosia y mi vida sería mejor.
Obviamente, no lo fue.
Irisa no está conforme con su creación. A ella no le basta con ser madre de Silver Blake. Ella desea ser Silver Blake. Y no lo digo porque hayamos compartido amante y tenga celos. Lo digo porque la he visto mirarme con odio en cada pasarela. Lo disimula bien ante las cámaras, pero cuando estamos a solas y ve los diseños preciosos que hace Rhasta, su mirada se torna oscura, fría y murmura una maldición hacia Selma. Otras ocasiones, se empeña en probarse primero que yo la ropa que envían. En el fondo, las dos sabemos la verdad: Irisa debió ser Silver Blake.
Ella habría aceptado acostarse con Thompson sin dudar y habría hecho que Todd la amara de verdad. Yo no pude hacerlo. Yo solo me dejé arrastrar por la corriente, pero Irisa era el océano, y no cualquier océano, sino el más bravío y temeroso. En cualquier otra circunstancia, la habría admirado. Pero como madre... como madre Irisa deja mucho qué desear. No es un modelo a seguir y su creación es igual de imperfecta que ella.
Silver Blake está corrompida.
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