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Capítulo 7

Lentamente comencé a abrir mis ojos. Todo mi cuerpo dolía. ¿Qué había sucedido? Me costaba recordarlo con claridad, pues en mi mente solo se encontraban presentes una par de grandes ojos rojos que luego pasaron a ser blancos hasta desvanecerse. Llevé una de mis manos a la cabeza.

¿Dónde estoy? El grito de Oliver respondió mi pregunta.

—¡Eva! ¡¿Estás bien?!

Me senté sobre la cama apresando mi cabeza con mis manos, dolía. Me sentía mareada y era incapaz de enfocar algo con mi vista, todo parecía dar vueltas.

—¿Estás bien? —repitió.

"Eso creo."

Sentí algo extraño bajo mi nariz y llevé mis dedos ahí, era sangre seca. Contemplé mi alrededor notando que estaba en una habitación que conocía bien. Era el cuarto que me habían asignado los padres de Oliver al llegar a su casa de la ciudad. El cuarto era pequeño, con una cama, un mueble y un escritorio en una esquina, además de algunas adornos que reposaban en las paredes.

—¡Santa virgen! ¡Creí que habías muerto! ¡No vuelvas a asustarme así! ¿de acuerdo?!

Lo miré, estaba sentado a mis pies y se pasaba la mano por el rostro. Su buzo azul estaba sucio al igual que sus pantalones. Me contemplé a mi misma, mi ropa también estaba sucia y con manchas de algo gris.

"¿Qué sucedió?"

—Pues como sé que recordarás, te desmayaste y después de eso ese monstruo horrible se desvaneció y tu parecías muerta. Te juro que pensé que me había quedado sin mi amiga la rarita y luego uno de los chicos se acercó a tomarte el pulso y, ¡hasta a él asustaste, Eva! También se creyó que habías parado las patas —Oliver siendo Oliver—. Además, apareció otro monstruo... y cuando pensé que iba ser nuestro fin, llegaron dos héroes con poderes increíbles a salvarnos.

"Héroes."

—Sí —asintió enérgicamente—. Los hubieras visto, eran tan poderosos. Fue increíble, toda la gente del lugar se quedó con la boca abierta...

Yo ya no lo escuchaba, me había quedado en la parte donde aparecieron dos héroes.
Según Oliver tenían habilidades y si...

"¡Oliver! ¿Sabes quienes eran?"

Mi amigo me miró resentido por haberlo interrumpido y frunció el ceño con confusión.

—No, no sé quienes son, ¿por qué?

Me levanté de la cama ignorando las punzadas de dolor en mi cabeza y mi cuerpo, sentía como si me hubieran atropellado. Caminé de un lado a otro con nerviosismo tratando de aclarar mi mente.

"Has dicho que tienen habilidades. Margaret dijo que habían más personas  como yo...pueden ser ellos."

La mirada de Oliver se iluminó entonces. Sabía a lo que me refería y entendía lo que quería hacer.

—¿Cómo lo haremos?

"No lo sé, pero tenemos que encontrarlos. Ellos podrían darme respuestas; además, debemos averiguar cómo llegó esa cosa al instituto."

—Genial, ya tenemos un nuevo misterio y a más individuos que encontrar.

"Seguro que quieres ayudarme con esto."

—Por supuesto, no voy a dejarte sola.

"Bien, pero tengo una duda. ¿Cómo llegamos aquí?"

—Oh, uno de los chicos te cargó —dijo soltando una risita extraña y haciendo una mueca con su mano para restarle importancia.

"¿Qué chicos?"

Me llevé las manos a las caderas, confundida, Oliver solo retorcía sus dedos esta vez con nerviosismo.

—Oh, ya sabes, Gael y Cristal. Él te trajo pero ella desapareció.

"¿Gael?"

—Sí, él...

La puerta de la habitación se abrió dejándonos ver al padre de Oliver. Vestía una camisa de botones con las mangas hasta el codo y él primer botón desabotonado dejando ver su clavícula. Su cabello estaba despeinado. Nos observó y sonrió.

—Es hora de empezar con el entrenamiento, chicos.

Asentimiento y él desapareció.

"¿Él lo sabe?"

Pregunté a Oliver mientras tratábamos de seguir a su padre por el pasillo.

—Claro que no.

"Bien."

No quería involucrarlo mucho en ese asunto, después de la aparición del monstruo estaba más segura aún. No quería verlos lastimados.

Caminé junto a Oliver hasta el sótano. La casa tenía una decoración similar a la casita del pueblo. Richard alquilaba la casita del pueblo cada verano para pasar las vacaciones ahí, en el que un día fue el hogar de su madre. Después de saber que él era el hijo de Margaret intenté irme, entonces él, su esposa e hijo me propusieron ir con ellos a la ciudad, a su casa. No debía pero con ellos me sentía bien, eran mi lugar seguro, y acepté. Días después estábamos de vuelta en la ciudad.

Llegamos a la puerta del sótano que se abrió en un chirrido. Dentro todo parecía un poco viejo y sucio, había muchas cosas ahí guardadas como cuadros cubiertos por sábanas blancas o muebles cubiertos de la misma forma. En el centro había una silla frente a una mesa.

—Siéntate, Eva.

Me adentré en la habitación tomando asiento. Oliver se quedó junto a su padre frente a mí, ambos me observaban.

—Bien —habló el señor Richard por fin—. En los días que estuvimos en el pueblo has podido dominar el poder hablar con las personas sin que noten que lo haces en su cabeza y no verbalmente. Aprendes rápido.

Tenía razón. Los últimos días que habíamos pasado en la cabaña él me había ayudado a comunicarme con las personas sin que notaran que no lo hacía con mi boca, no sabía muy bien cómo lo había logrado pero sí que llevó esfuerzo, incluso llegué a desmayarme. Había intentado una y otra vez por días hasta que por fin logré hablarle a Oliver sin que mi voz sonará como un eco en su cabeza. Él se sorprendió mucho al escucharme y no dejaba de recordarme lo sorprendente que era.

—Hoy vas a intentar entrar en la mente de una sola persona, leer sus pensamientos pero no pasarte del límite, ¿de acuerdo?

Asentí.

—He averiguado y sé que en el momento en que emplees tu habilidad se puede descontrolar y podrías empezar a leer los pensamientos de cuantas personas estén a tu alrededor, lo cuál podría darte problemas, por eso intentaremos en un lugar sin muchas personas.

—Oh gran maestro, conviertame en su discípulo también —dijo de repente Oliver arrodillado delante de su padre.

—No me obligues a echarte, Oliver.

Mi amigo se puso de pie ante la mirada de reproche de su padre, sacudió la suciedad de sus pantalones y volvió a intentarlo.

—¿Puedo ofrecerme como conejillo de indias? —sugirió Oliver de inmediato.

"No."

No quería volver a entrar en su mente y lastimarlo de nuevo. No podía.

—Oh, vamos. Sé que no me harás daño. Confío en ti.

Miré al padre de Oliver en busca de ayuda. No podía permitir que él hiciera eso. No era bueno que me confiara entrar así a su mente. El señor Richard parecía pensativo hasta que su mirada se iluminó y sonrió. Eso no era bueno, para nada. Sus gestos delataban a Oliver cada que pensaba en algo loco y el parecido con su padre era increíble por lo que sus gestos eran similares.

—Quizá si sea buena idea...

"No puedo entrar en su mente."

—Escucha, no quieres hacerle daño, lo sé. Si entras en su mente hay muchas probabilidades de que lo hagas bien, no quieres lastimarle, tienes un objetivo para no fallar.

"Eso es...arriesgar demasiado."

Tenía un punto, pero no estaba segura, no confiaba que mí. Miré a Oliver que me sonrió dulcemente y asintió una vez. Su cabello rizado estaba despeinado y sus ojos color café brillaban con emoción.

—En la vida todo es riesgo, ¿no? —puso una mueca—. O almenos eso leí.

Sonreí aún no muy convencida. No podía creer que Oliver se prestara para esto, estaba loco.

"¿Y si no puedo controlarlo...?"

—Tranquila, lo harás bien.

La mano del padre de Oliver se posó en mi hombro en un gesto de apoyo que agradecí verdaderamente. Se quedó de pie junto a mí.

—Cuando estés lista.

Tragué saliva con fuerza antes de clavar mi vista en Oliver, el dolor en mi sien apareció en punzadas no tan fuertes, empezaba a resultarme familiar. Los ojos de Oliver se cerraron entonces pero podía notar por sobre sus párpados cerrados que sus ojos se movían de un lado a otro.
Traté de centrarme en entrar a su mente, era el momento.

"Podrás hacerlo, Eva." "Confío en ti" "No me lastimarás, solo concéntrate."

Frunci el ceño por el esfuerzo, las punzadas en mi sien eran cada vez más fuertes. Apreté las manos en puños mientras todo a mi alrededor se volvía oscuro, no había nada, solo oscuridad. Escuché voces a mi alrededor pero eran extrañas, como ecos. Busqué el origen con desespero aunque sabía que no había nada, hasta que un montón de imágenes se arremolinaron pasando una tras otra haciendo que me aturdiera. Pasaban tan rápido que era incapaz de distinguir alguna.

"Solo espero no equivocarme con esto."

Mi concentración flaqueó. Ese no era un pensamiento de Oliver, sino de su padre. Los nervios y el miedo oprimieron mi pecho haciendo que perdiera el hilo de mi concentración cada vez más. El dolor empezaba a expandirse por mi cráneo haciéndolo insoportable, llevé mis manos ahí, presionandolo en un inútil intento de calmar el dolor.

"¿Qué sucede?" "¿Por qué no puedo...?" "¿Eva?"

Las imágenes pasaban a mi alrededor cada vez más rápido y las voces hablaban cada vez más fuerte dañando mis oídos. Sentí mi respiración desfallecer mientras un hilillo de algo caliente bajaba de mi nariz haciendo un recorrido por mi labios hasta caer.

—Eva, detente.

Sentía mis ojos cada vez más pesados y mi respiración entrecortarse, empezaba a marearme y las voces ahora eran ruidos estrepitosos, no podía controlarlo.

"Duele."

Oh, Oliver.

Sentí una mano pesada posarse en mi hombro obligándome a girarme pero seguía sin ver nada.

—Eva, céntrate en mí. Olvida a Oliver.

Traté de hacerlo, traté de dejar de escuchar sus pensamientos, traté de salir de ahí. Lo intenté con todas mis fuerzas hasta que el dolor empezó a consumirme y me dejé llevar por él.

Mi respiración estaba agitada y solo escuchaba un pitido insoportable. Llevé una mano a mi pecho para poder calmarme, a mi alrededor todo volvía a estar iluminado por la bombilla amarillenta sobre mi cabeza. Volvía a estar sentada en la silla del sótano. Mi cabeza palpitaba.

—¿Están bien?

Escuché decir al señor Richard mientras se acercaba a Oliver que apenas podía mantenerse en pie. No pude verlo a la cara, lo había vuelto a hacer. Me levanté apresuradamente de la silla y subí corriendo las escaleras del sótano sintiendo un nudo en mí carganta y mi corazón desbocarse.

Salí al patio trasero de la casa, en esta parte había un culumpio colgado de un árbol. Me subí a él y empecé a balancearme suavemente mientras la brisa corría moviendo mi cabello suelto. Por el lugar se esparcian varios tipos de flores haciendo un hermoso jardín.

El mareo empezaba a irse y mi respiración volvía a la normalidad, llevé mis dedos a mi sien para masajear la zona, aún sentía aquellas punzadas.

Oliver y sus padres no debieron confiar en mí. Solo traía problemas. A cualquier lugar que fuera solo sembraría el caos, lastimando a las personas que quería. Debí alejarme de Oliver desde el primer momento, debí haberme quedado en el pueblo, sola.

Escuché pasos detrás de mí, esperaba no fuera Oliver, no sería capaz de enfrentarme a él en estos momentos.

—Eva.

Me sorprendió escuchar la voz del señor Richard. Se quedó a mi lado mientras observaba el jardín. Su cabello seguía despeinado y su mandíbula tensa. Guardó las manos en los bolsillos de su pantalón. No respondí a su llamado, seguí viendo a la nada con mis manos alrededor de las cuerdas del culumpio.

—Yo...te force demasiado, no estás lista para dar un paso tan grande. Siento haberte dicho que hicieras eso.

No respondí, estaba muy sorprendida con aquello, no esperaba verlo ahí y mucho menos una disculpa de su parte.

—Escucha, Oliver confía plenamente en ti, sabe que no es tu culpa, no le des tantas vueltas.

"No entiendo por qué lo hace, lo he lastimado, dos veces ya y sigue ahí para mí."

—Como dije, sabe que no es tu culpa, dominar una habilidad como la tuya no es nada fácil, Eva. Y...creo que me he equivocado, no sé cómo ayudarte, tienes un límite que no puedes cruzar y yo no sé cómo impedir que lo hagas.

Lo miré confundida y un poco decepcionada.

"Me ha ayudado, sí. Es solo que esto es más grande."

—Lo sé.

Noté como se removía en su lugar, incliné mi cabeza hacia atrás para poder verlo a los ojos.

"Creo que es la persona más indicada para esto; además, Margaret confió en usted para que me ayudara, ¿no? Ella sabía que lo haría bien."

Asintió pero no dijo nada. Nos quedamos ahí unos minutos, en silencio, solo pensando y tratando de procesar todo.
Cuando el sol empezaba a ocultarse Richard se marchó dándome un apretón en el hombro, no sin antes decirme que Oliver estaba en su habitación y quería hablar conmigo.

¿Podría ir y enfrentarlo?

Era difícil controlar mi habilidad y sabía que yo no quise hacerle daño a Oliver, pero no podía dejar de sentirme culpable.

Me levanté del culumpio y avancé a paso desganado dentro de la cada. Crucé el umbral de la puerta chocandome con la mamá de Oliver que me sonrió, la saludé y avancé hasta las escaleras. Sin embargo, un viejo recuerdo se encargó de detenerme. ¿Cómo había podido olvidar lo que sucedió aquel día?

—¡Eva, cuidado!

Era mi hermano. Un camión estaba apunto de chocarse conmigo, tal vez provocando mi muerte. Algo que él no iba a permitir, pues me salvó de aquel destino, pero las consecuencias fueron terribles. Todo era mi culpa.

—Lo sentimos, su hijo entró en coma... —anunció el médico, pero eso solo era la punta del iceberg—. Puede que nunca despierte.

Mis padres lloraban, y yo solo los veía sin entender. Creo que tenía como 3 o 4 años cuando sucedió. Ese hombre era muy extraño. Lo quería ver muerto. ¿Por qué?

—Niña, tu hermano es peligroso. Créeme, es mejor que esté muerto —susurró para mí.

¡No! El no iba a morir. No lo podía aceptar.

—Eva.

Tenía que salvarlo.

—Eva.

Era mi culpa. Mi hermano no murió ese día. Estaba equivocada, mi habilidad no surgió aquel día que mis padres me dejaron en el bosque, pero sí ese día en el hospital, salvé a mi hermano sin darme cuenta, ¿Cómo lo hice?

—Eva.

Pero ahora sí estaba muerto. Y aunque yo estaba respirando, también estaba muerta. Una parte de mí murió junto a mi hermano. Esa parte de mi fue enterrada junto con mi hermano.

—¡Eva! ¡¿Qué te pasa?! ¡Respóndeme por favor!

Mis ojos se abrieron de golpe. ¿Cómo llegué hasta mi cama? ¿En qué momento?

—Oye, Eva, ¿Estás bien? —miré a un costado chocando mi mirada con los ojos preocupados de Oliver.

—¿Acaso tendré que oír esa frase con frecuencia?

—Pues deja de desmayarte —dijo tirándome una almohada a la cabeza—. Se está volviendo una costumbre.

No fui tan rápida y la almohada dio de lleno en mi cabeza haciendo que soltara un ligero quejido. La aparté de mi cara y miré a Oliver. Se había cambiado, llevaba unos jeans negros y un buzo gris, su cabello rizado ahora estaba peinado, se veía lindo.

"Lo siento yo..."

—No vamos a hablar de eso, ¿de acuerdo? Solo olvidemoslo —se movió y sacó algo de su bolsillo para mostrármelo—. ¿Recuerdas esto?

Asentí. Eran las invitaciones para la fiesta de Cristal.

—Pues iremos.

Lo miré, cansada.

"¿Es en serio?"

(...)

Y ahí estábamos, de pie en el porche de la casa que era bastante grande, desde fuera se escuchaba el estruendo de la música. Tenía el presentimientos de que no me gustaría mucho ese lugar.

Richard nos había llevado pero al ser tan jóvenes no teníamos permiso hasta muy tarde, era extraño estar en un lugar así después de todo lo que había pasado. No sé cómo Oliver logró convencer a su padre de dejarnos salir solos de noche.

Gracias a la madre de Oliver, tenía un armario lleno de ropa de mi talla. Llevaba unos pantalones un poco ajustados, una blusa que llegaba a la mitad de mi abdomen que había cubierto poniéndome un buzo. Un pañuelo se anudaba por detrás de mi cabeza, como siempre. Las personas siempre hablaban sobre mi extraño aspecto pero me daba igual.

Mi amigo tocó el timbre, una chica que pasaba por ahí nos abrió la puerta, llevaba un vaso rojo de plástico y hablaba extraño pero nos hizo pasar. Dentro la música sonaba demasiado fuerte. Avanzamos por la estancia evitando chocarnos con algún adolescente pasado de copas. Todo estaba lleno de gente, por cada habitación que recorriamos habían más personas hasta que llegamos a la sala más abarrotada de personas. La luz ahí era escasa pero todo era iluminado de repente por luces de colores. En una esquina estaba lo que parecía ser el DJ. En el centro todos los cuerpos bailaban o al menos lo intentaban, parecían una masa de cuerpos sudorosos.

En el recorrido aquí algunas personas se acercaron a saludar a Oliver, a mi me lanzaban malas miradas. En algún punto Oliver fue a por bebida, no sin antes dejarme cerca de una columna y decirme que no me moviera de ahí.

Observé mi alrededor, habían personas ahí que no estaban bailando y solo bebían, mientras que otros aprovechaban la oscuridad en algunas zonas y hacer cosas que no quería imaginar.

Recosté mi cuerpo sobre la columna sintiendo la necesidad de quitarme el buzo, tanto calor corporal empezaba a ser insoportable. Sentí una presencia a mi lado y me giré inmediatamente.

"Oliver, pode..."

Mis palabras se cortaron cuando casi choqué contra un pecho cubierto por una camiseta negra. Incliné mi cabeza hacia atrás para poder ver un par de ojos verdes repasandome de arriba a abajo. Su cabello era oscuro, su nariz respingada, pómulos marcados y labios delgados.
Su mirada conectó con la mía y sentí una sensación extraña recorrer mi cuerpo.

Le dio un sorbo a su vaso y pasó la lengua pos sus labios antes de esbozar una sonrisa burlona.

—Un gusto, Eva.

Sentí mis músculos tensarse e instintivamente me puse a la defensiva.

"¿Cómo sabes mi nombre?"

—Te he estado buscando —se encogió de hombros restandole importancia—. Fue un poco difícil dar contigo.

Dio un paso más cerca de mí que yo retrocedí. No me gustaba ese chico. La gente a mi alrededor seguía bailando y bebiendo, ajena a la situación.

—¿Sabes quien soy?

No respondí, seguí retrocediendo cada paso que él daba apretando las manos en puños. Frunci el ceño tratando de concentrarme entre tanto ruido. Apreté la mandíbula sintiendo el dolor en mi sien. A mis oídos empezaron a llegar susurros ininteligibles, no provenían de mi entorno, sino de su cabeza. Tragué duro cuando casi pude entrar a su mente y perdí la concentración ante su movimiento tan brusco.

De repente, su mano tomó mi brazo empujándome hasta que mi espalda chocó conta la pared, me presionó contra ella usando su mano libre para levantar mi barbilla, obligándome a verlo a los ojos.

—Chiquilla, ¿sabes al menos dominar tu poder? Ese monstruo que casi te mata, ¿quién crees que lo creó? —enterró sus dedos en mi barbilla y acercó tanto su rostro al mío que pude sentir su aliento—. Exacto, yo.

Frase del capítulo: Entre las sombras se ocultan los demonios de mi pasado.

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