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Capítulo 44: El vestido

A Nora aún le costaba entender la situación en la que se encontraba. Las criadas de palacio le habían preparado un baño y ella ahora se encontraba frente a una inmensa bañera de mármol llena hasta arriba de agua caliente, que había empañado las enormes vidrieras sobre ella.

La suave toalla que le habían dado cubría su desnudez y las dos criadas esperaban a que se la quitase para ayudarla a bañarse. Ella jamás había estado en una situación tan extraña como esa, así que las miró perpleja.

–Podéis iros... –Les dijo avergonzada.

Las criadas se miraron entre ellas consternadas.

–Mi señora, debemos ayudarla. –Dijo una de ellas, agachando la cabeza al hablar.

–Em... yo no soy ninguna señora, solo soy una chica como vosotras, no hace falta que os quedéis. –Añadió tratando de convencerlas.

La criada le hizo un gesto a la otra y ambas salieron.
–Si nos necesita, estaremos aquí fuera. –Fue lo último que dijo la doncella antes de cerrar la puerta.

Nora se pudo relajar un poco al quedarse sola. Suspiró fuertemente y después se sumergió en el agua, haciendo que esta se desbordase un poco por los laterales. Lo primero que pensó fue que después debía secar el agua que se había derramado por los hermosos suelos del palacio.

Se tumbó tratando de relajarse y miró el techo sobre ella.

<< ¿Qué hago aún aquí? >> se preguntó, pero la respuesta se encontraba en los acontecimientos que habían tenido lugar solo unos momentos antes.
Derek había hablado a solas con sus padres durante mucho tiempo mientras Nora había esperado angustiada en una sala apartada, custodiada por varios escudos. Al marcharse los monarcas, se susurraron algo entre ellos y le dedicaron algunas miradas, confusos. Habían estado en la batalla dentro de la sala de baile y les costaba un poco entender lo que había pasado allí.

Eldrik había salido al encuentro de Nora y la acompañó hasta aquel inmenso cuarto pidiéndole a las doncellas que la cuidasen, le dieran algo de comer y un baño.

Nora no se atrevió a quejarse. Aunque había colaborado con él ese mismo día para encontrar a Derek, seguía siendo un príncipe y ella se encontraba totalmente fuera de lugar siendo cuidada por él.

Se bañó con rapidez, secó su cuerpo con la toalla que le habían dejado las doncellas al salir y cruzó la puerta hacia la habitación.

–¿Ya ha terminado, mi señora? –Le preguntó una de ellas, tendiéndole otra toalla para que secase su cabello.

–Sí... –Dijo Nora, incapaz de acostumbrase a que la llamasen así. –Mi nombre es Nora. –Le dijo esbozando una sonrisa algo forzada.

Las doncellas se miraron entre ellas preocupadas, ya que parecía que aquella joven pretendía que la llamasen por su nombre, cosa que iba en contra de todas las costumbres de palacio.

Nora se giró a buscar su ropa, pero no la encontró por ninguna parte.

–Le hemos dejado algo para dormir allí. –Señaló la doncella, mostrándole un hermoso camisón color marfil que colgaba de un perchero de madera, a su lado, un batín del mismo tono acompañaba el conjunto.

–¿Do... dónde está la ropa que traía...? –Preguntó angustiada por tener que ponerse algo tan refinado.

–Mi señora... sus ropas estaban manchadas de sangre... –La doncella no sabía dónde meterse, no tenían permitido hablar tanto tiempo con una invitada a la casa real y eso las tenía tensas. –Por favor, póngase cómoda y descanse. Puede llamarnos en cualquier momento, estaremos tras las puertas.

Dicho esto, las dos salieron apresuradamente, aunque casi sin hacer ruido. Nora se volvió a quedar sola, se acercó a las ropas y las tocó con cuidado. Esa tela era lo más suave que jamás había sentido y eso la puso nerviosa, pero no podía permanecer vestida con una toalla, así que se las puso y después se sentó en la cama, preocupada por arrugar su atuendo.

<<Esto es una locura>> volvió a pensar. La cama era enorme, con un dosel y cabecero dorados que formaban ondas creando hermosos patrones sobre él. Todo era majestuoso e increíblemente caro, sobre todo para ella, que venía de vender cada mueble de su casa para poder comer.

Sin embargo, por muy lujoso que aquel lugar fuera, por muchos cuidados y atenciones que recibiese, ella solo quería una cosa, volver a ver a Derek y regresar a su hogar junto a su hermano.

Cerró un segundo los ojos, agotada y, cuando los volvió a abrir, el sol entraba por las delicadas vidrieras de la habitación proyectando distintos colores sobre la colcha. No sabía cuándo se había quedado dormida ni tampoco quién la arropó, pero esa exquisita cama era tan cómoda que le costó horrores levantarse de ella.

Se incorporó algo aturdida y miró a su alrededor. Continuaba sola, pero sobre una mesita redonda había fruta partida y algunos dulces. Se acercó notando que sus tripas gruñían atraídas por el olor y, sintiendo que hacía algo indebido, comenzó a comer. Recuperó las fuerzas tras el desayuno, pero seguía sin saber qué hacer, quería vestirse y salir de allí cuanto antes. En ese momento, la puerta de la habitación se abrió despacio, asomándose con cuidado una de las doncellas del día anterior, que al ver que estaba despierta entró en el cuarto acompañada de otras dos. Sujetaban algo en las manos y apenas alzaban la vista.

–Mi señora, le traemos sus ropas para hoy. –Dijo la muchacha señalando lo que parecía ser un vestido de enormes dimensiones.

Nora pensó que se caería al suelo al verlo. ¿Pretendían que se pusiera algo como eso? Era impensable para ella. La doncella, al ver sus dudas, volvió a hablar.

–Tiene una audiencia real... debe ir presentable, es el protocolo. –Dijo la joven con astucia para convencerla.

Nora la miró angustiada y finalmente suspiró, no le quedaba más remedio. Lo que pasó a continuación, fue tan abrumador que apenas tuvo tiempo de protestar. Las muchachas la vistieron con rapidez, ciñéndole el corpiño hasta que casi no pudo respirar. Después, la peinaron y maquillaron sin mediar palabra y salieron apresuradamente.

Ahora le tocaba esperar aquella audiencia real. Nora suspiró incomodada y se giró para verse en el espejo, lo que vio reflejado la horrorizó hasta tal punto, que se tuvo que contener para no arrancarse aquel pomposo vestido ni deshacerse el enrevesado recogido de su cabeza.

Suspiró de nuevo y esperó que todo aquello pasase cuanto antes.

...

Unas horas después, mientras Nora tomaba un té que le habían llevado al cuarto, unos suaves golpes sonaron en la puerta. Se levantó con dificultad, debido al inmenso vestido y apretado corpiño, y fue a abrir. Cuando comenzó a abrirla y vio quien había detrás, cerró tan rápido que ni tiempo le dio a procesar lo que acababa de hacer. Se apoyó contra la puerta, asustada, notando su corazón latir con fuerza.

–Abre, por favor... –Escuchó su voz al otro lado.
Contuvo el aliento y contestó tratando de parecer sincera.

–No... No estoy visible... –Mintió, llevándose las manos a la cara avergonzada.

–Te he visto, eso te hace visible... –Bromeó él, pero viendo que no le abría ni contestaba, añadió. –Ábreme, por favor... prometo no burlarme.

La joven trató de calmarse, no podía mantenerlo en la puerta, podrían verlo las doncellas y eso solo haría de esa situación algo aún más insólito. Cogió aire y la volvió a abrir.

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