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Capítulo 18: El baile

Derek se encontraba en un lugar extraño. A su alrededor todo era blanco y no había nada más, aparte de él, allí. En ese momento, escuchó una voz familiar y se giró para ver de dónde provenía. Atisbó a lo lejos la imagen de una mujer, que estaba de espaldas. Se acercó a ella y, cuando se giró, pudo comprobar que se trataba de su madre.

–¿Madre?... –Preguntó compungido. –¿Qué haces aquí?

Ella lo miró con gesto sereno y esgrimió una tierna sonrisa.

–¿Cómo vas a limpiar tu conciencia, Derek? –le preguntó ella, sin dejar de sonreírle.

Él la miró con tristeza, su corazón palpitaba con fuerza mientras veía cómo la sonrisa de su madre se transformaba, poco a poco, en un gesto de desagrado.

–Lo siento... madre, lo siento... –Repitió angustiado y lleno de remordimientos.

Ella cerró los ojos y al volverlos a abrir, Derek vio aterrorizado que estaban completamente blancos.

–¡¡¡¿Cómo vas a limpiar tu conciencia?!!! –Gritó ella con furia.

–¡Madre! ¡Perdóname, madre! –Le suplicó desesperado, mientras todo a su alrededor se oscurecía hasta volverse completamente negro.
Cuando volvió a mirar a su madre, ya no estaba allí. Trató de andar, pero sus piernas apenas podían moverse del sitio. Miró hacia abajo y se horrorizó.

Se encontraba en lo alto de una montaña de cadáveres. Trató desesperadamente de moverse para salir de allí, pero no lo lograba y con cada intento se hundía más y más entre los cuerpos medio descompuestos.

Uno de los cadáveres abrió los ojos y lo miró. Luego se movió alzando la cabeza. Solo le quedaba la mitad superior de su cara, el resto estaba abierto mostrando unas espantosas laceraciones.

–Tú nos mataste... –Sentenció el cadáver, mientras le señalaba con su huesudo dedo.

–Lo... lo siento –tartamudeó Derek, desazonado. –Lo siento...

El resto de muertos fueron también cobrando vida y le miraban extendiendo sus podridas manos hacia él.

–Es por tu culpa... tú nos mataste... es por tu culpa... –Repetían sin descanso, mientras tiraban de su cuerpo haciéndolo caer cada vez más.

Estaba siendo sepultado por la pila de muertos que lo sujetaban por todas partes, mientras él trabajaba de zafarse. Una de aquellas manos le tapó los ojos, mientras otra, le cubría la boca impidiéndole respirar.

Se echó una mano para destaparla y poder gritar, pero notó resistencia, al abrir los ojos, vio que Nora lo observaba preocupada.

–Tranquilo, tranquilo... Es un sueño... –Le susurró ella, apartando la mano de su boca. –Aún está lloviendo... –Añadió, señalándole la ventana.

Derek se incorporó y miró por la ventana. El cielo seguía cubierto y la lluvia caía con fuerza, suspiró y volvió la vista a Nora, que estaba de espaldas.

–Perdona... he tenido una pesadilla... –Susurró Derek tratando de calmarse.

Ella se giró y lo miró.

–Lo sé, pero... ¿cómo vas a limpiar tu conciencia? –Le preguntó, mientras sus ojos se tornaban en blanco.

Derek se despertó sobresaltado y cubierto de sudor. Miró a su lado y vio a Nora dormir profundamente. Luego tocó la mordaza que tenía en la boca, por suerte había recordado ponérsela. Por si acaso se dio una bofetada a sí mismo y, para su alivio, comprobó que estaba despierto. Soltó su mordaza y suspiró angustiado. Solía tener pesadillas, pero aquella había sido especialmente vívida y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

Nora se retorció poniendo mala cara, parecía que también estaba teniendo un mal sueño, así que él la abrazó tocando suavemente su pelo, tratando de liberarla de su pesadilla. Parecía que lo había conseguido, pues en seguida cambió el gesto y sonrió.

Derek volvió a pensar en sus sueños, en lo que significaban y en que, solo tres días lo separaban de tener aquella conversación con ella, lo que hizo que un nudo se le formase en la garganta. Estrechó contra sí el cuerpo de la joven y suspiró amargamente, sabía lo que tenía que hacer y también cómo hacerlo, pero estaba aterrorizado y lo único que quería era que el tiempo se detuviese en ese instante, mientras ella aún lo amaba.

...

Sombra estaba junto al caballo marrón cerca del río. Nora suspiró aliviada al ver que estaban bien. La tormenta del día anterior había sido tremenda, pero esa mañana el sol brillaba con fuerza, secando las gotas de agua que aún caía de las hojas de los árboles.

Miró a Derek y cuando le devolvió la mirada se avergonzó, los recuerdos de la noche anterior seguían dándole vueltas por la cabeza y cruzar la mirada con él hacía que su corazón se le desbordase y su cara le ardiese.

Al despertarse esa mañana, él estaba a su lado durmiendo plácidamente. Esa imagen la había reconfortado, pero al ver que el día era despejado, se sintió algo solitaria por no poder hablar con él. El silencio, en ese momento, era como una losa, lo único que quería era escuchar su voz para calmar su corazón.

–¿Nos vamos ya? –le preguntó, mientras se acercaba a acariciar las crines de Sombra. Él la miró y sonrió, luego asintió.

¿Podía alguien volverse más hermoso de un día para otro? Nora se lo planteaba, pues aquel hombre estaba resplandeciente. Sin embargo, algo en su ánimo la preocupaba, aunque lo viera sonreír, lo notaba ausente, como si algo lo atormentara.

Subieron a los caballos y reanudaron su marcha. Ella estaba deseando llegar y él anhelando no hacerlo. No obstante, aunque Derek no quisiese poner el pie en Tronte, no detendría su marcha. No trataría de alargar el camino por mucho que una parte de él quisiese hacerlo, porque cada minuto que tardasen de más en llegar era un riesgo para la vida de Nathan. Derek solo buscaba que se encontrasen.

Pasaron el día cabalgando, solo se detuvieron a comer. Cuando el sol cayó, eligieron un lugar para pasar la noche. Derek hizo una pequeña hoguera mientras Nora amarraba la hamaca, después, se sentó a su lado para mirar el fuego. Más silencio. La noche era oscura y solo se podía escuchar algún pájaro nocturno y el crepitar del fuego, aunque eran un acompañamiento, Nora estaba ya harta de tanta calma.

–Que tranquilidad... –Le dijo, apoyando su cabeza en el hombro de Derek. –Demasiada... –añadió, alzando la vista para mirarle. Él la observó, estaba tan perdido en sus propios pensamientos que no se había parado a pensar en nada más. Pasó un brazo por los hombros de ella y la acercó a su cuerpo, ella suspiró aliviada.

Un sonido hizo que Derek se pusiera en guardia, pero Nora tocó su mano.

–Es música, ¿no? –Le preguntó ella, tratando de escucharla. La melodía se oía lejana e iba acompañada de las risas y canticos de muchas personas. –¿Hay una aldea cerca?

Él la miró y asintió recordando que había una pequeño pueblo no muy lejos.

–Seguramente es el festival de primavera... Esa canción... la conozco. Es para celebrar los primeros brotes. –Apuntó ella, tratando de tararear la música.
Derek la observó obnubilado. ¿Cómo podía ser tan perfecta? Todo lo que ella hacía le parecía sacado de un sueño. Nora se levantó y le tendió una mano.

–¿Sabes bailarla? –preguntó animada.

Derek también se levantó y cogió su mano haciendo una elegante reverencia, lo que dejó a Nora perpleja. Empezó a bailar, y Nora intentó seguirlo, pero hacía mucho tiempo que no bailaba y sus pasos parecían torpes comparados con los de él.

–Jajaja, no sé por qué te reté... bailas mucho mejor que yo. –Le dijo riéndose.

Él se acercó, tomó su mano y la hizo girar sobre sí misma, mientras ella seguía riendo. El sonido de su risa reconfortó el corazón de Derek, que también sonrió complacido.

La alegre música paró y una canción más lenta comenzó a sonar. Nora pensó en volver a sentarse, pues no sabía cómo bailar ese tipo de música, pero él la agarró de la cintura y la acercó. Derek daba suaves pasos de un lado a otro, mientras ella trataba de seguirlo. Al final logró coger el ritmo y apoyó su mejilla en el hombro de él. Bailaron un rato, mientras Nora sentía la respiración de Derek. Finalmente, la música se detuvo y ella alzó la vista para mirarlo.

Era curioso como aquella música y aquel corto baile, habían logrado apaciguar los pensamientos de ambos. Ella se puso de puntillas y lo besó, luego, lo miró a esos ojos que siempre la observaban contándole todo lo que él no podía decirle.

–Te quiero. –Le dijo, haciendo que el corazón de Derek se llenase de alegría unos segundos, para después precipitarse hacia el dolor.

<<Dos días más...>> pensó él, mirando los inocentes ojos de Nora que lo observaban llenos de ternura. <<Si ese es el tiempo que tengo, lo voy a disfrutar y, después, me entregaré a mi destino... así limpiaré mi conciencia>>. Con esta determinación, la besó, dispuesto a no desperdiciar ni un segundo del tiempo que le quedaba.

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