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Capítulo 45

—¿Para qué nos reuniste aquí otra vez, Shirley? —preguntó Patrick con molestia—. Ya no hay nada que discutir en este maldito bosque.

—Es verdad —dijo Leon—, al tipo ya lo van a asesinar. —Patrick sabía que era cierto, pero aun así volteó a verlo de mala gana.

—Lo sé, chicos, pero recuerden lo que dijo Cooper: que este tipo de condenas podían aplazarse mucho tiempo, ¿no?

Patrick asintió. Leon cruzó sus brazos y la miró con atención.

—Todavía no hay que darnos por vencidos —añadió.

—¿Y qué podemos hacer? —preguntó Leon.

—No les puedo mentir, chicos. Ayer tuve un muy mal día. No nos dirigimos la palabra en la escuela, estuve sola y Lara es muy callada como para ayudarme en estas cosas. Hablamos muy poco sobre cualquier tema. A ella no se le sonsaca la información tan fácil. Es una persona muy reservada, sobre todo en esta clase de temas, y por como están las cosas, menos se atreve. Pero bueno, los veo desesperados. Iré al grano. En la noche, luego de cierto percance familiar, me encerré en mi habitación y lo pensé todo una y otra vez. Entonces me di cuenta de algo importante que se nos pasó. Leon, ¿recuerdas que habías dicho que era posible que el asesino viviese afuera de Sweeneytown?

—Creo que sí.

—¿Que tuvo que haber grabado esa cinta que oímos? —Leon movía la cabeza diciéndole que sí lo hacía—. Más bien: que ustedes oyeron en el despacho de los Cooper. En fin. Llegué a la conclusión de que el asesino no es nadie que nosotros conozcamos. Y, chicos, creo que deberíamos investigar por ese punto. Mi teoría es que el asesino vive afuera.

—Es cierto —le dijo Leon a Patrick—, no hemos hablado de ese punto.

—Pero ¿qué haremos? ¿Buscar a las afueras del pueblo y tocar de puerta en puerta?

—Eso no es todo —adelantó Shirley, que lucía muy excitada—. También me puse a pensar mucho en el tiempo que pudo haber tardado el asesino. Quiero decir que, desde que atrapa a Andrea hasta que huye con ella para hacer la grabación, tuvo que tardarse lo suficiente, es decir, por lo menos un par de horas, ¿no lo creen?

—Sí, tienes razón —convino Patrick—, pero ¿a qué quieres llegar?

—¡El asesino vive cerca, pero no dentro del poblado! —Los dos muchachos se miraron, pensativos—. No sé cuánto tiempo hubo entre una acción y otra, pero está claro que no fue tan significativo como para que los del FBI lo considerasen.

—Otra vez con eso —dijo Patrick—. Ya se sabe que no se esforzaron. Es obvio que mucho menos tomarían en cuenta las inconsistencias del tiempo. Y a juzgar por el criterio de los del jurado, está claro que a ellos también los compraron.

—Tienes un punto, Shirley. —Leon asentía con el pulgar en los labios—. El asesino atrapa a la chica y se la lleva a su hipotética granja. Allí también se las gasta para que Andrea diga unas líneas, que tal vez él escribió en un libreto o a lo mejor improvisó. No es tan fácil ni tan rápido. Se tarda, digamos, ¿una hora?

—¡Sí! —gritó Shirley—. Andrea no era tan fácil de obligar, chicos, créanme.

—Bueno, amiga —comentaba el otro—, no creo que bajo el yugo de un asesino siga siendo tan indócil.

—Y digamos que tardó una hora en recrear su evidencia condenatoria —dijo Leon, ignorando a Patrick—. Ahora gasta más tiempo, no sé, editando la grabación final. Estaba muy bien hecha. —Shirley solo movía la cabeza, conviniendo en todo—. Dos horas, en teoría. Ya ha transcurrido mucho tiempo desde que la dejaste en la esquina; se suponía que eran minutos. Y aunque fuera muy profesional, habría tardado aún más tiempo, una suficiente cantidad que desfasaría los hechos narrados en el periódico. Es obvio.

—A esas alturas ya estarían sus padres quejándose, ¿no? —apuntó Patrick.

—¡Y lo hicieron! —alegó Shirley—. Sin embargo, sus testimonios no fueron tomados en cuenta. El tal Perdomo ya tenía la grabación como evidencia fundamental. Es allí donde omitió los detalles. Ya no se dio a la tarea de indagar más.

—Aparte todo el tiempo que tardó en llevar la grabación a la caseta telefónica tuvo que haber sido bastante.

—¡Y lo fue! Se negaron a publicar los intervalos por esa razón. Yo sé muy bien que no era tan tarde cuando nos despedimos. Me han hecho creer, incluso mi madre, que llegamos muy tarde aquella noche. Pero no lo era. Noviembre es un mes en el que anochece más pronto. Nadie tomó ese detalle en cuenta. —Tras un par de gestos desesperados, Shirley se apuró a dar su punto—. ¡Mi conclusión es...! Que ese asesino vive afuera del pueblo, donde tiene el «lugar seguro» del que habla Leon. Quizás no lo conocemos.

—Pero cuando decía lo del lugar seguro para el asesino —decía Leon—, me refería inclusive a un sótano que estuviese reforzado a prueba del sonido, no un sitio afuera. Sigue siendo un factor ambiguo.

—Bueno, no consideré aquello, pero me basaba más en el tiempo que tardó entre acto y acto. Mi padre escribió que ella hizo la llamada cerca de las nueve, cuando apenas habían pasado de las seis. No creo que Andrea hubiera... —se le hizo un nudo en la garganta—, huido de él durante tanto tiempo hasta que... le... hiciera lo que le hizo. Así que tardó mucho porque debía recorrer una buena distancia no tan larga ni tan corta, con tal de no obtener ningún testigo dentro del pueblo. Falló, eso sí, pero esto fue fortuito. Sin embargo, se salió con la suya.

Ambos estuvieron de acuerdo.

—¿Quién vive afuera que podamos conocer? —preguntó Leon, tocándose la barbilla.

—Yo insisto en que es un desconocido —dijo Shirley.

—Ben Cooper —sugirió Patrick.

—¿Qué? —preguntaron los otros dos.

—El hijo de Cooper tiene una casa afuera de Sweeneytown. Y tiene su propio vehículo. Han estado diciendo que el asesino pretende meterlas al maletero cuando comete sus crímenes. Bueno, pues Ben Cooper, además de la patrulla de su padre, conduce su propio coche. Lo he visto.

—¡Oye! —intercedió Shirley por él—. Ben es un chico muy dedicado. Apenas se despega de su trabajo.

—Y su trabajo es patrullar, ¿no? Conoce el pueblo. Es el vigilante. Nos mira a todos.

Leon se asombró, y sonrió.

—Lo siento, Shirley, creo que Patrick podría tener razón.

—¿Y qué motivo tendría Ben para ser el asesino? —Recargó sus puños en las caderas, denotando franca molestia—. No le veo sentido.

—No lo sabemos —dijo Patrick—, pero creo que, en tanto no haya mejor opción que Adam Flanagan o Robert Perdomo, es muy válida.

—¡¿Qué?! ¡¿Sospechas de mi padre?!

—Shirley, creo que debimos comentarte eso —le dijo Leon con afán de tranquilizarla.

—¡¿Por qué mi papá es sospechoso?!

—Cálmate, por favor, no te sulfures. —Leon le mostraba las manos al hablar. Patrick quería reírse—. Lo que él quiere decir es que es una opción nada más. Por ejemplo, para mejorar su carrera de periodista es posible que haya confabulado con Perdomo para crear a este asesino. Se nos hizo una teoría tan lógica, que hasta Jordan Cooper pensó en su viabilidad. Shirley, mírame, no lo digo para molestarte, te lo juro. Debemos considerar todas las posibilidades.

—¿Cooper se convenció de eso?

—Le sonó lógico.

—¡Es estúpido!

—No hay que cerrarnos, Shirley.

Patrick seguía disimulando su diversión.

—¿Y qué me dirías si te digo que sospecho del señor Krasinski?

—Pues... quizá lo considere. No me importaría.

—Ay, sí, ¡cómo no!

—Querida Shirley —dijo Patrick ya con seriedad—, incluso acepto que mi padre es también un poco sospechoso. No fuiste la única que tuvo una mala noche en casa, ¿sabes? A estas alturas hasta Bob Gale me parece un poco misterioso.

—¡Eso es una grosería!

—Bob no estaba en casa durante el asesinato de Andrea.

—No me hagas reír, Patrick.

—Y llegó tarde —agregó Leon.

—Y no lloró en el funeral.

—Son unos idiotas.

—El punto es que no debemos cegarnos a las posibilidades, Shirley. —Leon quiso sonar un poco más comprensivo. Le frotó los hombros, y así pudo ella entenderlo.

—Bien. ¿Qué sigue? ¿Lo vigilamos?

—Tenemos que hacerlo.

—Más les vale tomarse esto en serio, niños.

—Me tomo esto enserio, sino no estaría aquí. —Patrick se anudaba la corbata mientras hablaba—. No obstante, amiguita, creo que un sujeto tan misterioso y duro como Benjamin Cooper llevará tiempo investigarlo. Es de esos que consideran cada movimiento suyo.

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