Capítulo dos: "Tempestad"
A la mañana siguiente Summer volvió a aparecerse en la clínica. No iba a rendirse tan fácil con respecto a Justin.
Ella realmente quería ayudar a Justin de alguna forma o hacer que se olvide por un momento de lo que sucede dentro de su cabeza.
Luego de irse de la clínica ayer, se mantuvo toda la noche despierta frente a la pantalla del computador, llenando su cabeza de información sobre lo que le sucedía a Justin.
Ahora sabía que la culpabilidad y temor que sentía por las experiencias pasadas, deformaron su conciencia, transformándola en su peor enemiga.
Él no tenía control sobre ella -o él - y llegó al punto de seguir sus órdenes.
Luego de aquello, decidió volver a la clínica para hablar civilizadamente con él y no cometer el error de mencionar rápidamente aquel intruso que invadía su mente.
Saludó al guardia elevando la barbilla y éste le sonrió.
-Veo que no se rinde tan fácilmente, señorita Burberry -le dijo, a medida que la reja se abría.
Ella se encogió de hombros y siguió avanzando por el mismo camino de tierra que el día anterior había transitado.
Ahora el jardín delantero se encontraba desierto. No había alma viviente que por allí pasara. La razón era la lluvia que se avecinaba, por eso mismo debía apurarse si no quería quedarse estancada dentro de la clínica.
Summer se encogió aún más en su abrigo, como si esa acción pudiera librarla de la tensión que invadía su cuerpo.
Se había memorizado cada frase que le diría a Justin, con la intención de no hacer que sufra otro de esos espantosos ataques.
No quería que ninguno de los dos pase un mal momento. Ella no podría soportar otro de sus ataques, no por ahora.
La noche anterior, al dormirse, las imágenes de aquella nueva experiencia se reflejaron en su mente, alterándola lo suficiente como para no dejarla dormir.
Summer tocó el timbre de la clínica. Pronto la puerta se abrió, y frente a ella apareció una mujer entrada en edad.
Su cabello grisáceo se encontraba amarrado en un moño formal. Algunos cabellos se escapaban de él y caían sobre sus orejas decoradas por dos perlas.
-Buenas tardes -la saludó cordialmente la señora.
Summer sonrió.
-Buenas tardes, soy la doctora Burberry. He venido a ver al paciente Justin Bieber.
La mujer sonrió y se hizo a un lado para dejarla pasar. Ella le agradeció y caminó por el pasillo hasta toparse con la puerta de la habitación de Justin.
Se quedó un momento detrás de la puerta, observando su figura por el vidrio enrejado de la misma.
Su cabello se encontraba oculto por un gorro gris de lana, combinando con su polera del mismo color.
Su mirada se mantenía en la ventana frente a él. Su mano derecha rodeaba la reja con fuerza y sus piernas se encontraban cruzadas.
Summer colocó un mechón de su cabello detrás de su oreja antes de abrir la puerta.
Justin volteó en cuanto oyó el chirrido de la puerta al abrirse. Y se sorprendió bastante al ver a la Dra Burberry frente a él.
Pensó que se había asustado lo suficiente como para no volver jamás. O por lo menos, es lo que normalmente sucede con las personas que tratan con él y sus problemas.
-¿Qué haces aquí? -preguntó Justin, observando atentamente cada uno de sus movimientos.
Summer permanecía estática en el mismo lugar, sin ser capaz de avanzar un paso más.
-He dicho que deseo ayudarte.
Él soltó una carcajada.
-Cualquier persona diría que eres valiente por volver luego de presenciar el espectáculo de ayer -él se levantó de la cama, o mejor dicho, colchón destruido y diminuto al que llamaban "cama" -, pero yo digo que me pareces tonta. Tonta y terca.
Summer cruzó los brazos sobre su pecho.
-¿Tonta por querer ayudarte?
Justin tiró la silla de madera frente a él al suelo, haciéndola sobresaltar.
-¡No puedes ayudarme! ¿De acuerdo? -señaló su cabeza - ¿Ves esto? Ya no tiene retroceso. Intentar que recupere la cordura es como tratar de enseñarle a un perro hablar.
Summer abrió la boca dispuesta a responderle, pero la puerta sonó y posteriormente, la misma señora que la recibió entró al cuarto con un carrito de metal repleto de medicinas.
-Es hora, campeón -le dijo a Justin, extendiéndole un pequeño vaso plástico con tres píldoras dentro.
Justin fingió una sonrisa y tomó el vaso, vaciando éste dentro de su boca. La señora, al verificar que él haya tomado sus píldoras, se dio media vuelta y se fue.
Se sorprendió cuando Justin escupió las píldoras ensalivadas y las guardó dentro de una pequeña bolsa escondida debajo de su almohada.
-Justin, debes tomarte eso -espetó.
Justin volteó luego de acomodar su almohada y frunció el ceño.
-No te irás hasta que hable contigo, ¿verdad? -gruñó bastante fastidiado.
Él se volvió a sentar al borde de la cama. Su mano sostenía su cabeza desde la mejilla, en una expresión bastante aburrida.
Summer quería aclarar varias dudas. Justin era un desafío para ella. Así que levantó la silla de madera que estaba caída en el suelo y se sentó frente a él.
Justin se sentía como un ratón de laboratorio. Él sabía que para ella era un enfermo mental, y aunque lo fuera, no le gustaba que se lo afirmaran. La actitud de todos en la clínica con los pacientes no era buena, los trataban como enfermos que necesitaban una cura.
Pero todo lo que ocurre en las mentes de los pacientes, no es más que una imaginación desarrollada. Y en el peor de los casos, una macabro reflejo de la realidad.
Aquí dentro habían psicópatas, dementes promedio y hasta asesinos en serie. Esta clínica retenía a los peores criminales de la historia, y aunque no lo parezca, pensaban mejor que una persona común y corriente.
Summer sacó una libreta marrón desgastada, la cual guardaba desde que tenía memoria. En el primer renglón, escribió "empatía psicológica" ante la atenta mirada de Justin.
-Dime, ¿alguna vez has leído un libro, Justin? -le preguntó Summer, levantando la mirada de las hojas amarillentas de la libreta.
Justin se lo pensó un momento. Hace tiempo no leía un libro, en su casa tenían grandes bibliotecas repletas de ellos. Pero desde que llegó a la clínica no había tenido la oportunidad de hacerlo.
-Sí -respondió lo más fríamente posible.
-¿Cuál es tu favorito?
Justin no debió pensar ni un segundo aquella pregunta - Peter pan.
Summer se sorprendió bastante al oír aquel título. Estaba segura que diría algún libro de asesinatos o misterios sin resolver. Tanto le sorprendió, que debió preguntar:
-¿Por qué?
Justin pasó una mano por su cabello revuelto antes de volver a colocarse el gorro. No iba a decir que su madre solía leérselo antes de la muerte de su hermano.
-Me hace sentir como si volviera a ser pequeño -se encogió de hombros -. El personaje principal se niega a crecer. Yo tampoco quiero hacerlo.
-¿Cuál es la razón?
Justin clavó su mirada en la de ella, causándole un leve estremecimiento. Una sonrisa enfermiza amaneció en su rostro.
-Mi futuro no será maravilloso, Burberry -dijo -. Estoy destinado a quedarme encerrado aquí, tratando con dementes e ingiriendo pastillas. Estoy destinado a caer, tarde o temprano.
Summer se quedó unos minutos en silencio. A pesar de estar encerrado aquí por supuesta psicopatía, Justin no era ningún idiota, es más, era muy inteligente.
Haber matado a su hermano le había dejado secuelas, pero de todas formas él se negaba a caer. O quizás,todavía no quería hacerlo.
-¿Y tú no quieres hacerlo? -cuestionó. La mayoría de psicópatas, según los documentales, tenían tan oscuro su cerebro que ni se inmutaban si les preguntaban sobre su muerte.
Justin se encogió de hombros y elevó su comisura en una sonrisa torcida.
-¿Qué clase de persona no le teme a la muerte? -rió - Seré un psicópata, pero no quiero morir.
Ella sonrió y asintió con la cabeza. Soltó un suspiro y sacó un libro que tenía guardado en el morral negro que colgaba de su hombro y se lo extendió.
Él lo miró con el ceño fruncido y elevó la mirada para mirarla.
-Léelo, volveré la semana que viene y lo comentaremos -sonrió y salió por la puerta hacia el gran pasillo de entrada.
Iba caminando por el pasillo cuando la mujer caminó hacia ella. La paró con la mano y se paró frente a ella.
-No creo que pueda irse todavía, señorita. Afuera está lloviendo a cántaros, y las calles están completamente inundadas.
Summer frunció el ceño y caminó hacia la puerta de entrada. Efectivamente, el jardín delantero y las calles detrás de las rejas se encontraban inundadas. Su auto seguía aparcado a un lado, y el agua llegaba hasta la mitad de las ruedas.
-No puedo quedarme aquí, tengo una sesión en dos horas -miró su reloj con desesperación.
Peyton Thompson era una niña con bastantes problemas, sabía que se moriría si no podía tener una sesión con ella como todas las semanas.
La señora se encogió de hombros - No podrá avanzar mucho, señorita, el agua sigue subiendo. En unas horas bajará, pero no puede salir ahora.
-De acuerdo, me quedaré aquí hasta que pare la tormenta -anunció, tras un largo suspiro.
N/A: ¡Holaaaaa! Espero que les esté gustando la historia. Pueden dejar sus opiniones en los comentarios♥
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