Déjala ir.
Narrador omnisciente:
Mina humedeció sus labios sintiendo los ojos escocer y sus párpados pesados, la joven no había sido capaz de descansar aquella noche, la angustia y el agobio por cerrar los ojos y no ver nuevamente a su castaña favorita le había causado que se mantuviese lo mas atenta posible, admirando en silencio como la mayor descansaba de forma pacífica sobre sus pechos, y aun podía sentir su cabeza punzar por culpa del llanto, pero se le hizo imposible el no brotar las lágrimas de desesperación que descendían por sus ya empapadas mejillas, porque cada vez que veía los sus bonitos labios entreabiertos de Nayeon y su nariz ligeramente arrugada por culpa del sueño que debía estar viviendo, la muchacha no podía evitar el cuestionarse que sería de su vida sin la presencia de aquella silenciosa coreana.
La japonesa cerró sus párpados al sentir como los primeros rayos de sol comenzaban a colarse cruelmente por debajo de las persianas, indicándole con tan solo su luminosidad que la noche ya había cesado y que su mayor pesadilla estaba por comenzar. Mina se mordió el labio inferior alejando con sutileza su palma de la cintura ajena, para luego simplemente levantarse manteniéndose por un par de minutos sentada sobre el colchón con sus oscuros ojos fijos en el cuerpo de la mayor, la extranjera arrugó el puente de su nariz por culpa de lo que estaba observando; lentamente su corazón se había hecho añicos al notar como la coreana había buscando con un toque de desesperación la almohada que había ocupado con anterioridad llevándola de forma posesiva hacia su pecho para resguardarse de lo que sea que estuviese soñando. La extranjera no fue capaz de soportar ver aquello, porque era débil, así que simplemente se puso de pie y huyó de la habitación arrastrando sus pies por el pasillo hasta llegar a las escaleras donde, descendiendo con lentitud observaba atentamente cada escalón, al llegar al primer piso se dirigió con cautela en dirección de la cocina, hoy iba hacer algo que jamás en su vida hubiese creído que se atrevería hacer, Mina iba aprovechar cada segundo con la castaña y le haría sentir que era el ser más precioso del mundo- o por lo menos de su mundo- hasta que alguna de las madres de la joven llegase para arrebatarle de los dedos el amor de su vida.
Mina suspiró ingresando a la cocina para comenzar rápidamente una búsqueda de ingredientes para cocinar algo decente. Media hora después donde quedó con sus pantalones completamente empolvados de harina y con uno que otro giro que debió realizar por culpa del estornudo que soltaba a causa del polvo que ingresaba a su nariz, la joven había conseguido con total éxito el realizar unos panqueques decentes. La extranjera se quedó quieta observando su trabajo sintiéndose de repente mal por comprender que Nayeon no debería ingerir a aquello-no cuando se irá a operar- así que con enojo y frustración lo dejó encima de la mesa caminando de regreso hacia la habitación de la mayor, sintiéndose verdaderamente estúpida por olvidar aquel detalle, ¿Es qué todo lo que intenta hacer lo hará mal? se cuestionó mientras limpiaba sus pantalones, sintiendo su mentón temblando ligeramente a causa de la impotencia.
Con la harina aun cubriendo parte de su anatomía, la japonesa ingresó en la habitación de la coreana sintiendo como su corazón se había paralizado al igual que sus piernas al observar a Nayeon sentaba sobre el colchón con sus ojos fijos en su dirección, la joven tragó saliva notando la mirada apagada de la contraría; estaba triste, y Mina no podía evitar que aquella tristeza también la consumiera a ella.
—Hola—saludó Mina agitando su palma notando como la contraría simplemente elevaba sus comisuras en un vano intento por demostrar felicidad—¿Dormiste bien?—preguntó moviendo sus manos mientras que, con rapidez lograba que sus piernas reaccionaran acercándose hacia la mayor—¿Te duele algo?—cuestionó con la preocupación emanando de sus poros al notar que la mayor simplemente la seguía observando como si la estuviese analizando.
Y Nayeon simplemente envolvió sus brazos sobre la cintura de la japonesa en el momento que esta tomó asiento a su lado, Mina apretó sus labios sintiendo como la castaña aferraba sus manos contra su espalda intentando de una manera casi desesperada el mantenerse adherida a su torso, la japonesa no pudo evitar el cuestionarse si ella se estaba despidiendo, ¿Realmente lo estaba haciendo? se preguntó en silencio teniendo la irremediable necesidad de pasar sus puños por sus húmedos párpados, sintiéndose agotada de tanto llorar, de sollozar en alto siendo cruelmente ignorada por el amor de su vida. La extranjera apretó sus dientes inclinando su rostro para plantar con suavidad sus labios sobre la coronilla de la castaña sintiendo como, por una milésima de segundos la mayor le arrebataba el aliento con sus brazos, la pelinegra se mantuvo con el ceño fruncido deslizando sus dedos por la espalda de la contraria intentando vanamente el relajarla, e hizo una promesa, en aquel instante donde sostenía a la coreana.
—Prometo hacerte feliz hasta que llegues al hospital, ¿Bien? cuando... cuando salgas de la operación te llevaré a comer, y luego... y luego iremos al parque con Dahyun porque tu la amas y yo te amo a ti—susurró Mina con su voz ahogada a causa del llanto que nuevamente brotaba—y nos reiremos Nayeon, te lo juro, cuando seamos mas grande nos estaremos riendo por este momento, y yo te tendré entre mis brazos como ahora y tu me tendrás en los tuyos porque desde que te conocí siempre me has tenido en tus manos—admitió tragando el nudo que apretaba su tráquea sintiendo sus manos temblar mientras que continuaba acariciando los omóplatos de la muchacha—... te prometo que me oirás cantar y yo te oiré cantar porque tu voz debe sentirse como tocar el cielo... y después, te escucharé y jamás me cansare de oír tu voz porque debe ser dulce como tu rostro—hablaba con rapidez teniendo el mismo problema que tuvo al comienzo de su amistad, pero simplemente no lo podía evitar, instantes como aquellos ella no podía recordar que la castaña no la estaba escuchando en realidad.
Mina volvió a pasar sus puños por sus ojos deslizando su dorso por sus mejillas limpiando todo rastro de lágrimas, la joven relamió su labio inferior tomando grandes bocanadas de aire para tranquilizarse, lentamente su corazón comenzó a bombear con normalidad y sus ojos ya no quemaban ante lo que las lágrimas solían hacerle sentir. De repente, su espalda tocó el respaldo de la cama al ser empujada por la castaña, confundida la observó colocándose de pie para luego simplemente dirigirse hacia su armario, la muchacha frunció el ceño queriendo comprender el cambio de actitud en la mayor, pero al notar como Nayeon se había girado sosteniendo entre sus manos un pequeño cuaderno de color rosa le hizo sentirse aun mas perdida.
—¿Qué?—preguntó la japonesa moviendo sus manos notando como la castaña también tenía sus ojos enrojecidos a causa de su llanto.
La japonesa se acomodó sobre el colchón al ver como Nayeon se acercaba a ella dejando aquel misterioso cuaderno sobre sus muslos, la pelinegra estiró su mano tomando aquel objeto entre sus palmas, curiosa movió sus pulgares rozando el borde las hojas con sus yemas teniendo la necesidad de abrirlo y hojearlo, pero para su sorpresa la coreana le había dado un manotazo logrando que toda su atención nuevamente se centraran en ella.
—Es mi diario—admitió la castaña mientras movía sus manos observando como la japonesa asentía con su cabeza manteniendo aun sus bonitos ojos fijos en ella—y ahora es tuyo—aclaró notando como la pelinegra abría sus párpados para luego simplemente negar con su cabeza estirando su mano para hacerle entrega de su cuaderno—no, tenlo, puedes leerlo cuando esté en el hospital, así no me extrañarás tanto—confesó sintiendo su corazón bombeando con fuerza al ver la forma en que la extranjera la observaba; ella realmente no quería lastimar a su Minari... así que su mas preciado tesoro, su intimo amigo podría ser leído por la contraría porque aquella forma era la más adecuada para expresar lo mucho que la amaba. ¿No?
Mina notó la forma en que la castaña le suplicaba a través de las manos, la joven parpadeó confundida observando como los castaños ojos de la mayor le estaban viendo; como si se estuviese despidiendo de ella de una formada desgarradoramente silenciosa, la japonesa tragó saliva sintiendo sus hombros tensarse al oír como la puerta principal se abría, con el temor a flor de piel y las manos tiritando del puro sentimiento de ser alejada de la castaña, la pelinegra no dudo en lanzarse contra la anatomía ajena envolviendo sus delgados brazos sobre el cuerpo de la mayor buscando de forma desesperada el mantenerse aferrada a la muchacha. Nayeon frunció el ceño permitiendo que Mina recostara su mejilla contra su hombro, la joven sintió las vibraciones de su alocado corazón chocando contra su caja torácica al percatarse de como la menor temblaba debajo de sus brazos, y no pudo evitar el sentirse culpable de que ella estuviese sufrimiento.
—Recuerda que te amo, por favor no lo olvides—habló Mina con sus párpados cerrados y las mejillas humedecidas, rápidamente encajó sus dedos alrededor de las caderas de la mayor intentando mantenerse anclada a su cuerpo—...no me dejes—y no le importaba en lo mas mínimo el estar suplicando sin ser escuchada, el estar sollozando sin que Nayeon lo notara, ella simplemente quería decir todo lo que su corazón no era capaz de soltar.
La japonesa mordió su labio inferior al oír como la puerta de la habitación era abierta, por instinto se aferró aun mas al cuerpo de la castaña manteniendo sus brazos tensados ante el esfuerzo que estaba ejerciendo, Mina apretó sus párpados al sentir como la coreana le acariciaba los antebrazos intentando con aquel simple toque que ella aflojara el fuerte agarre que mantenía contra su cuerpo, pero Mina era egoísta, no podía dejarla irse, simplemente no estaba preparada para perderla. La pelinegra perdió el oxigeno al quedar atrapado en su garganta por culpa de los labios de la mayor, los cuales se presionaban suavemente contra su cabellera.
—Mina, tienes que dejarla ir—habló Jessica con suavidad provocando que la mencionada gruñera con su mentón temblando a causa del llanto—cielo... puedes acompañarnos, pero ella debe ir ahora al hospital—avisó logrando que la pelinegra diera una fuerte suspiro para luego con todo el dolor de su alma alejarse del cuerpo ajeno manteniendo su rostro agachado y sus hombros caídos por culpa de la tristeza.
Mina alzó la mirada observando como la castaña se había colocado de pie, la joven se sorprendió que ahora recién se percataba de que la muchacha ya se había cambiado de ropa viéndose tan malditamente atractiva que debería ser pecado el observarla por mas de un minuto.
—¿Vamos?—preguntó Jessica al notar como la japonesa seguía manteniéndose en su sitio, mientras que su hija ya se hallaba a su lado observando con la misma curiosidad a la pelinegra.
La extranjera humedeció sus labios tragando el nudo inexistente que envolvía su garganta, para luego simplemente alzar su mirada encontrándose con los oscuros ojos de la señora Im.
—¿P~Puedo... yo puedo quedarme solo un minuto aquí?—pidió casi sonando como un susurro, la madre de Nayeon observó con lastima a la destruida adolescente percatándose del peculiar cuaderno que se mantenía sobre la cama, y entonces lo supo, entendió el por qué la muchacha estaba pidiendo el quedarse en la habitación de su hija, y no pudo, realmente no pudo negarle su pedido—Claro... la operación será a las dos de la tarde, para que puedes ir a despedirte—avisó Jessica para luego simplemente girarse tomando el brazo de su hija notando como la muchacha seguía observando a la japonesa—ella irá después—movió sus manos en el momento que la coreana la observó logrando que la menor asintiera con su cabeza sin estar del todo segura con lo que su madre le había dicho a través de señas.
Luego de un par de minutos Mina fue dejada completamente sola en la habitación provocando que, con rapidez estirara su mano tomando el cuaderno que la castaña le había regalado, se quedó ahí sintiendo las yemas de sus dedos humedecidas por culpa del sudor.
—Solo hazlo—se animó relamiendo sus labios para luego simplemente abrir el cuaderno desviando su mirada hacia la pequeña frase que se mantenía adherida al blanquecino papel, y no pudo evitar el sorprenderse de notar la bonita letra de Nayeon, teniendo el inminente impulso de deslizar su dedo por la tinta.
«Creo que me he enamorado»
Era una frase simple que hizo que la japonesa arrugara el puente de su nariz con una amarga sonrisa envolviendo su apagado rostro, lentamente pasó a la otra página notando que tan solo eran cortas frases que Nayeon plasmaba sin mayores complicaciones.
«La he visto en el salón de música, ella realmente es muy bella, ¿Algún día podré acercarme?»
Mina apretó su quijada sintiendo sus ojos escocer al percatarse de que la castaña escribía de ella.
—Lo hiciste cariño—susurró para luego simplemente pasar a la siguiente página.
«La he visto reír con Momo, y no pude evitar el imaginarme su risa, debe ser realmente adorable»
La joven tragó saliva pasando su dedo pulgar por el borde de las hojas sintiendo el rubor envolviendo sus mejillas, avergonzada pasó a la siguiente página queriendo disminuir el rojo de sus pómulos.
«Mina, Mina, Mina, ella es realmente tierna»
La mencionada cerró el cuaderno sintiendo sus manos temblar y las lágrimas descendiendo por su rostro, lentamente comenzó a tomar grandes bocanadas de aire intentando relajar su alocado corazón. Luego de un par de minutos la muchacha logró tranquilizarse volviendo a tener el valor suficiente para leer las demás notas que la castaña le había dejado.
«Jennie me ha besado, me siento triste, se suponía que daría mi primer beso con Mina»
La japonesa apretó los puños alrededor del cuaderno queriendo golpear a la coreana mencionada por arrebatarle la inocencia de los labios de una forma cruel y egoísta a su castaña. Mina suspiró pasando a la siguiente hoja, sintiéndose inevitablemente triste y dolía por lo que aquella hoja le estaba exponiendo.
«Mina ha visto mi vídeo de bebé, y mamá le mintió sobre mi enfermedad, lo siento Minari, pero tengo miedo»
Y la pobre mencionada le hubiese gustado leer aquello meses atrás para poder ayudar a la castaña, para decirle que ella jamás la dejaría.
«He dormido con Mina, su cuerpo es tan suavecito se sentía como un peluche de felpa, me gustaría abrazarla más»
—Y a mi que me abraces—susurró la mencionada pasando a la siguiente página notando como ahora más de una frase comenzaba a envolver las páginas.
«He besado a Mina, los libros tenían razón, se sintió mágico»
«Mina me ha dicho que le gusto, todavía no me lo puedo creer»
La japonesa se incorporó de la cama de un solo salto al notar que faltaban un par de páginas, rápidamente comenzó a negar pasando sus dedos por las marcas de las hojas faltantes sintiendo la angustia carcomiendo sus pensamientos, casi con desesperación la muchacha pasó las páginas notando que, luego de un par de hojas en blanco había algo escrito.
«Hoy Minhyuk por fin pudo hacer su traslado, estoy tan emocionada porque me ayudará a pedirle noviazgo a Minari»
Mina mordió su labio al percatarse que aquello había sido escrito el día del incendió, su cuerpo se tensó mientras que el frío sudor comenzaba a envolver su piel, estaba nerviosa, no lo iba negar, el solo hecho de pensar que estaría a punto de leer lo que la castaña pensaba los siguientes días le estaba colocando de los nervios.
«Estoy muriendo»
La japonesa jadeó ante la sorpresa sintiendo como las calientes lágrimas comenzaban su descenso logrando que un fuerte dolor se instalara en su sien, la muchacha lloró ante aquellas dos palabras, ¿Por qué? se cuestionó en silencio pensando una y otra y otra vez en aquella pregunta, queriendo recibir una respuesta concreta que no fuese lo que Nayeon había escrito, porque no se atrevía, jamás lo haría, no se atrevía el pensar en una posibilidad donde la coreana no estaba en su vida.
«Estoy asustada, no quiero que Mina me odie»
La pelinegra sollozó con tantas fuerzas que sentía su garganta desgarrándose ante el dolor que la consumía, la muchacha negó con su cabeza siendo más que consciente que la castaña no la estaba viendo, mientras que sentía como su cuerpo le pedía a gritos el confesar que ella jamás sería capaz de odiarla, pero en vez de eso, simplemente se mantuvo en su sitio pasando a las últimas dos páginas que quedaban en el cuaderno.
«No le temo a la muerte, ¿Por qué temerle siquiera? fui tan malditamente feliz, que, simplemente lo acepto y ya... solo espero que Mina pueda comprender aquello»
—No... no lo comprendo, maldición—Mina hablaba con molestia a la vez que sacudía su cabeza queriendo gritar de frustración.
Y llegó a la última página sintiendo su corazón ya lo suficientemente destrozado como para no querer seguir con la lectura, pero una parte de ella, aquella razonable le indicaba que tenía que terminarlo, que, ella se merecía el saber que pensaba la coreana hasta el final.
«Gracias por amarme Minari»
Y fue algo tan malditamente simple que la japonesa enfureció lanzando el cuaderno contra la pared, rápidamente salió de la habitación corriendo por el pasillo, soltando uno que otro gruñido al resbalar y chocar contra los adornos de aquella zona. Mina se saltó un par de escalones hasta terminar por llegar al primer piso. Sin importarle estar descalza la muchacha huyó del hogar de los Im chocando con un cuerpo femenino que la hizo caer de espaldas terminando por tener su trasero contra el suelo. Mina alzó su mirada manteniendo su quijada firmemente marcada, su corazón se estrujó a la vez que sus mejillas continuaban con aquella humedad que las anteriores lágrimas le habían dejado; frente a ella se encontraba Momo observándola con una pequeña preocupación que se desvanecía por culpa de la lastima.
—No me mires así—gruñó la pelinegra sin poder evitar el descargar su frustración con la rubia, en cambio la joven simplemente le sonrió estirando sus manos para envolver sus brazos sobre el frágil cuerpo de su amiga.
—Vamos, debes despedirte—avisó Momo tirando de la menor sin importarle si esta se resistía o no—Tiffany me llamó, dice que tenemos que estar allá, así que vamos—gruñó al ver como la pelinegra intentaba liberarse de su agarre hasta que la joven terminó por ceder dejando que la rubia la alzara en sus brazos como si de un saco de papas se tratase.
Mina cerró sus párpados permitiendo que al llegar frente a un vehículo Momo le dejase en la parte trasera como si, realmente no importase en absoluto. La japonesa sollozo despacio sintiendo las miradas de la conductora y de su amiga fija en su cuerpo.
—M~Morirá—admitió con su mejilla adherida contra el asiento—morirá y yo no fui capaz de evitarlo—susurró con dolor sintiendo como el auto comenzaba a moverse—¿Qué haré sin ella?—preguntó de forma agonizante alzando su mirada para ver como los ojos de la rubia también se habían llenado de lágrimas—¿Para que me enamoró si al final simplemente me va a dejar?—y hablaba a través del dolor permitiendo que ambas mujeres sintiese su sufrimiento—Comprender—murmuró soltando una risa amarga mientras que se enderezaba en el asiento—me pidió que lo comprendiera, que comprendiera que iba a morir, ¿Puede! creer esa mierda?—y hablaba con una cierta ironía que hizo que su amiga simplemente apretara sus dientes.
—Morirá, lo sé—confirmó Momo con su garganta apretada y las lágrimas cubriendo su pálida piel—pero ahora tienes la oportunidad de despedirte—comentó como si aquello fuese a solucionar el dolor de la pelinegra—hay gente que ni eso tiene—agregó casi en un susurro sintiéndose jodidamente mal por estar soltando aquellas palabras, por instinto alzó su mirada observando como Mina apretaba los puños.
—¡Soy egoísta! no me sirve el despedirme de ella, ¡No quiero perderla!—alzó la voz Mina mientras que pasaba sus puños con fuerza por sus párpados—¿Están difícil el que ella no me deje?—susurró en tono de pregunta buscando una respuesta, queriendo que Momo le dijera algo bueno—Momoring... por favor—suplicó completamente agotada de limpiar sus mejillas, así que simplemente dejó que las lágrimas la consumieran—miénteme... te lo suplico, dime que ella estará bien—susurró provocando que ahora Sana, la cual se había manteniendo todo el trayecto en silencio soltase un suave sollozo viéndose vulnerable al llanto de su vecina.
La pelirosa detuvo su vehículo frente al hospital notando como Mina abandonaba su auto comenzando a correr hacia la entrada, la mujer giró su rostro observando a la rubia, notando como esta lloraba en silencio llevando sus rodillas hacia su pecho.
—Me odiará—susurró Momo mientras soltaba un fuerte sollozo, y Sana no supe que responder, porque una parte de ella también lo pensaba—debimos... d~debimos—no se atrevía a terminar la frase porque le dolía asimilar el hecho de que Nayeon había muerto, que le había dado la esperanza a su amiga de poder despedirse, cuando, claramente aquella posibilidad no iba hacer posible.
Mina llegó a la sala de espera sintiéndose vacía al ver como Jessica lloraba sobre el hombro de su esposa, mientras que Tiffany simplemente se mantenía con la mirada perdida en las líneas del suelo, la japonesa frunció el ceño al notar la tristeza que las envolvía teniendo el mal presentimiento de que Nayeon no estaba bien. Mina caminó en el interior de la habitación provocando que la pelirroja alzara la vista sintiendo como su corazón comenzaba a golpear su caja torácica, la pelinegra observó lo que sostenía en sus manos provocando que la curiosidad pudiese con ella.
—¿Dónde esta Nayeon?—preguntó sin vacilar queriendo tener lo antes posible las respuesta, velozmente Jessica alzó su mirada limpiándose las mejillas las mangas de su chaqueta—¿Dónde?—insistió logrando que Tiffany se colocara de pie dejando el papel que anteriormente había sostenido en el interior del bolsillo ajeno.
—E~Ella—susurró Tiffany tragando el nudo que se había formado en su garganta—la intervinieron de inmediato... y~yo—sus palabras quedaron atrapadas en su garganta mientras que, velozmente comenzaba a llorar de forma desolada perdiendo la fuerza de sus piernas.
Y Mina lo supo, pero en vez de gritar y enfurecer por perderla, simplemente comenzó a reír negando con su cabeza, como si lo que le había dicho la pelirroja hubiese sido el mejor chiste de la historia, lentamente sus carcajadas comenzaron a perder volumen terminando por volverse un llanto desgarrador. Mina llevó sus dos manos al rostro sacudiendo sus hombros al sentir como sus sollozos cada vez se volvían más desolador, rápidamente el pensamiento de querer morir de desear estar bajo tierra comenzó a consumirla provocando que su piel de erizara por completo.
—E~Está en la habitación veinticinco... puedes, si quieres, puedes ir—habló Tiffany con suavidad queriendo de alguna forma hacer sentir mejor a la pelinegra, porque ella era consciente que debía estar pasándola verdaderamente mal.
La japonesa giró sobre sus talones sin decir nada, viéndose verdaderamente afectads por entender el hecho de que Nayeon no estaba con vida, la pelinegra caminó por el pasillo dándose cuenta que ya no quedaban lágrimas por derramar, así que simplemente al llegar frente a la puerta tomó grandes bocanadas de aire adentrándose en la habitación de la coreana sintiendo como su alma abandonaba su cuerpo al observar como la castaña descansaba pacíficamente sobre la cama. Mina humedeció sus labios sintiendo sus ojos aguarse, con lentitud caminó en el interior del lugar apoyando sus temblorosas palmas sobre el brazo de la mayor, la japonesa sollozó con fuerza sintiendo el dolor carcomiendo su cuerpo; frente a ella se encontraba la coreana con su bonito rostro completamente sereno. Mina mordió su labio inferior sintiendo como comenzaba a perder el aire, no podía ser cierto, se mentalizaba aquella idea llevándose a su vez una de sus manos hacia la quijada de la contraria, se le hizo inevitable no pasar la yema de su pulgar por la porcelana piel de la mayor deseando con todas sus fuerzas que la muchacha la observara.
—Por favor... N~Nayeon, p~por favor abre los ojos—susurró con la voz temblorosa y las calientes lágrimas empapando sus pómulos hasta por terminar de resbalar hacia las blanquecinas sábanas que cubrían el inerte cuerpo de la coreana—p~por favor—suplicó con tantas fuerzas que podía sentir su corazón contraerse llegando al punto de que ni siquiera estaba siendo consciente de si latía o no—no lo soporto...—admitió deslizando una de sus manos para tomar el congelado dorso de la contraria—no puedo—y hablaba con sinceridad alejando sus dedos del rostro de la mayor para llevarlos hacia sus mejillas intentando limpiar su humedad—te ves tan tranquila—murmuró observando las facciones de Nayeon—¿Realmente fuiste feliz?
Mina apoyó su frente contra el abdomen de la castaña aferrando sus dos manos contra la cintura de la joven, la japonesa lloró con fuerza contra las sábanas, cerró sus párpados intentando despertar de aquella pesadilla que, lentamente comenzaba a consumir su cordura, la pelinegra suspiró con sus hombros sacudiéndose por culpa del llanto deseando que Nayeon volviese a abrazarla como lo había hecho en la mañana. Mina se aferró al cuerpo sin vida de su amada en el momento que escuchó como la puerta se abría.
—Debemos llevarla donde el forense—habló una voz masculina completamente monótona—debes moverte, no tengo todo el día—confesó perdiendo la paciencia por la muchacha.
La japonesa negó aferrándose con sus dedos a la cintura de la castaña.
—Va a despertar—gruñó Mina sintiendo como alguien la agarraba de las caderas tirando de su frágil cuerpo en dirección contraria de la castaña—¡NO ME TOQUES! ella... ella solo tiene el sueño pesado, va a despertar lo juro—habló completamente cegada por el dolor.
—No lo hará, Mina tienes que dejarla ir—replicó Momo sacando a la japonesa sin mayores inconveniente de la habitación, sintiendo como su corazón se quebraba al oírla llorar de esa forma tan desolada y afligida—ella no lo volverá—murmuró queriendo hacerse bolita sobre el suelo y llorar por perder a la castaña, porque una parte de ella seguía queriendo a la coreana.
Mina negó golpeando el estómago de la rubia para luego correr en dirección de las escaleras de emergencia, importándole bien poco los gritos de suplica por parte de su amiga. La japonesa entró en el pequeño lugar subiendo los peldaños de a dos hasta que sus pulmones dejaron de permitir la entrada y salida del oxigeno, con las piernas entumecida y el sudor descendiendo por su frente, la joven se apoyó contra la pared deslizando su húmeda espalda contra el cemento hasta que su trasero toco el suelo, se quedó ahí con la respiración agitada y los ojos escociendo ante las inminentes lágrimas que, nuevamente exigían el salir. La pelinegra echó su cabeza hacía atrás, su sien palpitaba con vehemencia mientras que las nauseas por estrés le provocaban el cerrar sus ojos para tranquilizarse. La muchacha estiró sus piernas posando sus palmas sobre sus pantalones, Mina frunció el ceño al palpar algo sobre su bolsillo provocando que, con rapidez introduciera sus dedos en el pequeño bolsillo sacando un papel arrugado, lo observó completamente confundida desdoblando las hojas hasta que su contenido salió a relucir, su pulso se disparó sintiendo sus manos temblorosa al ver que se trataba de la letra de su coreana; una carta de Nayeon.
«Siempre pensé que moriría sin conocer el amor, que, debía conformarme con el amor maternal y fraternal, pero por casualidades de la vida te vi en aquella habitación con tu bonito rostro despreocupado y los párpados cerrados, no podía oír tu música, pero estaba segura que lo estabas haciendo fantástico. Me enamoré de ti Mina, te ame con todo mi ser, amé tu sonrisa, tus ojos, tu forma de verme, amé tus acciones, tus esfuerzos, tus lágrimas, tus enojos, amé tantas cosas de ti, que estoy segura que se me iría la tarde con solo enumerarlas.Sé que debes estar molesta, estoy consciente de eso porque si yo fuera tú también lo estaría, y no te pido que me entiendas o perdones, porque ni yo misma sé por qué fui tan cruel en ocultarte la verdad, solo quiero y deseó de todo corazón que ahora en adelante seas feliz; ama Mina, ama y déjate amar, porque lo mereces.
Lamento el no haber podido oír tu forma de cantar, lamento mucho el no conocer tu voz, pero estoy confiada de, donde sea que este tendré la posibilidad de oírte y te juro que en ese momento seré la mujer más feliz del mundo, pero por favor, Minari, te lo suplico, no hagas una estupidez, vive por mi, vive con todas tus fuerzas, vive al máximo porque yo lo hubiese hecho.
Te amo, y siempre te amaré pinguinito»
Mina llevó la carta hacia su pecho llorando como un bebé que le acaban de quitar el dulce, mientras que se repetía en su mente las palabras; vive, Minari vive.
—Lo haré, cariño lo haré por ti—susurró aceptando las palabras de la castaña—viviré por que te amo—admitió cerrando sus ojos para intentar calmar su llanto—y aquello jamás cambiará.
Fin.
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