26
Estaban todos en el departamento de Adriana haciendo tarea cuando escucharon algo caer en su balcón, Adriana se levantó y abrió la puerta corrediza de cristal que daba hacia el exterior, en el piso había una pequeña barra de chocolate atada a un papel con un listón que subía hasta el balcón del piso de arriba, levantó la mirada pero no vio nada así que tomó el chocolate y lo desató para leer el papel, "¿Cómo se suman fracciones? Eres grande, debes saber" decía, entró y les mostró a los demás y después de escribir la respuesta salió y volvió a atar el papel a la barra de chocolate, volvió adentro y vio como alguien jalaba el listón hacia arriba, después bajo de nuevo y volvió a salir "te regalo el chocolate" decía esta vez, Adriana sonrió y volvió con los demás.
El niño seguía pidiendo ayuda con sus dudas, pasaron unas semanas hasta que un día la nota llevaba consigo una flor "Mis hermanos te conocen" decía, Adriana no comprendía, como casi siempre, todos estaban ahí por lo que les mostró.
—No tengo idea de quiénes serán los hermanos— dijo Demetrius, de repente se escucharon unos golpes en la puerta, al abrirla todos estaban atónitos
—No puede ser cierto— dijo Azariel.
—¡Rafa!— soltó por fin Demetrius y corrió hacia él, Rafa sonrió y abrió los brazos.
Después de un gran abrazo miró a los demás.
—¿Llego en mal momento?— Preguntó, todos negaron y le indicaron que entrara.
—Qué gusto volver a verte, ha pasado tiempo— dijo Damian acercándose para darle un abrazo, Rafa correspondió con mucha fuerza, parecía disfrutarlo mucho porque se negaba a soltarlo, cuando por fin lo hizo una lágrima bajaba con su mejilla.
—Perdón, es que... Ya saben, estuve muerto— dijo secando su lágrima
—Estás de regreso, es lo único que importa— animó Demetrius
—Tienes razón—
—Pronto volverán los demás y todo va a ser como antes— dijo Jace
—No, eso jamás, estar muerto para nosotros no es como para los humanos, estamos encerrados en el vacío en el que no sientes absolutamente nada, ni siquiera sabes si te mueves o estás quieto, en una oscuridad total en la que no sabes si tienes los ojos abiertos o cerrados, en un silencio tan terrible que no escuchas ni tu respiración, ni siquiera sabes si estás respirando, si hay aire, si hay alguien a tu lado o estás solo, a veces, solo para recordarte que estás muerto, regresa el dolor que te mató, regresa y lo sientes por horas, o tal vez por segundos, quiensabe, te hundes en una desesperación que no se acaba, no logras ver el final, solo ruegas que acabe pronto, lo más probable es que, al volver, todos estén cambiados, o tal vez más genuinos que nunca, no lo sé, nos afecta de diferente manera a todos, a Leo por ejemplo, lo volvía cada vez más salvaje, pero, la vida humana que tuvo, le regresó la cordura que había perdido— explicó Rafa con la voz entrecortada y la mirada perdida, Demetrius lo entendió, no era el mismo que se había ido, entonces, pareció comprender algo.
—Esperen, ¿Los demás?— preguntó Ricardo que había entrado junto con Rafa, pero no lo habían notado
Al verlo Alexander se lanzó en un abrazo, pero Ricardo lo alejó
—¿Murieron?— volvió a preguntar
—Peleando con Kedi— respondió Demetrius
—¿Leo también?—
—Él, Ilan, Manuel y Teef fueron los únicos que lo enfrentaron directamente, pero absolutamente todos murieron— explicó Adriana
Rafa y Ricardo se miraron.
—¿Leo supo que ya eran dioses?— preguntó Rafa
—Supongo, no se lo dijimos, no tuvimos tiempo— explicó Alexander.
—Hay algo que deben saber— comenzó a decir Ricardo.
—Nosotros renacimos como humanos, literalmente, no tenemos poderes, apenas y conservamos los recuerdos de la vida pasada— contó
—¿Por qué?— preguntó Damian
—Al principio no lo sabíamos, pero ahora si, es por la muerte de Leo—
Todos lo miraron sin entender.
—Volvamos al momento en el que Cronos creó a Leo, en ese momento Leo le juró lealtad, pero Cronos ya había traicionado a Urano, así que después él lo traicionó jurando lealtad a los dioses olímpicos, es nuestro líder, así que nosotros lo seguimos a él, y cada vez que hay un nuevo dios es Leo quien decide si jurarle lealtad y seguir siendo guías o negarse a hacerlo y entonces nosotros tendremos una última vida como humanos para después morir y desaparecer, ahora que los dioses son ustedes, debe jurarles lealtad, y, si lo hace, nosotros recuperaremos nuestro poder— explicó.
—¿"si lo hace?"— preguntó Dru —eso quiere decir que...— no quería decirlo
—Si, Leo puede negarse a hacerlo y estarían solos—
—No sería capaz de dejarnos así— repuso Adriana
—¿Segura?— intervino Rafa
Ella lo pensó un momento, todos lo hicieron, y era cierto, no podían tener la certeza de que decidiría quedarse con ellos.
—Nosotros tenemos una familia humana, y viviremos como tal hasta que se resuelva lo que pasará, no podemos ayudarlos, nuestras familias saldrán del país así que continúen como lo han hecho hasta ahora, confíen en que todo saldrá bien— ánimo Rafa
—Necesitamos ayuda, ¿Qué se supone que hagamos?— cuestionó Kal
—¿Hicieron lo que les pidió Leo?— Preguntó Ricardo.
Dru, Elian, Kal y Jace se miraron entre ellos
—No pudimos, solo rompimos algunas, el resto quedó intacto— dijo Kal
—Supongo que era de esperarse. En las estatuas hay una reserva de poder para nosotros, el plan de Leo era hacer que ese poder desapareciera, nos tomaría más tiempo regresar pero no existía el riesgo de que alguien usara ese poder para su propia conveniencia— explicó.
—Manuel envío a Miguel a transferir ese poder a su pulsera— intervino Adriana
—Él se dió cuenta de que no podrían, al menos tuvo tiempo de hacerlo—
—y por cierto, las pequeñas cosas que están recolectando se llaman Darilos, eso es todo en lo que podemos ayudar, considerando que ya no nos corresponde— Puntualizó Ricardo y junto con Rafa se fueron.
Una vez que estuvieron fuera y lejos de los dioses Rafa se animó a preguntar.
—¿Estuvo bien haberles mentido?—
—Si creen que no tenemos poderes les resultará más fácil no esperar nuestra ayuda— respondió Ricardo
Tiempo atrás
Susana estaba cocinando cuando sintió una energía diferente en su sala, salió y encontró a Ricardo sentado de lado en su sofá, con la pierna izquierda en ángulo debajo de la derecha que se apoyaba en el suelo, el brazo izquierdo apoyado sobre el respaldo del sillón y la derecha sobre sus piernas, la miró aparecer por la puerta
—Mi casa tiene un timbre, ¿Sabías?— preguntó tratando de no demostrar lo nerviosa que estaba y luchando por ocultar el temblor que la recorría, la sola presencia de Ricardo la ponía nerviosa, eso aunado a la mirada tan intensa que poseía estaba a punto de hacerla colapsar
—No lo había notado, pero lo tendré en cuenta— dijo y se sentó correctamente mirándola serio
—¿Ya no estás muerto?— preguntó Susana, Ricardo sonrió y miró al piso un momento, ese gesto la hizo darse cuenta de lo que acababa de preguntar, evidentemente estaba vivo, de lo contrario, no estaría ahí.
—Lo siento yo...— comenzó a disculparse
—Está bien, estoy de vuelta y en parte es gracias a ti—
Susana guardó silencio
—No sé lo que hiciste, pero funcionó, tienes que hacerlo de nuevo— sentenció
—Yo no hice nada— dijo Susana, Ricardo se levantó y se acercó a ella
—¿A qué te refieres?— cuestionó
—No se cómo ayudarlos, he estado investigando pero no encuentro nada, si estás de vuelta no es por mi— respondió ella
Ricardo regresó a dónde estaba sentado
—Mis poderes están incompletos y los que tengo son más débiles, estaba seguro de que eso se debía a que una humana me había revivido— dijo
—No fui yo, ¿Qué se supone que tendría que haber hecho?—
—No se, justo estaba aquí para preguntar eso—
—Pues la verdad no tengo idea, pero seguiré investigando— ofreció Susana
—Te ayudaré, no me voy a quedar de brazos cruzados— dijo él
—Emm... No creo que sea...— comenzó a decir, él la miró y sonrió, después se acercó y colocó su rostro apenas a unos centímetros del de ella.
—¿Me tienes miedo?— preguntó, Susana no dudó y asintió
—¡Ja! Demasiada honestidad, pero tranquila, no te voy a comer, por ahora— dijo y se alejó
—Y bien, ¿Por dónde comenzamos?—
Unos meses después estaban los dos leyendo en la sala, estaban cada vez más cerca de encontrar lo que buscaban.
Susana estaba cansada, por un momento sus ojos se cerraron, cuando los volvió a abrir estaba recostada en el hombro de Ricardo, se alejó y cerró el libro.
—Creo que es momento de que me vaya a dormir— dijo y comenzó a levantarse, pero un impulso la hizo sentarse de nuevo, se quedó mirando a Ricardo aún dudando si seguir lo que quería o lo que debería
—¿Estás bien?— preguntó Ricardo, ella no respondió.
Se acercó para asegurarse de que no pasara nada malo, pero ella lo tomó por el cuello y lo besó con fuerza, lo empujó sobre el sillón y se colocó sobre él, metió las manos bajo su playera lo que alertó a Ricardo quien la detuvo y se levantó.
—No lo hagas— dijo —Piénsalo, ¿Que es lo que haces?— cuestionó, Susana no respondió, solo se levantó y se fue
Al día siguiente se levantó muy temprano y encontró a Ricardo dormido sobre el sillón, se acercó sigilosamente y lo miró, le parecía muy atractivo, pero podía sentir que había en él algo diferente, no cargaba con rencor como Leo ni con miedos como Ilan, él cargaba con dolor, de repente Ricardo se levantó provocando que chocaran sus cabezas.
Susana perdió el equilibrio y cayó de espaldas al suelo.
—¡Diablos! ¿Qué crees que haces? Pude matarte— exclamó Ricardo
Ricardo estaba guiando a un hombre en una época antigua, una tarde, caminando por la plaza observó a una señorita saliendo de la iglesia al lado de su mamá, no pudo dejar de mirarla hasta que la perdió de vista.
Al día siguiente, volvió a la plaza solo para verla, y al siguiente, y al siguiente.
Una tarde Donato, que era a quien estaba guiando decidió ir a la iglesia, Ricardo no dudó y lo acompañó, tal vez podría hablar con ella.
Así lo hizo, al llegar a la iglesia la vio sentada en una de las bancas, se apresuró para sentarse detrás de ella, al hacerlo saludo cordialmente.
—Buenas tardes— dijo
—Buenas tardes— respondieron la chica y su madre
—¿Eres de por aquí?— preguntó la señora, intrigada por aquél hombre
—No, señora, acabo de llegar al pueblo, soy extranjero— respondió con una sonrisa y miró a la muchacha que apartó la vista sin decir nada.
Terminó la misa y todos salieron, Ricardo estaba desesperado por hablar con ella, finalmente, mientras su mamá iba a confesarse y ella estaba sola se acercó.
Un amor floreció entre ellos, pasaron los meses y cada vez que podía se hacía tiempo para ir a verla, un día, por fin encontró su casa
—Pero no vengas antes de las 9 de la mañana o después de las 6 de la tarde, a esa hora mi familia ha vuelto de sus labores y no quiero que te vean— pidió
Ricardo accedió y todos los días sin falta acudía, en una ocasión olvidó su reloj y volvió después de la hora permitida, en su forma invisible se escabulló y vio a aquella, la alegría de su vida, con otro que llegaba y lo recibía con un beso para después servirle de comer.
Al día siguiente Ricardo llegó más tarde de lo habitual, con el corazón roto, pero con esperanza, cuando llegó ella estaba preparando la comida, él se acercó y tomó la escoba que estaba junto a la puerta, ella lo miró aterrada y se la arrebato rápidamente.
—¡No! Eso es de mujeres, ¿Que diría la gente si te viera?—
—¿Que engañas a tu marido?—
Al escucharlo decir eso se le fue el color del rostro
—¿Por qué no me dijiste?— preguntó herido
—Él es mi esposo, mi familia me obligó a casarme con él, yo te amo a ti, pero si lo dejo seré la vergüenza de mi familia— se lamentó llorando con fuerza
—Ven conmigo, hagamos una vida juntos, no permitiré que sigas aquí, Flor, si realmente me amas, ven conmigo— suplicó Ricardo
—No, perdón, mi familia está antes, pero, no me dejes, podemos seguir como hasta ahora, no necesitamos vivir juntos o estar casados para amarnos—
—Tal vez no, pero si que no estés casada con alguien más, mínimo—
—¡¿Por qué no me entiendes?! ¡No lo voy a dejar! ¡Eres casi un dios, no voy a sacrificar lo que tengo para que cuando te canses de mi solo te vayas sin importar nada!— sentenció ella
Ricardo decidió soportarlo, la amaba tanto que no estaba dispuesto a dejarla, aceptó ser su amante y nadamás.
Pasaron unos meses más, un día, estaban Ricardo y Flor en la cama, abrazados, de repente, la puerta se abrió bruscamente y entró por ella el esposo, seguido de los hermanos y padres de Flor, su marido la tomó por el cabello y la arrastró fuera de la casa, Ricardo se levantó y vistió inmediatamente, los hermanos lo tomaron a él y empujando lo sacaron también, la gente del pueblo se acercaba para ver, todos la golpeaban con desprecio, Ricardo no lo soportó y tomó su forma animal ante las miradas sorprendidas de todos.
—¡Bruja!— gritó una anciana y todos se lanzaron hacia ellos, pero Ricardo se alzó en dos patas asustando a todos, después se giró hacia Flor y ella cerró los ojos, lista para lo peor, los abrió cuando sintió los brazos de Ricardo a su alrededor.
Se levantó adolorida
—Estas a salvo, estamos muy lejos, aquí podremos comenzar de nuevo— estaba feliz, al fin podía tener lo que tanto había soñado.
Habían pasado solo unos días cuando el hombre a quien estaba guiando Ricardo enfermó de gravedad, debía pasar sus últimos días con él así que salía de su casa por la mañana, después de un beso a flor, y regresaba por la tarde.
Un año después, durante la noche, alguien tocó a su puerta, Ricardo se levantó a abrir y encontró a Ilan al otro lado
—Entra— indicó. Ilan lo hizo y encontró a Flor aún en la cama, solo la saludó inclinando la cabeza, la casa era tan pequeña que no había espacio para hablar en privado, pero no creyó necesario ocultar nada.
—Morirá en unas horas, debes ir— dijo sin más, Ricardo asintió y desapareció dejando a Ilan a solas con Flor, él se acercó hasta sentarse sobre la cama y acercarse a ella, la tomó por la barbilla y se acercó a su rostro
—O lo dejas o te juro que morirás— sentenció para después desaparecer.
Al otro día muy temprano llegó Ricardo, ya no tenía ningún humano a su cargo, por fin tendría todo el tiempo del mundo para su esposa, pero solo unos días después ella le pidió que consiguiera un trabajo, él no dudó y así lo hizo.
Un mes después Ilan apareció ante Ricardo mientras trabajaba
—Debes ir a verla por última vez— dijo
—¿Última? ¿Qué pasa?— preguntó asustado.
—Ve— dijo Ilan
Ricardo corrió preocupado
Cuando llegó a su casa había mujeres y hombres golpeando a Flor, dolorosamente encontró familiar esa escena, se acercó y vio que ella estaba desnuda y a su lado, un hombre de la misma manera.
—¡Infiel!— gritaban, él se acercó hasta ella, la gente le abrió paso al saber que era el traicionado.
—¿Que hiciste?— preguntó con dolor, ella no supo responder.
Ricardo se levantó y se alejó, la gente siguió golpeándola, una señora levantó una roca y golpeó la cabeza de Flor que cayó muerta.
Ricardo despertó y se levantó sintiendo su cabeza chocar contra algo, miró a Susana en el piso y la furia lo invadió, no quería que ella hiciera lo mismo que Flor
—¡Diablos! ¿Qué crees que haces? Pude matarte— sentenció, Susana lo miró asustada.
Respiró profundo tratando de calmarse, se había prometido no dejar salir sus sentimientos hacia ella.
—Lo siento, ¿Estás bien?— la ayudó a levantarse
—¿Qué te pasa?— preguntó ella
—Nada, ¿Por qué?— Susana lo miró desconfiada, señaló sus manos que temblaban
—Claro, es que me asustaste—
En ese momento se escuchó un estruendo.
—¿Qué es eso?— cuestionó Susana
—Deben ser las hadas, están dispuestas a morir antes que ser encerradas de nuevo— dijo Ricardo
—Adiós, nos vemos cuando regrese— se despidió y recordó cómo se despedía de Flor, Susana pudo ver lo contrariado que se encontraba.
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