Búscala.
Ella ya no está.
Decidió irse hace tiempo.
Quizás se ha unido al viento,
pues eso suena a algo que ella haría.
Creo que sé a qué has venido.
Pero deberías irte.
Hay algo en mí que se retuerce de tan sólo oírte.
Quieres verla, eso pensé.
Pero me temo que no está aquí.
¿Planeas buscarla? ¿Recuperarla?
Por favor no me hagas reír.
Encontrarla no será juego fácil, sino imposible.
Oh, lo siento.
Supongo que olvide que no eres alguien persuasible.
No cambiarás de opinión, ¿cierto?
Bien.
Entonces ve, y búscala.
Hazlo. Ahora.
Búscala en el latir de tus recuerdos, es probable que esté allí.
Porque aquella a quién conociste ya no está aquí.
Tú la mataste.
Tu ausencia fue la daga y tus palabras el fusil.
Tu mano fue la que soltó la suya con la infinidad del vacío a sus pies.
Gritó tu nombre, y sólo la viste caer.
Y yo caí.
Caí al olvido,
odiando el abismo azul que habita en tus ojos,
aún más azul que el vacío que la consumió,
arrasando hasta con el eco de su grito.
La ausencia duele, ¿no es así?
Ahora ve, y búscala.
Búscala en el atardecer inaudito,
la sangre que mancha el cielo emerge de su herida.
Búscala en su silencio fortuito de alma perdida.
Adelante, puedes buscarla en donde sea,
pero no la encontrarás.
Porque está muerta.
El cruel destino se encargó de corroer su piel y huesos de forma lenta.
Evacuó su esencia y corre su sangre veloz en mis venas.
Un resquicio de su alma vive en mí,
y a través de sus ojos, ahora míos,
ya no te observa como antes lo hacía.
Puedo ver el dolor,
gravado a fuego lento en tu mirada.
Sabes que no te ama como solía.
La amaste, aún lo haces,
y me regocijaré, porque anticipo que este amor será tu ruina.
Así como lo fue la mía.
Y la suya.
Ella te amó.
Pero tú la mataste.
Ella te amó.
Pero yo no lo hago.
Tu traición fue el golpe mortal.
Ella te amo, y ahora ya no lo hace.
Su último recuerdo y mi pensamiento primero fueron lo mismo:
Tú.
Ahora búscala, y no pienses en salvarla, porque no lo lograrás.
Ella no quiere ser salvada.
Está muy lejos ahora...
Pero aún así, búscala.
Busca su corazón, los restos de su amor esparcidos en cenizas.
Pero date prisa,
porque el soplido del viento podría alejarlas de tí.
Búscala en el firmamento poblado de opacas estrellas,
con la luna reflejándose en el agua,
y un río desbordado de las lágrimas que no dejó ir.
Búscala, a ella y a su luz,
entre las sombras frías.
Pero no la encontrarás.
El vacío es tan inmenso y oscuro.
La luz está apagada,
y no podrás encenderla.
Ya no soy la misma.
Ella, a quién amas y quién fui,
no volverá.
¿Y aún así quieres buscarme?
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