Capítulo 26
Toda la tarde se estuvo hablando de las dos grandes noticias: por un lado, se lamentaba la brutal muerte de Andrea Gale, una joven de vestido amarillo que había sido encontrada dentro de una caseta telefónica, apuñalada no con un cuchillo común, sino con una herramienta mucho menos filosa, tal vez una llave o un abrelatas; por el otro, se hablaba de que la muerte de Andrea no había sido en vano, pues la evidencia demostraba la culpabilidad de Héctor Estévez. Su detención estaba en boca de todos. Por otro lado, se aplaudía la valentía del señor Peyton.
En cada rincón de Sweeneytown la gente se preguntaba cómo un muchacho tranquilo que solo se dedicaba a la jardinería acabaría siendo el culpable de semejantes crímenes. Así, pues, se formaron bandos: en tanto unos defendían la inocencia del joven debido a la corrupción del FBI, otros, quizá la mayoría, estaban convencidos de que el chico había venido al país a cometer atrocidades, como era común; era inherente en los extranjeros tanta barbaridad, decían, «esas personas solo cruzan la frontera para sembrar el miedo». Bien sean ciertas o no tales aseveraciones, hubo un cambio en el pueblo, lo cual se agradecía; era una pesadilla el que la investigación hubiera estado estancada tanto tiempo.
Sin embargo, la tragedia de nuevo envolvió a los habitantes, especialmente a la familia Gale. Bob, el locutor, anunció aquella misma tarde que no seguiría siendo la voz de Sweeneysound. Sus allegados y seres queridos lo requerían a su lado. La señora Gale, a su vez, prefirió darle tiempo a su lugar en el Club de las Amas de Casa, y este se vio reducido hasta el punto en el que restaron tan solo cuatro mujeres. Andrew guardó luto para sí mismo de una manera muy similar, reservándose de cualquier actividad en el club de ajedrez. Los Gale estaban rotos por dentro. No había forma de asimilar los hechos. Parecía una mentira. «Tantas tragedias de las que he hablado —confesó Bob a su esposa una noche, entre lágrimas—, y jamás te imaginas que serás parte de una».
Para Shirley, Lara y Tabatha fue también un martirio. Mientras que Shirley no dominaba su llanto, Lara se abstenía de ingerir cualquier alimento, en tanto sus ojos adquirían un vacío cada vez más pronunciado. La joven no era capaz de formular frase alguna, y se presumía que tampoco un pensamiento. Tabatha, que recordaba cada escenario en el que había hablado con Andrea hasta apenas hace poco, permanecía en un limbo muy extraño de incredulidad. No podía derramar lágrimas por su amiga. Creía que había perdido los sentimientos, como si un hechizo se los hubiera absorbido. Se culpaba por ello. «Soy una mala persona —le decía a su padre, que acariciaba su larga melena negra en tanto la abrazaba—. No puedo llorar por Andrea. Siento que no ha ocurrido nada. Todavía pienso que la veré durante la presentación, cual si nada. ¿Qué crees que me pase, papá? ¿O es que acaso soy una insensible? ¿Qué cruel tiene que ser una persona para que ignore la muerte de su amiga? Lo único que puedo hacer es recordarla». Allí estaba Elena a un costado, tocándole el hombro. Ella hablaba porque Peter no sabía qué responderle. A él solo se le ocurrían sus tragedias pasadas, pero no las mencionaba, ya que consideraba que sería egoísta de su parte. El dolor de nadie podía ser el consuelo de otro, se decía.
La siguiente semana llegó y, con ello, la reunión que había esperado el agente Perdomo. Se reunieron las pruebas en la comisaría de Sweeneytown. La policía científica se encargó de archivar cada evidencia como dictaba el protocolo. Los diarios hablaron del Demonio de Sweeneytown, aunque la mayoría de las notas que salían en otros periódicos, según Adam Flanagan, eran malas imitaciones de su reportaje; que era más completo y verídico que los trabajos de los demás. Por supuesto, a Adam le gustaba repetírselo, y cuando alardeaba de ello ante su esposa e hijos, Shirley corría de vuelta a su habitación, tan solo para volvera llorar. El pequeño Carl solo preguntaba qué había sucedido y Molly encendía un cigarrillo, para fumárselo en silencio, sin prestar atención a su alrededor.
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