Capítulo 20
¿Qué sentía en este momento? No lo sé. Mis emociones estaban totalmente mezcladas. ¿Odio? ¿Ira? ¿Rencor? ¿Dolor? Ya no entendía a mi corazón, ni siquiera a mi cerebro. Ellos sabían que no fui yo. Ellos siempre supieron la verdad y a pesar de todo me tacharon como mentirosa. Incluso en un punto de mi encierro llegué a considerarme culpable de ser inocente. Y ahora soy culpable de verlos a la cara y sentir todavía un poco de amor hacia mis progenitores, yo misma siento pena por mi. Soy tan estúpida.
Apreté mis puños con fuerza y empecé a hablar en sus cabezas con una voz seca y carente de vida.
"Si estuvieran hablando con la antigua yo, tal vez hubiera salido corriendo, pero ya no. Estoy cansada de huir y de esperar que otros resuelvan mis problemas. Soy una cobarde y lo admito. Tengo miedo de volver a perderlo todo, también lo admito. Aunque me he dado cuenta que no importa si lo pierdo todo, lo importante es no perderme a mí misma. Es por eso..."
Cerré mis ojos recordando todo lo que me había sucedido hasta el momento.
"¡Es por eso que no voy a volver a huir! Tengo personas que me apoyan ahora, que entienden mi situación, que me están dando el amor y cariño que ustedes nunca me dieron desde que tenía cinco años."
Al regresar mi vista hacia ellos pude ver como lágrimas brotaban de sus ojos.
"Ustedes quieren mi perdón ¿no es así?"
Ellos asintieron.
"Entonces díganme, ¿qué ganan con eso? ¿Acaso creen que voy a olvidar todo lo que me hicieron? Cinco años de maltrato y de dolor no van a desaparecer de la noche a la mañana."
Suspiré.
"Los perdono, pero no se vuelvan a acercar a mí, ni a la familia Hill. Porque en lo que a mí respecta..."
Les lancé una mirada fría.
"Ellos son mi única familia."
Me di la vuelta para irme; sin embargo, me detuve al notar que me faltaba algo por decir. Los miré por encima de mi hombro.
"Adiós señor y señora Gorner. Que tengan una buena noche. Porque la mía me la acaban de arruinar."
—¡Eva, espera! —aquel señor me agarró por el brazo. Traté de resistir, pero él era más fuerte.
"¡Suéltame!"
—Eva, por favor, piensa con la cabeza fría. Regresa con nosotros, tus padres —comentó la mujer—. Tienes que estar con nosotros, si te quedas con ellos los vas a poner en peligro. Y.H. te quiere a ti y no importa quién esté en su camino.
Al escucharla decir eso dejé de respirar por un momento, podía sentir los latidos de mi corazón. Un repentino miedo me abrazaba en medio de esta helada noche.
"¿Por qué a mí? ¿Qué es lo que quiere?"
—Eres alguien especial Eva. Especial y peligrosa.
Aquellas palabras rompieron algo dentro de mí. La cabeza me estaba doliendo demasiado. Quería gritar. No creía poder soportar por mucho tiempo el dolor.
—Él te tenía en la mira, pero en estos momentos cree que estás muerta —el hombre me soltó al fin, pero mis rodillas cedieron y chocaron contra el suelo—. Aunque tú creas que somos unos monstruos, hicimos todo esto para protegerte y alejarte de él.
Mi cuerpo se sentía muy liviano. Las punzadas aumentaban en frecuencia y fuerza.
—Si descubre que estás viva va a ser el fin para todos. El día que te dejamos en el bosque, en realidad íbamos a matarte. —Reveló la de largos cabellos.
Ahogué un grito de la sorpresa. Cómo desearía no tener los hilos; sin embargo, no podía cortarlos. Ahora eran una parte de mí, una que odiaba con todo mi ser.
—Tuvimos que haberte matado y todos estaríamos a salvo a cambio de tu vida. —Sonrió con tristeza—. Lo sentimos de verdad, Eva. No puedo creer que íbamos a hacer eso, aunque al final no nos atrevimos. Eres nuestra hija. ¿Qué clase de padres fuimos? Unos muy malos. Sabemos que arrepentirnos ya no sirve de nada, pues el daño ya está hecho y fue marcado en tus labios.
"Por favor, cállense. No quiero escuchar más."
Pensé para mis adentros mientras me retorcía de dolor en el suelo.
—Te dejaremos quedarte con los Hill.
—¡Cariño!
—Lo siento, Lena. Pero Eva va a tener que entender lo peligroso que es Y.H. por las malas.
Se acercó a mí y colocó una mano en mi mejilla. Una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo. No podía aguantar más.
—Adiós, Eva.
Solté un grito en mi mente y el intento de uno por fuera, el cual provocó que se rompiera un hilo. Lo último que recuerdo antes de caer desmayada fue el grito que clamaba mi nombre.
(...)
—¡Tenemos que hacer algo! — le gritó Tobías a nuestros padres—. Si Y.H. se entera que Eva tiene habilidades telepáticas la va a encerrar en ese horrible salón.
—¿Y qué quieres que hagamos, Tobías? Que no se te olvide, estamos en esta situación crítica por tu culpa. No debiste de oponerte a ese hombre. —Habló mi madre.
—¿Cómo que no? ¡Es un monstruo! No tiene corazón. Es cierto que al inicio él quería crear un mundo ideal para las personas como Eva, pero es obvio que algo cambió. Y mi hermanita, su hija; está involucrada en todo esto sin saberlo. Se encuentra en peligro, y no quiero que ella se vea afectada por nuestras equivocaciones. Además, les recuerdo que solo tengo 15 años, no soy de mucha ayuda.
Ay Eva, ¿qué hemos hecho?
Dijo esto último en un susurro para sí mismo.
—Habla en singular —volvió a tomar la palabra la mujer —. Si mi hija terminó involucrada en todo esto fue por tu culpa. Solo eres un niñato que no sabe medir sus palabras, y a causa de eso estamos entre la espada y la pared. —le dirigió una mirada que lanzaba dagas—. Ahora solo nos queda apartar la mirada y dejar que Y.H. siga con sus planes. Con suerte y nunca se entera de la existencia de las habilidades de tu hermana.
(...)
Miraba como algunas gotas de lluvia caían sobre el vidrio de mi ventana. Estaba sumergido en mis pensamientos hasta que sentí cómo alguien abría la puerta. Sonreí con tristeza mientras la imagen de mi pequeña hermana pasaba por mi mente. Me di la vuelta.
—Ya te estabas tardando demasiado. —Dije viendo a la persona que sostenía hacia mí un arma.
Me aparté de la ventana y caminé hacia un lugar específico de la habitación, siendo seguido por el arma. Al llegar a una pequeña mesa, agarré un brazalete que a simple vista se veía que estaba mal hecho, pero para mí era muy valioso.
—¿Qué estás esperando? —Lo miré desafiante—. Dispara.
Y cumpliendo mi petición, una bala atravesó mi pecho. Un dolor indescriptible consumió todo mi cuerpo. Me recosté en la pared dada la debilidad de mis piernas y fui descendiendo hasta terminar sentado en el suelo con el brazalete en la mano.
"Lo siento tanto Eva. Te he arruinado la vida."
Vi como el sujeto se acercaba a mí lentamente.
"Me hubiera gustado verte una última vez antes de morir"
Un sentimiento de impotencia me invadió al sentir su arrebato y ver cómo me quitaba el brazalete, el cual fue hecho por mi hermana. La oscuridad absorbía la habitación, pero fui capaz de reconocer la voz de mi hermana cuando esta entró. Sentí el terror invadirme.
—¿Tobías? —me llamó la menor.
"Huye, Eva"
El dolor en mi pecho era insoportable, no pude gritar. Solo escuchar cómo mi hermana se tropezó con mi mochila al intentar buscarme. Traté de hablarle; sin embargo, mi atacante cubrió mi boca. Debido al intento de grito, la pequeña igual sintió el ruido y estaba a punto de darse la vuelta, aunque fue detenida por el sujeto quien le dió un fuerte golpe en la cabeza que la desmayó.
—Maldito —susurré.
Con la poca energía vital que me quedaba traté de acercarme a mi hermana arrastrándome por el suelo, tiñendo este de color rojo. Me detuve al no poder seguir más.
—Eva.
Extendí mi mano hacia ella y entrelacé mis dedos con los de la pequeña mano de mi hermana. Atraje el cuerpo inconsciente de esta y la rodeé con mis brazos. Todo esto mientras que el causante de esta desgracia sonreía con locura.
Cerré los ojos y comencé a cantar.
—En una tormenta que no tiene final,
a tu lado voy a estar.
Una lluvia que de tus ojos brota,
yo la voy a detener.
Un terremoto que tu corazón ha derrumbado,
yo lo voy a reconstruir.
No soy cantante, tampoco bailo muy bien,
y aunque no sea la mejor persona
que pueda existir,
mi amor por ti es verdadero.
No te separes de mi lado
me hace falta tu sorisa en mi vida.
Eres la hermana que siempre he deseado
y ahora que estás junto a mi, te protegeré.
Siempre voy a velar por tu felicidad
y antes de ir a dormir, tu frente voy a besar,
pues no es un adiós, solo un hasta mañana.
Tal vez no era el mejor compositor, pero esa canción demostraba el gran amor que sentía por ella.
—Cuídate, Eva —besé su frente—. Creo que este sí es un adiós.
Fue lo último que pude decir antes de sentir como las pocas fuerzas que me quedaban escapaban de mi cuerpo. A pesar de que ya no volvería a ver a la persona que tenía entre mis —ahora— fríos brazos, sonreí al pensar que me iría de este mundo pudiendo abrazarla una última vez, y sabiendo que había intentado protegerla. Ahora todo quedaba en manos de mis padres.
(...)
Gael Hayer
La noche ya había caído, el viento se había vuelto muy frío y sentía cómo a veces mis labios temblaban. Protegí mis manos dentro de mis bolsillos mientras que Eva se abrazaba a sí misma, perdida en sus pensamientos.
Después de un rato en la mesa, a todos se nos hizo extraña la extensa ausencia de la chica. Aseguré que iría a buscarla cuando escuché la voz de un hombre que la reprimía y le aseguraba que estaba en peligro. Eva parecía confundida y en el momento es que el hombre habló por última vez, la vi descender hasta el suelo.
—¡Eva! —había gritado antes de poder contenerme.
Poder despertarla había sido un caos; sin embargo, ahí estábamos. Al principio creí que miraba a los niños que aún jugaban en el parque y no me equivocaba, pero habían dos que acaparaban toda su atención. Era un niño y una niña. Por el parecido me atrevería a decir que eran hermanos, mientras la niña se deslizaba por el tobogán, el niño la esperaba abajo para poder sostenerla y que no caera al suelo.
"Ellos siempre lo supieron."
Su vista no se alejaba de los chicos y la mía tampoco de ella.
"Siempre supieron que yo no lo había hecho y aún así me hicieron sufrir tanto. Solo era una niña y él no merecía morir así."
Sus ojos se cristalizaron y noté cómo se contenía.
"Lo vi esa noche. No sé cómo pero era su recuerdo. Murió junto a mí mientras me cantaba una canción."
Me acerqué a ella para envolverla entre mis brazos. Sentí cómo se derrumbaba y su cuerpo se sacudía por el llanto.
"Decía; siempre voy a velar por tu felicidad
y antes de ir a dormir, tu frente voy a besar, pues no es un adiós, solo un hasta mañana. Fue su forma de despedirse."
Me rodeó con fuerza y enterró la cara en mi pecho. Algo húmedo se deslizó por mi mejilla y me apresuré a limpiarla.
Todos tenemos nuestro dolor, y por alguna razón, el mío quería salir ahí junto al suyo. Se deslizó por mi garganta y se enrolló ahí como una serpiente venenosa que no me dejaba tragar.
Sentí una sensación extraña que me atravesó el cuerpo, era como un hormigueo muy intenso. El olor a tierra mojada hizo que abriera los ojos porque no me había dado cuenta que los había cerrado y fruncí el ceño en confusión.
No estábamos en el parque, ahora a nuestro alrededor se vislumbraba un jardín. Las gotas de lluvia caían prominentes mojando el pasto y creando charcos por todos lados. Mi ropa empezaba a empaparse y a pegarse en mi piel.
—Eva. —Le llamé.
Se separó de mí y observó el lugar, luego me miró extrañada.
"Tú también estás aquí."
—¿Dónde es aquí? —musité.
"Aquí, en mi recuerdo."
De pronto una puerta se abrió tan fuerte que chocó con la pared de al lado. Una mata de cabellos revueltos salió corriendo directamente hacia la lluvia mientras reía a carcajadas, la seguía de cerca un chico que traía consigo un par de botas azules.
—Ven aquí, pequeña traviesa. Debes ponerte las botas antes de salir —decía el chico.
Al verlo salir, Eva apretó mi mano y sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo. En el fondo sentí que estaba reprimiendo el impulso de salir corriendo hacia él.
—Así es mucho más divertido —gritaba la niña que brincaba en los charcos con sus pies descalzos.
La voz de la pequeña era aguda pero tierna. Eran Eva y su hermano. Estaba sorprendido por el parecido entre ambos. Mientras la versión pequeña de Eva corría por el jardín pisando cuanto charco se encontraba en su camino, su hermano la perseguía diciendo que la lluvia estaba muy fuerte y podría enfermarse.
Para cuando el chico la alcanzó, el suelo estaba lo suficientemente resbaladizo como para hacerlos derrapar de espaldas al mismo. Después de recuperarse del golpe, el chico se apresuró a revisar a Eva.
—Oye, ¿estás bien? —dijo mientras apartaba de la frente de la pequeña unos mechones de cabello.
La pequeña lo miró por unos segundos luego estalló en carcajadas, a las cuales el chico se sumó al ver que la situación no tenía remedio.
Se les veía bien, los ojos de la niña brillaban de felicidad.
Regresé mi atención a la Eva que estaba a mi lado. Las gotas de lluvia se llevaban sus lágrimas y no pude evitar volver a abrazarla. Anteriormente le había preguntado que cuánto había sufrido en silencio y me lo estaba mostrando.
Me incliné para depositar un suave beso en su frente para demostrarle que estaba aquí. Llevando conmigo el sonido de la risa de ambos chicos el ambiente volvió a cambiar. Estábamos bajo la fría noche de nuevo.
El silencio reinaba de nuevo entre nosotros. Eva se encontraba débil, tanto física, como mentalmente, lo podía notar. Regresamos a la casa de los padres de Oliver y al estar cerca la puerta se abrió y apareció él, quién al ver a Eva en mis brazos se alarmó. Corrió hacia nosotros con la preocupación marcada en su rostro.
—¿Qué sucedió? —Preguntó.
—No lo sé. Luego lo averiguamos, ahora hay que entrar, no nos podemos quedar aquí afuera.
Oliver asintió de acuerdo conmigo y juntos volvimos a entrar a su casa.
"Todo va a estar bien."
Pensé sabiendo que ella en estos momentos se encontraba leyendo mis pensamientos. Su respuesta me sorprendió.
"Solo hay que dejar ir el pasado, pero cuando más lo recuerdas, más te duele, más sientes la pérdida de lo que antes pudo ser felicidad. No soy una cobarde, solo tengo miedo de que el pasado destruya lo que siento en el presente, y me prohiba vivir el futuro. Y aunque quiera huir, es imposible, no importa a donde vayas o en donde te escondas; el dolor siempre va a encontrarte. A veces desearía borrarme la memoria y olvidarlo todo, sin embargo, dentro de las cosas tristes también hay felicidad. Los momentos junto a quienes amamos de verdad, son tesoros inigualables que se graban en el corazón e impiden que nos consuma la oscuridad."
Sentí cómo se aferraba a mí cuando el señor Richard trató de tomarla en sus brazos para llevarla a su habitación a que descansara.
"Tú, Oliver, Cristal, Katherine, Owen, el señor Richard y la señorita Julieta; ustedes entraron sin permiso en mi corazón, pero no me molesta. Esta calidez que me recorre al estar al lado de todos ustedes es tan... adictiva. Los amo de verdad."
Sonreí inconscientemente.
"Gael, ¿te puedo pedir un favor?"
"Por supuesto."
Sin embargo, el rubor inundó mis mejillas al escuchar lo que me pidió.
"Quiero entrar en tu corazón, Gael. ¿Me lo permites?"
Frase del capítulo: En un mundo tan pequeño, te va a ser imposible esconderte para siempre.
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