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Capítulo 14

Solo era capaz de observar en shock como la sangre de aquella persona bañaba el pavimento de la calle. Todavía no lograba aceptar lo que acababa de pasar hacía apenas unos segundos, frente a mis propios ojos. Las lágrimas no se demoraron en aparecer y mi mundo se derrumbó otra vez.

Oliver. ¿Por qué tú?

(...)

Minutos antes...

Dos días habían pasado desde mi reencuentro con mis padres, quienes no paraban de intentar hablar conmigo; más yo no quería. Solo quería desaparecer, o simplemente olvidar a mis padres. Soy una cobarde y lo admito, lo único que hago es huir de todo lo que me causa temor.

Cristal, Gael y Owen ya se habían enterado de lo que pasó, Oliver se los contó a pesar de que le pedí que no lo hicieran. Me molesté con él, entendía su preocupación, pero esa era mi batalla. Es un lucha en la que los únicos involucrados son mis sentimientos.

"Te prometo que tu felicidad no va a durar mucho. Prepárate para sufrir, y recuerda mirar a los lados antes de cruzar la frágil línea que existe entre la vida y la muerte."

Fue la nota que encontré pegada debajo de mi asiento en la escuela. ¿Quién la habría escrito? No lo sé; sin embargo, cuando veo que fue escrita por un líquido que al secarse había adquirido un tono oscuro, pude deducir que iba a cumplir la amenaza.

Envolví la nota en mi puño y antes de darle más vueltas, la lancé al fondo de mi mochila y la colgué de mi hombro. El timbre que indicaba el fin del día escolar ya había sonado y toda la marea de alumnos se apresuraban a salir. Caminé apresuradamente para unirme con mi amigo en el pasillo.

—Ya no quiero, te juro que ya no puedo más. Las clases me están matando. —dijo inclinando la cabeza hacia atrás, soltó un suspiro.

"Claro, señor dramático."

—No miento. La clase con la maestra que tiene esa verruga, es realmente eterna.

Sabía a cual se refería. Era la Sra. Willer, profesora de química. Hacía de una clase posiblemente interesante, una aburrida hasta el punto de dormirte aún estando en primera fila.

En el exterior nos topamos con Cristal y Gael. En cuanto vi a este último mis manos empezaron a sudar.

—Ey, chicos.

—Hola. —respondió Gael.

Agaché la mirada, seguía sin querer enfrentar a Gael después de lo sucedido. Había entrado a su mente y visto sus recuerdos, pero había algo. Había una probabilidad de estos mismos ya no existieran en su mente, al igual que con Oliver. Después de haber visto sus recuerdo, de alguna forma, los olvidó o estaban borrosos.

—¿Ya se iban? —Preguntó Oliver.

—Sí, tenemos algunas cosas por revisar en la base.

Y eso me recordaba que no había hablado con Oliver sobre eso y el monstruo. Mi amigo asintió

"Oigan, ¿por qué Owen no asiste a la escuela?"

—Lo prefiere así, dice que la escuela es una prisión, ya sabes.

Sonreí bajo el pañuelo. A veces yo también pensaba lo mismo. Había asistido a la escuela poco tiempo en mi infancia pero aun así aprendí rápido y lo seguía haciendo. Acoplarme fue un poco difícil pero Oliver y su padre me brindaron su ayuda. Ahora tenía conocimiento sobre cosas de las que antes era inconsciente.

—Bien chicos, nos vamos. Tengan buen día y no hagan cosas raras, ¿de acuerdo?

Ambos se despidieron agitando su mano. Oliver y yo seguimos nuestro camino hacia su casa. Ahora que lo veía a él tan concentrado jugando con las líneas del pavimento, me arrepentía. Él era una persona tan buena y no se merecía que le mintiera.

"El día que desaparecí de la escuela, me perdí y llegué a un parque. Luego Gael me encontró y fuimos a la base. Apareció un nuevo monstruo y no sabemos cómo supo dónde estaba precisamente la base."

Comenté de pronto.

—¿Por qué no me dijiste?

"Con todo esto de...los vecinos, se me había ido de la cabeza."

—Oh, entiendo.

Nos detuvimos para cruzar la calle.

"Y conocí a otra integrante del grupo."

—¿Hay más personas? Vamos, dime quien es.

"Se llama Katherine, y..."

—¿Es linda?

"¿Qué?"

—No pienso trabajar con gente que no sea linda, contigo ya hago la excepción —lo empujé por el hombro—. Es broma, pero ya dime, ¿lo es?

Iba a responder justo cuando una voz grave me interrumpió.

—¡A un lado! ¡Compermiso!

Ambos nos giramos para contemplar a un chico que venía derrapando en una patineta calle abajo, justo en nuestra dirección.
Pude haber reaccionado y apartarme del camino junto a Oliver pero mi sentido de alarma no estaba muy activo. Mi cuerpo se paralizó, solo cerré los ojos esperando el impacto que no tardó en llegar.

Caí sentada y el chico de la patineta de rodillas a mi lado. Se recompuso rápido y me ayudó a ponerme de pie.

—Los siento, es que aún estoy aprendiendo. —señaló su patineta.

Asentí girandome para buscar a Oliver. A diferencia de mí y el chico, él si se había lastimado. Estaba sentado sobre el pavimento, sobando sus codos.

—Ay, mis bracitos.

Reparé en el lugar en el que estaba tumbado y en esta ocasión, si reaccioné.

"Oliver, ¡muévete de ahí!"

—Espera, estoy demasiado dolorido como para moverme.

"¡Ahora!"

Grité en su mente, desesperada. Apesar de estar aturdido, obedeció y se puso de pie, pero ya era tarde. Solo fui capaz de observar en shock como la sangre de mi amigo bañaba el pavimento de la calle.

El auto no se detuvo, aceleró mucho más. Las ruedas rechinaron cuando giró en una cuadra más adelante. Mis pasos se volvieron lentos y dudosos mientras llegaba hasta donde se encontraba.

Todavía no lograba aceptar lo que acababa de pasar hacía apenas unos segundos, frente a mis propios ojos. Las lágrimas no se demoraron en aparecer y mi mundo se derrumbó otra vez.

No, no, no. Esto no podía estar pasando. Los ojos sin vida de Margaret en un recuerdo borroso, me hicieron correr los últimos pasos.

Oliver. ¿Por qué tú?

—Mierda, ¡mierda! Llamaré una ambulancia —habló el chico de la patineta—. Trata de que no cierre los ojos.

Asentí con la vista borrosa por las lágrimas, las personas que también habían estado esperando para cruzar la calle se unieron haciendo un círculo a nuestro alrededor.

Me arrodillé a su lado y lo levanté por los hombros. Su cuerpo estaba lastimado y lleno de sangre. Gimió de dolor cuando apoyé su cabeza en mi regazo, de inmediato mi ropa y mis manos también se tiñeron de aquel líquido. Envolví su cara con mis manos.

"Mírame, Oli. No cierres los ojos."

Sonrió apenas. Llevó su mano hasta mi muñeca y le dio un débil apretón. Una lágrima escapó por la comisura de sus ojos y aunque yo sabía que lo había intentado por mí, no lo logró. Sus párpados cedieron.

(...)

Había perdido la cuenta de las veces que el chico de la patineta se había disculpado con los padres de Oliver. Según él, era su culpa por haber chocado con nosotros. Ellos le habían dicho que no tenía nada que ver, al fin y al cabo, no fue él quien lo había atropellado.

Al final el chico se marchó, no sin antes volver a disculparse conmigo por lo ocurrido.

Clavé mi vista en el techo del hospital.
Había pasado mucho tiempo desde que llegamos y se llevaron a Oliver a urgencias. Me había cansado de tanto contemplar la puerta de esa sala esperando ver aparecer al doctor, pero eso no pasaba. Empezaba a desesperarme.
Si Oliver no abría sus ojos no iba a perdonarme por haberlo metido en todo esto, por acompañarlo hasta aquí.

La imagen de su cuerpo herido y sus ojos cerrándose, no dejaba de repetirse una y otra vez en mi cabeza.

Observé la cara de preocupación y desespero de los padres de mi amigo y me sentí fatal. Pude haber agarrado y arrastrado a Oliver fuera de la carretera aunque protestara porque no se daba cuenta. Pero no lo hice.

Mi pierna subía y bajaba con impaciencia. A unos metros de nosotros había una pareja esperando por algún doctor. En cuanto este apareció, negó con la cabeza y les dijo algo en voz baja. La expresión de la mujer decayó y sucumbió al llanto mientras su pareja se aferraba a ella.

Apreté mis manos en puños. Oliver tenía que estar bien o de lo contrario yo misma lo mataría.

La puerta de emergencias se abrió de pronto, nos pusimos de pie pero fueron los padres de Oliver quienes se acercaron al doctor. El hombre llevaba una batalla azul anailada, ajustó sus lentes de culo de botella. Su frente sudaba.

—¿Familiares de Oliver Hill? —el señor Richard asintió—. Él está estable por ahora.

Mi corazón dio un vuelco. Suspiré de alivio porque había pensado lo peor.

—Sin embargo, ha sufrido una emorragia interna y algunas lesiones—Julieta emitió un jadeo bajo—, sangrando pronto, pero, ha entrado en un estado de coma pero sabemos que es por poco tiempo. Está establecido en una habitación, una enfermera los guiará si desean verlo.

Se marchó de vuelta a la sala y minutos después apareció una enfermera.

—Me temo que solo pueden entrar dos personas a la vez. —Dijo dirigiéndonos una mirada.

El señor Richard se volvió a verme y yo asentí, desde luego ellos debían ser los primeros en verlo y asegurarse de que estaba bien. La enfermera me sonrió y se puso en su deber de guiarlos hasta la habitación. Por mi parte, volví a tomar asiento en la sala de espera.

Después de lo que me pareció una eternidad, los padres de Oliver volvieron, Julieta parecía más calmada a pesar de tener los ojos hinchados por llorar.

—Cuando entres, trata de no pensar demasiado en lo sucedido.

Fruncí el ceño, confundida por lo que el señor Richard había dicho. Me adelanté hasta donde esperaba la enfermera que no tardó en guiarme por unos largos y blancos pasillos, este lugar era deprimente. Se detuvo frente a una puerta con una pequeña ventanita de cristal.

—Hazle caso a tu padre y trata de no pensar mucho en lo sucedido.

Me sonrió una última vez y desapareció por el pasillo contínuo. Ya quisiera yo que él fuera mi padre. Giré el pomo de la puerta con la mano temblorosa. Entré y cerré a mis espaldas. Se me cayó el alma a los pies en cuanto lo vi.

Su rostro estaba magullado, tenía varios cortes que habían sido saturados. Algo extraño y blanco rodeaba su cuello y lo mantenía recto, rígido. Uno de sus brazos estaba escayolado. Contuve un jadeo.

Me acerqué a él a paso lento. Sus ojos estaban cerrados, sus pestañas acariciaban sus pómulos y sus rizos estaban despeinados. Pasé mi mano por ellos y recorrí la línea de su rostro con un dedo tembloroso.

"Ah, Oli. Tenías que haberme hecho caso."

Una lágrima se desbordó y recorrió mi mejilla.

"Tienes que abrir los ojos pronto, no puedes dejarme sola en ésta misión, ¿entiendes?"

No había pasado tanto tiempo junto a Oliver pero si el necesario como para conocerlo y saber lo bueno que era. En el momento en que vi su sangre manchar mis ropas y su cuerpo reposar inerte en mis brazos, el miedo de no poder decírselo me había atenazado.

"Te quiero tanto."

Susurré en su mente. No pude contenerme más y me derrumbé en llanto aferrandome a él y tratando de no hacerle daño.

Después de unos segundos, me separé de él con la furia ardiendo en mi interior. Apreté las manos en puños.

La persona que había escrito la nota había cumplido su amenaza, pero yo la haría pagar.

(...)

Habían pasado dos días desde el accidente, Oliver seguía sin despertar pero las heridas de su rostro y cuerpo se veían menos inflamadas.

Durante esos dos días no había asistido a la escuela para hacerle compañía a Oliver. Gracias a su padre no había tenido problemas. Él al ser director de la institución tenía asuntos por resolver por lo que se había marchado hoy por la mañana. Julieta en cambio, había persistido junto a mí, en ese momento había ido a la cafetería.

Bostezé. Esos días no había dormido bien por estar pendiente al cuidado de mi amigo. Si la persona de la nota había provocado ese accidente, su intención no era que él siguiera respirando, nada me aseguraba que no fuera a volver para terminar con su trabajo. Sonaba a paranoia, tal vez. Pero no me importaba.

Me acomodé mejor en la silla al lado de la camilla. Estaba demasiado cansada, por lo que no me sorprendió que mis párpados cedieran en cuanto mi cabeza reposó sobre la almohada que había acomodado. Sin embargo, mi sueño reparador no duró mucho.

Abrí los ojos de golpe cuando escuché un ruido procedente de la puerta de la habitación. Volteé para encontrarme con una espalda ancha cubierta por una camiseta negra. Me puse de pie inmediatamente. El chico se dio la vuelta, sonriendo con timidez, aún sostenía el pomo de la puerta.

—Ups.

Frunció el ceño al reconocerlo.

"¿Qué estás haciendo aquí?"

Kilian avanzó por la habitación y se sentó en la otra silla que estaba al lado de la camilla donde mi amigo reposaba.

—Pues qué más, he venido a verte, y a tu amigo, por supuesto. Mis más sinceras condolencias.

Llevó su mano a su pecho y sonrió mostrándome sus dientes blancos.

"¿Qué pasa? ¿No has enviado a tus monstruos para que vengan a por mí?"

—Ya me he divertido lo suficiente, por ahora.

Miré la puerta de la habitación, no entendía cómo había podido entrar.

—Oh, no te preocupes, ellos saben que estoy aquí, se han apiadado de uno de los mejores amigos del paciente. Al parecer, las personas no saben hacer bien su trabajo.

Miró a Oliver, me tensé notablemente. Sabía que sus palabras tenían otro significado, se refería a quien había provocado el accidente

—Fue una amenaza, ¿no es así? —me miró con una expresión que no pude comprender.

Giró un poco la silla, se acomodó mejor y apoyó sus pies en un lado de la camilla, sin tocar a Oliver. Entrelazó sus dedos sobre su estómago. Su cabello negro y su expresión le daban un aura oscura.

—No me sorprende la verdad, es predecible.

"¿Sabes quien puso esa nota?"

—Tal vez sea así —me miró serio—, o tal vez no. —sonrió.

Este chico empezaba a asustarme y no terminaba de entenderlo. Siempre apareciendo y desapareciendo, diciendo cosas horribles o ayudándome, a su manera.

Eso me recordaba el día del festival, todo el asunto de la bomba, había sido solo una broma.

"¿Por qué estabas en el festival ese día?"

—Ay, no sabía que tenía que comentarte esas cosas.

Claramente se estaba burlando de mí. Di un paso cerca de él, aún con cada músculo de mi cuerpo tenso.

"¿Cómo sabías donde se encontraba la bomba?"

—No es de tu incumbencia. —empezó a juguetear con el pequeño cable que conectaba a Oliver a una de las maquinas.

Gruñi con frustración. Era inútil. Traté de concentrarme para entrar en su mente pero me era imposible hacerlo sin delatarme. Mi débil intento falló. No lo entendía, siempre que había intentado invadir su cabeza, fallaba. Había algo...¿protegiéndolo?

—¿Sabes? Me recuerdas a un lindo pajarito que tengo en mi habitación. Le gusta volar, pero no puede, la jaula en la que está encerrado se lo impide.

Lo miré sin entender. ¿A dónde quería llegar?

—No sabes de lo que hablo, ¿verdad?

Se levantó y comenzó a acercarse peligrosamente a mí. Asustada, retrocedí hasta que mi espalda chocó contra la pared del cuarto, y el aprovechó esto para poder acorralarme.

—Tú eres ese pajarito.

"¿Qué?"

—Eres linda, frágil, ingenua, y tan fácil de corromper —dijo con burla mientras acariciaba mi rostro—. Quieres volar, pero las cadenas que tú misma creaste no te lo permiten. Ese poder tuyo es sumamente poderoso, será mejor que lo utilices de la forma correcta, y con la persona correcta.

Clavó sus ojos verdes en mi boca cubierta. Arrastró su mano por mi mandíbula y acarició mis labios por sobre la tela del pañuelo.

—No has cambiado demasiado desde entonces. —repasó mi rostro con su mirada—. Tú puedes servirme.

"Ni en mi más remota pesadilla estaré de tu lado."

—Eso ya lo veremos. Fuí yo quien te salvó de aquellos asesinos ese día. Y gracias a eso, he obtenido esta linda marca. —señaló la cicatriz que surcaba su rostro, se contorcionó cuando él sonrió—. Me debes una, y lo sabes.

Caí al suelo de rodillas. ¿Qué me pasaba? Sentía cómo la penetrante mirada de Killian destrozaba mi espíritu y alma. Con la mirada en el suelo, solo me quedaba oir el sonido de sus pasos alejarse. Cuando la puerta se abrió, la gruesa voz de Killian resonó en todo el lugar.

—No confíes en nadie, si te relacionas conmigo o con tu amiguito, Gael. Tu peor error será confiar en las personas equivocadas, después de todo, Y.H. es el titiritero y nosotros sus marionetas. Pero Gael, sin duda es su favorita.

Cerró la puerta a su espalda. Repetí una y otra vez sus palabras en mi cabeza.

Recordé aquel día en el callejón, había sentido mucho miedo y estaba segura de que esas personas iban a matarme, él me había ayudado y por mi culpa había sufrido una grave lesión, y aún así, lo había dejado. Mi instinto de supervivencia me había llevado a correr e ignorar al pequeño de cabello negro tumbado junto al lago, desangrándose. Me sorprendió el hecho de que hubiera sobrevivido a pesar de eso.

Todas mis dudas se disiparon, no era diferente a ellos, era mala, había dejado inconscientemente que la oscuridad creciera en mi interior. Pero quería cambiarlo, sí. Por Margaret, por Tobías, por Oliver, personas que me habían apoyado y ayudado a pesar del peligro que me acechaba.

Tenía razón, le debo una, pero ya encontraré la forma de devolverle el favor.

Julieta entró entonces con un café y una dona. Sus ojeras estaban un poco acentuadas y su expresión era decaída.
El desvelo y la preocupación por qué su hijo no fuera despertar le estaban pasando factura. Oliver era muy fuerte sabía que iba a abrir sus ojos, solo necesitaba tiempo.

Al verme aún arrodillada en el piso se acercó a mi rápidamente.

—¿Estas bien, cariño?

Asentí poniéndome en pie con su ayuda.

"Sí, solo se me ha caído algo y me ha parecido verlo por aquí."

Me dirigió una sonrisa forzada, sabía que mentía pero no dijo nada. Caminé hasta mi mochila de la escuela para colgarla de mi hombro.

"¿Está bien si salgo un momento?"

—Claro, no te preocupes. Y si puedes, ve a casa a descansar, seguro debes estar agotada.

Si, mi aspecto físico no era el mejor. Después de pasar casi tres días en el hospital, rodeada de personas tristes y pasando momentos difíciles, no había energía o pensamiento positivo alguno del cual yo pudiera sentirme plena, o de los cuales yo pudiera alimentarme. Según lo que había dicho Gael de mi habilidad.

Aún así, no quería pasar demasiado tiempo alejada de mi amigo. Ante mi negación, Julieta habló de nuevo.

—No te preocupes, yo cuidaré de él.

Dudé, pero al final me marché del hospital, un poco aliviada por sentir el aire fresco en mi rostro. Había pasado esos dos días sin salir ni un solo momento de ahí. Necesitaba una ducha y un cambio de ropa, todavía seguía manchada de la sangre de Oliver. Pero tenía algo que resolver primero.

Apreté la cinta de la mochila en mi hombro y caminé a paso firme a pesar de las miradas de desaprobación de las personas con las que me cruzaba.

Me tomó un tiempo llegar hasta el edificio viejo, pocas personas transitaban el lugar por la fachada desgastada de toda la zona. Crucé la puerta principal y rondé por pasillos hasta encontrar el centro del edificio, el espacio en el que habíamos estado antes.

Busqué en el suelo tanteando alguna textura que me indicara qué ahí estaba. Mis dedos se toparon con algo frío y sucio. Introduje mis dedos en los agujeros de la tapa de la alcantarilla y tiré hacia arriba. Era muy pesada. La moví a un lado y baje la vieja escalerilla.

Un escalofrío me recorrió la columna ante la vista de oscuridad absoluta. La última vez que había estado ahí, un monstruo había intentado arrancarme la cabeza.

Caminé por el pasadizo tanteando con mis manos. Lo que tocaba era piedra y tierra firme. Dejé de hacerlo cuando conforme fui avanzando, la luz fue iluminando mi camino, esperé no perderme entre tantos pasillos.

Después de un rato, llegué al centro de todo. Entré a la cúpula encontrándome con los chicos ahí. Cristal fue la primera en levantarse de su asiento.

—Hola, ¿que haces aquí?

"He tomado una decisión."

Katherine resopló desde su silla, sin verme. Owen también se supo de pie al lado de Cristal frente a mí.

—¿Y podemos saber cuál es?—dijo.

Estaba apunto de hablar en sus mentes cuando Cristal interrumpió.

—Oye, no es por nada pero, ¿donde está tu fastidioso amigo? —Owen la miró con una ceja enarcada—. ¿Qué? Es una simple pregunta.

Owen no dijo nada pero sonrió con burla.

"Está en el hospital."

Gracias a eso, obtuve la atención de todos, incluyendo a Katherine.

—¿Pero qué ha pasado? No los he visto a ustedes dos en la escuela.

"Es una larga historia."

Avancé y apoyé mi mochila en una de las mesas. Urgando entre su contenido con el fin de encontrar la nota.

—A veces puede ser un grano en el culo, pero siento lo que pasó, Eva.

Escuché la voz de Cristal en mi cabeza. No respondí.

En cuanto encontré la nota, la destendí y la planté sobre la mesa en un golpe sordo.

"Fue una amenaza."

Todos vieron fijamente la pequeña nota.

<<Te prometo que tu felicidad no va a durar mucho. Prepárate para sufrir, y recuerda mirar a los lados antes de cruzar la frágil línea que existe entre la vida y la muerte.>>

"Tengo una sospecha."

—¿Quién? —habló Gael por primera vez.

"Y. H. Sé que está involucrado."

Antes de alguien más pudiera comentar nada. Un fuerte ruido a nuestras espaldas nos distrajo. Me volteé y mi cuerpo quedó petrificado ante lo que ví.

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Frase del capítulo: Cada persona que he llegado a amar, tarde o temprano se va de mi lado. Así que porfavor, no te vayas tú.

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