Capítulo 56
Jordan Cooper se había enfrascado tanto en sus deducciones, que había olvidado almorzar. A pesar de que sintió un ápice de hambre, no se despegó de su pizarra. Repasaba las fotografías, los trozos de croquis, los pedazos de artículos impresos y las notas. Mientras con un brazo rodeaba su vientre y con la una mano acariciaba su barba, Jordan recordó múltiples voces al mismo tiempo, como en un vórtice de sonidos. Ni él mismo entendía qué decían. Pero, de un segundo a otro, el alguacil por fin llegó a una nueva idea.
«¡Cómo pude olvidarlo!»
Tomó un rotulador del escritorio, escribió otra nota y le dio forma a su nueva revelación. Al ver el diagrama de lejos, un escalofrío cruzó su médula ósea y se quedó asombrado por el nuevo sospechoso que había surgido en su mente.
«No es posible».
+~+~+~+~+~+~+~+~+~+
Hacia las ocho de la noche, Peter se despediría de su hija desde la puerta. En un momento vendría su primera cita, una que según aclaró a sus padres había conocido en una clase de Anatomía. Tabatha se reservaba el derecho de decir quién era, y esto Peter lo respetaba porque confiaba en su criterio. Él estaba muy orgulloso de que su nena comenzara a relacionarse con los muchachos. La emoción incluso le robó unas lágrimas. Elena, al contrario, se dedicaba a hacer labor de punto frente a la televisión. Solo le había dicho a la joven que no regresara tan tarde, que aquel desgraciado debía traerla a casa antes de las nueve o se las vería muy negras. Por su parte, Leon había salido antes por su cuenta. Se vería con Patrick allá en la feria.
Benjamin no tardó, pues, en detenerse frente a la propiedad de los Krasinski. Tabatha subió y se despidió con un movimiento de mano. El vehículo era moderno y cómodo. Ya adentro, ella estaba nerviosa a pesar de que no fuese a tener ningún primer beso ni nada parecido. No se trataba de una cita, se convencía, solo era una salida con un buen amigo. Al tiempo, Ben le sonreía y se mostraba considerado. Hasta parecía conducir más lento para no perturbarla.
Tabatha intentó tranquilizarse encendiendo la radio. Saltó una musiquita sofisticada de jazz. Era una vieja canción llamada ¿No es romántico?
—No sabía que escuchabas música de los años treinta, Ben —preguntó, inusualmente perturbada.
—Escucho de todo tipo, pero esta en particular me relaja. A mi padre le gusta también.
Tabatha caviló un segundo y decidió cambiar sus ánimos.
—Cuéntame más de ti, Ben, ¿qué te gusta? Quiero saber todo de ti.
—Bueno, no hay mucho que decir.
—¿Te interesa algo en el futuro?
El intento de conversación pareció funcionar, porque Benjamin empezó a hablar de su afición por los animales de granja. Mencionó además a sus gallinas y describió el carácter de cada una. Él creía que la aburría y por ello se disculpaba, pero Tabatha se mostraba muy intrigada, como si le hubiera estado hablando de los misterios universales.
+~+~+~+~+~+~+~+~+~+
La feria era modesta aunque suficiente. Rodeado por una densa negrura y una colina no muy alta, el sitio destacaba por los puestos iluminados, por una gran rueda de la fortuna recubierta de luces neón, juegos mecánicos y carros de palomitas de maíz y dulce de algodón. Un gran rótulo daba la bienvenida a los visitantes, que eran en su mayoría parejas de adolescentes y grupos de amigos. Los juegos extremos se activaban y de pronto se escuchaban gritos divertidos. Era un ambiente perfecto para que un asesino se ocultase y se llevase a quien deseara, o de este pensamiento se convencía muy bien Leon.
—Por fin llegaste —le recriminó a Patrick—. Te estuve esperando desde hace mucho rato.
—Solo llegué tarde cinco minutos, Krasinski, no te alteres.
Ambos observaron a su alrededor. Los juegos mecánicos continuaban haciendo gritar a los adolescentes, la Casa del Terror emitía risas tenebrosas y por todos lados iba gente tomada de las manos. Nada importante.
—¿Y has visto algo en estos largos cinco minutos? —preguntó Patrick.
—No. Más de lo mismo. Yo creo que él no se atrevería a aparecer en medio de tantos ojos.
—Sí, es lo que estaba pensando. Hay mucha luz.
—Tal vez detrás de los puestos se oculte —dijo Leon—. O quizá trabaje en la feria.
—Hay empleados, mira. —Patrick señaló a un par de hombres que limpiaban el excremento de unos renos que pretendían formar parte de un trineo—. Y por allá están las carpas donde Santa Claus y sus enanos se preparan. Si se le ocurre asaltar a alguien detrás de los puestos, es obvio que lo sorprenderían esas personas.
—Tal vez tengas razón.
—¿Sabes también dónde podría atacar?
—¿Dónde?
—Se me ocurre que el estacionamiento sería una opción para él. —Patrick ahora señaló hacia un sitio oscuro y alejado. Por ahí solo se notaban los faros de los vehículos que aparcaban—. Si yo fuera el asesino, me ocultaría detrás de un Ford y asaltaría a cualquiera de ellos.
—Pero van de dos en dos. En caso de que someta a una chica, el novio se daría cuenta.
—Creo que tienes razón. Pensé que sería más sencillo. ¡Puta mierda!
—Mejor separémonos.
—¿Y cómo nos comunicamos?
—No lo sé. Te echaré un grito.
—No te ofendas, Krasinski, pero dudo que tu voz sea muy fuerte para trascender sobre tanto ruido.
—Entonces has lo que quieras.
Patrick ignoró la molestia de su compañero y miró la noria.
—¡Ya sé! Hay que subirnos a esa cosa. Desde allí veremos todo.
—¿No es solo para parejas?
—Bueno, fingiré que eres mi novia.
—Tú y tu insistencia de catalogarme.
—No seas tonto, Krasinski, suben amigos también. Puede subir quien sea. ¡Ven, vamos!
Y en cuanto se mezclaron con la multitud que acudía a las prácticas de tiro, Leon casi se desmayó al ver a cierta pareja que pretendía jugar en el puesto de lanzamiento de aro.
—M-mira, ¡mira!
—No me piques las costillas así, Krasinski.
—¿Ya viste quién está allí?
—Benjamin... Y va con tu hermana. ¿Qué diablos sucede?
—No lo sé. No sabía que le gustaba él.
—Maldición, esto me da mala espina. Vamos a seguirlos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro