No es un simulacro
Narrador Omnisciente:
Mina golpeaba con la suela de sus zapatos el piso del bus, sus ojos se mantenían inquietos observando el panorama exterior, mientras que, un leve murmullo creado por los estudiantes que estaban en el mismo lugar que ella lograron causar un malestar en sus tímpanos, la japonesa se preguntaba el verdadero causante de sus nervios, y sinceramente, ella aun no era capaz de descifrar el responsable de su incomodidad, tan solo estaba ahí haciéndole una no tan grata compañía, y ya. Esperanzada la muchacha inclinó su cuerpo apegando su torso contra el cristal de la ventana, y a pesar de que llevase semanas haciendo lo mismo, no podía evitar que la electricidad recorriese por su espina dorsal cuando sus ojos tienen la suerte de toparse con aquel bonito par castaño. Mina sonrió dejando por un par de segundos que sus ojos se perdieran a causa de sus marcados pómulos y sus largas pestañas; ahí estaba Nayeon, como siempre, sentada esperando con aquella paciencia que la caracterizaba a que el vehículo se detuviese frente a la parada. La japonesa por instinto se acomodó en su asiento arreglando con sus dedos su ya arreglado cabello, sintiendo rápidamente como la pequeña inseguridad comenzaba a subir por su cuerpo llegando hacia sus pensamientos, la extranjera arregló su camiseta y envolvió su chaqueta abierta sobre sus pechos dándole un aire "Despreocupado"- o eso pensaba ella-.
La japonesa rápidamente pasó sus húmedas palmas sobre sus pantalones oscuros observando con nerviosismo como la belleza de Nayeon iluminaba el lugar, la joven no pudo evitar el cuestionarse como nadie había notado su peculiar forma de brillar hacia el mundo exterior, y aquella forma adorable de observarte tomándose su tiempo de entender lo que estuvieses comentando, y quizás, eso era lo que más Mina amaba de ella, esa paciencia y perseverancia por querer ser tratada como el resto le hacia hinchar el corazón de la pelinegra, llegando a que sus fuertes pulsaciones aislaran los sonidos del exterior, centrándose con totalidad la forma alocada del bombeo de sangre traspasando por sus tímpanos.
Mina se atoró con su propia saliva en el instante que sintió un cálido calor emanando del cuerpo ajeno, con las mejillas sonrojadas y la sangre caliente subiendo desde su pecho hacia sus orejas la joven giró su rostro observando con verdadera admiración las bonitas facciones de la coreana. Aquella mañana Nayeon se veía más radiante de lo normal provocando que la japonesa frunciera su ceño completamente confundida del desbordante ánimo de emoción que brotaba de los poros ajenos. De repente la extranjera sintió su cuerpo paralizarse y el frío sudor descendiendo por su columna vertebral al sentir los labios de la castaña chocando contra los suyos, a pesar de que hubiese sido un simple roce de carnes que duró con suerte un par de segundos, Mina podía jurar que había sido uno de los mejores que había tenido con la coreana.
Completamente sorprendida la pelinegra se quedó estática observando como Nayeon le sonreía para luego esquivar su mirada posandola en cualquier parte del bus, Mina no se lo había esperado, la pobre creyó que, aquellos momentos íntimos como el compartir un inocente beso no sucederían fuera de las cuatro paredes que conformaban las habitaciones en el hogar de los Im. Con las mejillas incendiadas de un tono carmesí la japonesa rió completamente avergonzada siendo uno de sus primeros sonidos adorables que Nayeon no estaba siendo bendecida en oírlos. La risa cesó como también la emoción en el cuerpo de la extranjera, Mina rápidamente guardo silencio al ver lo ajena que estaba la coreana observando el interior del bus, completamente aislada a lo que sucedía a su lado, la pelinegra relamió su labio inferior sintiendo el sabor a fresa envolviendo sus papilas gustativa, esperanzada la joven estiró su mano atrapando con la yema de sus dedos el dorso de la coreana, a pesar de que ahora estuviesen teniendo un contacto directo Nayeon no era capaz de girarse, y eso lentamente comenzaba a golpear el sensible corazón de la japonesa.
El autobús se detuvo como también las ganas de Mina por comprender el extraño comportamiento de la coreana, la pelinegra suspiró observando en silencio como la castaña se levantaba de su asiento caminando completamente ajena a la existencia de la japonesa. La extranjera descendió del vehículo observando el responsable de la emoción en su Nayeon, un atractivo chico de estatura promedio y cabello anaranjado abrazaba con emoción la castaña siendo bien recibido por parte de la joven, Mina tragó saliva sintiendo un malestar instalado en su pecho; la habían reemplazado por un par de brazos trabajados y una sonrisa pequeña.
—Ay no...—comentó una voz femenina detrás de la japonesa, la joven mantuvo sus ojos fijos en las interacciones de la coreana y el desconocido notando como la radiante sonrisa de la castaña esta vez iba dirigida hacia el mal teñido y no a ella—Minari, deberías ir allá y presentarte como su novia, ¡Marca tu territorio Myoui!—animó la rubia dándole suave golpecitos al hombro ajeno escuchando el suspiro cansado por parte de la mencionada.
—En primer lugar, no es mi novia, y en segundo, se ve cómoda con él, no pudo simplemente meterme ahí y actuar como una idiota posesiva—contestó la japonesa completamente resignada—mejor vamos, supongo que la veré más tarde—comentó encogiéndose de hombros para luego simplemente comenzar a caminar en dirección de la gran entrada escuchando los bufidos y soplidos por parte de la rubia.
Ambas jóvenes dejaron a la emocionada coreana atrás junto con el chico desconocido, Mina mantuvo su ceño fruncidos en todo momento como también su mirada agachada observando con verdadera entretención las líneas del suelo. la muchacha sintió sus músculos contraerse en el momento que escuchó la rasposa risa femenina de BamBam, con fuerza inhaló todo lo que sus pulmones fueron capaces de atrapar queriendo de verdad el pasar de largo para no toparse con la existencia de otro mal teñido, pero para su mala suerte la fuerte palma del muchacho se adhirió contra el cuero de su chaqueta logrando que la japonesa y la rubia se detuviesen de inmediato.
—Minari—saludó BamBam esbozando una sonrisa a medias envolviendo de forma posesiva su brazo sobre los hombros de la japonesa mientras que, sus otros dos amigos comenzaban a divertirse molestando al poco temperamento de la rubia—vaya... ¿Sabes? ha sido una grato recibimiento que me ha dado la sorda—comenzó a burlarse escuchando el gruñido por parte de la pelinegra—siempre supe que las calladas eran las peores—lo soltó con veneno comenzando a reír mientras estrujaba con mayor fuerza el cuerpo ajeno—y pensar que te gustaba una puta barata—era realmente lamentable para el extranjero el recibimiento que le daría la japonesa, pero vamos, él mismo provocó a la bestia.
Para la sorpresa del muchacho rápidamente su risa cesó al sentir el aire quedando atrapado en su tráquea, con los ojos expandidos y los labios entreabiertos el joven dio un paso hacia atrás llevando sus dos manos hacia la boca del estómago, justo en la zona donde Mina le había dado con su codo. La japonesa se giró sintiendo la ira fluyendo por sus venas, ¿Es que a caso él no se da cuenta? se suponía que debía mantenerse alejado de ella y de su Nayeon, ¿Por qué simplemente no lo hacía? aquellas preguntas circulaban por la mente de la distraída pelinegra, rápidamente la joven se percató como el mal teñido se reincorporaba sonriendo con aquella arrogancia digna de ser borrada por sus nudillos.
—Minari...—soltó su apodo de la misma forma adorable que la japonesa sentía que Nayeon escribía, y aquello verdaderamente la hizo enfurecer al recordar que la muchacha estaba pasando tiempo de calidad con alguien que no era ella.
—Cállate—bramó Mina con una firmeza que heló la sangre de los testigos y del mismo tailandés, la joven velozmente se acercó al muchacho tomando de forma empuñada las suaves prendas en la vestimenta ajena—no se si te falta atención en tu casa o que, pero a Nayeon, maldito idiota déjala en paz—gruñó soltando la ropa del mal teñido para luego girarse sobre los talones sintiéndose bien consigo misma por no llegar a los golpes—Momo...—llamó al recordar la existencia de la temperamental rubia, rápidamente la japonesa se giró observando a su amiga tumbando a un joven de cabello castaño—¡Moguri!—esta vez la llamó con fuerza logrando que la mencionada simplemente bufara comenzando a caminar hacia su dirección.
—Son unos maricas—se quejó la joven cruzándose de brazos mientras veía como la pelinegra simplemente suspiraba—oye... me siento orgullosa de ti, tipo una madre leona, ¿Comprendes?—comentó observando a la japonesa frunciendo su ceño—es que solo le has dado un pequeño golpe, si yo hubiese estado en tu lugar lo dejaba parapléjico—admitió logrando oír una carcajada por parte de su vieja amiga.
—¿Le viste el rostro? han pasado dos semana y aun mantenía un tono morado en su piel—se mofó Mina adentrándose en el aula que le correspondía siendo seguida por su fiel amiga—¿Te sentarás conmigo?—preguntó esperanzada en el instante que observó como Nayeon ya se hallaba en su puesto siendo acompañada por aquel chico de raíces anaranjadas.
—Creí que... uh, ams si—contesto Momo en el instante que notó la existencia de aquel atractivo muchacho—cosas como estas, me alegro de que Sana sea mayor que yo—soltó al aire logrando que la japonesa girara su rostro observando con verdadera sorpresa el sonrojado rostro de la rubia.
—¿Qué edad tiene?—preguntó Mina interesada a la vez que buscaba mentalmente el recuerdo donde la pelirosa le comentaba sobre su edad, pero nada, al parecer Sana jamás le comentó sobre aquel detalle—¿Sabes? después me dices—aclaró a la vez que comenzaba a caminar pasando por completo de la existencia de Nayeon, de la misma forma en que ella había pasado de la suya—Momo—llamó al sentir la penetrante mirada de su amiga fija en sus facciones—deja de mirarme, joder—gruñó mientras que apoyaba su frente contra la mesa.
—Lo siento, es que Nayeon me intimida—admitió la rubia logrando que la pelinegra alzara su quijada observando con verdadera confusión como Momo se mordía su labio completamente ansiosa—desde que me senté a tu lado no ha dejado de observarme como si quisiese acabar con mi existencia y su amigo tampoco ayuda mucho—agregó logrando que Mina girara su rostro topándose velozmente con la mirada castaña de la coreana.
La japonesa mantuvo sus facciones inexpresables armándose de verdadero valor para no esquivar la penetrante mirada de la castaña, pero, a pesar de que verdaderamente intentó mantener el contacto visual sus traicioneros ojos se posaron en el chico desconocido notando rápidamente el brillo burlón en su mirada, el corazón de la pelinegra comenzó un fuerte bombeo al ver como el muchacho pasaba su brazo por los hombros de la coreana apegando sus pectorales contra los omóplatos ajenos.
—¿Qué es eso?—preguntó Momo logrando que la japonesa girara su rostro notando como el humo comenzaba a pasar por debajo de la puerta—¿Es un incendio?—cuestionó levantándose rápidamente de su asiento—mierda si lo es, ¡Incendio!—alzó la voz logrando crear un pánico colectivo.
Mina se levantó intentando tranquilizar a la rubia, pero, con rapidez el sonido de la alarma comenzó a golpear sus tímpanos provocando que toda su atención se fuese hacia la castaña notando como la pobre se llevaba sus palmas hacia las orejas manteniendo sus ojos cerrados mientras que, el desconocido intentaba abrazarla.
—¡TODOS AFUERA, ESTO NO ES UN SIMULACRO!—la voz de un profesor se hizo notar en la habitación logrando que, los estudiantes con el pavor aflorando de sus pieles comenzaran a huir importándole bien poco que chocaran entre ellos mismo—¡NO SE EMPUJEN, SALGAN CON CALMA!—pidió sin bajar su voz siendo completamente ignorado por el pavor de los adolescentes.
La japonesa estiró su mano tomando el brazo de la rubia, jamás en su vida había visto la forma desesperada en que su amiga lloraba, provocando que, verdaderamente sintiese preocupación por ella.
—Momo... hey, Momo, tranquila todo estará bien—admitió Mina comenzando a acariciar el cabello de la rubia—vamos, Momo eres fuerte, debes salir de aquí—suplicó tomando la mano de la joven para comenzar a tirar de ella, por instinto la muchacha giro su rostro observando como el desconocido no podía siquiera sacar a Nayeon de su puesto—maldito imbécil—gruñó caminando hacia aquella dirección—¡Oye!—llamó logrando que el joven entre la desesperación y el pánico alzara su mirada—yo sacaré a Nayeon, tu saca a la rubia—hizo un cambio de roles notando como el joven asentía con su cabeza levantándose de su puesto para rodear con su brazo la cintura de su amiga—por tu seguridad espero que salga bien, ¿Me has oído?—habló con dureza percatándose como el mal teñido asentía con su cabeza para luego tirar de la joven hacia la salida.
Mina estiró su mano posando la yema de sus dedos sobre la delicada piel de la coreana, rápidamente la joven logró llamar la atención de Nayeon notando con verdadera emoción como sus cristalizados ojos se posaban sobre su mirada. La japonesa no dijo nada en el instante que la castaña se lanzó contra su anatomía envolviendo sus brazos sobre el cuello ajeno, tampoco comentó al sentir las piernas de la joven envolviendo sus caderas de una forma posesiva, casi anhelando que ambos cuerpos se fundieran por completo, Mina simplemente lo dejó pasar levantando el peso de la castaña entre sus brazos. La extranjera giró sobre sus talones notando como la habitación lentamente comenzaba a ser consumida por el humo del incendio, sin esperar más la japonesa comenzó a caminar hacia la salida sintiendo sus tímpanos doler ante el fuerte estruendo que la alarma anti incendios lograba causar. La pelinegra aferró sus palmas sobre la cintura ajena sintiendo como los dedos de Nayeon se encajaban sobre sus hombros, la joven apretó sus labios en el instante que escuchó los sollozos aterrados de la castaña percatándose de lo verdaderamente asustada y confundida que debía estar la muchacha para estar creando algún tipo de sonido.
El cuerpo de la extranjera se tensó en el instante que salió hacia el pasillo, con el corazón desbocado y el frío sudor descendiendo por su espalda observó como las llamas consumían la primera entrada del lugar, logrando que el calor abrasador comenzara a sofocarla por completo. Mina negó con su cabeza girando en dirección del lado contrario, rápidamente llevó una de sus manos hacia la cabeza de la coreana obligando a la muchacha que mantuviese su rostro escondido en el hueco de su cuello y clavículas, la extranjera no quería que Nayeon viera el lugar, no quería que se asustara, porque si aquello sucedía, Mina también sentiría el pánico y el temor de morir entre las llamas.
Mina escuchó como el sonido de la alarma comenzaba a disminuir al ser consumida por el fuego abrasador, dejando el espacio suficiente para que las sirenas de los bomberos comenzaran a retumbar en las paredes del lugar. La japonesa comenzó a correr por el pasillo escuchando como la madera del lugar se dedicaba a crujir bajo sus pies, asustada la muchacha envolviendo sus brazos en la cintura de la coreana sintiendo el rápido bombeo ajeno chocando contra sus pechos, por un segundo no supo diferenciar si se trataba de su corazón o el de la castaña, lo único que sabia a ciencia cierta es que estaba aterrada, y que no dejaría que Nayeon sufriera las consecuencias de aquella catástrofe. De repente, el cuerpo de la extranjera chocó con fuerza contra los casilleros sintiendo como el aire salia con rapidez de sus pulmones, su cabeza comenzó a dar vueltas en el instante que el ruido de una explosión la mandó en dirección de las puertas de metal, completamente preocupada la joven observó a la castaña notando que esta simplemente se encontraba confundida, pero sin daño aparente.
La japonesa se levantó sintiendo su abdomen doler como también una de las esquinas de su cráneo, debí tratarse del golpe, se mentalizó la joven logrando comenzar nuevamente caminar en dirección de las puertas traseras. Nayeon apretó sus piernas contra las caderas ajenas en el instante que el calor del lugar comenzaba a causar que su piel ardiera sin llegar a lastimarla, lentamente sintió como el pecho de Mina comenzaba a subir y bajar con fuerza percatándose con verdadera dificultad que la joven comenzaba a perder la oxigenación. Mina chilló en el instante que pasó por una de las aulas sintiendo un fuerte latigazo dando en dirección de su brazo causado por el fuego, la muchacha cerró sus ojos por un par de segundos olfateando el olor a carne quemada desprendiendo de la zona malherida, la muchacha subió sus palmas tocando la espalda de la castaña intentando encontrar algún indicio de quemaduras, pero nada, al parecer su brazo había impedido que Nayeon también saliese perjudicada. La pelinegra comenzó a jadear por la falta de oxigeno arrastrando sus cansados pies en dirección de las puertas.
Luego de un par de minutos la japonesa llegó hacia su destino soltando un grito de dolor al posar su palma contra la manilla de metal, rápidamente las lágrimas comenzaron a descender ante el agonizante dolor que envolvía la piel de aquella zona, pero de todas formas, con el dolor palpitando contra su piel quemada la muchacha giró el ardiente metal sintiendo una ola de viento fresco golpeando contra su rostro. La joven entreabrió sus labios soltando la caliente perilla, sin esperar más Mina salió del lugar observando un par de bomberos y estudiantes en la parte trasera del instituto.
—¡TENEMOS OTROS DOS ESTUDIANTES MÁS!—gritó uno de los bomberos mientras que corría en dirección de las muchachas—¿Están bien?—preguntó preocupado observando como la castaña continuaba aferrada al cuerpo ajeno, el hombre rápidamente tomó su radio observando el brazo de la joven pelinegra—necesito una ambulancia en la parte trasera del instituto en llamas, tengo dos estudiantes afectadas, una por quemaduras e inhalación de humo, y la otra por daño de tímpanos—habló logrando que la japonesa frunciera el ceño bajando a Nayeon de su cuerpo para llevar sus dos manos al rostro de la joven.
Y Mina no supo como reaccionó al ver pequeños hilos de sangre descendiendo por los oídos de la joven, la muchacha giró su rostro al oír las sirenas de la ambulancia acercándose hacia su dirección, rápidamente comenzó a negar con su cabeza al percatarse como el bombero intentaba tomar su brazo bueno.
—No—habló la joven a la vez que sentía la falta de oxigeno llegar a sus pulmones—ella primero—aclaró con dificultad notando la mirada sorprendida del hombre.
—Tu brazo sufrió posibles quemaduras de segundo o tercer grado, es muchísimo más grave eso a lo que tiene ella—aclaró el hombre intentando que la joven pelinegra entrara en razón—si no vas al hospital en este instante tu curación puede ser peor—informó observando como la contraria se mantenía en negación.
La ambulancia se estacionó cerca de Mina y el bombero provocando que, con rapidez los paramédicos comenzaran su descenso sacando a su vez una pequeña camilla.
—Ella—aclaró Mina apuntando a la coreana que se mantenía apegada su brazo sano logrando que los trabajadores de la salud la observarán como si estuviese mal de la cabeza—ella se irá con ustedes, yo puedo ir por mi cuenta o esperaré otra ambulancia, me da igual—comentó notando como los hombres se miraban entre sí, para luego simplemente acercarse a Nayeon, la pelinegra observó como la castaña comenzó a negar aferrándose a su brazo—iré contigo, iré contigo—comentó comenzando a caminar hacia la camilla ayudando a la asustada coreana que se sentara sobre esta—siempre estaré contigo—aclaró tomando la mano de la joven mientras que veía como la muchacha simplemente lloraba permitiendo que los paramédicos la revisaran.
—¿Tiene alguna enfermedad?—preguntó el hombre mientras que subía a la castaña en el interior de la ambulancia, dándole el espacio suficiente para que la japonesa también pudiese entrar.
—Le diagnosticaron Otosclerosis—comentó Mina observando con preocupación como los hombres se miraron entre sí, posiblemente pensando que, la sangre descendiendo de los oídos de la menor eran causado por eso—¿Ella estará bien, verdad?—preguntó asustada siendo olímpicamente ignorada por los paramédicos, quienes velozmente comenzaron a colocar diferentes tubos y máquinas en el cuerpo de su amada—estarás bien—afirmó sosteniendo la mano de la coreana en un vano intento por relajarla mientras que soltaba un suave jadeo por el dolor de su brazo y palma.
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