Capítulo 39: El vacío
Derek llegó hasta Nora y la giró para ver su cara. Estaba desmayada y le sangraba el labio inferior.
–Nora... despierta, por favor... –Le dijo con un angustioso susurro.
Ella abrió despacio los ojos. Su oído izquierdo le zumbaba con fuerza y sentía un intenso dolor en su mejilla. Estaba aturdida, jamás había recibido un golpe tan fuerte y le costó fijar la vista en la cara de Derek, que la observaba con preocupación.
–Es... estoy bien. –Atinó a decirle. Luego se incorporó y suspiró aliviada al ver a Marian frente a ellos en posición de defensa, con su espada alzada hacia el campo de batalla.
Se sintió algo más protegida al tenerla allí, pero el panorama en la pista de baile era aterrador. Aunque parecía que los escudos iban a ganar aquella pelea, muchos habían caído en la trifulca y Nora no fue capaz de localizar a Eric ni al príncipe Eldrik.
Mientras Nora se recuperaba, sintió los brazos de Derek apretarla con fuerza contra su pecho.
–En serio, estoy bien... –Le repitió tratando de sonar convincente, pero cuando vio de nuevo la cara de él, se sorprendió.
Ya no la estaba mirando a ella, observaba con terror hacia arriba, en dirección a su madre, que volvía a alzar la mano mientras mantenía sus ojos cerrados.
Era inminente, un resplandor oscuro indicaba que la maldición estaba a punto de desencadenarse. Nora volvió su vista a Marian, estaba demasiado alejada como para tomar su mano y ya no había nada que impidiera que aquel haz de luz oscura alcanzase a Derek.
La luz salió de la mano de la reina mientras Derek trataba de empujar a Nora para separarla de él, sin embargo, ella se aferró con todas sus fuerzas. No lo pensaba dejar solo en ese momento, él lo era todo para ella. Alzó la vista y miró sus dorados ojos que la observaban aterrorizados y Nora no pudo hacer otra cosa que sonreírle.
–Te quiero. –Le dijo acariciando su mejilla.
Vio surgir una lagrima que descendió entre sus hermosas pestañas, bajando por su mejilla y acabando en la mano de Nora.
<<Supongo que este es el fin...>> pensó Derek, abrazando con fuerza a la mujer que amaba.
El rayo los alcanzó en ese instante, envolviéndoles con una intensa luz. Ambos cerraron los ojos, rememorando los momentos únicos que habían compartido. Pensando en los intensos sentimientos que se habían despertado entre ellos y en la inmensa soledad que habían apaciguado el uno en el otro, llenando esa amargura, ese sufrimiento; de sonrisas, miradas de amor y suaves caricias.
...
La luz desapareció y Nora abrió los ojos. Nada había a su alrededor, no había suelo ni paredes, Derek ya no estaba a su lado, nada sentía, ni oía. Trató de hablar, pero la voz no salía de su garganta.
¿Eso era? ¿Así se sentía el rey? ¿Derek estaría en la misma situación? No podía hablar, ni moverse, pero sentía sus emociones y pensamientos como si fueran un terremoto dentro de su cabeza. Era doloroso, inquietante y antinatural.
<<Derek>> pensó llenándose de angustia. Aquel dolor no era nada que ella no pudiera soportar, pero la idea de que él estuviera en la misma situación la horrorizaba. No podía llorar y eso era terrible, pues quería hacerlo.
<<No, por favor, al menos que él no tenga que pasar por esto>>
<<Lo imploro, lo suplico, lo estoy exigiendo... al menos, que él no tenga que sufrir así>>
El tiempo se había detenido mientras ella seguía llenando su cabeza de palabras. Al principio eran susurros suplicantes, pero, poco a poco se convirtieron en gritos furiosos.
<< ¡Te lo exijo!¡lo ordeno!¡hazme caso!¡obedéceme! >>
Su mente era una tortura, una cárcel. Los pensamientos se formaban solos y explotaban en su interior.
Un segundo de silencio se creó dentro de su psique, haciendo que descansase. Sin embargo, el recuerdo de la cara de aquella bruja se formó por todas partes.
<< ¡Te mataré!>> pensó llena de odio y un desprecio que nunca había sentido hacia nadie se instaló en su interior. Le gritó, la insultó como jamás pensó que pudiera hacerlo, la detestaba intensamente.
Otra vez su mente se quedó en blanco mientras Nora trataba de calmarse. Ahora fue la cara de Derek la que visualizó.
<< ¿Por qué? ¿por qué me torturas? ¿qué he hecho para merecer tanto sufrimiento?>> pensó con amargura.
La imagen de Derek se esfumó y los rostros de sus hermanos comenzaron a surgir en su lugar. La llamaban mientras reían. Eran tan reales que sentía que si lograba extender su mano podría tocarlos. Sus padres aparecieron acompañándolos.
<<Vamos, Nora, entra en casa>> le dijo su madre con amabilidad.
Sintió el deseo de seguirles, de ir con ellos donde fuera. El suelo se formó bajo sus pies, lo miró y reconoció cada baldosa ajada, cada una de sus grietas, incluso aquella mancha que jamás logró que saltase. Estaba en su hogar.
Alzó la vista y observó sobrecogida la salita. La mesa estaba en su lugar y también todas sus sillas, en ellas se estaban sentando sus hermanos. Sonrió aliviada al verles.
Un sonido la hizo volver la vista, junto al fuego, su padre tocaba la mandolina.
– ¡Canta, Nora! –La apremió sonriéndole.
Su madre se giró con una enorme olla en las manos, humeaba y pudo reconocer el dulce olor del guiso. Por mucho que lo intentó, Nora nunca logró cocinar como lo hacía ella.
–Venga, cariño, canta. Nos tienes a todos esperando. –Le dijo ella, mientras iba hacia la mesa y ponía la comida frente a sus hermanos.
Nora sonrió, realmente estaba en casa. Su familia estaba allí mirándola, esperando que ella cantase para ellos como tantas veces había hecho cuando era una niña. Abrió la boca recordando la letra en su cabeza y notando que el sonido de la mandolina se iba haciendo cada vez más fuerte. Comenzó a cantar, pero su voz no salió.
Se tocó la garganta desconcertada y trató de hacerlo otra vez, nada, ni una palabra salía de sus labios. Sentía un intenso nudo formándose en su garganta mientras trataba de vocalizar algo audible. Miró a su familia y todos la observaban expectantes, esperándola. El sonido de la música se detuvo con un desafinado final, que le chirrió con fuerza en los oídos.
Miró a su padre que la observaba enfadado.
–¿Qué haces aquí? –le preguntó frunciendo el ceño. –Éste no es tu sitio todavía.
Nora lo observo atónita y luego miró a su madre que agachó la cabeza.
–Hija mía...–Comenzó a decirle. –¿No se te está olvidando algo? –Su madre alzó la cabeza y Nora vio horrorizada que sus ojos estaban completamente blancos.
Quiso gritar, pero no pudo. Trató de correr sin poder mover ni un músculo, mientras el suelo se derrumbaba, sus hermanos desaparecían ante sus ojos y volvía a estar en aquel espacio blanco, completamente sola.
La angustia se apoderó de ella. Sus pensamientos se retorcían en su mente como un tornado, devastándola, arrasando con su cordura. El dolor era físico, era tan real como ilusorio era ese lugar en el que se encontraba.
No lograba apaciguarse, ni deshacerse del sufrimiento y, fue en ese momento de desesperación, que pensó en él. Hacia un momento, o quizás una eternidad, había estado junto a ella, abrazándola. Pudo sentir de nuevo los brazos de Derek sobre su cuerpo, estrechándola.
Su corazón comenzó a latir con fuerza, parecía que no lo había estado haciendo desde que llegó allí. Sintió que su estómago le ardía y se le revolvía con fuerza.
<<Derek. Debo salvarlo. Derek ¡Derek!>>
–¡¡¡Derek!!!
La voz de Nora hizo que Azael se sobrecogiese y se girase a mirarla con cara de asombro.
–¿Có... cómo? –Murmuró perpleja.
Nora miró su alrededor y vio que todos la observaban. La batalla se había detenido y pudo contemplar unas estelas azuladas que brillaban a su alrededor, desvaneciéndose rápidamente.
Marian la observó atónita y, después, giró la vista asustada.
Nora se dio la vuelta para mirar a Derek y, lo que vio entonces, la aterrorizó. Sus ambarinos ojos ya no la miraban, estaban perdidos en algún punto del suelo frente a él. Lo que más temía estaba pasando y ya nada se podía hacer para evitarlo, habían perdido.
Nora lo había perdido.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro