27
—¿Hicieron lo que les pidió Leo?— Preguntó Ricardo.
Dru, Elian, Kal y Jace se miraron entre ellos
—No pudimos, solo rompimos algunas, el resto quedó intacto— dijo Kal
—Supongo que era de esperarse. En las estatuas hay una reserva de poder para nosotros, el plan de Leo era hacer que ese poder desapareciera, nos tomaría más tiempo regresar pero no existía el riesgo de que alguien usara ese poder para su propia conveniencia— explicó.
—Manuel envío a Miguel a transferir ese poder a su pulsera— intervino Adriana
—Él se dió cuenta de que no podrían, al menos tuvo tiempo de hacerlo—
Pasaron los días y consiguieron cinco darilos de cada color, estaban cerca de ponerle fin a las hadas.
Las cosas en la escuela transcurrían con normalidad.
Mica se sentía frustrada, estaba convencida de estar obligada a amar a Elian, pero simplemente ella quería a Athan, por lo que los celos la torturaban cada vez que lo veía con Adriana, creyendo que eran novios
Una noche, al finalizar las clases, los esperaba en el estacionamiento, había sido la primera en salir. Athan apareció hacia ella guardando algo en su mochila, al verla sonrió y saludó con la mano, el corazón de Mica dió un vuelco y en un arrebato decidió confesar lo que sentía, caminó hacia él y cuando estaba a unos pasos Athan miró hacia la carretera, un auto a toda velocidad pasó de largo el semáforo y una chica estaba por cruzar la calle, corrió hacia ella con la esperanza de llegar a tiempo.
—No— escuchó una voz, pero no se detuvo
—¡Dije que no!— volvieron a decir, Athan tomó el brazo de la chica, pero antes de alejarla del peligro el auto la golpeó haciéndola volar por los aires.
Unos profesores de medicina que habían visto todo se acercaron a auxiliarla, Adriana apareció también, llegó y tomó a Athan por los hombros para levantarlo, se alejaron unos pasos, entonces el cuerpo de la chica comenzó a sacudirse violentamente.
—Está atrapada— susurro Adriana
Se acercó y colocó la palma de su mano el el pecho de la chica, liberando su alma por fin.
Athan miraba hacia todas partes buscando la voz que le había hablado, finalmente vio cerca de Mica a una mujer de cabello oscuro y vestido negro.
Adriana se alejó del cadáver y se acercó a él
—¿Qué pasa?— preguntó, Athan no respondió
Adriana miró hacia la mujer y palideció, por un momento tuvo el impulso de huir, pero se armó de valor y se acercó lentamente, Mica también caminó con dirección a ellos, pero al pasar junto a la mujer la recorrió un escalofrío, Athan la interceptó y la alejó de ella.
—Hola, por fin nos vemos, te escondiste muy bien— dijo la mujer
—Yo nunca me escondí, fue tu culpa no buscarme bien— respondió Adriana
—¿Quién es ella?— preguntó Mica
—Soy Melinoe, hermana de ella— se presentó
Al voltear hacia Adriana nuevamente levantó la mano y golpeó la mejilla de su hermana
—Eso es por arrebatarme lo que era mío, pero lo recuperaré, ahora mismo, si es necesario— dijo y sus ojos brillaron, estaba dispuesta a pelear ahí mismo.
Athan se tambaleó un poco, durante unos segundos su mirada se perdió.
—¿Estás bien?— preguntó Mica
—Si— respondió él
—Sube al auto, te llevo a tu casa— ordenó, ella obedeció, Athan sacó su teléfono e hizo una llamada.
—Hoy van a aparecer seis— dijo y colgó, después subió al coche y se fue
—Claro, ¿Eso quieres? Ya vencí a Hades, ya vencí a los demonios del inframundo, no te tengo miedo— retó Adriana
Alexander corrió hasta el salón de Emma y la encontró guardando sus cosas, se acercó rápidamente y la ayudó
—Rápido, debo sacarte de aquí— dijo, ella comenzó a asustarse
—¿Qué pasa?— preguntó
—Melinoe está aquí— respondió, tomó la mano de Emma y la jaló hacia afuera
—¿Cómo? Eso es malo, ¿No?— preguntaba Sebastián a Dru cuando se encontraron los cuatro.
—¿Ya están en los lugares?— preguntó Alex sin detenerse.
—Están en camino— respondió
Se movieron en el interior del edificio, al llegar al área de almacenes alguien apareció frente a ellos, Dru se detuvo rápidamente, lo que ocasionó que resbalara y cayera sentado en el piso, todos lo miraron sorprendidos, él no solía ser torpe
—¿Macaria?— cuestionó Alex extendiendo su mano, Dru intentó tomarla pero no podía dejar de mirar a Macaria, finalmente Alex lo tomó y lo ayudó a levantarse
—¿Dónde están mis hermanas?—
Nadie respondió
—No hay tiempo, quiero ayudar, Melinoe se volvió loca, Adriana está en peligro—
—Mientes— dijo Dru, discretamente metió una mano en su bolsillo y sacó un pequeño papel que extendió hacia atrás, antes de que Sebastián pudiera tomarlo, un pequeño rayo de luz golpeó la mano de Dru.
—No, esperen...— dijo ella, Alexander y Dru estaban listos para pelear, pero apareció otro ataque hacia Macaria, lo esquivó y se colocó al lado de ellos
—No fui yo, las hadas están desesperadas, igual que Melinoe, sienten que es su única oportunidad de obtener lo que quieren— explicó
Apareció una especie de dragón en el cielo, directo hacia ellos.
Dru se multiplicó y rodeó al monstruo para después atacar, Alexander se hizo invisible y discretamente se acercó, localizó una pequeña pulsera de plata, esa era el darilo, se lanzó sobre ella, con una mano la tomó y con la otra tocó al dragón desintegrándolo.
Macaria los observó sorprendida, no estaba al tanto de qué tan poderosos eran los nuevos dioses.
Ambos volvieron hacia ella.
—En el estacionamiento— dijo Dru, tomó las manos de Emma y Sebastián para alejarlos del peligro, Alexander fue hacia el estacionamiento con Macaria detrás
Athan manejaba, aparentemente tranquilo, Mica estaba nerviosa, pocas veces podía estar sola con él.
—¿A qué se refería con que le quitó lo que era suyo?— preguntó
—Un novio que dice que le quitó— mintió Athan descaradamente.
—¿Tú?— preguntó nuevamente
—No, yo no la conocía, es la primera vez que la veo— respondió, ya sabía lo que pasaría.
—¿Sabes? Hay algo que te quiero decir— se armó de valor
—No lo digas, piénsalo bien, no cometas un error— dijo él mientras estacionaba frente al edificio de Micaela
Ella bajó y entró, se sentía algo triste, pero aliviada, lo pensaría bien.
Athan se fue rápidamente hasta el parque principal.
Ahí había un búho enorme, Elian ya estaba ahí.
Observó detenidamente, en una pata del búho había un listón.
¡Muéstrense! Parecía decir el monstruo.
La visión de Athan se oscureció y apareció una visión
—¡Elian!— gritó —ve a tu casa— ordenó, Elian obedeció y desapareció.
Carlos estaba en su casa haciendo un trabajo en equipo con cuatro amigos, su mamá había salido a la tienda y Lina, su hermana, estaba en su cuarto.
—¿Y si movemos esto hacia aquí?— indicaba uno, entonces se escuchó una dulce voz desde la puerta de una habitación
Miraron hacia allí y encontraron a Lina de pie frotando sus ojos.
—¿Te despertamos?— preguntó Carlos, la niña asintió haciendo un puchero
—Yo creo que lo mejor será que nos vallamos— dijo Hugo, uno de los amigos de Carlos
—Claro, pasen a mi cuarto por sus mochilas— ofreció Carlos cargando a su hermana.
—Quiero dormir contigo— pidió ella y Carlos la llevó a su cama, de repente un estruendo en la sala los alertó.
Un ser pegajoso y viscoso apareció arrastrándose por la puerta, al verlos se levantó en dos pies tomando forma humana y se lanzó sobre ellos, todos corrieron hacia el armario más grande que había en la casa, el que estaba en la antigua habitación de Elian y se encerraron, Lina lloraba asustada y Carlos luchaba por tranquilizarla.
El monstruo buscó por la casa y justo cuando estaba por ir hacia el armario una luz apareció en la ventana y al disiparse vieron a Elian.
—¡Papi!— gritó Lina, Carlos inmediatamente puso una mano en la boca de la niña.
—Shhh— dijo
—¿Papi?— preguntó Hugo —¿Él es su padre?— lo único que obtuvo como respuesta fue otro —Shh—por parte de Carlos
Elian pareció no escucharlos, bajó de la ventana tratando de localizarlos.
—¿Donde están?— preguntó, el ser solo se limitó a hacer aparecer grandes garras en sus manos y arremeter contra Elian, éste se hizo a un lado y lanzó una patada arrojándolo lejos.
Todos estaban asustados, Carlos se distrajo un momento y Lina gritó con todas sus fuerzas, Elian la escuchó y corrió hacia el armario pero el monstruo lo tomó por el cuello comenzando a estrangularlo.
Elian tomó los brazos del enemigo y elevó la temperatura hasta que ambos miembros comenzaron a derretirse como si de una vela se tratara, mientras el monstruo se revolcaba en el piso, él corrió y abrió el armario viendo a los cinco chicos y a la niña temblando de miedo.
—¿Están bien?, salgan de aquí— ordenó, pero entonces unas garras hirieron su espalda y al sentir el dolor no pudo evitar cerrar los ojos. Aparecieron todos dentro de un inmenso palacio.
—¡Brillante y luminoso! ¡El dios del sol, tiro con arco y de las artes! Bienvenido a su palacio— se escuchó una voz desde el fondo.
Voltearon y vieron a una mujer de estatura pequeña que hizo una reverencia, Elian se preparó para pelear, una ráfaga de aire lo envolvió y su ropa se transformó en aquella que había adquirido al convertirse en dios:
Un traje de seda negro, con pequeñas líneas blancas por todas partes formando el estampado, además líneas amarillas en el cuello, dos paralelas al frente del cuello hasta la cintura, la tela entre ellas de color blanco, al igual que los guantes y la capa, cuyas orillas se mostraban de color dorado, al igual que las figuras sobre los hombros y el lazo que ataba la capa, un trenzado en color dorado que pasaba sobre su pecho y el punto donde se unían ambas puntas era cubierto por un broche en forma de sol.
Lanzó cuchillas doradas hacia la mujer que las esquivó con facilidad.
—Vaya, es cierto que para acceder a los poderes secundarios que heredaron de sus padres necesitan tomar su forma divina— se burló ella,
—¿Quién eres tú?— preguntó Elian
—¡Cierto! Me presento, soy la soberbia, y ocuparé tu lugar— sentenció
—No es la primera vez que escucho a alguien decir eso— se burló Elian
El monstruo se lanzó hacia él, pero del índice de Elian salió un rayo que se incrustó en su pecho, después se convirtió en luz que lo devoró hasta que no quedó nada.
Elian lanzó una cuchilla dorada hacia la mujer, esta fue mucho más rápida que la primera por lo que no pudo evitarla completamente y resultó en un rasguño de su mejilla.
Soberbia se lanzó en un golpe que parecía ir a la mejilla de Elian, pero de último momento se dejó caer al piso pasando entre sus piernas y jalando sus pies haciéndolo caer al piso.
Elian la envolvió con sus piernas y elevó su temperatura, después la soltó mientras se retorcía por el calor.
La tomó por el cuello y la lanzó lejos, hizo aparecer un arco y lanzó una flecha que la desintegró al instante.
Elian se dejó caer al suelo y respiró profundo, entonces recordó que no estaba solo.
—¡Carlos!— gritó casi levantándose pero una mano lo detuvo, era Carlos.
—Tranquilo, estamos bien— dijo, Elian suspiró aliviado.
—¡Papi!— grito Lina y corrió hacia él, lo abrazó pero al sentir mojadas sus manos las retiró y las miro horrorizada, la sangre en ellas la hizo llorar.
—No, no, no, todo está bien— trató de calmarla Elian tomando su capa y limpiando con ella las manos de Lina
—¿Ves? No pasa nada— dijo cuando las manos de la niña estuvieron limpias, ella asintió aún llorosa
—Es hora de que vayan a casa— ordenó Elian
—Emm, disculpa— interrumpió Hugo
—¿Tú eres el dios del sol?— preguntó.
Elian asintió con una sonrisa —Del tiro con arco y de las artes— comentó.
—¿Tú eres su padre?— preguntó Omar, uno de los amigos de Carlos
—¿Entonces es cierto eso de que los dioses bajan a la tierra y dejan hijos con humanos?—
—No, no, bueno, si es cierto, pero yo no soy su papá, soy su hermano— explicó
Entonces apareció una mujer en la puerta, todos miraron hacia allá.
—Talia— dijo Elian levantándose
—Escuchamos ruidos, ¿Está todo bien?— preguntó ella.
—Ahora si— respondió
—Hay problemas en otro palacio— dijo Euterpe al llegar corriendo
—¿En cuál?— preguntó Elian
—El del dios de la agricultura— respondió ella
Elian movió sus manos y aparecieron en otro palacio
Demetrius luchaba contra el miedo, lo tenía sujeto con lianas de todas partes, pero éste hizo que varias de ellas se secaran y terminaran por romperse
Demetrius lanzó rocas afiladas que el hada esquivó con relativa facilidad, entonces Elian intervino y la sujetó justo cuando desaparecía.
—¿Que pasa?— preguntó Demetrius
—Al parecer volvió a la tierra— dijo Elian
—¿Qué está pasando?— preguntó Carlos
—Nada, hay que volver a casa— dijo Elian y fueron hasta el harén de los guías que estaba muy cerca y donde se encontraban los amigos de Carlos.
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