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Capítulo trece: "Kian"


Tres horas habían pasado desde que Summer se había entregado a la policía. Sus dedos se enredaban entre sí con desesperación. Su vestimenta se sentía más pesada de lo que recordaba. Pellizcó su camiseta holgada y la sacudió para airear su torso. Ya comenzaba a arrepentirse de haber sido así de impulsiva. Ella era así, y a veces las cosas no terminaban como ella pensaba. Un claro ejemplo era la pequeña celda en la que estaba encerrada.

Todavía estaba en la comisaría. No sabía porqué seguía allí. Pero lo prefería antes de que la trasladen a una cárcel hecha y derecha.

Sus ondas platinadas se encontraban sudorosas y grasosas por no haberse lavado el cabello. Más allá de que la humedad de la celda era intolerable. Era oscura y su aroma era una mezcla entre humedad y moho.

Un guardia barbudo y barrigón, se encontraba sentado en un escritorio de madera clara. Cada un par de minutos tomaba entre sus manos la taza blanca con café humeante dentro y bebía un sorbo. Pasaba la lengua por sus labios y luego el dorso de su mano por su blanquecino bigote.
Ojeaba unos papeles con atención y algunos de ellos los unía con una abrochadora. Lo observaba desde hace más de dos horas, esperando que algo nuevo suceda en esa monótona habitación de la comisaría.

Un policía delgado y joven entró por la puerta con un periódico local en sus manos. Sus ojos se deslizaban por los párrafos con rapidez, y de vez en cuando abría los ojos con impresión - ¿Ha visto las noticias, jefe? -Le preguntó al comisario. Éste levantó la cabeza y se quitó los anteojos.

-¿No tiene trabajo para hacer, oficial? -Declaró. Su voz era rugosa y avejentada- Tengo muchos papeleos por revisar. Así que apreciaría que vuelva a donde le corresponde.

-¡El joven del psiquiátrico viene para acá!

Los sentidos de Summer se pusieron alerta. Se levantó del pequeño banco de concreto y se aferró a los barrotes de metal de la celda. Podía sentir su corazón palpitar en sus oídos. ¿Justin venía hacia acá? ¿A la comisaría? ¡Pero qué idea descabellada! Él no podía salir. No estaba en condiciones para enfrentarse a este tipo de asuntos.

Su garganta se cerró.

Golpeó la celda con el anillo de plata que se había colocado esa mañana. Los dos guardias se giraron y alzaron una ceja.

-¿Podría... Quiero decir... Cabe la posibilidad...

-Al grano, Burberry -Habló con seriedad el oficial Griffin.

Summer rascó su cabeza con nerviosismo.

-Un v-vaso de café. O de agua, es lo mismo.

El comisario pareció pensarlo unos segundos. Y finalmente señaló con la cabeza la máquina de café que había cerca de la puerta. Agradeció al cielo que le hayan permitido eso. Su garganta estaba tan seca que con suerte podía hablar con una pobre claridad.

El oficial delgado pasó su mano entre los barrotes con un vaso de café. El humo formaba ondas y tirabuzones que se evaporaban en el aire finalmente. A Summer se le hizo agua la boca al instante.

-Que no se te haga costumbre. Esto no es un hotel.

Summer asintió fugazmente y soltó un gemido al sentir el líquido deliciosamente tibio hacer contacto con su lengua. Estaba estresada. Necesitaba descansar, pero cada vez que cerraba los ojos las imágenes de Justin en la televisión aparecían y rápidamente se incorporaba en el incómodo catre.

La puerta se abrió y Summer sintió sus piernas temblar. Seis médicos de la clínica entraron invadiendo por completo la comisaría. Y entre todos ellos estaba él. Tenía esposas en sus manos, como si de un prisionero se tratara. Qué imbéciles, pensó Summer.

Sus ojos se conectaron y debió apretar el vaso de plástico para que no se le resbalara.

-¿Acaso estás demente, Burberry? -Justin hizo un esfuerzo para aferrar sus manos a los barrotes a pesar de las esposas. Acercó su rostro a la abertura entre barrote y barrote y miró a Summer con la mandíbula apretada.

-Creí que era lo correcto.

Justin soltó una carcajada enferma.

-¿Lo correcto? ¿Es una jodida broma?-Golpeó los barrotes con ambas manos, alertando a los enfermeros de la clínica y haciendo sobresaltar a Summer- ¿Qué demonios debo hacer para que entiendas que no soy un bebé? ¡No soy débil, Burberry! ¡Aunque no lo creas soy más fuerte que tú!

-¡Quería que no te molesten! ¡Diablos que deseaba que estés ajeno a la desastrosa realidad!

Justin tensó aún más la mandíbula y desvió la mirada a su costado izquierdo -Unas putas paredes no me mantienen ajeno a la realidad, Burberry, sería genial que te vayas enterando. -La miró distante otra vez- He tenido tantos encuentros desastrosos con la realidad... En definitiva, fue la realidad que tú dices la que me empujó a la clínica.

Summer apretó los labios sin tener más argumentos que agregar. Justin estiró el brazo, pero sus esposas no le permitieron tocar su rostro. Summer elevó la comisura derecha en una sonrisa torcida y se acercó por si misma a la altura de su mano. Él titubeó unos segundos antes de hacer contacto con su piel levemente bronceada y suave.

-Sólo quería protegerte de la mierda que la gente lanza. -Summer soltó un suspiro - Podrás esconderte detrás de tu coraza de fortaleza. Pero yo sé muy bien que eres sensible, y frágil como un cristal. Y ellos no tardarían ni un segundo en destrozarte.

Justin apretó su mejilla y la arrastró hacia arriba. Summer podía sentir su cálida respiración hacer contacto con su pómulo.

-Ya deja de preocuparte por mí, Burberry-Besó su mejilla con lentitud con sus labios pegajosos y calientes-. Por si no lo recuerdas, el que ha matado he sido yo.

***

Ya había anochecido. Los enfermeros se habían llevado a Justin hace más de cuatro horas. Estaba exhausta. No podía dormir y tan sólo deseaba que alguien pagara su fianza. Pero se sentía tan avergonzada por ello.

La puerta volvió a abrirse. Pero ella no se volteó. Sin embargo debió hacerlo cuando una sombra masculina se reflejó en el suelo gris de concreto rugoso. Al levantar la mirada, quiso que la tierra la tragase. Caleb estaba allí, parado y con una mirada de desaprobación natural.

Su chaqueta de cuero café lo hacía ver más maduro y masculino. Al igual que su cabello, que lo había dejado crecer y sus rizos dorados caían sobre sus pómulos.

-¿En qué estabas pensando? ¿Culparte por una fugada de un desquiciado? De todos modos, ¿quién jodidos era ese tipo? ¿Lo conocías acaso? ¿O simplemente te conmovió su mundo enfermo? -Caleb descruzó los brazos y los dejó caer a cada costado de su torso con frustración- ¡Qué paranoia!

Summer apretó los ojos ya recordando porqué lo había dejado. Maldición que era un pesado. Además esa forma de tratar a Justin la enfermaba. ¿Quién se creía? Pensó que la cárcel, la falta de comida y las horas sin dormir eran las únicas cosas que debería soportar. Pero luego aparece Caleb y le hace dudar sobre lo que el destino tenía preparado para ella.

-¡¿Quieres, por favor, cerrar la boca?! -Summer apretó su cabeza con ambas manos. Intentando inútilmente que la irritación se mantenga encerrada allí- ¿Qué estás haciendo aquí?

Un policía se acercó a la celda y la abrió, dejando a Summer con la boca abierta. No sabía qué pensar. Quizás porque estaba tan cansada que ni siquiera podía conectar su cerebro a pensamientos coherentes.

-Sacarte de aquí -Dijo Caleb.

-Gracias -Summer susurró. Sin estar completamente segura de si aferrarse a su repentino cambio de actitud.

Se acercó al escritorio del comisario. Éste ni siquiera la miró al entregarle sus pertenencias. Lo primero que ojeó fue su celular. Estaba repleto de mensajes y llamadas perdidas que no les tomó importancia. Tan sólo deseaba largarse de la comisaría lo antes posible.

Soltó un suspiro al sentir el aire frío de Chicago acariciar ligeramente su rostro. Libertad. Finalmente.

-¿Quieres que te alcance a tu departamento? -Caleb rodeó su camioneta negra y recargó el codo en el techo.

Summer titubeó. Pero finalmente no cedió. Sabía donde terminaría todo eso. Él entraría a su departamento, se vería obligada a ofrecerle un café, él comenzaría a quitarse el abrigo y finalmente se haría tan tarde que se quedaría dormido en el sofá. Y para Caleb aquello era una iniciativa para acercarse amorosamente a ella. Y la comenzaría a llamar con más frecuencia.

-No, estaré bien. -Summer sonrió.

-¿Estás segura? No es ninguna molestia.

Un taxi vacío se acercó a la calle como una luz celestial. Gracias a dios.

-Gracias por la oferta, de verdad, y gracias por pagar la fianza. Pero prefiero estar sola.

Sin esperar respuesta paró el taxi. Cuando se detuvo frente a ella, volteó para saludar con la mano a Caleb. Pero en el momento que colocó la mano en la manija, otra mano se le adelantó. Un muchacho moreno, de baja estatura, pestañas largas y bellísimos ojos pardos la observaba sonrojado.

-Lo siento. Pensé que se había detenido para mí. -El moreno sonrió.

-Tranquilo.-Summer sonrió también para aligerar el ambiente- Sube, puedo esperar por otro. Los taxis aquí no tardan tanto.

El chico agitó su mano con desdén, restando importancia- No, de ninguna manera. No voy tan lejos. Puedo ir caminando sin problemas.

-¿Adónde vas?

-Bertol Avenue. -Esperen, ¿es británico? ¡Qué acento más embriagador!

Summer abrió la puerta del taxi- También yo. Podríamos compartirlo, si quieres.

El guapo británico sonrió nuevamente y se adentro al taxi. Le siguió Summer. Jamás había conocido a una persona británica. Mucho menos en esas circunstancias; saliendo de la cárcel por acusación de haber ayudado a escapar a un demente. Y compartiendo un taxi al vivir en la misma calle.

Summer volteó, encontrándose con la camioneta de Caleb y su mirada enfadada.

-¿Novio celoso?

-Ex-novio obsesionado. ¿Cuál es peor? -Sacudió la cabeza.

-Soy Kian Morgan-Rió extendiendo su mano. Desde su muñeca hacia arriba habían tatuajes. Aunque más allá del codo se encontraba cubierto por la tela de la camiseta- Guitarrista pasado de moda. -Torció los labios.

-Summer Burberry-Soltó una carcajada, uniendo sus manos-. Psicóloga empedernida y excelente haciendo pasteles de chocolate.

-Sería un placer ser testigo de su talento, señorita Burberry.

Un capítulo un poco corto i know. Perdón por estar tan ausente. No tenia inspiración para nada. Pero aquí lo tienen.

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