Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Potro de Invierno (3)

Los días pasaron, y en el último se detuvieron cerca del Río Divisor, como lo llamó Trips. Allí había árboles de hojas de un verde amarillento que custodiaban las orillas; pequeñas aves cantoras anidaban y volaban de una rama a otra junto con la brisa que corría. El murmullo del agua cristalina era tan tenue que Nigel se encontró mirando la corriente y escuchándola. Detrás de él, con una alegría palpable, Trips pastaba y admiraba los alrededores.

«¿Y ahora qué?»

Miró al joven semental de reojo, sabiendo que el tiempo juntos estaba llegando a su fin, sintiendo que su corazón y pecho se destrozaban. Bajó la mirada, abrazando sus rodillas, perdiéndose en los reflejos del sol, que empezaba a caer en las aguas. Una vez más, la granja apareció en su mente, tal como la recordaba, con Papá y Mamá yendo de un lado a otro, con las Tías cuidando de la casa y sus primos paseando los animales o jugando por ahí. Echó la cabeza hacia atrás, hacia el cielo que le sonreía con su rostro celeste.

En algún momento, Trips se había acercado a él, apoyando su hocico en su hombro, preguntándole qué pasaba. Nigel no tardó en susurrarle que estaba bien, pero el caballo no pareció convencido hasta que le confesó parte de la verdad. ¿Cómo iba a hacer para volver a verlo? ¿Cómo haría para regresar? Trips se quedó en silencio, echándose junto a él, con sus ojos fijos en el mundo que los rodeaba, antes de volver a Nigel y soplar suavemente que desconocía el modo, pero que tampoco quería dejarlo. Las lágrimas se asomaron nuevamente al rostro de Nigel y sonrió con un sentimiento agridulce. Se mantuvieron allí un rato más antes de que Trips parara sus orejas, girándolas. Nigel siguió con la mirada, entrecerrando los ojos.

No era posible verlo con claridad, pero figuras equinas caminaban hacia ellos. Colocó una mano como visera y le pareció reconocer las crines rojizas, aunque con el calor de la tarde bien podía ser cualquier cosa menos aquello que empezaba a oprimirle el corazón. Trips se puso de pie, resoplando, antes de pedirle a Nigel que se subiera. De inmediato se encontró trepando al lomo, con sus manos aferrándose a las pocas plumas de la crin, y sintió que el corazón empezaba a palpitarle. Sus ojos no paraban de ir hacia su espalda, todavía intentando ver de qué color eran los animales que se iban acercando.

Comenzaron caminando por las orillas del río, en completo silencio, ambos volteándose constantemente. En el momento que pudieron distinguir las siluetas, Trips empezó a trotar, sus alas parcialmente abiertas, aunque pronto vieron que cruzaban a la otra orilla. Nigel no tenía idea si eran realmente diomenedas, pero algo dentro de sí se sintió más aliviado al ver que luego de cruzar seguían otro camino. Ante el pedido del semental, se mantuvo sobre su lomo un trecho más.

El mundo había vuelto a ser silencioso, pero había un aire tenso, como si en cualquier momento fuera a largarse una tormenta. Ambos observaban los alrededores, esperando que cualquier cosa apareciera ante ellos. Nigel iba a decir que no había nada de lo que preocuparse, cuando escuchó relinchos agudos, casi como chillidos, y Trips empezó a galopar de golpe. Su cuerpo entero se pegó al del animal, aferrándose cuál garrapata a sus plumas.

Los ancianos de la mansión solían susurrarle que para cada criatura de Nae-Op, había una de Sarciavas-Uh, y uno de los hijos de ella temía del primer hijo de él por haber caído de su nido antes de tiempo. Habían nacido del abandono, los mitos mencionaban que una yegua pegaso debía de rechazar a su potrillo para que este se volviera en el mayor dolor de su gente. Negro como las pesadillas, de piel escamada, hocico afilado y de hambre voraz. Algunos de los que narraban historias añadían que eran los mensajeros de los dioses olvidados, de aquellos que juntaban las almas del viento antes de ponerlas en otro cuerpo.

Si aquello era o no verdad, Nigel no tenía tiempo para averiguarlo. Trips comenzó a estirar las alas, alzando vuelo, apenas lo suficiente para avanzar más rápido, pero sin dejar la seguridad de los árboles.

Alas inmensas, patas cuyas pezuñas parecían terminar en garras y colas delgadas que se movían de manera extraña detrás de ellos. Nigel sintió que las diomenedas eran la parte bella de aquellas bestias, tenían el cuello más grueso y sus pectorales marcados, incluso entre las escamas. Trips viró de golpe, sacudiendo casi todo el interior de su cuerpo, antes de ascender, desesperado por volar cuan rápido podía. Sus ojos lloraban con el viento y su corazón se encogió a la par de sus brazos contra el cuello del semental.

Pronto sintió que los chillidos aumentaban, así como los aires de Trips, quien resoplaba, cada vez más rápido, más desesperado. Su estómago se encogía, trepaba a su garganta, volvía a caer, siguiendo los movimientos del pegaso. Abrió un ojo, encontrándose con una cabeza de un gris negruzco a su altura; un orbe de un amarillo verdoso, de pupila afilada, lo observaba. En cuanto el animal abrió su hocico, Nigel pudo distinguir un montón de dientes, listos para desgarrar, y uno de esos relinchos se hizo oír. Al igual que con las diomenedas, su sangre se congeló a la vez que sus latidos empezaban a ensordecerlo.

Vio cómo los dientes se acercaban a su cabeza antes de que Trips cayera en picada. El viento zumbaba en sus oídos y su garganta se cerró, apretó los párpados, empezando a murmurar una de las pocas frases que los ancianos cantaban en un susurro al caer la noche. Sus dedos se aferraron al cuello del semental, esperando que el viento no lo separara. Trips se enderezó, corriendo al ras del suelo, dándole un sacudón.

Como si todas las deidades hubieran decidido eliminar a Nigel, escuchó el relincho lejano, emocionado. Esa vez sí pudo reconocer las crines rojizas que se movían con el viento. Quiso gritar, pero cualquier sonido quedó atorado en su garganta. Miró hacia el cielo, donde varios de los thestrals sobrevolaban, con sus alas negras membranosas que dejaban pasar la luz como si fueran nubes finas. Separó los labios, como si con un grito fuera a resolver algo, y su cuerpo se acomodó lo mejor que pudo, intentando incomodar lo menos posible al caballo.

A lo lejos, como una sombra, le pareció distinguir una silueta de una construcción. Su mente dejó de ocuparse de lo que le rodeaba, sus ojos y pensamientos se alinearon en una dirección, con una clara línea a la que seguir. Relinchos y chillidos continuaban a su alrededor, cada vez más cercanos, casi sobre ellos.

La construcción empezó a convertirse en una casa inmensa. Podrían llegar. Se acomodó, sentándose sobre el lomo y agarrando las plumas de las crines. Un movimiento cerca de él le avisó de una diomeneda. Esperó a que la cabeza estuviera cerca y le dio una patada ni bien tuvo la oportunidad. Apenas era consciente del mundo que lo rodeaba, sus ojos enfocados en la construcción. Podrían lograrlo. Polvo y viento, relinchos y chillidos.

¡BANG!

Una diomeneda se quejó, soltando palabras que Nigel supuso serían insultos. No le importaba, espoleó a Trips para que continuara. Otro estallido y un thestral se apartó, gritando que su ala y pata dolían. Escuchaba al semental resoplar, sintió cómo sus músculos de las patas se cansaban, haciendo que estirara las alas. La casa estaba más cerca.

¡BANG!

Algo le rozó la cabeza y Trips clavó sus patas en el suelo, mandando a Nigel a la tierra misma. Comenzó a relinchar, a dar coces y a sacudirse antes de alzar vuelo. Nigel esquivó cuantas pezuñas y movimientos animales podía, sintiendo que el corazón se le iba a salir de la garganta. Empezó a correr justo cuando escuchó más estallidos, cascos, y distinguió varias siluetas que pasaron a su lado. Cubrió su cabeza con los brazos, quedándose quieto en donde estaba. Oyó a las diomenedas quejarse, a un caballo reírse, otro que les incitaba a marcharse.

El silencio se hizo presente, dejando una sensación aturdida en su lugar. Sus piernas apenas lo sostenían y sus ojos eran incapaces de enfocar a las siluetas que se acercaban a él. Le habría gustado decir algo, pero el mundo se apagó.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro