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Pequeños descubrimientos tras la puerta.

Narrador Omnisciente:

Mina ingresó nuevamente al hospital sosteniendo con nerviosismo el pequeño ramo de flores azules que había comprado, se sentía cohibida por tener nuevamente a Nayeon a solas, pero a pesar de que ese sentimiento comenzase aumentar, la muchacha no podía dejar de lado el hecho de que se sentía herida por las mentiras de las madres Im. La japonesa suspiró presionando su dedo pulgar contra el botón de metal esperando con paciencia a que las puertas metálicas se abriesen para darle el pase de ingresar, se mantuvo sumergida en sus propios pensamientos recordando vagamente la bonita sonrisa de Nayeon y esa forma peculiar pero enternecedora con que la solía mirar. Mina hubiese esperado con total calma el que las puertas se deslizaran hacia los lados sino fuese por que una voz femenina jodidamente irritante se coló en el pasillo provocando que la japonesa girara su rostro para ver la mirada desafiante y narcisista que Jennie poseía fija en sus facciones, la coreana alzó una de sus cejas elevando sus comisuras con aquel típico toque de pregunta "¿Me estas jodiendo?" y con solo ver el rebose de su mirada la japonesa podía notar que se estaba burlando.

—Nayeon odia las flores, y más si se las das en un hospital—comentó Jennie como si la pelinegra le hubiese pedido su opinión, Mina simplemente suspiró llevando su mano vendada hacia su frente, lentamente frotó sus yemas contra la piel de su entrecejo queriendo disipar el malestar que aquella coreana le había provocado—nunca me agradaste y sinceramente no sé que te ve ella...—aclaró logrando que la japonesa simplemente riera adentrándose en el ascensor, la parlanchín siguió sus pasos presionando el numero dos sobre las paredes de metal—pero no te quiero cerca de Nayeon, mucho menos ahora—admitió logrando que Mina perdiera por completo los estribos girando su cuerpo para atrapar con su mano buena la camiseta ajena estampando la espalda de la contraría contra una de las paredes del lugar.

—Me importa una mierda si quieres o no que este cerca de Nayeon, tu no eres nadie. te lo repito ¡Nadie! para exigir que me aleje de ella—y la joven hablaba con molestia sintiendo sus mejillas arder ante la ira que la carcomía. la japonesa apretó su quijada en el instante que sintió como la coreana envolvía sus manos contra su cuello tirando de ella para hacer que sus narices se rozaran por un par de segundos—¿Qué mierda haces?—bramó al ver como la coreana entreabría sus labios siendo lo suficientemente vulgar para pasar su fina y húmeda lengua por su labio inferior logrando poner todos sus vellos de punta—¡No vuelvas hacerlo! me das asco—habló con tanta sinceridad que logró sacar una carcajada en la de cabello oscuro.

—Fresa—susurró Jennie mientras se relamía el labio inferior entreabriendo sus labios para pasar su pulgar por aquellas carnes terminando por introducir la yema de aquel dedo en el interior de su boca relamiendo sin dejar de observar el rostro estupefacto de la extranjera—aléjate de Nayeon—ordenó para luego simplemente salir cuando las puertas se abrieron dejando a una sorprendida pelinegra apoyada contra la pared de metal.

Mina entreabrió sus labios soltando un fuerte jadeo, con rapidez la muchacha salió del pequeño cubículo al percatarse de que las puertas de metal comenzaban a cerrarse. La japonesa suspiró despeinando su cabello oscuro con su mano sana mientras que, con la otra seguía sosteniendo aquel pequeño ramo de flores que había decidido traer. La pelinegra comenzó a caminar por el pasillo manteniendo el ceño fruncido y la quijada perfectamente marcada dándole un toque intimidante poco usual en ella, la joven iba a matar a la coreana, oh, claro que lo haría, la pelinegra le daría unos certeros puñetazos por tomarse aquel maldito atrevimiento de lamer su labio inferior, por hacer un acto que solo Nayeon tenía el poder de ejercer contra su boca.

La japonesa dejó de caminar en el instante que quedó frente a la puerta que daba al interior de la habitación de la castaña, la joven estiró su mano atrapando la manilla de metal, estuvo apunto de girar aquella pieza pero la fuerte voz de Tiffany la hizo mantenerse estática en su lugar, si era sincera no tenía planeado el oír detrás de la puerta la acalorada conversación que mantenían las esposas Im, pero su curiosidad era más fuerte provocando que se mantuviese en su sitio escuchando claramente la forma en que la pelirroja discutía con una tercera persona.

—¡No lo permitiré! ¡Me da igual, soy su madre!—bramó Tiffany provocando que la japonesa se inclinara sobre la madera apegando su oreja contra la puerta, escuchando a la perfección lo que estaba sucediendo en el interior de la habitación—¡La matará, tu y yo sabemos eso! no puedo perderla, es mi bebé, ella y Dahyun son mi razón de existir... y~yo, yo realmente no puedo permitirlo—su voz se relajó pero aun así la pelinegra podía sentir como sus palabras le calaban hasta los huesos.

Mina mantuvo su ceño fruncido sintiéndose verdaderamente confundida por la discusión de la pelirroja, por instinto la joven intentó adherirse a la madera sintiendo su corazón martillando con fuerza contra su caja torácica al oír parte de la discusión.

—Ella esta exigiendo la operación, no puedo decirle que no cuando técnicamente es mayor de edad—habló una voz masculina provocando que la japonesa mordiera su labio intentando recordar donde lo había escuchado—no puedes hacer nada Tiffany, tu hija ya cumplió la mayoría de edad, si quiere operarse tendrás que dejarla.

—Quizás sí, pero mentalmente sigue teniendo dieciocho—contestó Tiffany logrando confundir aún más a la pelinegra quien no podía encajar las piezas de sus dudas—lo permití una vez, ¡Y mira como quedó! perdió dos malditos años de su vida, ¡Dos!—su voz era potente, la japonesa podía jurar que estaba por golpear al hombre que supuso que se trataba del doctor—la operación no la curará, todos aquí lo sabemos, esa mierda simplemente acabará con ella y yo no estoy dispuesta a enterrar a mi bebé—aclaró logrando que la habitación se quedase consumida por el incómodo silencio.

Mina pasó la saliva por su tráquea sintiendo sus manos temblar bajo la fría madera, ¿Acabar con ella? se cuestionó completamente ida en sus pensamientos intentando crear algo razonable a la extraña conversación que mantenía la pelirroja con el medico. A pesar de que estuviese ardiendo por la ira causada por la traición, la muchacha no podía evitar sentir que su egoísmo estaba jodidamente de acuerdo a lo que estaban discutiendo, porque ella tampoco quería enterrar a Nayeon, no podría soportar la idea de verlas en un ataúd.

—Hablan de ella como si no estuviese presente—aclaró Jennie provocando que la extranjera apretará la quijada sintiéndose verdaderamente celosa de que ella estuviese en el interior de aquel lugar—que sea sorda no la hace estúpida, sabe perfectamente que algo malo esta sucediendo—continuó hablando provocando que la pelinegra mordiera su labio inferior siendo completamente consciente de que esta vez la desgraciada tenía razón—... miren, hablemos de la situación en otro momento, la ingenua de Mina esta por llegar y Nayeon fue muy clara que no quiere que ella sepa la verdad—comentó logrando que, nuevamente el silencio reinara el lugar.

La japonesa relamió sus labio dando un paso hacia atrás, con rapidez llevó su palma hacia su cabello despeinando aquella sedosa melena; dándole un aire despreocupado pero sensual a su vez, la muchacha esperó un par de minutos antes de tener el valor suficiente para estirar sus nudillos rozando su piel contra la madera. Mina no iba a mentir, cuando Jennie abrió la puerta estuvo verdaderamente tentada en estampar su puño contra su rostro, pero para su suerte y su gran fuerza de voluntad logró ingresar dejando aquella egocéntrica coreana de lado. La extranjera hizo un esfuerzo sobrehumano para no perder los estribos, se había tranquilizado en el pasillo, sabía que tenía que mantenerse serena y despreocupada para no llamar la atención de las mujeres de la habitación, porque aquella era la única manera de encontrar las respuestas de sus dudas.

—Buenas días Mina—saludó Jessica logrando que el estómago de la mencionada diese un vuelco provocando unas inmensas ganas de vomitar—bonitas flores, ¿Son para Nayeon?—cuestionó algo incómoda al notar como la extranjera solo le sonreía para luego seguir de largo colocándose al lado de la camilla de la castaña.

La muchacha se cuestionó cuantas veces la mujer se había burlado en su rostro, ¿Cuántas veces fingió simpatía? y no pudo evitar el sentirse verdaderamente mal por ser nuevamente pasada a llevar, como si, verdaderamente sus sentimientos, en esta ocasión, no importase en lo más mínimo. Velozmente la joven elevó sus comisuras al sentir la penetrante mirada de la coreana, la joven observó las orbes oscura de Nayeon logrando cohibirla por completo. Mina parpadeo al sentir un golpe certero de la realidad azotando sus pensamientos, se mareó con rapidez al percatarse que no podía molestarse con aquella bonita coreana, porque a pesar de que nadie le contaba aquella supuesta verdad por ordenes de Nayeon, aquel sentimiento de tristeza se desvanecía por completo al toparse con sus ojos.

Mina siempre creyó que aquel par era el mas bonito de todo el universo,el brillo de sus ojos apocaba la luz que emanaba de las estrellas.... simplemente era una jodida galaxia de color castaño.

—Hola—saludó la japonesa mientras que dejaba el pequeño ramo sobre los muslos de la coreana—no quería llegar con las manos vacías—admitió mientras que movía sus manos logrando ver un bonito sonrojo en el rostro de la castaña.

La extranjera apoyó sus palmas contra uno de los barrotes que mantenían las esquinas de la cama, sus oscuros ojos se mantuvieron fijos en los de la coreana intentando demostrarle con tan sola aquella acción que estaba asustada, que le aterraba el perderla, porque aunque-al parecer- no la conociera, ella verdaderamente se había enamorado de su belleza, de su personalidad. Mina entreabrió sus labios queriendo decir algo, pero al sentir las miradas de los demás presentes prefirió callar, deseando con todo su corazón que Nayeon se sincerase con ella, porque la pelinegra le hubiese leído, le hubiese escuchado a su forma, pero sobretodo ella lo hubiese comprendido y aceptado,porque no era quien para juzgar sus acciones, pero no sucedió, la coreana no le confesó lo que estaba pasando en realidad, no le comentó a su forma que le sucedía, que le dolía, simplemente sonrió, y la japonesa no pudo dejar de pensar si aquella sonrisa era verdadera o una más de sus crueles mentiras.

—Las dejaremos a solas—aclaró Jessica caminando hacia la salida, y a pesar que la japonesa quería girarse para ver si todos habían aceptado las palabras de la mujer, prefirió mantenerse observando las orbes castañas de la coreana deseando perderse en aquel bonito mar de sentimientos que solo ella le podía causar.

Mina apretó sus labios llevando su mano sana hacia su cabello, con tranquilidad pasó sus dedos por sus raíces manteniendo sus ojos fijos en la mayor. rápidamente suspiró inclinando su torso hacia atrás, necesitaba pensar con claridad, debía seguir actuando con ignorancia, por nada del mundo debía demostrar que conocía una pequeña pero significativa parte de la verdadera historia de Nayeon. La japonesa se preguntó que había sucedido con aquella operación; a que se refería Tiffany con perder dos años de su vida, ¿Realmente los perdió? se cuestionó negando con su cabeza ante aquella estúpida pregunta, claramente debió perderlos si estaba en el instituto con ella, y ahí fue el momento exacto en que la joven cayó verdaderamente en cuenta; la coreana era tres años mayor que ella.

Completamente sumergida ante aquel nuevo descubrimiento la muchacha no pudo evitar el dar un ligero brinco al sentir la mano de la coreana envolviendo su palma buena, con el corazón desbocado volvió a poner toda su atención en la castaña notando como esta se estaba acomodando sobre el colchón estirando su torso hacia su dirección, los nervios rápidamente envolvieron a la pobre extranjera sintiéndose verdaderamente cohibida por la mayor.

—Solo son tres años, maldita sea, relájate Myoui—se regañó entre dientes observando como la coreana frunció el ceño, al parecer había entendido parte de la discusión que mantenía consigo misma.

Con el pavor a flor de piel y el sudor recorriendo su cuerpo por completo, la japonesa estiró con delicadeza sus manos envolviendo sus palmas contra la quijada de la castaña, la joven observó la mirada de confusión por parte de la mayor, y la muchacha lo comprendía, entendía perfectamente el por qué le veía de aquella forma, pero tenía que besarle para sentir que todo seguía siendo normal, así que lo hizo, con sus piernas temblando como gelatina estiró su rostro estampando con fuerza sus labios contra los de la mayor. Al principios se quedaron inmóvil, como si fuese la primera vez sintiendo las carnes ajenas, pero de repente, para la sorpresa de Mina, Nayeon había osado en tomar el control entreabriendo sus cerezos para permitir la salida de su afilada y peligrosa lengua provocando que, con total confianza deslizara con suavidad aquella húmeda carne por el labio inferior de la contraria, provocando un fuerte golpe emocional en la pelinegra.

Mina cerró sus ojos sintiendo como Nayeon se inclinaba estirando sus manos para envolverlas sobre su cuello, la japonesa entreabrió sus labios siendo mas que consciente que no podía ir encontra de las decisiones de la castaña, permitiendo que la lengua de la mayor se hundiera en su boca tocando con una exquisitez envidiable su lengua. La pelinegra bajó sus palmas deslizándolas por el bonito cuerpo de la mayor, en varias ocasiones tuvo que apretar sus párpados al sentir como las vendas rozaban su piel lastimada, pero, a pesar de que el dolor era verdaderamente desagradable sus instintos por sentir el cuerpo ajeno eran muchísimo mas fuerte. La japonesa sintió su corazón comenzando un alocado bombeo en el instante que las manos de la castaña bajaron desde el cuello hasta su cintura, su abdomen se contrajo en el momento que los dedos ajenos se colaron en el interior de su camiseta permitiendo que las yemas de aquella traviesa muchacha acariciaron los huesos de sus caderas. Mina separó sus labios de la boca ajena soltando un gruñido por las caricias que la castaña le causaba a su piel, sus ojos rápidamente se cristalizaron, porque a pesar de que anhelaba un momento con la coreana sus pensamientos no la dejaban en paz, logrando que sus inseguridades saliesen hacia el exterior.

—No puedo—admitió la japonesa dando un paso hacia atrás sintiendo como los calientes dedos de la mayor dejaban de tocar su ardiente piel.

Y la joven le hubiese gustado agregar aquel "No puedo besarte cuando me ocultas cosas" porque aquella era la verdadera razón por la que no podía continuar sintiendo la exquisita boca de la castaña haciendo de las suyas contra sus labios, pero se mantuvo en silencio, retuvo en sus pensamientos la inseguridad e incomodidad que le causaba el estar a solas con la muchacha, y le dolía, claro que le dolía, porque le quería, le amaba muchísimo quizás más de lo que ella misma se amaba.

Nayeon la observó con su pecho subiendo y bajando con fuerza, la joven estiró sus manos queriendo atrapar la muñeca ajena para tirar de ella dándole la posibilidad de volver a retomar aquel pequeño pero excitante sesión de besos. La coreana entreabrió sus enrojecidos e hinchados labios al notar como la pelinegra volvía a retroceder.

¿Es por mi operación?—preguntó la castaña mientras movía sus manos observando atentamente como la contraría rápidamente negaba con su cabeza—¿Segura? porque será dentro de un mes, todavía tenemos tiempo para resolver los problemas—agregó sin saber que aquello había sido como un puñetazo para el corazón de la japonesa.

Mina tragó saliva sintiendo como el pánico y el temor lentamente comenzaba a consumir sus pensamientos; un mes, esas dos palabras no dejaban de pasar por su mente repitiéndose una y otra y otra vez como si de un jodido bucle se tratase. La japonesa entreabrió sus labios sintiendo el malestar instalándose en la boca de su estómago, de repente la pobre se sentía enferma, devastada ante el recuerdo de las palabras de Tiffany y aquello le hizo darse cuenta que; no estaba preparada para dejar ir a la castaña.

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