Capítulo 50: La princesa
–Espera... espera... déjame que lo entienda. –Dijo Sam, apretándose la frente entre los dedos. –¿El rey te dio un palacete y tú decidiste volver a esta cabaña?
Nora le miró sonriente y asintió.
–Hermanita, te recordaba más lista... –Dijo con un suspiro.
–Este es mi hogar. –Añadió ella resuelta.
Sam miró a Lían y ambos comenzaron a reír.
–No sabes lo mucho que te hemos echado de menos. –Dijo Lían, secándose las lágrimas fruto de las risas.
–No más que yo a vosotros. –Confirmó ella, mirándoles con cariño. Luego se levantó y fue al aseo, volviendo rápidamente con las tijeras en las manos. –Y ahora, os voy a adecentar un poco.
Tras cortarle el pelo a sus hermanos, Nora suspiró agradecida. Sam había resultado herido en la guerra, perdió un ojo y parte de la movilidad de su pierna, pero seguía siendo el mismo de siempre y eso la tranquilizó. Lían, en ocasiones se quedaba con la mirada perdida, suponía que lo que había visto en la guerra lo había marcado de una forma que ella no era capaz de entender, pero, aun así, seguía conservando su sentido del humor. Por su parte, Nathan no tardó mucho en volver al hospital de campaña. Aunque no quedaban muchos heridos, los que seguían allí necesitaban rehabilitarse tanto física como psicológicamente, así que se marchó tras unos días.
El tiempo había retrocedido para Nora, que sentía una paz que había olvidado durante aquellos oscuros años.
–Sabes, hermanita, al príncipe Derek ya no lo llaman "el príncipe cobarde" ... –Le dijo Sam de pronto, pillándola desprevenida. Ella lo miró sorprendida y él sonrió. –¿Quieres saber cómo lo llaman ahora?
Nora alzó una ceja esperando la respuesta.
–"El príncipe enamorado", ¿qué te parece? –Le preguntó con ironía.
Ella sintió que su corazón se aceleraba, pero trató de mostrar indiferencia.
–Me... me parece mejor apodo... –Murmuró avergonzada.
Sam sonrió divertido y se acercó a ella.
–Me pidió que te dijese algo...
Nora se volvió hacia él rápidamente mientras lo miraba con los ojos muy abiertos.
–¿Qué? ¿qué te dijo?
–Ay, hermanita, no sé cómo lo has hecho... –Se mofó él, alargando la respuesta.
–¡Sam! –Se quejó Nora impaciente.
Él se rio y después pasó su brazo por los hombros de su hermana, acercándose a su oído. Ella le escuchó con interés.
–Que vendría a por ti.
Nora sintió su cara enrojecer mientras su hermano se volvía a reír.
–Jajaja, supongo que a un príncipe tendré que darle el visto bueno... –Bromeó él, mientras salía de la cabaña dándole el espacio que tanto necesitaba en ese momento.
...
Los escudos reales fueron retirados ya que los hermanos de Nora habían vuelto y ya no estaba sola. Se marcharon igual que habían venido, sin decir nada. Con eso, su hogar recuperó algo más la normalidad.
Era un día de intenso calor y Nora fue a comprar algunas especias a la aldea. Mientras salía de la tienda, sintiendo el sol en su rostro, escuchó algo que la hizo detenerse en el acto.
–Sí, es este fin de semana.
–Una boda real. ¡Eso tiene que ser digno de ver! –Exclamó el tendero a una vecina.
–Y con una princesa de Nerpia... es increíble, después de tanta guerra... Se dice que van a abrir las fronteras tras la boda, tengo una prima allí y llevo sin verla...
Nora dejó de escuchar la conversación y siguió andando, sintiendo como su corazón se le resquebrajaba. ¿Por qué le había dado esperanzas si no pensaba volver? ¿Por qué le dio ese mensaje a Sam, si iba a casarse?
Llegó a la cabaña con el corazón deshecho, pero no se permitió el lujo de llorar, miró a sus hermanos que recogían hortalizas en el huerto y sonrió. Debía pensar en el presente, en la inmensa suerte que tenía y, aunque le doliera el pecho, le deseaba toda la felicidad del mundo a Derek.
...
El sábado llegó en un abrir y cerrar de ojos. Ese día, Sam y Lían salieron a cazar al bosque. El verano era una época de largos y cálidos días, la gente sonreía más y el tiempo pasaba plácidamente.
Nora había decidido centrarse en el ahora, en todo lo bueno que tenía. Sin embargo, una cosa era decirlo y otra llevarlo a cabo. Ese día, Derek se iba a casar con otra mujer y ese pensamiento la atormentaba, le daba náuseas y ganas de gritar. Por mucho que tratase de no traerlo a su mente, era una tarea imposible que la hacía suspirar con fuerza y apagaba su ánimo hasta convertirla en un alma en pena.
La puerta de la cabaña se abrió sorpresivamente. Nora se giró esperando ver entrar de nuevo a sus hermanos, imaginó que habrían olvidado algo. Pero, a quien vio en el umbral, no fue a ninguno de ellos.
Sus cabellos castaños eran tan largos que llegaban desordenadamente hasta sus hombros, sin embargo, llevaba su barba bien recortada. Camisa blanca y pantalón marrón oscuro, la clásica ropa de un campesino, pero, por mucho que se disfrazase, su elegante presencia lo delataba. Era él.
Dio varios pasos hasta ella y la miró a los ojos, sin poder creer que lo hubiera conseguido.
–Nora, he vuelto. –Le dijo en voz baja, observándola con una sonrisa tierna.
Ella no conseguía articular palabra. Tanto le había esperado, tantas veces lo había dado todo por perdido y ahora que estaba sumida en la desesperanza, lo tenía frente a ella. Él, que era su vagabundo y, a la vez, su príncipe. Quien llegó en silencio a su corazón llenándolo de amor para, después, dejarlo roto.
–Derek... –Consiguió decir con un hilo de voz. –¿Qué haces aquí? –Preguntó perpleja, sin saber qué más decir.
–¿Por qué me preguntas eso? Te dije que volvería a por ti. Siento haber tardado tanto...
–Más de dos años... –Murmuró ella, sin poder apartar la vista de sus ojos.
–Lo lamento tanto... –Se disculpó él, agachando la cabeza.
Nora lo miró sorprendida, después sacudió su cabeza recuperando la compostura.
–No lo sientas, me devolviste a dos hermanos. –Dijo con seriedad, notando que sus ojos se humedecían. – Dos hermanos por dos años. Hubiera esperado diez, veinte o cincuenta...
Él la abrazó en ese momento, haciendo que las lágrimas de Nora cayeran por sus mejillas.
–Aun así, lo siento. Ha sido una tortura... un martirio...–Murmuró Derek abrazándola, recordando todas las veces había soñado que lo volvía a hacer. Aspiró su aroma y acarició su espalda, sintiendo que su corazón se le detendría en cualquier instante.
Nora se separó de su abrazo y alzó la mano para tocar sus cabellos.
–Está demasiado largo. –Le dijo ella, pensando para sus adentros, que aquello era fruto de su imaginación.
Derek no pudo evitar reír por el comentario.
–No iba a permitir que nadie más me lo cortase. –Se excusó sujetándole con delicadeza la mano. Después, se la acercó a la boca y la besó.
¿Era un sueño? Seguía preguntándose ella. Últimamente, había pensado mucho en si su vida se había convertido en una fantasía. Volvió un poco en sí y apartó la mano cuando un pensamiento asaltó su mente.
–¿No te tendrías que estas casando ahora? –Le preguntó con un nudo en la garganta.
Derek dejó de sonreír y la miró con determinación.
–¿Cómo puedes pensar eso? Jamás me casaría con nadie que no fueras tú.
–Pe... pero la boda... Dijeron que el heredero se casaría hoy... –Titubeó confundida.
Derek volvió a sonreírle con cariño mientras pasaba su mano por las mejillas de ella, limpiando las lágrimas que las volvían a recorrer.
–El heredero... tú lo has dicho. Pero esa persona ya no soy yo.
Nora dio un paso atrás tratando de comprenderlo.
–¿Eldrik...? –Preguntó sobrecogida.
–Así es, mi hermano es el nuevo heredero al trono de este país. Hoy se le comunicará al pueblo, justo antes de su casamiento... –Derek cambió el gesto mientras hablaba. –Nora, no me mires así...
–¿Has renunciado al trono por mí? –Preguntó preocupada.
–No había otra manera, pero no es ningún sacrificio. –Comenzó a explicarle él. Ya había supuesto que esa sería su reacción y practicó, durante todo el camino hasta allí, esa conversación en su cabeza. –Mi hermano me confesó que, cuando estalló la guerra, estuvo en contacto con alguien durante un tiempo. Lo que yo no podía imaginar es que esa persona era la princesa Remia... –Derek tomó aire para continuar mientras Nora lo observaba sorprendida. –La primera vez que la vio, siendo solo un niño, se quedó prendado de ella, cosa que no quiso reconocer nunca, jajaja. Cuando iniciamos las negociaciones con Nerpia, ellos volvieron a proponer que el heredero se casase con su hija y, fue entonces, cuando descubrí los sentimientos de mi hermano por ella... Ya tenía pensado abdicar en él cuando lograse acabar con la guerra. Mi hermano se había estado formando para ser rey durante todos esos años y, sin duda, es la mejor persona para serlo...
–Pe...pero...
–Nada de peros... – La interrumpió acercándose nuevamente a ella y tomando sus manos. –Yo ya no soy la persona que era antes de huir de palacio, no sirvo para estar allí. Durante este tiempo, solo podía pensar en este instante, en el momento en que nos pudiéramos reencontrar. He vivido, comido, dormido y respirado, solo con esto en mente, volverte a ver. Te prometí que acabaría con esta guerra y, por egoísta que suene, lo hice para conseguir que me perdonases... Ahora, solo deseo saber si lo puedes hacer... ¿Me he ganado tu perdón?
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