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Alarma contra incendios.

Narrador Omnisciente:

Mina y Nayeon caminaban por el pasillo con la mano de la castaña aferrada en el brazo de la japonesa, la pelinegra al sentir como los dedos ajenos se habían envueltos en su piel no pudo ocultar aquella bonita sonrisa que iluminaba su rostro dándole un toque atractivo a sus perfectas facciones.

La envidia y los celos, no tardaron en aparecer en las personas ajenas a ellas, al ver como el rostro de la japonesa se iluminaba de un bonito tono carmesí sintiéndose realmente envidiosos por no ser ellos quienes causaran aquel efecto en Myoui Mina. La pelinegra sin siquiera ser consciente era una de las pocas mujeres que, realmente tenían ese efecto seductor en las hormonas masculinos del lugar.

Mina sacó su teléfono de su bolsillo trasero presionando su pulgar sobre la pantalla táctil, rápidamente el fondo claro se hizo presente logrando que la joven fuese capaz de buscar entre sus miles de aplicaciones el bloc de notas. Siguió sintiendo la mano de Nayeon aferrando su brazo provocando que, con un toque de dificultad apretara con la yema de su pulgar las palabras de su tecleado. Al finalizar, la muchacha giró su rostro perdiéndose por un par de segundos en el perfil de la coreana, sintiéndose verdaderamente asombrada de ser ella quien estuviese a su lado en aquellos instantes.

Continuaron caminando mientras que Mina observaba en silencio el perfil ajeno, la joven no podía evitarlo, sus instinto por saber si ella era real eran más fuertes que su propia voluntad. Al llegar la japonesa se colocó frente a la castaña estirando su mano para que la joven coreana fuese capaz de leer lo escrito entre sus notas.

"¿Te apetece luego ir a comer? Puedo pasar por ti si prefieres"

Nayeon alzó su mirada para luego sonreír, respondiendo con tan solo aquella brillante acción lo mucho que le había agradado su propuesta.

Ahora, se venía el momento incómodo, Mina nunca sabía cómo reaccionar ante las despedidas, no sabía si debía darle un apretón de mano, un abrazo o tomarse el atrevimiento de besar su suave mejilla. Ambas jóvenes se mantuvieron de pie sintiendo como el silencio los envolvía, hasta que la japonesa tomó la iniciativa estirando su mano para atrapar la palma ajena.

—Luego nos ve... ¿Qué?—su despedida quedó a medias sintiéndose verdaderamente sorprendida en el instante que la castaña tiró de su extremidad presionando sus labios sobre su sonrojada mejilla.

Mina dio un paso hacia atrás al notar como Nayeon alejaba la suavidad de sus carnes de su piel, la joven no sabía qué hacer, el sonrojo en su rostro y la emanante vergüenza desprendía de sus poros sin tener piedad por su dignidad. La castaña al ver como la sangre se instalaba sobre los bonitos pómulos de la pelinegra no pudo evitar el arrugar el puente de su nariz para luego simplemente girar sobre sus talones adentrándose en su siguiente clase, dejando a Mina de pie bajo el umbral con sus ojos rebosando en emoción.

Luego de que la joven se quedase por un par de minutos completamente embobada por la acción que Nayeon ejerció contra su cuerpo, se dirigió hacia su aula correspondiente intentando no pensar en la burbujeante sensación que invadió su abdomen en el instante que los labios ajenos se posaron sobre su caliente piel.

Mina se sentó de las últimas cerca del gran ventanal, se encontraba en literatura, y aunque aquella materia le fascinaba no podía lograr concentrarse ante las vividas imágenes que sus crueles pensamientos osaban en ejercer. Le tomó un par de segundos el bajar el sonrojo de sus mejillas, parecía una lámpara andante por el brillo de sus pómulos, pero tristemente para ella, el pequeño beso que Nayeon le regaló nuevamente hizo acto de presencia provocando que la muchacha soltara un bufido para luego chocar su frente contra la madera de su mesa.

La joven se mantuvo en aquella posición evadiendo el hecho que sus mejillas nuevamente tomaban aquel vergonzoso color rojo, podía sentir el calor subiendo desde su pecho hasta las puntas de sus orejas, odiaba el hecho de que aquella silenciosa chica fuese capaz de causar tanto en su interior, ¿Cómo iba a lograr mantenerse cuerda si ella le hacia ese tipo de cosas? Se cuestionó deseando que alguien le diese una respuesta clara y concisa.

De repente, un fuerte dolor se instaló en su sien comenzando a expandirse hacia la parte trasera de sus orejas, su cuerpo reaccionó echando su espalda hacia atrás ante el ensordecedor sonido que rebotaba en las paredes del lugar. Mina observó completamente conmocionada como los alumnos de aquella clase huían despavoridos mientras repetían la palabra "incendio", la joven pelinegra se mantuvo estática sintiéndose verdaderamente confundida por el sonido de la alarma anti incendios estaba ejerciendo en el edificio.

—¡Myoui, levántate debemos ir a la zona segura! —habló uno de los amigos de BamBam.

La pelinegra frunció su ceño observando al joven castaño con nombre Mark haciendo un movimiento con sus manos desde la entrada de la habitación. Mina rápidamente expandió sus párpados al recordar la existencia de Nayeon, tomando velozmente la decisión de levantarse de su pupitre para luego correr en dirección de la salida.

—¡Oye Mina!—llamó Mark en el momento que la joven mencionada chocó contra su hombro mientras seguía de largo—¡La zona segura está al otro lado! —intentó hacer que la muchacha detuviera su caminar, pero fue inútil, ella realmente se veía decidida en ir hacia el lado contrario—mierda—gruñó frustrado a la vez que se llevaba sus dos manos a la cabeza.

Mina corrió por los pasillos resbalando en el proceso que intentó girar, su cuerpo rápidamente colisionó contra uno de los tantos casilleros sintiendo una fuerte punzada proveniente de su hombro. El sonido de la alarma continuaba retumbando con fuerza provocando aturdida a la joven japonesa, quien, con todos sus esfuerzos intentaba llegar al lugar donde vio por última vez a Nayeon.

En el instante que llegó a su destino la pelinegra ingreso en la habitación sintiéndose apresada por el pánico al no ver a la castaña.

—¡¿Mina?! —gritó una voz femenina por encima del agonizante sonido de la alarma.

La joven asustada giró sobre sus talones observando el rostro preocupado de su mejor amiga.

—¡¿Dónde esta Nayeon?! —cuestionó Momo siendo la primera vez que llamaba por su nombre a la coreana.

Aquellas palabras no pasaron por alto hacia la joven pelinegra quien, asustada se acercó a la rubia estirando sus manos para atrapar su hombro.

—¡¿De qué estás hablando?! ¡Vete a la zona segura, te alcanzo en un instante! —intentó alejar a la rubia del lugar empujando con un toque de fuerza sus delicados hombros.

—¡El incendio jamás existió!—admitió Momo con su voz alzada queriendo hacer entrar en razón a la pelinegra—¡Los amigos de BamBam apretaron el botón anti incendios porque ese idiota se los ordenó! —continuó estirando sus manos para atrapar los brazos ajenos—¡Ahora! ¡¿Dónde está Nayeon?! —cuestionó observando como Mina entreabría sus labios para luego negar con su cabeza—¡Agh! ¡Ni siquiera es tu novia y ya la has perdido! —se quejó alejando sus palmas del cuerpo ajeno para llevarlas en dirección de su cabello.

—¡Yo iré hacia ese lado y tu hacia el otro! —ordenó Mima mientras apuntaba en dirección del pasillo derecho para luego girar su dedo hacia el otro pasillo—¡Nos vemos afuera! —se despidió sintiendo sus tímpanos a punto de reventar ante el intenso sonido de la alarma—¡Qué alguien apague esa mierda! —bramó mientras corría por los pasillos dándole un pequeño vistazo a las pequeñas ventanas que se hallaban al medio de las puerta notando la ausencia de la castaña.

Luego de un par de minutos los cuales Mina creyó firmemente que habían sido horas, la japonesa terminó por llegar a la última habitación del pasillo sintiendo su corazón apunto de huir de su caja torácica. El cuerpo de la joven se quedó completamente estático frente al umbral de puerta; ahí estaba Nayeon, en una de las esquinas de la sala de ciencias con sus dos manos aferradas contra sus orejas.

—¿Nayeon? —preguntó Mina completamente esperanzada que la joven mencionada fuese capaz de escucharla.

La japonesa apretó sus puños corriendo en el interior del lugar en dirección de la castaña, las rodillas de la pelinegra colisionaron al lado de la coreana notando como las lágrimas descendía por las sonrojadas mejillas de la joven.

—Nayeon soy yo, mírame—pidió Mina mientras estiraba sus manos atrapando con sus palmas las muñecas de la joven.

Nayeon no podía escucharla, pero al sentir unas ajenas manos tocando su piel no pudo evitar el alzar sus aguados ojos para ver la oscura mirada de Mina fija en sus facciones, por instinto la joven se lanzó contra el cuerpo ajeno envolviendo sus brazos de forma desesperada en la cintura de la japonesa, en un vano intento por dejar de sentir las vibraciones que la alarma estaba causando en sus tímpanos.

Mina entre sorprendida y un tanto emocionada atrapó las piernas de la castaña obligando a la joven envolverlas sobre sus caderas.

—Te sacaré de aquí—comentó Mina mientras que, con un toque de dificultad se levantaba del suelo cargando a la coreana.

Nayeon no opuso resistencia en el momento que sintió como la pelinegra la alzaba del suelo, con rapidez la joven subió sus palmas aferrando sus dedos contra los hombros de Mina teniendo el instinto de esconder su rostro en el cuello de la joven. El cuerpo de la japonesa se paralizó por medio segundo al sentir la caliente respiración de la castaña golpeando de forma entrecortada la piel sensible de su cuello.

Mina entreabrió sus labios aferrando una de sus manos contra la cintura ajena mientras que, con la otra subía y baja por la espalda de la castaña deseando con, aquellos simples y delicados movimiento el relajar a la muchacha.

La japonesa caminó hacia la salida observando a lo lejos a una melena rubia sacudiéndose a causa del viento.

—¡MOMO, DETÉN LA MALDITA ALARMA! —ordenó la japonesa notando a la rubia detener su corrida para alzar sus pulgares volviéndose a dirigir hacia el lado contrario.

Mina se había informado de las personas con problema auditivo, como también de las enfermedades que pueden llegar a causar la pérdida de audición. La joven recordó lo que había leído días atrás, fácilmente fue capaz de recordar sobre las vibraciones en los sonidos y como estos llegan a afectar a las personas como Nayeon.

La japonesa rápidamente caminó por el pasillo sintiendo sus hombros arder ante el fuerte agarre por parte de la castaña.

—Todo está bien... nadie te lastimará Nayeon—susurró Mina tomando el atrevimiento de besar la cabeza de la contraria, deseando de aquella manera aliviar el terror que la pobre muchacha estaba padeciendo.

El ensordecedor bullicio de la campana se detuvo de repente provocando que la pelinegra soltara un fuerte suspiro completamente agradecida de la existencia de Momo. La japonesa atrapó su labio en el instante que observó a la rubia parada desde la entrada del pasillo con sus pulgares alzados.

—¡Ese bastardo me las pagará!—aclaró Mina a la vez que continuaba sosteniendo el cuerpo de Nayeon.

Momo al escucharla no pudo evitar sonreír completamente emocionada de ser parte de aquella venganza.

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