Capítulo 34: La biblioteca
Nora miró su reflejo en el pequeño espejo de la habitación. Jamás se había visto en una situación como aquella y eso la ponía muy nerviosa. El vestido era de color azul oscuro casi por completo, una blusa blanca de cuello alto con un broche dorado y un mandil igualmente blanco con ribete, le daban un aire de sobriedad. Se ajustó la cofia en la coronilla y suspiró despacio, tratando de calmar los nervios que le atenazaban el estómago. Momentos antes, Will les había dado tanto a Marian como a ella unos trajes de sirvienta real y ahora se disponían a entrar de incognito en palacio.
Eric no precisaba de disfraz, algunos escudos reales podían entrar con una autorización especial y Will le había conseguido una. Los hombres habían mantenido una conversación que Nora no pudo presenciar, pero Eric le había contado que los escudos albergaban dudas acerca de la situación en palacio. Todos habían sido destinados a la protección de las vallas exteriores, por orden del rey, saltándose todo el protocolo. Aquello, sumado al extraño comportamiento de los monarcas, los tenía inquietos. La historia que Eric le contó a Will le pareció plausible, por lo que no le costó mucho convencerlo para entrar a rescatar a Derek.
–Te queda bien.
Nora se giró al escuchar esas palabras y vio a Marian en el umbral, apoyada en el marco de la puerta, vestida también de sirvienta. Pensó en decirle que a ella también le sentaba bien el disfraz, pero se contuvo, pues no era cierto. Realmente, le favorecía mucho más la ropa masculina.
–Estoy preocupada...–Dijo Nora, mirándola con reparos. –¿Crees que podremos hacerlo? ¿Y si alguien nos descubre...?
Marian se acercó a ella y le mostró la empuñadura de su espada que, con astucia, había logrado ocultar bajo su falda.
–Estaré contigo y te protegeré pase lo que pase. –Le dijo para tranquilizarla y realmente lo logró, pues los azulados ojos de la joven la observaban con determinación. –¿Nos vamos?
Nora volvió a mirarse en el espejo, cogió aire y lo soltó lentamente.
–Sí, vamos.
...
El interior de palacio era como un lugar de ensueño. Molduras doradas y frescos pintados en los techos, tapices de colores vibrantes y suelos de mármol, amplios ventanales dejaban entrar la luz del sol creando una mágica atmósfera, que solo se veía opacada por el silencio y el vacío de las estancias.
El palacio, que anteriormente había estado lleno de vida, ahora estaba prácticamente vacío. Algunas sirvientas iban y venían mirando hacia el suelo y, de vez en cuando, parejas de guardias pasaban por los inmensos pasillos haciendo su ronda. No eran educados, les proferían obscenidades a las muchachas, que aceleraban el paso al verlos, mientras ellos reían a carcajadas.
Nora y Marian se ocultaban en distintas habitaciones al oírlos para evitar ser descubiertas. Habían accedido a palacio por las cocinas, sumándose a un grupo de sirvientas que venían de tender. Marian sujetaba del brazo a Nora cada vez que quería que se moviera con rapidez para ocultarse. Se notaba que tenía experiencia en estos temas y lograron no llamar la atención de nadie.
–¿Dónde está la habitación de Derek? –le susurró Nora angustiada.
–Al otro lado de palacio...–Respondió Marian, mientras abría la puerta para asomarse al interior de una sala. Luego agarró a Nora y la hizo entrar. Era una biblioteca inmensa y en sus dos alturas albergaban extensas estanterías llenas de libros. Nora los observó fascinada, ni siquiera en El Claustro había visto tantos. – A partir de aquí va a ser más difícil, hay más guardias por esta zona. –Añadió molesta.
–¿Qué hacemos? –preguntó Nora nerviosa, mientras se frotaba sus temblorosas manos. Llegar hasta allí le había parecido una odisea y las palabras de Marian la angustiaron.
–Estate tranquila. –Le dijo la joven, agarrándole las manos con delicadeza para que dejasen de temblarle. –Eric nos conseguirá un salvoconducto.
–¿Qué es eso? –preguntó Nora haciendo un gesto de extrañeza, al cual Marian respondió con una sonrisa.
–Eric como Will deben estar entrando a palacio en este instante. Ellos accederán por la entrada principal pidiendo audiencia con el rey... que les será rechazada como siempre ocurre. Sin embargo, les dejaran reunirse con el mayordomo principal. No sé exactamente que planean hacerle, hemos quedado aquí con ellos en media hora. Después iremos a buscar al príncipe juntos.
Aquel plan no convencía a Nora, pero no tenían otro, debían confiar en ellos. Esperaron durante mucho tiempo escondidas en la biblioteca.
–¿Ha pasado media hora? –le preguntó Nora, tras un tiempo que se le hizo eterno.
–No... ha pasado más de una hora... maldita sea. –Respondió Marian. Luego miró a Nora mientras trataba de pensar en algo.
Marian estaba nerviosa y Nora no la había visto así en ningún momento, lo que la hizo estremecerse. ¿Estaba fallando el plan? ¿Era solo un contratiempo? Todas esas preguntas se las estaban haciendo ambas mujeres, hasta que el sonido de rápidas pisadas en el exterior hizo que detuvieran sus pensamientos.
–¡Se ha escapado! ¡Cierren todas las puertas, debemos encontrarle inmediatamente! –Oyeron gritar a los guardias. –¡Buscad en todas las habitaciones, no ha podido ir muy lejos!
Se miraron preocupadas y, después, pusieron sus ojos en la manilla de la puerta que giró súbitamente, tras lo que dos hombres entraron a la carrera en la sala. Marian echó mano a su espada y con rapidez la desenvainó.
Los guardias se dieron la vuelta al escuchar el sonido metálico del arma y las miraron perplejos. Al ver la espada desenfundaron las suyas, pero de poco les sirvió, Marian los derrotó con rapidez.
Cuando se giró, Nora vio su mandil cubierto de sangre. La joven la miró e intentó que no viera los cuerpos de los guardias en el suelo.
–Cierra la puerta. –Le dijo, mientras limpiaba la sangre de su espada con su falda. Nora hizo caso y después la volvió a mirar mientras ella arrastraba los cuerpos detrás de un sofá, ocultándolos. Tras esto, la observó con gesto sereno. –No disfruto matando... pero haré lo que sea necesario para proteger al príncipe y este reino. –Añadió, tratando de excusarse.
–Lo entiendo... –Respondió Nora volviendo en sí. Volvió a abrir la boca para decir algo más y, en ese momento, la puerta se abrió nuevamente haciendo que Marian volviera a alzar su espada. Sin embargó, la bajó mientras resoplaba.
Eric y Will entraron y cerraron con rapidez.
–Parece que el príncipe ha escapado. –Dijo Eric mirándolas, luego vio la sangre en las ropas de su hermana y el pie que asomaba tras el sofá y murmuró. –Joder...
Sacó una daga de su cinturón y se la dio a Nora.
–Guárdatela y úsala si es necesario. –Le dijo con firmeza mientras Nora la cogía dubitativa. –El palacio es una locura ahora mismo, hay guardias por todas partes... tenemos que encontrarle antes que ellos. Venid con nosotros.
Los hombres desenfundaron sus espadas y se dispusieron a salir. Marian agarró a Nora del brazo y la llevó hasta el centro del grupo.
–Mantente en medio. –Le ordenó.
Los cuatro salieron de la biblioteca sin saber qué les esperaba.
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