Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3

Sin poder superar del todo la muerte de Margaret, había tratado de seguir adelante, y es que a pesar de encontrarme caminando sobre las dagas de mis malditos recuerdos, me había vuelto a levantar...
Margaret, ella era la que me mantenía en pie, no importaba si conmigo ya no estaba, siempre sería alguien importante para mí y la llevaría en mi corazón.

Aunque solo sea una persona la que te quiera, ese será el motivo más grande que podrás tener para seguir viviendo sin importar las dificultades.

La recordé así; como mi motivo para seguir viviendo. Recordar eso los últimos días se volvió una tarea, cada vez estaba más cerca de caer y no volverme a levantar. Había pensado seriamente en si eso sería lo mejor.

La cabaña en la que antes me sentía segura con Margaret a mi lado, se sentía como una prisión. Tan llena de recuerdos, tan llena de sufrimiento, tan llena... de su voz.

Salir de ahí con las pocas cosas que iba a necesitar fue como un buen respiro. Con la carta en mi bolsillo, el relicario colgando de mi cuello y una mochila rebotando en mi espalda cada que caminaba.

Era momento de volver a ese lugar. Si Margaret vivió ahí tanto tiempo a lo mejor esa persona debería estar ahí, o era lo que quería creer.

El pueblo se alzaba a lo lejos, estaba tan diferente, todo había cambiado, ella había cambiado, yo había cambiado. El sonido de la risa de los niños se oía por entre los árboles. Miré mis rodillas, estaban raspadas, pequeñas gotas de sangre caían de ellas. Minutos antes me había caído a la orilla de aquel río que siempre traía un recuerdo consigo.

Acomodé mi mochila en mi espalda y salí del escondite. El aire arremolinaba mi cabello a mis espaldas, el pañuelo se balanceaba sobre mi rostro.

Crucé algunas calles abarrotadas de gente, nunca imaginé que después de unos años este lugar estaría así.
Algunos rostros se giraron para verme, otras personas solo cuchicheaban en lo que creían era un tono bajo.

Solo buscaba un lugar tranquilo en el que poder observar a las personas y... recuperarme. Subí la capucha de mi abrigo y guardé las manos en los bolsillos.

Al cruzar casi la mitad del pueblo encontré aquel pequeño parque, el único lugar que no había cambiado con el pasar de los años. Unos niños corrían por ahí gritándose "tú la traes". Parecía un juego extraño, más me era de ayuda.

Me senté en una de las bancas esparcidas por el lugar, saqué la carta de mi bolsillo. En el reverso tenía sus dedos marcados con aquel color carmesí. Tragué difícilmente el nudo en mí garganta. No necesitaba eso, solo...encontrar al destinatario de la carta y desaparecer.

Apoyé mi cabeza en el respaldar de la banquita sintiendo como el aire pegaba en mi rostro.

Dejarla ahí fue realmente doloroso. Ver su cuerpo inerte sobre el suelo, su piel pálida y su rostro inexpresivo. Dolió mucho más que el abandono de mis padres.

Ellos me hicieron daño, ella me salvó y ahora estaba...

—Oye, ¿qué haces aquí? Lloverá pronto.

Tenía razón, al abrir mis ojos me choqué con el cielo gris. Volteé a verlo. Complexión delgada, lentes de goma, ojos café, un lindo suéter de lana y... una cicatriz en el rostro.

Me levanté tan abruptamente que el niño pegó un bote y se alejó de mí, sus ojos me veían como si tuviera miedo. Me separé un poco y pareció relajarse. Volví a sentarme en la banqueta soltando un largo suspiro.

—Mi madre dice que si no te protejes de la lluvia puedes enfermarte.

Lo intentó de nuevo.
Lo miré fijamente hasta que mis sienes dolieron y mi cabeza empezó a palpitar.

"¿Eres tu?"

El susto al oír mi voz en su cabeza, fue tan grande que intentó retroceder pero tropezó con una piedra y calló sentado en el pasto. Estaba sorprendido tanto como asustado.

—¿Lo has hecho tú?

Asentí lentamente.

Se levantó rápidamente y desapareció. Ya, no debí hacer eso, seguro iba a contarle a todo aquél que se crusara en el camino. Me había arriesgado por nada, no podría ser él. Debería tener mi edad.

Estúpida.

Minutos después las gotas de lluvia empezaron a caer y a empapar mi rostro. Metí la carta en lo más profundo de la mochila. Encontrar un lugar en el que pasar la lluvia no estaría tan fácil, no podía estar tan expuesta a ellos, al peligro.

Avancé rápido por el pueblo hasta encontrar en la parte trasera de una tapicería, una pequeña bodega. Había muchísimas cosas amontonadas por todos lados, las goteras eran grandes y empapaban telas y herramientas de todo tipo. Pasé ahí la noche. Me carcomí el cerebro intentando desarrollar un plan para poder encontrar a la persona, pero estaba tan cansada que sin darme cuenta me quedé dormida en un rincón de la bodega con la mochila contra mi pecho.

(...)

—Oye, ¿te encuentras bien?

Toquetee disimuladamente el pañuelo sobre mi cara para saber si seguía en su lugar. Ya no llovía, los primeros rayos de sol iluminaban el pueblo. Al despertar había salido a buscar un lugar en el cual poder observar a los niños jugar sin ser vista por ellos. Pero ahí estaba, con el chico de cabello rizado y gafas demasiado grandes para su rostro, a mi lado.

El lugar se llenó de niños que gritaban y reían alegremente. Algo se removió en mi pecho haciendo que este se hinchara con una larga respiración.

—Sé que los niños pueden ser irritantes a veces. Yo también me escondo de ellos.

Mi mano derecha estaba escondida el fondo de la mochila en mis piernas, apretaba el cuchillo entre mis dedos. Un pequeño arbusto nos cubría... como la cabaña cuando la encontré...

—¿Puedo quedarme aquí? Digo, si no te molesta.

Lo observé con los ojos entrecerrados, sus ojos color miel se clavaron en los míos. Las gafas le sentaban verdaderamente mal.
Mi mal gesto no pareció transmitirle mi indirecta.

Sacó algo de la pequeña bolsa que llevaba en su mano. Quitó el envoltorio de papel dejando a la vista una deliciosa tarta. Empezó a devorarla como si no hubiera un mañana hasta que sintió la intensidad de mi mirada.

—¿Quieres?

Me la ofreció limpiándose aún los restos de jalea de las comisuras de la boca. Negué con la cabeza.

—De acuerdo.

Seguí viendo a los niños sin soltar el cuchillo de mi mano. En algún punto se acercó tanto a mí que me agazape contra la pared. Estuve a punto de sacar mi mano de la mochila pero él tomó el pañuelo que cubría mi rostro y lo acarició con sus dedos.

—Cool —dijo cuando por fin se separó.

Obligué a mi corazón a calmarse. Los últimos días había tenido tantos de esos sustos que estaba segura que me daría un infarto cuando menos me lo esperara.

—¿Por qué te escondes aquí? —no respondí pero lo miré fijamente— ¿Por qué me ves así? Yo no me estoy escondiendo... vale, sí. ¿Ves a ese chico de allá? —asentí—. Es un completo idiota, siempre me molesta y...por eso estoy aquí.

Seguí observándolo, esta vez con interés. Quizá el podría comprenderme de cierta manera. Entrecerré mis ojos cuando sentí el dolor en mi sien...

—¡Oliver!

—Mierda.

Se levantó y sacudió de sus manos y jeans el polvo.

—Es mi madre, seguro terminó de hacer las compras.

Esperó respuesta por mi parte pero no le di ninguna. Solo aseguré el pañuelo en mi rostro. Hizo una mueca antes de empezarva retroceder.

—Eh...te veré mañana.

Y desapareció por entre las personas.

¿Me verá mañana?... Que chico más raro.

Pensé antes de irme de ese lugar.

(...)

Después de ese día nos comenzamos a ver con mayor frecuencia. Yo siempre volvía a ese lugar esperando volver a encontrarlo. Y aunque solo habían pasado un total de quince días, no puede evitar agarrarle un poco de cariño a Oliver. Necesitaba escuchar su voz alegre más de lo que quería aceptar. Sin embargo, seguía  tratando de encontrar al destinatario de la carta que Margaret me había dado.

—¡Hola, Ángel! —la alegre voz de Oliver me sacó de mis pensamientos.

Mi corazón se aceleró inconscientemente.
"Ángel" ese era el apodo que me había puesto al no saber mi nombre, y siendo sincera me había encantado ya que me recordaba lo que ella solía decirme.
"Eres tan dulce e inocente, Eva. Como un Ángel."

Volví a mirar a Oliver quien estaba hablando sin parar a mi lado hasta que de un momento a otro sentí como la tela que cubría mi boca era arrancada.

Sus lentes de goma cayeron al suelo y temía que fueran a quebrarse.
Con el pedazo de tela en una de sus manos, me miraba atónito; sus ojos estaban abiertos de par en par. No hablaba, no decía nada, solo se quedó ahí, atónito. Su silencio era una tortura.

"Por favor, di algo."

Ví cómo se sorprendió al escuchar mi voz en su cabeza.

¡Estúpida, estúpida!

No quería asustarlo y solo lo empeoraba. Me reprendí por haber hecho semejante tontería. Se me quedó mirando por unos segundos hasta que de la nada, sonrió. ¡¿Acaso se estaba burlando de mí?!

—¡Wow! Ya veo porqué nunca decías nada, aunque no entiendo como pude escuchar tu voz. Fue como... un eco en mi cabeza. Por cierto, eres muy hermosa.

¡¿Pero qué se suponía que estaba diciendo?!

Pensé mientras veía como Oliver comenzaba a reír.

Tomó mi barbilla entre sus dedos para inspeccionar los hilos que cruzaban desde mi labio superior hasta el inferior.

—¿Cómo es que comes? ¿Siempre tuviste la boca cosida? ¿Qué se siente...?

Antes de que pudiera seguir hablando le tapé la boca con mis manos. Las cuales junto con mi cuerpo no paraban de temblar. Y sin poder evitarlo, gruesas lágrimas se deslizaron por mis mejillas mientras que la sensación de miedo se instalaba en mi pecho.

¿Por qué? ¿Por qué no había salido corriendo? ¿Por qué no me había insultado? ¿Por qué no me estaba llamando monstruo, ¿Acaso no le daba asco? ¡¿Por qué seguía a mi lado?!

Sentí como sus brazos me rodeaban en un abrazo muy cálido. Dios que patética.

—Tranquila, no llores.

Sus dedos recorrieron mi rostro limpiando mis lágrimas.

"¿No vas a salir corriendo?"

—Puede que suene estúpido, pero eres mi amiga. ¿Por qué iba a dejarte?

"¿No estás asustado?"

Se separó de mí para volver a atar el pañuelo por detrás de mi cabeza.

—No te voy a mentir, estoy cagado de miedo. Pero... he escuchado cosas. Son como rumores de la gente. Todos los años venimos aquí de vacaciones, mi padre tiene algo con este pueblo. Hace unos años se rumoreaba que una niña vino al pueblo, tenía la boca horriblemente cosida. Según ancianos una masacre vino con ella. ¿Eres...tú?

Me quedé paralizada. No pensé que mi absurda llegada aquí hace unos años causaría tanto revuelo.

"¡No fue culpa mía! Ellos... fueron ellos. Yo no quería..."

No fui capaz de continuar. Mis lágrimas volvían a empapar mi rostro. Oliver me escuchaba precavido.

—Escucha; no sé qué fue lo que ocurrió, pero ten en cuenta que yo no...

—¡Oliver! ¿Qué haces aquí? Tú madre está muy preocupada.

Me oculté entre unos arbustos. Estuvo muy cerca de verme. Oliver me lanzó una última mirada. Y antes de de marcharse susurró un "Lo siento". Sintiendo un gran vacío en mi corazón, escuché sus pasos alejarse.

Oliver

<<Lluvia>>

Pensé mientras trataba de mirar a través del empañado vidrio de la ventana de mi habitación.

Ya habían pasado 4 días desde que no veía a Ángel. Empezaba a creer que no debí haber hecho eso. Estaba casi seguro de que ella me tenía miedo. No sabía qué hacer, sin duda fue algo estúpido de mi parte. Debí de respetar su silencio.

Me sentía tan estúpido. Desde luego la sensatez no era una de mis cualidades. Pero ella... se notaba que había sufrido demasiado y lo último que se merecía era que yo la abandonara.

Me alejé de la ventana soltando un suspiro pesado. Estaba frustrado. Mis padres no me dejaban salir por la lluvia y no dejaba de carcomerme el cerebro pensando en cómo estaría Ángel, si tendría un lugar en el cual refugiarse, si estaría asustada. Justo en ese momento mi madre me llamó para que bajase a comer.

—No puedo creer que haya estado lloviendo todo el día —comentó.

—Puede que el cielo esté triste por algo

¿El cielo está triste? Lo que acababa de comentar mi padre comenzó a rebotar de un lado a otro dentro de mi cabeza. Aunque preferirí ignorar eso.

Durante la comida estuvimos hablando sobre todo lo que habíamos hecho estos días. Y obviamente omití la parte de mi amiga.

Si aquellas personas le habían hecho tanto daño solo porque era diferente, no podía imaginar lo que le sucedería si alguien se enteraba de que estaba aquí. Confiaba en mis padres pero no podía correr el riesgo, ella... se había vuelto importante para mí.

"Ayuda... Ayúdame... O-Oliver."

—¿Ángel?

—¿Quién es Ángel? ¿Algún amigo tuyo? —preguntó mi madre, sin embargo no le estaba prestando atención.

Estaba tan concentrado en volver a escuchar su voz en mi cabeza que empezaba a desesperarme al no volver a oírla hasta que de pronto volvió...

"Por favor Oliver... No me dejes... No quiero estar sola... No otra vez."

No tenía dudas, era ella. Me levanté de golpe de mi asiento y comencé a correr a la entrada. Sentía mi corazón golpear fuerte contra mis costillas. Al abrir la puerta fui golpeado por una fuerte ráfaga de viento.

¿Dónde demonios se encontraba?

Mis ojos se abrieron de golpe. Ahí se encontraba mi respuesta. La ví tirada delante de la dulcería que estaba frente a mi casa, así que no pensé ni dos veces en salir corriendo bajo la lluvia e ir a socorrerla.

Su cuerpo se estremecía de tal forma que me desesperaba. Sus mejillas tenían un pequeño tono rojo a pensar del frío que hacía fuera, su respiración estaba entrecortada. La escuché delirar debilmente dentro de mi mente por culpa de la fiebre.

La sostuve en mis brazos apretandola contra mi pecho. El miedo de perderla me inundó.

Eva Gorner

—Lo mataste.

Asesina.

—Yo...

Monstruo

—No, no soy un...

Mentirosa

—Digo la verdad, ¡¿Por qué no me creen?!

No volverás a hablar.

Frente a mí estaba el espejo decorado con cositas rosas. Al verme lágrimas volvieron a surcar mi rostro mientras levantaba las manos para tocar y asegurarme de que era real, dolía mucho y me veía...horrible.

¿Qué me habían hecho?

Lo único que me quedaba era llorar.

¿Por qué no era capaz de olvidar el pasado? Solo quería volver a ser feliz. Me había cansado de seguir sufriendo. ¿Por qué no podía ser normal? ¿Qué tenía de malo? ¿Por qué todos se iban?....

No... no quería estar sola, no quería, no quería, no quería.

(...)

Desperté con la respiracion agitada y deseando que todo hubiera sido un sueño o una estúpida pesadilla.

Contemplé mi alrededor tratando de orientarme. Estaba acostada en una cama con sábanas de un profundo color azul, pero me di cuenta demasiado tarde de algo... ¡¡No tenía mi pañuelo!!

En ese momento escuché como se abría la puerta de la habitación en la que me encontraba por lo que rápidamente me cubrí el rostro y cerré los ojos con fuerza. Sentí el sonido de pasos acercarse a mí.

—Tranquila, no tienes porqué estar asustada. Soy yo, Oliver ¿Te sientes bien? —asentí— Me alegra saberlo.

Aparté las manos de mi rostro para poder contemplarlo. Noté cómo de repente bajó su mirada a los hilos que callaban mi boca. Dudó un poco antes de acercase hasta mí.

—¿Puedo...?

Asentí lentamente. Sus dedos recorrieron los hilos, sentí su tacto tibio contra mis labios.

—¿Nunca pensaste en... cortarlos?

Sus orbes me contemplaban con preocupación. La verdad me carcomía y pensar que al fin la diría me causaba un revuelo de emoción.

"En realidad sí. Pero en el fondo siento que..."

—Oliver, ¿la niña se encuentra bien?

La puerta se abrió de repente. Su reacción fue inmediata. Me cubrió con las sábanas e hizo que me recostara.

—No te muevas —susurró—. Sí, madre. Ella está bien.

Podía escuchar su tono nervioso y desee que su madre no lo notara.

—¿Sigue dormida?

—¡Sí! —contestó más rápido de lo apropiado y con un tono demasiado agudo—. Es... es por la fiebre, ya sabes, deliraba cuando la encontramos.

Rió con nerviosismo.

—Ya. Le he traído algo para que recupere energía.

—Gracias, mamá, se lo daré cuando despierte.

Escuché pasos y luego una puerta cerrarse.

—Ya puedes salir.

Sonreí casi dolorosamente cuando lo contemplé; sudaba y hacía una mueca rara.

—Perdón por esto —dijo observando la taza de té en sus manos. Casi reí mentalmente cuando lo bebió de un trago—. Listo, sabía horrible.

"Serás idiota."

—Bueno, ahora dime ¿por qué te encontré casi muerta fuera de mi casa?

"Perdona, yo... no sabía a dónde ir."

—Te expusiste demasiado, no quiero ni imaginar lo que habría pasado si alguien más te hubiera encontrado.

Suspiré cansada. Oliver lo notó y se sentó a mi lado en la cama.

—Ya he hablado con mis padres y puedes quedarte aquí hasta que te mejores de esa fiebre del demonio pero... debemos ocultar eso —señaló mi boca—, y no tengo idea de cómo lo haremos.

Empezaba a sentirme mal por meter a Oliver en todo ese lío, tenerme en su casa podría traerle problemas con sus padres y ellos no podían enterarse de mi situación, por mi bien y el de ellos.
Tragué seco.

—¿Sabes qué? Mejor pensamos en eso mañana, por ahora descansa.

Señaló hacia la pequeña ventana de la habitación, fuera estaba oscuro solamente iluminado por unas pocas farolas. Recordaba que cuando deambulaba por el pueblo, el sol se ponía el lo alto.

"¿Hace cuánto tiempo me encontraste?"

—Eso ya no importa, aquí puedes estar segura.

Me recosté aún algo temerosa. Se inclinó a por una toalla con agua fría en la mesita de noche y la colocó sobre mi frente.

—Vendré a verte luego.

Miré el techo por unos segundos. Oliver tenía un corazón noble, además de un tornillo zafado, porque ¿Quién en su sano juicio ayudaría a una extraña que solo daba miedo cuando la veían?

Él era importante y extrañamente bueno, podía confiar en él pero también temía por su seguridad.

(...)

—Di la verdad, Eva.

—No, por favor. No me hagan daño.

Mi corazón latía acelerado y el miedo crecía cada vez más. Trataba de alejarme de ellos pero la presión de su mano en mi cuello me asfixiaba. Pude detectar un movimiento de reojo pero mi atención se desvío de inmediato a la herramienta puntiaguda en las manos de ella.

—Yo no hice nada, por favor.

—Ya no mientas.

Por favor no, no, no, no.

Desperté bañada en sudor y con los siceos insoportables sonando en mi cabeza. No se detenían. Se escuchaban cada vez más y más fuertes.

"Deténgase."

Cada vez se hacían más entendibles e irientes llevándome a la locura.

Siempre estarás sola, Eva.

Cubrí mis oídos con mis manos.

Eres una mentirosa.

Me hice un ovillo en la cama, desesperada porque pararan.

Y una asesina.

Jimotee incapaz de soportarlo más.

—¿Ángel?

Su voz se escuchaba demasiado lejos y los murmullos demasiado cerca, demasiado fuertes.

—¡¿Qué sucede?!

"Oliver..."

—¿Estás bien? ¿Qué pasa?

Sentí sus manos sujetándome por los antebrazos y llevándome hacia sí. Me rodeo con sus brazos en un intento inútil por calmarme.

"Has que paren, has que paren por favor, por favor, por favor."

La presión en mis sienes aumentó hasta ser insoportable. Mi cuerpo empezó a convulsionarse dolorosamente. Oliver me soltó por la impresión, no podía verlo pero sabía que estaba ahí, paralizado.

Cerré los ojos con fuerza por el dolor, sentía como si cada una de mis extremidades estuvieran siendo arrancadas. El grito emitido quedó callado.

De repente sentí la presión en mis sienes casi familiar, el dolor disminuyó un poco pero la presión en mi pecho no. Solo aumentó.

Recuerdos ajenos aparecieron en mi mente: un niño de cabello castaño saliendo de una enorme casa y con una sonrisa en su rostro, un niño abrazando felizmente a un hombre, el mismo niño pero mucho más grande escondido detrás de una puerta, quería ver lo que el hombre tenía en sus manos más sólo logró leer "por favor Richi"

Sabía que estaba mal pero no sabía como pararlo. Le estaba haciendo daño pero no podía detenerme. Nunca debí penetrar así su mente.

Los recuerdos se arremolinaron de pronto en mi mente. Escuché sus quejidos. Lo contemplé difícilmente. Su cabeza estaba echada hacia atrás, sus músculos estaban tensos, sus pies casi se separaban del suelo, su piel adquiría un tono grisáceo cada vez más rápido. De su nariz salían pequeños hilillos de sangre.

Mis ojos se abrieron con asombro. No podía detenerme. No sabía que estaba pasando. Tenía miedo de no poder controlarlo. El nudo en mi garganta era insoportable, lágrimas de impotencia mancharon mi rostro. No quería dañarlo.

Senti una presión en el cuello impidiendome respirar. Mi cabeza se movió involuntariamente hacia atrás. Era como si mi cerebro no captara mis órdenes. Sentí mi cuerpo menos pesado hasta que entendí que colgaba por encima del suelo. Al igual que él pero sus extremidades estaban contorcionadas en ángulos peligrosos.

De pronto los recuerdos desaparecieron, mi vista se nubló. Lo último que escuché fue su grito desgarrador antes de que todo se detuviera de repente y la oscuridad me invadiera.

Frase del capítulo: Aunque solo sea una persona la que te quiera, ese será el motivo más grande que podrás tener para seguir viviendo sin importar las dificultades.

***

Al fin podemos traerles un capítulo más, este fue dividido en dos para no hacerlo muy extenso. Lamentamos haber demorado tanto.

A los lectores que han seguido aquí apoyándonos: muchísimas gracias por su paciencia ❤

Espero os haya gustado el capítulo.
¿Ustedes qué creen que pasó aquí?¿Oliver habrá muerto?

Acá os tengo una pequeña dinámica: El próximo capítulo irá dedicado al primer comentario.

Nos leemos pronto.

Anyi <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro