
Víctima 4
Delilah
Estoy un tanto nerviosa por los sucesos que se me vienen encima.
En estos momentos me encuentro sobre la cama desnuda, esposada de mi mano izquierda y con los ojos vendados. La chica con la que quedé por el Sex Chat, me ordenó que la recibiera así. Ella se caracteriza por una dominadora en busca de una sumisa.
Nunca antes había estado con una persona de mí mismo sexo, pero las ganas de sentirme inferior y dominada, me superaron.
Y si quieren saber como fue que llegué a esta situación, pues necesitaremos volver a unos años atrás cuando aún era la virgen Delilah.
Nací en el seno de una familia rica. Desde pequeña me acostumbré a tenerlo todo y a que me concedieran todos mis deseos.
Y no fue diferente cuando cumplí 18 años y me obsesioné con un chico mucho mayor que yo. Su nombre era Thomas, trabajaba en la empresa de mi padre y tenía 29 años en aquel entonces.
Él siempre supo que lo espiaba y que aprovechaba cada segundo en el trabajo de mi padre para verlo. Era como mi crush, sabía que nunca podríamos estar juntos por la gran diferencia de edad entre nosotros, así que me conformé con acosarlo.
Hasta que se me declaró.
Imagínense mi emoción en aquel momento: mi amor platónico se declaró ante mí. Sin pensarlo dos veces, acepté ser su novia, a pesar de que debíamos mantener nuestra relación en secreto y encontrarnos a escondidas de mis padres, quienes no aprobarían nuestro vínculo.
Todo iba perfecto, hasta que mi virginidad se convirtió en un problema.
Yo no me sentía preparada para tener relaciones sexuales aún. Si, ya sé lo que van a decir. ¿Con 18 años como no vas a estar lista para dar el siguiente paso? Pues lamento decirles que no lo estaba...
Así que me negué, y eso fue lo que desencadenó todo...
Thomas comenzó a ignorarme y a distanciarse, alegando que no tenía tiempo para vernos debido a su abrumadora carga de trabajo. Me sentí desilusionada y confundida. ¿Cómo podía algo tan importante como mi deseo de esperar, interponerse en nuestra relación?
Cumplíamos dos meses saliendo, y como una adolescente llena de ilusiones, decidí darle una sorpresa a mi novio. Le dije a mis padres que pasaría la noche en casa de una amiga para estudiar, mientras en realidad me dirigía a su apartamento cargada con bolsas llenas de sorpresas y detalles especiales.
Había obtenido previamente la clave de su apartamento, por lo que entrar sin su permiso no fue un obstáculo. Llena de emoción y nerviosismo, atravesé la puerta y me adentré en su hogar, pero lo que vi hizo que mi mundo se viniera abajo. La alegría que sentía se desvaneció al instante, dejando caer las bolsas que sujetaba en mis manos.
Mi querido novio se encontraba follando con otra chica en la sala de estar.
Ellos se dieron cuenta de mi presencia y, con rapidez, comenzaron a vestirse. La vergüenza y la humillación llenaron el ambiente mientras intentaba comprender lo que estaba sucediendo. Esperaba que mi novio se disculpara, que me explicara que había sido un error, pero en su lugar, pronunció palabras hirientes que resonaron en lo más profundo de mi ser.
— Soy un hombre, tengo necesidades básicas. Si tú no sacias mi hambre, tendré que buscar otras mujeres que lo hagan. — fueron sus palabras exactas. En ese momento me di cuenta que no había sido la primera vez que lo hacía. Siempre estuvo jugando conmigo.
Pero yo no quería perderlo. Táchenme de niñata caprichosa, pero él era mío y si la única opción de arreglar esto era con el sexo... pues me dejaría llevar.
Así fue como esa noche, luego de que la chica se fuera, le regalé mi virginidad a Thomas.
Gran error.
La noticia de nuestra relación llegó a oídos de mi familia, y mi padre, lleno de ira y decepción, despidió a Thomas de su trabajo. Mientras yo me preparaba para ingresar a la Universidad, fui sometida a un confinamiento doméstico, privada de mi libertad hasta el día de mi ingreso. Aunque fueron solo unas semanas, cada día se tornó más agobiante, anhelando el momento en que pudiera escapar de esa opresiva realidad.
El día en que me instalé en la Universidad, no pude evitar buscar a Thomas.
Cuando lo encontré estaba hecho un desastre. Había caído en las drogas y se emborrachaba cada noche. La razón fue muy sencilla, mi padre había utilizado sus influencias para que no pudiera trabajar más en ninguna empresa grande del país.
Me sentía culpable. Así que todo el dinero que me daban cada semana, lo gastaba en él. Hasta que mi madre se enteró y me dejaron sin paga también. Por lo que dejé de asistir a mis clases y me busqué un trabajo para ayudarlo.
Luego de eso, me expulsaron de la Universidad y comencé a vivir con él.
Cada noche, exhausta por el trabajo, anhelaba simplemente caer en la cama y descansar, pero Thomas tenía otros planes para mí. En lugar de encontrar paz y descanso, me esperaba una pesadilla recurrente.
Comenzó a descargar en mí todos sus problemas con golpes, amarres, sexo no consentido, marcas por todo mi cuerpo, quemaduras... todo acompañado de drogas y alcohol.
Mi vida se convirtió en un infierno del que no encontraba escape. Me sentía atrapada en una relación abusiva, donde mi bienestar y mi integridad eran sacrificados a diario. La desesperación me invadió y, en numerosas ocasiones, contemplé poner fin a mi vida, creyendo que esa era la única salida de mi sufrimiento. Ser tratada como un objeto, un juguete roto, se convirtió en su macabro pasatiempo.
Todo hasta que Thomas falleció de una sobredosis, luego de dos años de relación.
Más que sentirme liberada, me sentí sola. Él lo era todo para mí. Caí en una profunda depresión y después de eso, mi mente nunca volvió a ser la misma.
Volví a casa de mis padres con el corazón en pedazos, sintiendo el peso abrumador de la culpa y la tristeza. Me encontré frente a ellos, con los ojos enrojecidos y la voz entrecortada por los sollozos. Mis palabras se entrelazaron en una disculpa desesperada mientras las lágrimas se deslizaban por mis mejillas, remarcando el dolor que llevaba dentro. Lloré como nunca antes, liberando todas las emociones acumuladas durante meses de abuso y tormento.
Después de aquel episodio devastador, me sumergí en un proceso de rehabilitación que se extendió durante meses. A través de terapia intensiva y apoyo médico, luché por liberarme de las garras de la adicción que me habían atrapado, reconstruyendo mi cuerpo y mi mente. Luego de este arduo camino de recuperación, logré retomar mis estudios universitarios, buscando reconstruir mi vida a los veinte años.
Un chico se interesó por mí.
Nunca había tenido sexo después de Thomas así que estaba algo nerviosa. Cuando llegó el momento, él me trató con cariño. No hubo golpes ni ofensas, pero el placer estuvo ausente.
Extrañaba a lo que, increíblemente, me había acostumbrado.
Esta confusión y la incapacidad de encontrar placer sano y auténtico me llevaron a terminar la relación con este chico en menos de una semana.
En la búsqueda de placer comencé a golpearme yo misma, me aruñaba y me hacía daño.
Un día, por sugerencia de mi amiga, decidí aventurarme en el mundo desconocido del Sex Chat. Adentrándome en un reino virtual donde las inhibiciones se desvanecen y los deseos más oscuros encuentran un terreno común, me encontré con una comunidad de personas que compartían un gusto particular por el BDSM: Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo.
Entre las muchas personalidades que habitaban ese espacio digital, me sorprendió descubrir que una de ellas, Talulah, era estudiante en mi misma Universidad. Su nombre resonó en mi mente, despertando una curiosidad y una conexión inesperada.
Y así fue como acabé aquí.
Escucho el sonido de la puerta al ser tocada y mi corazón comienza a latir con fuerza.
—¡Entra! —grito con una voz llena de ansiedad y anticipación. Escucho sus pasos acercándose hacia mí. Se coloca a horcajadas sobre mí, su presencia abrumadora y magnética. En medio de la oscuridad, noto que aún lleva la ropa puesta, lo cual me desconcierta. Mi cuerpo se tensa mientras espero impaciente.
Siento cómo sus manos ásperas y firmes se posan sobre mí, retirando con cuidado la venda que cubre mis ojos. El corazón parece detenerse en mi pecho cuando, al recuperar la visión, me encuentro con una imagen inesperada. En lugar de la chica que anticipaba, mis ojos se encuentran con los de un enigmático chico de ojos azules, cuyo rostro está cubierto por un cubrebocas negro.
—Bu —exclama con un tono burlón, buscando sorprenderme y generar una reacción en mi ser.
—¿Quién eres tú?
Con una voz profunda y cargada de promesas, él responde:
—Soy la persona que te va a dar todo el placer que necesitas. Te puedo llevar a un mundo de torturas... dolor... Doblegarte hasta el punto que me supliques... —sus palabras se deslizan por el aire como una invitación tentadora, despertando una mezcla de deseo y temor en lo más profundo de mi ser.
Mi cuerpo tiembla ante la idea de experimentar todo lo que me ha mencionado. Cada fibra de mi ser se estremece de anticipación, y siento cómo la excitación fluye por mis venas, dejándome anhelante y receptiva a sus oscuros deseos. Tanto que, de solo escucharlo, ya me siento mojada.
—Solo necesito que hagas algo por mí... —sus palabras se cuelan en mi mente, alimentando mi intriga y deseo de complacerlo.
—¿Qué... cosa? —la ansiedad y el deseo se entrelazan en mis palabras.
—Sé que quedaste aquí con una chica. —comienza a decir— Quiero que hagas como que nada pasó y la esperes. Y cuando la tengas cerca... —su voz se desvanece por un momento, dejando un espacio en blanco que me llena de incertidumbre y curiosidad.
—¿Qué es lo que vas a hacerle? —Mi mirada se clava en la suya, buscando respuestas.
—Nada malo, te lo aseguro... Prometo llevarlas a las dos a un mundo de perversiones del cual no querrán salir.
Sus palabras, cargadas de promesas inconfesables, resuenan en mi mente, desencadenando una mezcla de excitación y temeridad. Sin vacilar, acepto su propuesta, dejando que la intriga y la seducción me envuelvan por completo.
—¿Puedes decirme tu nombre? —susurro antes de que se aleje hacia su escondite.
Se gira con detenimiento, mirándome por encima del hombro, y una chispa traviesa brilla en sus ojos azules. Desde detrás de su cubrebocas, pronuncia su nombre con una voz que vibra con una mezcla de seducción y misterio:
—Silas... —el sonido de su nombre se cuela en mi mente, evocando una sensación de peligro y fascinación.
Y así fue como caí, voluntariamente, en las garras de Silas.
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