Concejos de pelirroja cabrona.
Narrador Omnisciente:
Mina caminaba en un completo silencio observando de forma soslayada el atractivo rostro de la coreana, la japonesa apretó su mandíbula en el instante que notó como la castaña mantenía sus ojos fijos en el bonito paisaje menos en ella, parecía estar evitándola y para la mala suerte de la joven, esta se había percatado de aquello.
El cuerpo de la pelinegra se estremeció en el instante que el frío viento golpeo contra su tensa espalda, por instinto la muchacha observó como la coreana envolvía sus brazos sobre su bonita anatomía dejándose ver completamente congelada. Mina entreabrió su boca sacando su lengua para humedecer sus resecos labios, otra ráfaga de viento golpeó el cuerpo de ambas muchacha logrando que la japonesa tomase la decisión de quitarse su chaqueta para posarla de forma despreocupada sobre los hombros ajenos.
Fue el turno de Mina el mirar hacia otro lado, a pesar del silencio prolongado por parte de la coreana, la japonesa podía sentir su intensa mirada fija en sus facciones completamente expectante a que la joven tomase el valor de posar sus ojos sobre los suyos, pero Mina no podía girarse, no por que estuviese enojada, ni mucho menos herida, sino que, simplemente le aterraba el hecho de ver dolor reflejado en el bonito par de la coreana.
Siguieron su camino sin intentar siquiera el crear alguna vana charla, ambas jóvenes se mantuvieron cerca la una con la otra sin llegar a que sus cuerpos se tocasen. Mina lentamente se percató que Nayeon caminaba con rapidez, se cuestionó si lo estaba haciendo para alejarse de ella o en sí, deseaba llegar lo más rápido posible a su casa, de todas formas, ambas dudas eran igual de malas para la joven, porque aquello solo significaba que la coreana no tenía ninguna intención de estar cerca suyo.
Mina maldijo a sus adentros al observar como el hogar de la coreana cada vez se veía con mayor nitidez, desesperada la joven giró su rostro deseando que la castaña le estuviese observando, pero nada, lastimosamente para ella, Nayeon estaba nuevamente pasando de su existencia.
—¿En que fallé? —preguntó Mina observando con determinación el perfil ajeno.
La muchacha bufó completamente frustrada odiándose a sí misma por aun mantener la esperanza de que la castaña fuese capaz de escucharla, pero es que se le hacía imposible no pensar en aquella posibilidad, más de una ocasión Momo le había descubierto con sus mejillas sonrojadas y los labios entreabiertos ante la pura sorpresa de sus pensamientos con aquella vivida imagen de Nayeon susurrándole que le había echado de menos, que le quería, y que solo ella tenía la oportunidad de poder oír su voz. Porque sí, no solo Nayeon sufría por el silencio, a pesar de que Mina no tuviese aquella condición, de todas formas agonizaba y suplicaba en sus pesadillas el poder oír aunque fuese un par de segundos su nombre brotando de los labios de la coreana.
Mina se detuvo frente a la puerta de madera observando en silencio como Nayeon seguía de largo estirando su mano para atrapar la manilla. La japonesa sintió algo rompiendo en su interior en el instante que notó como la castaña abría la puerta para luego simplemente adentrarse en el lugar sin siquiera darle un último vistazo como despedida. La pelinegra sintió su cuerpo estremecerse en el instante que la madera colisionó contra el marco de la entrada principal, la muchacha parpadeó de forma repetida intentando disipar la acumulación de lágrimas que amenazaban con descender por sus mejillas, mientras que sus piernas de gelatina osaban en dejar de funcionar.
Por primera vez en muchísimo tiempo la japonesa dejó que las lágrimas continuaran su descenso, poco le importó el sollozar en alto, de todas formas la única persona que le importaba que la escuchase no podía hacerlo. Mina retrocedió para luego girar sobre sus talones permitiéndose el apoyarse contra una de las paredes de la entrada, sus piernas flaquearon provocando que todo su peso colisionara contra el frío suelo del lugar, por instinto la muchacha llevó sus rodillas contra su pecho intentando entrar en calor, de sentir aunque sea algo más que la indiferencia de la castaña.
De repente, un auto se estacionó en la entrada de la casa siendo para Mina algo realmente irrelevante; de aquel vehículo decencia una pelirroja con un bonito traje de oficina acentuado a su cuerpo, sus penetrantes ojos oscuros se posaron en la desconocida que se hallaba apegada a una de las paredes del lugar, por instinto frunció el ceño comenzando a caminar hacia aquella desconocida, Tiffany iba a sacar lo peor de ella, iba hacer llorar a quien sea que hubiese osado dormir en la entrada de su hogar.
Las piernas de la pelirroja dejaron de caminar al oír el suave sollozo desprendiendo de la desconocida, mantuvo las cejas junta con una notoria confusión implantada en su rostro, ahora, más que molesta, se acercó de forma curiosa hacia la pequeña bolita femenina apoyada contra la esquina de la pared. Tiffany no pudo evitar el jadear ante el puñetazo de sorpresa que su realidad osó en regalarle; Ahí, frente a sus ojos se hallaba Mila. La parte cruel de la mujer mayor deseó el joder un poco más el día de la pelinegra, pero al notar que, realmente la estaba pasando mal no pudo evitar que su lado maternal saliese a flote.
—¿Mina? —y realmente su papel de madre se había apoderado de su cuerpo para estar llamando a la rompe hogares por su nombre—Oye... ¿Qué sucedió? —cuestionó Tiffany tomando asiento junto a la pelinegra.
Mina sorbió su nariz siendo algo realmente asqueroso para la pelirroja que lo dejó pasar. Tiffany suspiró llevando una de sus manos hacia su chaqueta sacando entre sus dedos un de sus tantos pañuelos desechables.
—Ten, ahora, relájate y cuéntame que sucedió—pidió Tiffany observando en silencio como la japonesa se limpiaba su nariz.
—N~No sé qué sucedió, yo la había dejado en su aula, y un pequeño lapso de tiempo después la alarme de incendió comenzó a sonar y yo... yo había leído que la gente como Nayeon sufría a causa de las vibraciones—comenzó a explicar Mina sorprendiendo a la pelirroja ante la pequeña investigación que había osado en realizar—la busqué, señorita Im, juró que la busqué, pero llegue tarde, ella lloraba y ahora... ahora ni siquiera me ha dado un vistazo, simplemente se metió en su hogar y me dejó aquí—finalizó limpiando con el dorso de su mano sus húmedas mejillas—no pude protegerla, lo siento mucho.
Tiffany la observó en silencio sintiendo compasión por la pobre pelinegra. Con todo el dolor de su ego, la mujer estiró su mano envolviendo su brazo por sobre los hombros ajenos dejando que la pequeña hormonal llorase sobre su pecho.
—Querer a mi hija es complicado, quizás por esa razón suelo ser una cabrona con todo idiota que intenta acercarse a ella—intentó ser lo más amable posible escuchando como el llanto comenzaba a descender—Nayeon no te odia, no está si quiera enojada contigo, simplemente aquella reaccionar es normal en ella.
Mina se alejó del cuerpo de aquella mujer observando con incredulidad sus facciones.
—Usted no lo sabe, ella... ella ni siquiera me miró cuando íbamos de camino hacia su hogar, ni una sola maldita vez fue capaz de posar sus ojos sobre los míos, de tocarme, de escribir aunque sea en su celular—replicó Mina sintiendo el calor de la ira subiendo desde su pecho hasta las mejillas.
La pelirroja mordió su mejilla odiando el hecho que iba confesar algo que lograría que la intrusa jamás se fuese de su familia.
—Sé que mi hija está realmente entusiasmada contigo, te ve y admira de una manera que da envida, a mí me da envidia, porque solía mirarme de esa forma cuando era niña, me veía como si fuese su maldito héroe—confesó Tiffany apoyando su cabeza contra la pared—cuando se enteró que te ibas en autobús, ella decidió tomarlo también, porque a pesar de que no hablaran y que tu ni siquiera fuesen consciente de su existencia, ella era feliz con observarte desde lejos Mina—su voz se quebró al recordar como la coreana llegaba a su casa con una sonrisa plasmada en sus labios, aquella imagen le hacía latir su corazón de pura felicidad—así que ni se te ocurra Mila el alejarte de ella. Mi niña es feliz con tu patética personalidad, así que no lo arruines—gruñó dejando una camuflada confesión.
Mina se quedó en silencio observando como la pelirroja se levantaba de su lado, rápidamente la mujer abrió la puerta adentrándose en el interior de su hogar, por unos instante la japonesa creyó firmemente que la mayor la había abandonado pero para su sorpresa la mujer regresó observándola con desagrado.
—¿Mocosa entrarás o tu retraso te lo impide? —Tiffany era una cabrona con la pelinegra, pero por alguna razón la japonesa aceptaba gustosa su mal trato, quizás porque en el fondo sabía que la mujer solo trataba de proteger uno de sus tantos tesoros—mueve el culo niña, o me arrepentiré de darte otra oportunidad—gruñó logrando que Mina se levantara del frío suelo.
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