Capítulo 12: La mesa
En medio de la sala, iluminada por el fuego de una chimenea, había una enorme mesa y, sobre ella, yacía el cuerpo de Derek. Sus extremidades estaban atadas con sogas a la patas de la mesa y su torso desnudo sangraba lleno de golpes, ambas manos colgaban por el borde mientras, de ellas, caían gotas de sangre hasta el suelo.
Nora estaba horrorizada, los ojos se le llenaron de lágrimas, pero las limpió con rapidez, no era momento de ponerse a llorar. Lo sacaría de allí, aunque le costase la vida.
Empujó con suavidad la ventana y ésta chirrió al moverse. Se quedó quieta ante aquel ruido, tratando de escuchar a los desgraciados que estaban a pocos metros de allí, pero solo podía oír el ruido de sus ronquidos. Volvió a empujarla y, esta vez, no hizo sonido alguno. Cuando estuvo suficientemente abierta, se agarró al marcó y, con una fuerza que no sabía que tenía, se subió en ella. Posó con cuidado sus pies al otro lado, en el suelo de madera tratando de no hacerla crujir, después fue hasta Derek. Él respiraba con dificultad. No quiso volver a mirar su torso ni aquellas heridas, así que, con premura, se agachó y comenzó a soltar sus manos, luego fue hasta los pies y también los liberó, pero él seguía sin moverse.
Se acercó a su cara y le susurró al oído.
–Abre los ojos, por favor... –Dijo, tratando de contener las lágrimas. No obtuvo ninguna reacción, por lo que insistió. – Eric, despierta...
Sus ojos se abrieron lentamente y vio la cara de Nora. << ¿Ya he muerto?>> pensó confuso, <<supongo que la muerte no es tan mala si puedo verla>>, la abrazó sin pensarlo, acariciando su pelo, respirando su aroma, parecía que ella realmente estaba allí. Abrió la boca para decirle que la quería, pero no pudo hacerlo, las manos de Nora se posaron sobre sus labios impidiéndole hablar.
–Shhh, no hagas ruido, están fuera... –Le susurró.
Derek se sorprendió al ver el rostro asustado de ella y miró a su alrededor. Aquello no era la muerte ni un sueño, y ella realmente estaba allí.
–Tenemos que salir de aquí... ¿puedes levantarte? –Nora susurraba éstas palabras, mientras sus manos temblorosas aún estaban posadas sobre los labios de él.
Derek movió sus entumecidas piernas. Llevaba horas atado y maltratado, pero parecía que aún le respondían, asintió y ella quitó las manos al comprobar que él reaccionaba.
Bajó con cuidado de la mesa y vio que Nora se dirigía a una ventana abierta. ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿cómo había reunido el valor de entrar? Aunque Derek no tenía respuesta a estas preguntas, la siguió sin titubear. Ella saltó grácilmente por la ventana y él se dispuso a hacer lo mismo, pero, aunque pensaba que estaba bien, no era cierto. Cuando apoyó sus manos, notó un punzante dolor en sus dedos sin uñas, y ahogó un gritó. Luego pasó una de sus piernas y, cuando fue a pasar la otra, no lo consiguió, cayendo de bruces contra el suelo al lado de Nora. La joven, trató infructuosamente de agarrarlo.
–¿Has oído eso? –Preguntó uno de los maleantes.
–¿El qué? Yo no he oído nada, estás borracho.
–Ve a comprobar cómo está tu "amigo"
–Ve tú, cabrón, déjame dormir... –Respondió molesto, tratando de volverse a dormir.
–O vas, o te parto en dos. –Amenazó el otro, enseñándole la hoja de su espada.
–Joder... –Se quejó, levantándose de mala gana.
Nora consiguió agarrar a Derek y, pasándose un brazo por su espalda, lo llevó torpemente al bosque. Tenía que llegar hasta dónde estaba el caballo, pero Derek casi no podía andar. Se movía con mucha dificultad y ella no tenía fuerza suficiente para llevarlo de aquella manera hasta allí.
–¡Se ha escapado! ¡rápido, no puede andar lejos! –Gritó el secuestrador, saliendo de la cabaña al encuentro de su compañero.
Nora miró a Derek desesperada y él le devolvió la mirada, sabiendo que, si no lograban escapar, aquellos hombres los matarían. Aunó todas las fuerzas que le quedaban y se levantó. Ella lo observó preocupada y él le dedicó una sonrisa de medio lado, debían llegar hasta el caballo como fuera, así que aguantaría el dolor. La joven le guio por el oscuro bosque, tratando de recordar dónde estaba el animal.
–¡Está aquí!¡ven! ¡no está solo! –Escucharon gritar tras ellos.
Los pasos de sus perseguidores se oían cada vez más cercanos y Nora no lograba ver nada a su alrededor. Acabó tropezando con las raíces de un árbol y cayó al frío suelo, cubierto de hojas.
–Bueno, bueno... ¿Qué tenemos aquí? –Dijo uno de los hombres tras ella, Nora se giró y vio que la observaban, alumbrando hacia ella con un candil. Luego el hombre alzó la vista y gritó– ¡Tenemos a tu novia! Sal o le haremos a ella lo que te hemos hecho a ti...
Nora miró a su alrededor y vio que Derek no estaba allí, lo que hizo que suspirase aliviada.
–¡Sal de una vez! –Dijo el otro. –Si sales, la dejaremos marchar.
–¡No! ¡no vengas! –Gritó Nora.
–Cállate... –Le dijo el otro hombre, alzando su espada hacia ella.
Nora levantó un brazo para protegerse, aunque sabía que de nada le iba a servir. En ese momento, la punta de una espada le asomó a aquel hombre del pecho, abrió los ojos de par en par y, una catarata de sangre, salió de su boca. El otro hombre se giró asustado, alzando también su espada pero, el brazo que la portaba, cayó al suelo con su arma aún sujeta en la mano. El hombre se agarró lo que le quedaba de brazo mientras sangraba a borbotones. El candil cayó al suelo y rodó hacia atrás, fue entonces cuando Nora pudo ver los dorados ojos de Derek. Él aparecía de entre las sombras, con una espada en la mano y gesto sereno.
–No... no me mates...–Balbuceó el hombre, Derek lo miró y después a Nora, que le observaba horrorizada, suspiró y bajó su espada.
La joven se levantó y fue hacia él, esquivando por el camino el cuerpo del secuestrador y, después, al otro hombre que trataba de taponar la herida de su brazo. Llegó hasta Derek y éste se desplomó de rodillas, clavando la espada en el suelo para sujetarse con ella. Comenzó entonces a respirar con dificultad. Nora se agachó y asió su brazo ayudándolo a levantarse.
El caballo estaba allí también, así que, con dificultad Derek se montó. Una vez sobre el animal, le tendió una mano para que ella subiese. Nora dudó, lo que hizo que Derek se preocupase. Sin embargo, aunque él pensaba que sus dudas se debían a haberlo visto matar a aquel hombre y herir al otro, no era así, Nora miró los maltrechos dedos de su mano y fue por eso que dudó en sujetarla.
En ese instante los ojos de Derek se posaron en algo tras ella. Volvió a coger su espada con rapidez y, saltando del caballo, clavó la punta en la garganta del hombre que, con la mano que le quedaba, alzaba su espada hacia ella. Luego sacó la hoja y el hombre cayó al suelo emitiendo un espantoso gorgoteo mientras se ahogaba.
Nora miró al hombre en el suelo, el mismo al que Derek había perdonado la vida, pero que no dudó en tratar de matarla en cuanto tuvo ocasión. Derek se levantó de nuevo agotado, ella lo ayudó a montar y, después, sujetándose fuertemente a las crines del caballo, saltó subiendo encima.
Sombra comenzó a trotar por el bosque, mientras ella sentía el cuerpo de Derek reposar sobre su espalda. Estaba ardiendo y respiraba agitadamente. Sabía que debía curarle cuanto antes, pero desconocía dónde estaban, además, aquel caballo iba solo, pues tampoco sabía cómo gobernarlo.
Durante un tiempo, que a Nora se le antojó eterno, el caballo anduvo por el bosque sin rumbo aparente. Finalmente, el animal comenzó a trotar más despacio y ella pudo oír el sonido del agua.
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